Llevo mucho
tiempo con los dos tomos de apuntes de Elías Caneti en mi mesa de noche, leyendo
con la lentitud que merecen estos diarios íntimos, el itinerario creativo de
uno de mis autores preferidos, desde hace tres semanas, con igual parsimonia
estoy releyendo “Auto de fe” su novela. La leí muy joven, siempre la retomo para leer apartes sin ninguna pretensión. Recuerdo al señor Kien reflejo absoluto de un racionalismo desmedido, semiólogo, considerado el hombre más culto del mundo, experto en
literatura china, con una inmensa biblioteca que referencia tácitamente al
conocimiento.
La
experiencia de releer esta obra, no vuelve a enfrentar con las grandes preguntas no resueltas por la filosofía, la política y la ética, es una indagación de la relación del ciudadano de a pie con el poder, indescifrable, esta novela trabaja desde la naturaleza perversa de la naturaleza humana. La novela es de una factura impecable, el señor Kien representa
la irremediable concepción de la razón que pretende reemplazar a la existencia,
que al final es lo único real que tenemos y palpamos, la lectura de este texto constituye una alucinación, el encuentro
con un escritor que es consciente del peso específico de la palabra en la vida y en la propia narración, todo en esta novela responde a una factura prefigurada, nada es casual, atiende a un orden narrativo programado de antemano, por
ello su lectura desde la primera página nos genera mucha tensión, por la
irresoluta condición de la vida que se mueve entre razón y locura.
Canetti quiso
escribir la comedia humana en ocho novelas, al final nos dejó solo “Auto de fe”.
“Cuenta en sus memorias que Auto de fe nació de una imagen que, como un pequeño
demonio pertinaz, lo obsesionaba: un hombre que prende fuego a su biblioteca y
arde junto con sus libros. Comenzó a escribir la novela en el otoño de 1930, en
la Viena deslumbrante y preapocalíptica de Broch y de Musil, de Karl Popper y
de Alban Berg, como parte de una «Comedia Humana de la locura», que iba a
constar de ocho historias, cada una de las cuales tendría como protagonista a
un hombre desmedido, en las fronteras de la sinrazón”[1].
Cuando le preguntaron a Canetti por esta obra respondió: «Un día se me ocurrió
que el mundo no podía ya ser recreado como en las novelas de antes, es decir,
desde la perspectiva de un escritor; el mundo estaba desintegrado, y sólo si se
tenía el valor de mostrarlo en su desintegración era posible ofrecer de él una
imagen verosímil.»
Estas páginas,
donde los sucesos remiten a un proyecto simbólico que prefigura la inutilidad
del conocimiento frente a la brutalidad humana, traducida en hecho reales, como
el genocidio judío, las persecuciones continuas y las irracionalidades
cometidas siempre en honor a una razón que termina justificándolas. Al señor Kien la sabiduría
no le sirve para nada. “Porque nada de lo que sabe —de lo que aprende y piensa—
revierte sobre los demás; más bien levanta una muralla de incomunicación entre
él y su mundo. ¿Cuál es la razón de que se niegue a enseñar? ¿De que publique
con tamaña avaricia? ¿De qué viva enclaustrado en esa biblioteca de 25.000
volúmenes a la que nadie más tiene acceso? El conocimiento, para Peter Kien, no
es algo que deba compartirse, un puente entre los hombres; es una manera de
tomar distancia y de alcanzar una superioridad vertiginosa sobre el común de
las gentes, esos analfabetos cuyo «despreciable objetivo vital es la felicidad»[2].
La novela va
mucho más allá de estas interpretaciones, su lectura no siendo fácil, crea un
universo narrativo total alrededor de pocos personajes, pero reflejan la
perversa naturaleza del hombre y en cierta forma lo absurdo que es vivir cuando
no resolvemos los mínimos problemas de la convivencia, siempre insolidaria.
Hay una característica
que encontré en la crítica y me parece lúcida: “La falta de sentimentalismo
es un rasgo central en Auto de fe, así como en los ensayos y el teatro de
Canetti”. Es como el buen trago a las rocas, su narrativa está exenta de
meloserias.
Lorenzo
Davalos en un ensayo expresó: “Auto de fé no es una alegoría, pero su narrativa
poderosamente simbólica describe el drama de una Razón que a finales del Siglo
XIX se había alejado de la piel, de la carne y del corazón del hombre. Elevada
al nivel de diosa por el proyecto de la Ilustración, no fue capaz de aludir los
riesgos de alejarse del corazón del hombre, y con ello del resto de sus
sentidos, para quedarse sola, en una suerte de larga y aburrida conversación
consigo misma”.
En el prologo del libro publicado por Planeta en Debolsillo se hace una alusión a una conversación entre Canetti y el crítico John Barley, el escritor de súbito le pregunta que opina de El rey Lear de Schakespeare, dijo el escritor, "Mis amigos dicen que el libro es insoportable. Por fortuna Barley acertó a entender que Canetti se refería a su novela". Entonces Canetti afirmó: El rey lear, también es insoportable. "Son ciertamente insoportables. Y lo son por motivos semejantes: El violento azote de locura con que sacuden al lector, y la constatación terrible de que esa locura brota del aislamiento del ser humano y de cómo el lenguaje, lejos de servir para vencerlo, puede contribuir para extremarlo".
En el prologo del libro publicado por Planeta en Debolsillo se hace una alusión a una conversación entre Canetti y el crítico John Barley, el escritor de súbito le pregunta que opina de El rey Lear de Schakespeare, dijo el escritor, "Mis amigos dicen que el libro es insoportable. Por fortuna Barley acertó a entender que Canetti se refería a su novela". Entonces Canetti afirmó: El rey lear, también es insoportable. "Son ciertamente insoportables. Y lo son por motivos semejantes: El violento azote de locura con que sacuden al lector, y la constatación terrible de que esa locura brota del aislamiento del ser humano y de cómo el lenguaje, lejos de servir para vencerlo, puede contribuir para extremarlo".
Leerla sin
pretensiones intelectuales es otra cosa, es gozar de una prosa bien facturada,
con tono, ritmo y que siempre guarda sorpresas que tienen que ver con los
problemas existenciales de la humanidad, son los mismos desde hace mucho
tiempo, lo que no es capaz de asumir o lo que es peor, que vive eludiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario