En diciembre suelen darse
listas de libros, los mejores del año, bien sea por ventas, por su excelencia
narrativa, en ella caben aquellos que recomendarías por alguna razón especial,
casi siempre relecturas y por su puesto las acostumbradas antologías por
categoría de lo editado en el año (novela, poesía, no ficción, ensayo,
ciencia...) que ameritan tenerse en cuenta según el criterio de cada
publicación o autor. La de la revista “Arcadia” de Colombia es muy completa, lo
mismo la de “Babelia” del periódico “El país” de España. Estas listas suponen
lectores de tiempo completo lo que realmente hoy es casi una utopía, muy pocos
vivimos en esa compulsión irresponsable de querer leerlo todo. Es difícil en
ese bosque escoger el árbol que nos aporte, no solo una lectura agradable, sino
que al final nos produzca ese sentimiento de exaltación que suelen provocarnos
los buenos libros, porque nos cambian, nos aportan, suman al final.
Quiero referirme a una
lectura que me tiene encantado, me refiero a Eva Illouz con un texto que se
llama “Las intimidades congeladas”. Descifrar el momento histórico para mí
siempre es de suma importancia y esta autora lo logra con una lucidez
asombrosa: “Tradicionalmente, los sociólogos entendieron la modernidad en
términos del advenimiento del capitalismo, de la aparición de instituciones
políticas democráticas o de la fuerza moral de la idea de individualismo, pero prestaron
escasa atención al hecho de que, junto con los conceptos familiares de
plusvalía, explotación, racionalización, desencantamiento o división del
trabajo, la mayor parte de los grandes relatos sociológicos de la modernidad
contenían otra historia colateral en clave menor, a saber, las descripciones o
los relatos del advenimiento de la modernidad en términos de emociones”. No solo
escruta las consecuencias del capitalismo en el sujeto, en el hombre de a pie,
con todas sus imposturas, sino todas las dís-funcionalidades y las des-armonías que
nos generan angustias y malestar, las emociones en suma, el cumulo de lo que sentimos. Su mirada está soportado en el pensamiento de
los grandes filósofos y sociólogos de mitad del siglo pasado, en el proyecto de
la modernidad, los textos y discursos que lo hicieron posible desde la
ilustración: “Por más que no sean conscientes de
ello, los relatos sociológicos canónicos de la modernidad contienen, si no una
teoría desarrollada de las emociones, por lo menos numerosas referencias a
éstas: angustia, amor, competitividad, indiferencia, culpa; si nos tomamos el
trabajo de profundizar en las descripciones históricas y sociológicas de las
rupturas que llevaron a la era moderna, podremos advertir que todos esos elementos
están presentes en la mayor parte de ellas. Lo que quiero destacar en este libro es que
cuando recuperamos esa dimensión no tan oculta de la modernidad, los análisis de
lo que constituye la identidad y la personalidad modernas, de la división entre
lo privado y lo público y su articulación en las divisiones de género,
experimentan un gran cambio”. Este texto lleva varios años de publicado,
realmente no lo había referenciado, pero ahora que lo leo, estoy gratamente
sorprendido, es un hecho que la relación del sujeto con los poderes instaurados,
las servidumbres y la manera como vivimos en el marco del capitalismo imperante,
situación que para la mayoría de sujetos no está resuelta desde la perspectiva
de la justicia social, es más una
impostura de la que difícilmente escapamos, en una economía global como la
actual, que no permite disidencias, en
medio de las tecnologías de la información y el conocimiento, las cuales han trasformado sustancialmente a este sujeto
y su relación con el medio.
Nancy Fraser ha trabajado
el tema con mucha hondura, sus textos son emblemáticos y en ellos enfatiza el
grave problema de la distribución de la riqueza, como se dan las diferencias,
como se traducen en la escasez de oportunidades´, trabajo que comenzó estudiando
la discriminación de la mujer: “Así pues, en general nos enfrentamos a una
nueva constelación. El discurso de la justicia social, centrado en otro momento
en la distribución, está ahora cada vez más dividido entre las
reivindicaciones de la redistribución, por una parte, y las reivindicaciones
del reconocimiento, por otra”. Desde el feminismo ha hecho evaluaciones y
descripciones de la manera como se expresa el capitalismo en el sujeto a través
de la distribución y el reconocimiento.
Estas lecturas confirman
que la escuela sociológica del siglo XX, que tanto le aportó a la filosofía y
al estudio de las sociedades pos-industriales continua de alguna manera produciendo
textos lucidos que explican estos contextos tan importantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario