miércoles, 3 de septiembre de 2014

DANIEL BAREMBOIM

Me ha llegado un libro que como lector considero necesario comentar y fomentar, pues enaltece la condición humana y es un referente obligado para los amantes de la música. Su primera virtud, está escrito por un artista a carta cabal: “es un pianista y director de orquesta argentino nacionalizado español, israelí y palestino. Hijo de músicos (tanto Enrique Barenboim como Aída Schuster, sus padres, fueron destacados pianistas), debutó en Buenos Aires a los siete años con un éxito tal que fue invitado por el Mozarteum de Salzburgo a continuar sus estudios en esta ciudad, en cuyo festival triunfó tres años después” . La segunda, promueve el arte desde esta condición. El libro: “El sonido es la vida, el poder de la música”, es un texto escrito desde la condición subjetiva de quien ha vivido inmerso en la música, nos recalca: deberíamos hablar del mundo sonoro, después  nos lleva a travèz de una prosa exquisita, clara y concisa revelarnos secretos de este universo,  este es parte de su magia y hacer un recorrido alrededor de la música clásica, desde lo más primario hasta llegar a puntos verdaderamente profundos.
Comienza con una disertación sobre "El sonido y pensamiento".  Escribe al respecto: “ En mi opinión, la única definición realmente precisa y objetiva es la de Ferrusio Busoni, el gran pianista y compositor Italiano, que dijo que la música es aire sonoro, que lo dice todo y nada al mismo tiempo” Schopenhauer, por otro lado, veía en la música una idea del mundo”. A partir de esta definición inicial va profundizando  en aspectos sustanciales.
Esta apertura temática, no le impiden tocar el tema político. el autor vive en medio de un conflicto cargado de radicalismos irreconciliables que lo tocan: El Conflicto entre Palestinos e Israelitas, el problema entre árabes y judíos, la historia total de un pueblo marcado por diferencias con mucho dolor.   Resalto la condición humanística, me recuerda al gran escritor Said, el palestino que tocaba temas de música e interpretación con absoluta sabiduría, quien nunca evitó el tema político, inclusive hay un capitulo en homenaje a este autor en este libro.
El capítulo “oír y escuchar” es de una belleza absoluta, nos es fácil tocar un tema tan especializado y darse  a entender, ser legible para profanos, poder ser entendido por personas sin ningún conocimiento, Barenboim es un maestro, pues nos logra interesar en estas especialidades.
Otro tema que toca con manos de cirujano, es el de la inspiración, sobra decirle a mis lectores que hay que leerlo, veremos como colgamos algún capitulo en este blog. 


El libro vino de la mano de Luis Fernando Potes, quien siempre nos alimenta con estas lecturas inolvidables.




jueves, 28 de agosto de 2014

A PROPOITO DE JULIO CORTAZAR EN SU ANIVERSARIO


He rendido un homenaje de Julio Cortázar no solamente contando mi experiencia como lector, sino haciendo una pequeña antología de los mejores artículos a propósito del mismo. Este es el escrito de Sergio Ramírez  gran escritor Guatemalteco.
ALGUIEN ANDUVO POR AHÍ
Estamos en el mes del centenario de Julio Cortázar, y es la hora de evocarlo. Contar cómo lo conocimos, dónde nos encontramos con él por primera vez. Para mí esa primera vez fue en abril de 1976 en San José, Costa Rica, donde yo vivía para entonces.
En su cuento Apocalipsis en Solentiname relata el viaje que en esa ocasión hicimos a Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua, donde Ernesto Cardenal tenía su comunidad campesina, no muy lejos de la frontera. Nuestro otro acompañante era Óscar Castillo, actor y director de cine:
"Sergio y Óscar y Ernesto y yo colmábamos la demasiado colmable capacidad de una avioneta Piper Aztec, cuyo nombre será siempre un enigma para mí pero que volaba entre hipos y borborigmos ominosos mientras el rubio piloto sintonizaba unos calipsos contrarrestantes y parecía por completo indiferente a mi noción de que el azteca nos llevaba derecho a la pirámide del sacrificio. No fue así, como puede verse, bajamos en Los Chiles y de ahí un yip igualmente tambaleante nos puso en la finca del poeta José Coronel Urtecho, a quién más gente haría bien en leer..."           
Eso fue un sábado. Julio había llegado a Costa Rica invitado a dar unas conferencias en el Teatro Nacional. Desde la finca Las Brisas, donde vivía Coronel Urtecho, cercana al río San Juan, se llegaba en bote hasta el puerto de San Carlos, y de acuerdo al santo y seña acordado entre la familia Coronel y los guardias  del puesto nicaragüense, se hacía un giro con el bote y así se podía seguir hacia el Gran Lago sin necesidad de bajar en el muelle para los trámites de migración. Julio entró a Nicaragua sin que la dictadura de Somoza se enterara. Clandestino.
Con alguna frecuencia yo iba a Las Brisas, en vuelos más azarosos que el que describe Julio, pues tomaba, a veces en compañía del poeta Carlos Martínez Rivas, un viejo bimotor DC-3 de tiempos de la segunda guerra mundial, de esos que mientras están en tierra parecen insectos gordos sentados en sus patas traseras. Un ruidaje de las latas del fuselaje  al despegar, y cuando iba a aterrizar en la pista de barro rojizo de Los Chiles, el piloto debía pasar rasante y volver a elevarse en señal de que las vacas vagabundas debían ser ahuyentadas.
            Llegamos a Solentiname al atardecer, y al día siguiente asistimos a la misa de Ernesto. Después de la lectura del Evangelio se iniciaba un diálogo con los feligreses; las conversaciones se grababan, y luego se editaron en un libro, El Evangelio de Solentiname. Ese domingo tocaba el prendimiento de Jesús en el huerto, y allí están las intervenciones de Julio al comentar ese episodio de la pasión de Cristo. El evangelio según Cortázar. También tomaron la palabra los  muchachos campesinos que en octubre del año siguiente participarían en el asalto al cuartel del puerto de San Carlos al iniciarse la insurrección contra Somoza; en represalia, fue incendiada la casa comunal, y destruida la iglesia.
Pasada la misa, Julio decidió fotografiar los cuadros primitivos pintados por los campesinos: "...Sergio que llegaba me ayudó a tenerlos parados en la buena luz, y de uno en uno los fui fotografiando con cuidado, centrando de manera que cada cuadro ocupara enteramente el visor..."
            Luego cuenta que ya de regreso en París, cuando proyecta una noche las diapositivas a colores, en lugar de los cuadros empiezan a aparecer escenas del terror de las dictaduras militares, prisioneros encapuchados, cadáveres mutilados.
Pero entre esas imágenes hay una en que aparece la escena del asesinato del poeta salvadoreño Roque Dalton, ejecutado por sus propios compañeros de armas acusado de ser agente de la CIA, una acusación que iba más allá de la ejecución física porque pretendía la ejecución moral.
Esa fue la primera vez que nos encontramos. Y con el paso de los años, hasta su muerte en 1983, quedarían muchas otras cosas que contar. Como para un libro.