jueves, 6 de octubre de 2016

LAS LECTURAS APLAZADAS



Un libro  vuelve a nacer cuando el lector lo toma, lo selecciona y abre sus páginas para diluirse en su universo, llegamos a esa prosa o al poema desde el texto, por una decisión contenida. Es un ejercicio subliminal, bálsamo para la vida, océano de conocimiento. Siempre tenemos lecturas aplazadas. En esos recorridos  por nuestros libros o por las extensas bibliotecas de la ciudad, hay una especie de tensión encubierta con ciertos autores, con libros específicos que por diversas razones vamos dejando en espera. Siempre prometemos volver. Diferente al caso con ciertos  textos y autores que releemos constantemente, nuestros libros preferidos o lecturas renuentes, hay con ellos una relación más bien apasionada, obsesiva, de redescubrimientos infinitos.  El efecto que se produce cuando comenzamos una lectura: “Frente al pelotón de fusilamiento”…….., es inenarrable, inconmensurable. Nos abrimos a otro mundo, de pronto estamos en otra parte. Lo mismo pasa cuando leemos un ensayo. Es un dialogo noble con un autor, que nos va entregando un trabajo especifico, no solo nos enseña, dialoga, nace de nuevo, habla desde el texto, sino que nos lleva a su complejo entramado referencial, a sus lecturas, a las concepciones que hicieron posible lo que estamos leyendo. Cuando leo a Balzac, me parece estar totalmente en la Francia de la época descrita magistralmente en sus novelas, imagino la sociedad que intentó descifrar, disfruto con esa parte de la historia de esta nación contada desde personajes imaginarios, los mensajes subliminales del texto, las tacitas invocaciones. Lo mismo me pasa en mis relecturas de “Los Miserables” de Víctor Hugo.  
Hace dos décadas, en un contexto muy Borgeano, se estudió mucho la  lectura en el mundo occidental, su genealogía. La lectura es un acto complejo. “La comprensión de lectura, como actividad intelectual, involucra mucho más que la sola decodificación de unidades gráficas a sonoras y el reconocimiento de letras, sílabas o palabras. Investigaciones que datan ya de muchos años atrás han puesto de manifiesto que la lectura implica una constante interacción entre texto y lector. Esta interacción fue sugerida en 1917 por Edward Thorndike: “comprender un párrafo es como resolver un problema de matemáticas. Consiste en seleccionar los elementos claves de la situación y en relacionarlos correctamente con la cantidad exacta de peso, influencia o fuerza para cada uno”. Años después, Goodman (1982) describió a la lectura como un “juego psicolingüístico de adivinanzas” donde el lector, a partir de la información visual y de la información no visual, va anticipando, prediciendo, elaborando y corrigiendo hipótesis para comprender el texto”[1]. Steiner escribió un hermoso ensayo denominado: “Texto y contexto”, sobre la naturaleza de los textos: “ El que el proceso de compresión, el acto de entendimiento y respuesta- cuya fórmula imperfecta cubre supuestamente una dinámica o dialéctica inmensamente compleja  de impulso y ordenamiento-sea también social, que haya una matriz socio-económico-política de la lectura, así como la hay del libro en sentido material, es un reconocimiento que aparece con Dilthey y que después Walter Benjamín depura.  Sí existe una sociología del texto y de nuestras relaciones con el texto, también existe una psicología. Las estructuras de atención, de memorización, de verbalización entre las cuales y a través de los cuales tiene lugar el acto de la lectura no son ni uniformes ni estables.”[2]. Con los libros desde lo material, tenemos una relación compleja, no tan simple como se cree en principio. Los miro en los anaqueles, a la espera, llenos  de sabiduría,  silenciosos, lo he adquirido por razones diversas, pero en el marco de una expectativa, de una referencia, de suplir, por curiosidad y parece muy cruel que no articulemos esa relación hasta que no empecemos a leer.
Tengo “Las historia de amor en Francia” de Guy Breton, me genera ansiedad no haberme metido en esta lectura, conozco el valor de las misma y puedo anticipar que estos libros me encantan. Algunos libros de Steiner, muchos textos de historia colombiana, dos novelas de Piglia, infinidad de textos de Filosofía y una biografía de Nietzsche: “El águila angustiada”….en fin. Son muchos. Miro mi biblioteca  y pienso en la conferencia de Borges sobre el libro: “En «César y Cleopatra» de Shaw, cuando se habla de la biblioteca de Alejandría se dice que es la memoria de la humanidad. Eso es el libro y es algo más también, la imaginación. Porque, ¿qué es nuestro pasado sino una serie de sueños? ¿Qué diferencia puede haber entre recordar sueños y recordar el pasado? Esa es la función que realiza el libro”.
   















[1] Alejandra Pellicer, Sofía A. Vernon. Entre el texto y el lector: la creación de mundos posibles.

[2] George Steiner. Texto y Contexto. Fondo de cultura económica. Pag 14