lunes, 6 de noviembre de 2023

AMIN MAALOUF

Quiero presentar a mis lectores un excelente pensador libanes, radicado en Francia desde hace mucho tiempo, premio  príncipe de Asturias en 2010, economista, sociólogo, periodista, premio Goncourt por "La roca de los tanios" Es un trashumante por naturaleza, estuvo mucho tiempo en Egipto siendo muy joven, gracias a su abuelo.  Se educó y crio en Líbano, hijo de uno de los periodistas y dueño de medios de su país, de ahí nace algunas de las posiciones más férreas que ha mantenido: En contra de los nacionalismos enfermizos, Iconoclasta, libre-pensador, amante de escrutar los conflictos contemporáneos desde visiones muy críticas, históricas, realizando siempre la genealogía de los mismos y sus huellas para develar los hechos que dejan verlos con claridad, teniendo en cuenta todas las variables. Es miembro número 29 de la academia francesa de la lengua. Sus ensayos son además de lucidos, esclarecedores para occidente, que en ocasiones no mira las raíces históricas del oriente, inclusive va mucho más de la óptica local. Los ensayos más importantes son:  Las cruzadas vistas por los árabes, Identidades asesinas, el desajuste del mundo, un sillón que mira al Sena y el naufragio de las civilizaciones, Transcribo la presentación de su trayectoria y pensamiento en el texto "Las identidades asesinas". CESAR HERNANDO BUSTAMANTE. 


AMIN MAALOUF


Identidades asesinas es una denuncia apasionada de la locura que incita a los hombres a matarse entre sí en el nombre de una etnia, lengua o religión. Una locura que recorre el mundo de hoy desde Líbano, tierra natal del autor, hasta Afganistán, desde Ruanda y Burundi hasta Yugoslavia, sin olvidar la Europa que navega entre la creación de una casa común y el resurgir de identidades locales en países como el Reino Unido, Bélgica o España. Desde su condición de hombre a caballo entre Oriente y Occidente, Maalouf intenta comprender por qué en la historia humana la afirmación de uno ha significado la negación del otro. Pero al mismo tiempo rechaza la aceptación resignada y fatalista de tal hecho. Su mensaje es que se puede ser fiel a los propios valores sin verse amenazado por los de los demás. Ejemplos históricos, filosóficos y religiosos ilustran su teoría. Cuando a Maalouf se le pregunta si se siente más libanés o más francés él responde que por igual. Y no lo hace por diplomacia: "Lo que me hace ser yo mismo y no otro -dice Maalouf- es que estoy a caballo entre dos países, entre dos o tres lenguas, entre varias tradiciones culturales. Ésa es mi identidad...". Identidades asesinas es un canto al ciudadano frente a la tribu, una llamada a la tolerancia. Amin Maalouf nació en Líbano en 1949. Su padre, poeta, pintor y periodista, fundó dos periódicos. Maalouf estudió economía, política y sociología. Trabajó en el diario An Nahar como responsable de la sección de internacional. De la mano de este medio viajó por países como Etiopía, Somalia, Bangladesh o Vietnam, en donde fue testigo de la batalla de Saigón. Entre las entrevistas que realizó es de resaltar la que mantuvo con la primera ministra hindú Indira Gandhi. En 1975, cuando estalló la guerra de Líbano, se exilió en Francia en donde trabajó como redactor-jefe de la revista Jeune Afrique. Actualmente se dedica exclusivamente a la literatura. Ha recibido los premios Maison de Presse por Samarcanda y el Goncourt por La roca de Tanios. Para Andrée para Ruchdi para Tarek para Ziad Desde que dejé Líbano en 1976 para instalarme en Francia, cuántas veces me habrán preguntado, con la mejor intención del mundo, si me siento "más francés" o "más libanés". Y mi respuesta es siempre la misma: "!Las dos cosas!" Y no porque quiera ser equilibrado o equitativo, sino porque mentiría si dijera otra cosa. Lo que hace que yo sea yo, y no otro, es ese estar en las lindes de dos países, de dos o tres idiomas, de varias tradiciones culturales. Es eso justamente lo que define mi identidad. ?Sería acaso más sincero si amputara de mí una parte de lo que soy? Por eso a los que me hacen esa pre gunta les explico con paciencia que nací en Líbano, que allí viví hasta los veintisiete años, que mi lengua materna es el árabe, que en ella descubrí a Dumas y a Dickens, y los Viajes de Gulliver, y que fue en mi pueblo de la montaña, en el pueblo de mis antepasados, donde tuve mis primeras alegrías infantiles y donde oí algunas historias en las que después me inspiraría para mis novelas. 

¿Cómo voy a olvidar ese pueblo? ?Cómo voy a cortar los lazos que me unen a él? Pero por otro lado hace veintidós años que vivo en la tierra de Francia, que bebo su agua y su vino, que mis manos acarician, todos los días, sus piedras antiguas, que escriben en su lengua mis libros, y por todo eso nunca podrá ser para mí una tierra extranjera. 


¿Medio francés y medio libanés entonces? !De ningún modo! La identidad no está hecha de compartimentos, no se divide en mitades, ni en tercios o en zonas estancas. Y no es que tenga varias identidades: tengo solamente una, producto de todos los elementos que la han configurado mediante una "dosificación" singular que nunca es la misma en dos personas. 


 En ocasiones, cuando he terminado de explicar con todo detalle las razones por las que reivindico plenamente todas mis pertenencias, alguien se me acerca para decirme en voz baja, poniéndome la mano en el hombro: "Es verdad lo que dices, pero en el fondo ?qué es lo que sientes?" Durante mucho tiempo esa insistente pregunta me hacía sonreír. Ya no, pues me parece que revela una visión de los seres humanos que está muy extendida y que a mi juicio es peligrosa. Cuando me preguntan qué soy "en lo más hondo de mí mismo", están suponiendo que "en el fondo" de cada persona hay sólo una pertenencia que importe, su "verdad profunda" de alguna manera, su "esencia", que está determinada para siempre desde el nacimiento y que no se va a modificar nunca, como si lo demás, todo lo demás -su trayectoria de hombre libre, las convicciones que ha ido adquiriendo, sus preferencias, su sensibilidad personal, sus afinidades, su vida en suma-, no contara para nada. Y cuando a nuestros contemporáneos se los incita a que "afirmen su identidad", como se hace hoy tan a menudo, lo que se les está diciendo es que rescaten del fondo de sí mismos esa supuesta pertenencia fundamental, que suele ser la pertenencia a una religión, una nación, una raza o una etnia, y que la enarbolen con orgullo frente a los demás. 

 Los que reivindican una identidad más compleja se ven marginados. Un joven nacido en Francia de padres argelinos lleva en sí dos pertenencias evidentes, y debería poder asumir las dos. Y digo dos por simplificar, pues hay en su personalidad muchos más componentes. Ya se trate de la lengua, de las creencias, de la forma de vivir, de las relaciones familiares o de los gustos artísticos o culinarios, las influencias francesas, europeas, occidentales, se mezclan en él con otras árabes, bereberes, africanas, musulmanas... Esa situación es para ese joven una experiencia enriquecedora y fecunda si se siente libre para vivirla en su plenitud, si se siente incitado a asumir toda su diversidad; por el contrario, su trayectoria puede resultarle traumática si cada vez que se confiesa francés hay quienes lo miran como un traidor, como un renegado incluso, y si cada vez que manifiesta lo que le une a Argelia, a su historia, su cultura y su religión es blanco de la incomprensión, la desconfianza o la hostilidad. 


 La situación es aún más delicada al otro lado del Rin. Pienso en el caso de un turco que nació hace veinte años cerca de Fráncfort y que ha vivido siempre en Alemania, cuya lengua habla y escribe mejor que la de sus padres. Para su sociedad de adopción, no es alemán; para su sociedad de origen, tampoco es un turco auténtico. 


El sentido común nos dice que debería poder reivindicar plenamente esa doble condición. Pero nada hay en las leyes en las mentalidades que le permitan hoy asumir en armonía esa identidad compuesta.


 He puesto los primeros ejemplos que me han venido a la cabeza, pero podría haber citado muchos otros. El de una persona nacida en Belgrado de madre serbia y padre croata. El de una mujer hutu casada con un tutsi, o al revés. El de un norteamericano de padre negro y madre judía... 


 Son -pensarán algunos- casos muy particulares. No lo creo, sinceramente. Las personas de esos ejemplos no son las únicas que tienen una identidad compleja. En todos nosotros coinciden pertenencias múltiples que a veces se oponen entre sí y nos obligan a elegir, con el consiguiente desgarro.


 En unos casos, la cuestión es, de entrada, evidente, pero en otros hay que hacer un esfuerzo para reflexionar con más detenimiento. 


 En la Europa actual, ?quién no percibe una tensión que de necesidad va a ser cada vez mayor, entre su pertenencia a una nación multisecular -Francia, España, Dinamarca, Inglaterra...- y su pertenencia a la unión continental que se está construyendo? ?Y cuántos europeos sienten también, desde el País Vasco hasta Escocia, que pertenecen de una manera poderosa y profunda a una región, a su pueblo, a su historia y a su lengua? ?Quién, en Estados Unidos, puede pensar en el lugar que ocupa en la sociedad sin remitirse a sus lazos con el pasado, sean africanos, hispánicos, irlandeses, judíos, italianos, polacos o de otro origen? Dicho esto, no tengo inconveniente en admitir que los primeros ejemplos que he puesto sí son en cierto modo particulares. Todos ellos se refieren a personas con una pertenencias que hoy se enfrentan violentamente; son de alguna manera personas fronterizas, atravesadas por unas líneas de fractura étnicas, religiosas o de otro tipo. 


Debido precisamente a esa situación, que no me atrevo a llamar "privilegiada", tienen una misión: tejer lazos de unión, disipar malentendidos, hacer entrar en razón a unos, moderar a otros, allanar, reconciliar... Su vocación es ser enlaces, puentes, mediadores entre las diversas comunidades y las diversas culturas. Y es justamente por eso por lo que su dilema está cargado de significado: si esas personas no pueden asumir por sí mismas sus múltiples pertenencias, si se las insta continuamente a que elijan un bando u otro, si se las conmina a reintegrarse en las filas de su tribu, entonces es lícito que nos inquietemos por el funcionamiento del mundo. 


 Si se las "insta" a elegir, si se las "conmina" -decía. ?Quien las conmina? No sólo los fanáticos y los xenófobos de todas las orillas: también tú y yo, todos nosotros. Por esos hábitos mentales y esas expresiones que tan arraigados están en todos nosotros, por esa concepción estrecha, exclusivista, beata y simplista que reduce toda identidad a una sola pertenencia que se proclama como pasión.

Así es como se "fabrica" a los autores de las matanzas! -me dan ganas de gritar. Es ésta una afirmación un poco radical, lo reconozco, pero trataré de explicarla en las páginas que siguen.



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