martes, 16 de julio de 2013

FRANZ KAFKA

Me limitare a contar como fue mi experiencia personal con el autor Checo. Estaba en pleno apasionamiento con la obra de García Márquez, en los lejanos setenta del siglo pasado, leía todo lo que encontraba sobre su obra y siempre estaba atento de las entrevistas, artículos y aquellas claves que me ayudaran a descifrar sus novelas, cuando me encontré con este monumento de la literatura. En una entrevista para televisión con el periodista German Castro Caicedo, nuestro nobel expresó como después de leer la “Metamorfosis”, quedó alucinado al descubrir que en literatura todo era posible.  Si este hombre puede escribir esto, cuantas cosas podré contar. Fue el ábrete sésamo para Gabo. A partir de este momento  leyó todo lo que encontró de Franz Kafka y se permitió licencias literarias que más tarde se decantarían en una obra llena de simbolismo, historias extraordinarias  que, hoy conocemos como realismo mágico.
Después de oírlo, leí la metamorfosis. No solo me impresionó la calidad literaria del texto, su argumento excepcional que, desde el primer renglón nos deja  imperterritos, sino además descubrí que es posible escribir cualquier cosa, para mí quedó la magia de la literatura expuesta en todo su esplendor. La literatura  nos permite inventar cualquier historia, la que en adelante se convierte en una realidad que supera toda lógica. Quien puede negar la existencia de "Macondo". Gabo le explicaba a German Castro como fue este inusitado encuentro en una pieza de un hotel del centro de Bogotá en plena juventud,  una noche cualquiera:

Con La metamorfosis, descubrí que iba a ser escritor. Al ver que Gregorio Samsa podía despertarse una mañana convertido en un gigantesco escarabajo, me dije: «Yo no sabía que esto era posible hacerlo. Pero si es así, escribir me interesa.»-
¿Por qué te llamó tanto la atención? ¿Por la libertad de poder inventar cualquier cosa?-
Por lo pronto comprendí que existían en la literatura otras posibilidades que las racionalistas y muy académicas que había conocido hasta entonces en los manuales del liceo. Era como despojarse de un cinturón de castidad. Con el tiempo descubrí, no obstante, que uno no puede inventar o imaginar lo que le da la gana, porque corre el riesgo de decir mentiras, y las mentiras son más graves en la literatura que en la vida real. Dentro de la mayor arbitrariedad aparente, hay leyes. Uno puede quitarse la hoja de parra racionalista, a condición de no caer en el caos, en el irracionalismo total.
-En la fantasía.-Sí, en la fantasía.-La detestas. ¿Por qué?-
Porque creo que la imaginación no es sino un instrumento de elaboración de la realidad. Pero la fuente de creación al fin y al cabo es siempre la realidad. Y la fantasía, o sea la invención pura y simple, a lo Walt Disney, sin ningún asidero en la realidad, es lo más detestable que pueda haber. Recuerdo que alguna vez, interesado en escribir un libro de cuentos infantiles, te mandé como prueba. El mar del tiempo perdido.
La obra de Kafka se salvó gracia a la terquedad de su amigo Max Brod que no cumplió la orden del autor Checo quien le había ordenado quemarla.
Empecé a leerlo con mucho juicio. Sus textos me desesperaban, me contaminaban de la tensión de sus protagonistas, sentía el avasallamiento de los poderes invisibles en cada historia. Nada de esto es casual. Revisemos algunos datos biográficos relevantes. Su padre, Hermann Kafka nació en 1852 en Osek el 3 de julio de 1883, localidad de Bohemia del Sur, en el seno de una familia humilde. Era carnicero y su casa se hablaba checo. Fue un hombre de mucho talante que nunca olvidó las dificultades de la infancia, el hambre y la pobreza. Estaba convencido de que lo único importante en la vida era el reconocimiento público. Kafka se crió con muchas inseguridades y miedos que se decantaron en sus personajes e historias. Algunos eventos familiares contribuyeron a estos miedos. Su hermano “Georg murió a los dos años de edad, mientras que Heinrich antes de cumplir seis meses. Franz es el mayor y sus tres hermanas, Elli, Valli y Otla, fueron educados en escuelas alemanas, respondiendo a la obsesión de su padre.  Fue "un niño frágil pero sano" dijo una vez su madre. Nació en la casa (U veze) de la Torre número 27, en la propia línea que separaba el barrio judío y el alemán, mezcla de culturas que marcaran su vida y su obra. “A lo largo de su vida Franz Kafka -con excepción de los últimos años afectado por la enfermedad- apenas se alejó del radio de la Ciudad Vieja de Praga. Cuentan que una vez que miraba desde una ventana hacia la Plaza dijo: "allí estaba mi liceo, en aquel edificio que mira hacia nosotros esta la Universidad y más allá hacia la izquierda mi oficina -dibujó un círculo con el dedo y agregó- ahí se encierra toda mi vida”.
Cuando leí el castillo, al principio no entendía en toda su dimensión la tragedia del agrimensor. Este nunca pudo entrar al castillo y vivía obstaculizado por trabas burocráticas que se lo impidieron sistemáticamente.  Estaba ante un poder insuperable.  En la medida en que se lee el texto vamos asumiendo la misma angustia del protagonista, la misma impotencia. Parecemos extraños y en el caso mío comencé a sentir, que esta situación no era del todo desconocida, recordé la infinidad de colas que hacemos para cualquier trámite, el estado paquidérmico que nos tocó por patria. Kafka, revelaba aspectos que soportamos a diario. Este es uno de los aspectos más importantes de su obra.
Después de conocer su obra empecé a leer sus diarios y el libro de Canetti, “El otro proceso de Kafka” sobre las cartas a Felice.  Su vida es como su obra. Nos produce estupor. El texto de Canetti, es una pieza de museo. “no es alemán pero escribe una prosa alemana tan admirable como la de Kafka”, nos revela la genealogía de sus novelas. La relación entre obra y sus angustias más íntimas. “El 13 de agosto de 1912, en tránsito hacia Budapest, Felice se detuvo en Praga para visitar a la familia Brod. Allí conoció a Kafka quien le llevaba a Max, su mejor amigo, el manuscrito de su primer libro, Contemplación. Kafka se enamoró de Felice, empezó a enviarle cartas cotidianas, a veces dos o tres al día. En los siete meses transcurridos antes de que volvieran a verse escribió aproximadamente la mitad de toda su correspondencia”. Esta mujer, altiva, rica,  de carácter muy diferente quien la fuerza para escribir buena parte de su obra. Se decanta en el estudio de Canetti:   En medio del desaliento y el fracaso que le produce este fracaso,  hay posibilidades de fuerza y felicidad: simultáneamente a su auto-denigración Kafka establece su dignidad personal como escritor. En los tres primeros meses de correspondencia escribe "La condena" y otros cinco capítulos de América, y sobre todo "La metamorfosis", cima de su maestría. Trabaja gracias a las cartas. Sin este alimento el escribir se volvería imposible. (De hecho la productividad se interrumpe en enero de 1913.) Felice le da cuanto necesita, seguridad lejana, fuente de fuerza que no trastorna, su sensibilidad mediante contactos demasiado estrechos. Es una mujer a su disposición sin esperar de él más que palabras”. “Las Cartas están llenas de temor, indecisión, desvalimiento y, en primer término, inconcebibles dosis de intimidad -pero aún más íntima es La metamorfosis. Nadie se ha desnudado tan atrozmente como el hombre que se confiesa y flagela ante Felice”. Si la obra de Kafka me llenó de entusiasmo, su rigor y calidad. El nobel hace una interpretación a través de las cartas a Felice, ejercicio que le permite descifrar el proceso creativo del autor Checo con absoluta lucidez.  
Otra cosa parecida sentí con el texto de Roberto Calasso publicado por Anagrama. Este trabajo es fuera de serie, son 365 páginas donde se realiza un estudio crítico completo de su obra y la vida de Kafka, que interpreta, descifra y describe cada una de las conexiones de sus textos con la vida de Kafka, sobre todo con los textos "El proceso" y "El castillo" relacionando, los anclajes más precisos que descifran aspectos creativos de estas dos ficciones. Realmente este trabajo amerita un comentario especial.
Después de conocer la obra de este escritor y de disfrutarla mi relación con la literatura cambio para siempre.  La literatura no solo nos deleita, nos hace más felices, sino que es una catarsis en todo el sentido amplio de la palabra.
En el próximo articulo haré un pequeño esbozo del trabajo de un autodidacta colombiano, Guillermo Sánchez Trujillo, entre la estrecha relación entre “Crimen y castigo” de  Dostoievski y “El proceso” de Kafka. Este trabajo si que los sorprenderá. Es un desciframiento de relojero.