Ayer en esas soledades que deparan las grandes bibliotecas y que no incomodan para nada, en medio de libros cerrados que esperan en su alucinante contenido al lector furtivo; una sed de conocimiento que suscita mil perplejidades, conocí a Hortensia, una Francesa joven, quien realiza su primer viaje a Sudamérica. Intenta ser itinerante, trashumante, alucinada por viajar. Nos contó como quedo encantada cuando visitó la ciudad del Cusco en Perú, el misterioso urbanismo ancestral de Machu Pichu, los peligros de Trujillo en sus mil violencias: la paz de Quito y su belleza silenciosa y amable, con el viejo cuadrante español y las casas coloniales de tantos años de historia que, algún día presenciaron el amor entre Bolívar y Manuelita nacido en la hermosa Lima; del aroma vegetal de los paisajes andinos que ha recorrido en buses intermunicipales desde la capital peruana hasta Medellín. Hoy nos visita solo con la pretensión de descifrarnos, pese a la añoranza que le depara su amada París por estos días de soledad y descubrimientos.
El nombre Hortensia es la variante femenina de Hortensio, nombre que se deriva del latín «hortus» que significa “huerto”, y que puede ser interpretado etimológicamente como “cultivador de jardines y huertas”. El nombre Hortensia era empleado en la antigua Roma como gentilicio de las familias plebeyas, y es posible mencionar con este nombre a la hija adoptiva de Napoleón Bonaparte, Hortensia de Beauharnais, quien se convirtió en reina de Holanda. El nombre también está vinculado a la flor del mismo nombre, por la belleza de sus brotes rosas, blancos, celestes y violetas. Fuimos escrutando el origen de las palabras, pues los idiomas generan variaciones que nos entregan laberintos etimológicos de mucha curiosidad.
Alucinada por la belleza de la Biblioteca EPM de Medellín, instalada en pleno centro de la ciudad, rompiendo su vocación comercial e imponiéndose como centro de cultura, nos habló de los contrastes específicos de su entorno, del dolor que le produce tanto indigente en medio de cierta opulencia lacerante, del pasado trágico, famosa por un capo de oprobiosa recordación, nos preguntaba realmente en que reside su encanto y la alucinación que produce para los turistas jóvenes del mundo que la visitan con tanta frecuencia.
Una amigo experto en devaneos y un coqueto compulsivo sin malas intenciones, la de un viejo zorro que no olvida las técnicas de conquista de su juventud, llevado por la soledad que le produce una separación y soltería peligrosa, le habló de los verdaderos atractivos de la ciudad, de sus barrios marginales, de la historia que va más allá de los imanes de un turismo procaz y curiosamente del ajedrez.
Le preguntó Hortensia por el origen de esta curiosa palabra, claro en español. Con mucha sabiduría mi amigo explicó con la precisión de un relojero: Tiene su raíz en el sánscrito chaturanga, en referencia a ‘cuatro miembros (del ejército)’, asociado a la infantería, caballería, los elefantes y/o carros de guerra, apreciando una correlación con las piezas del ajedrez: peones, caballos, alfiles (que originalmente representaban elefantes) y torres, respectivamente. Expandiéndose desde la India hacia el oeste, llegó al mundo persa, donde fue adoptado como shatranj. Con la conquista musulmana de Persia, el juego de mesa se coló en el mundo islámico, donde se convirtió en una actividad popular entre la élite y los eruditos, sirviendo como un ejercicio de estrategia-táctica militar, así como de entretenimiento. Cuando los árabes llevaron el shatranj a la península ibérica, el término experimentó una transformación lingüística: ajedrez. La palabra al-shatranj se transformó, donde al- es el artículo definido árabe que significa ‘el’, y shatranj se adaptó fonéticamente, siguiendo un patrón común de arabismos en el español. A lo largo de los siglos, el ajedrez se ha mantenido como un juego de profunda complejidad estratégica y rica tradición cultural.
Empezaron un partida con sólo intenciones didácticas, con Juan Carlos, en medio de un coloquio, con otros amigos que se sumaron a la conversación espontanea, visitantes asiduos. Hablamos de los encantos de María Antonieta; del Código civil de Napoleón que es el origen de nuestro código que entró por Chile de la mente prodigiosa de Andrés Bello; de la revolución francesa y el nacimiento de nuestra republicas, de la piratería que forjó las ciudades fortalezas hermosas del caribe, de nuestra Cartagena de Indias, de ecología y de la nostalgia que produce estar lejos de casa.
Muy a las tres y media Hortensia se marchó, tal vez a proseguir el viaje o a terminarlo. La vimos partir con su juventud a cuestas e ímpetu, esos bellos ojos verdes, con la ilusión que se llevará una idea amable de este lugar que tanta pasión suscita en nosotros y la esperanza de volver a verla.
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