miércoles, 11 de abril de 2012

RAFAEL POMBO “LA HORA DE LAS TINIEBLAS”


Siempre que pienso en este excelente escritor Colombiano, recuerdo  este poema compuesto por 61 decimas  escrito en 1855 la segunda etapa creativa. El ritmo y la temática  se anticipa al existencialismo filosófico de la literatura de mitad del siglo XX. La desesperanza que se decanta en sus versos, la posición intensa de un escéptico y desesperanzado hombre de letras, “propia del más genuino espíritu romántico”,  lo traigo a colación a propósito de su aniversario que se celebra a todo timbal en Latinoamérica:

Oh, qué misterio espantoso

Es este de la existencia!

¡Revélame algo, conciencia!

¡Háblame, Dios poderoso!

Hay no sé qué pavoroso

En el ser de nuestro ser.       

¿Por qué vine yo a nacer?

¿Quién a padecer me obligue?

¿Quién dió esa ley enemiga

De ser para padecer?



La obra completa de Pombo se publicó por vez primera en 1916, en cuatro volúmenes. El primero y el segundo contienen su obra poética; el tercer tomo lo constituyen sus traducciones, y el último encierra sus Fábulas y verdades, Cuentos pintados y Cuentos morales para niños formales, entre los que se halla relatos como Simón el bobito, La pobre viejecita, Mirringa y Mirronga 39 y Fuño y Furaño, que aún hoy en día son leídos por niños y adultos. Pombo dejó también numerosos artículos de crítica literaria.

Es un fabulista de tiempo completo. Su portal lo define a cabalidad: “En sus Cuentos pintados y Cuentos morales para niños formales, crea y recrea historias en verso que sobresalen, dentro de la literatura infantil hispanoamericana del siglo XIX, por su humorismo, desenfado e imaginación. Pombo es no sólo el gran clásico de las letras colombianas para la niñez, sino uno de los grandes iniciadores de esta modalidad literaria en la región”.

Algunos han señalado la falta de originalidad de sus fabulas e incluso lo tildan de copiar los temas, más no del plagiarlos que es diferente.  A estos críticos habrá que recordarles que la literatura se repite incansablemente. Pombo nunca intentó ocultar que algunas de sus composiciones infantiles provenían de popularísimos ritmos y melodías inglesas y norteamericanas. La misma sentencia persigue a Shakespeare y su grandeza crece con el tiempo simplemente por la calidad de sus obras.  

Muchos recitan sus fabulas sin imaginar que son de Pombo, están tan arraigadas en la memoria colectiva que poco importa quién las compuso, lo que dice de su popularidad y el papel moralizante y ético que cumple entre el pueblo, descontando aun de su atributos literarios, que son suficientes.

Estudió ingeniera para cumplir con un anhelo de sus padres, nunca ejerció seriamente su profesión.“El único puesto público que desempeñó fue el de Secretario de la Legación en Washington, que estaba a cargo del General don Pedro Alcántara Herrán. Cuando éste se retiró, Pombo actuó como Encargado de Negocios. Al caer el gobierno legítimo, se quedó sin ocupación oficial, pero permaneció muchos años en los Estados Unidos dedicado a trabajos literarios. A esta circunstancia se deben Los Cuentos Pintados, pues fue contratado por la Editorial Appleton para hacer unas traducciones de las que surgieron sus libros para niños. Luego regresó al país y se instaló en Bogotá, en donde permaneció hasta su muerte, ocupado en trabajos de arte y literatura. Fue Secretario Perpetuo de la Academia de la Lengua. Pombo fue también periodista. En su juventud, redactó, con Vergara y Vergara, un periódico literario: La Siesta. También publicó los periódicos El Cartucho y El Centro. Fue coronado en 1905 en el Teatro Colón. Cuenta Antonio Gómez Restrepo, uno de los críticos más conocedores de su obra, que después de la coronación, se recluyó en su lecho hasta su muerte en 1912. "Encerrado en su cuarto lleno de libros y de cuadros, pasaba sus días dedicado a la lectura, a escribir versos en minúsculos trozos de papel y a mantener una activa correspondencia con sus grandes amigos don Rufino y don Angel Cuervo”.

El poema que encabeza esta nota es de todo mi gusto por la vehemencia con que le reclama al creador por la existencia, por el sentido de esta vida y se siente “agobiado viendo pasar la gente en tumultos delante de sus ojos”. Al igual que Guillermo Valencia, este fue un poeta popular, un icono de la literatura que cayó inexplicablemente en el olvido.

Beatriz Helena Robledo describe  su personalidad: “Era un hombre nervioso, apasionado, con una extrema sensibilidad, sobre todo hacia las artes, angustiado por los asuntos trascendentes de la vida, la muerte, el amor, Dios, la naturaleza”.  Como buen romántico bebió en las páginas de Lord Byron. “Durante los diecisiete años que estuvo en Nueva York tuvo contacto con Ralph Waldo Emerson y Wadsword londfelow poetas muy reconocidos”.

En Bogotá, propiamente en el barrio la Candelaria se encuentra una fundación dedicada a conservar y mantener vigente su memoria y obra, función que cumple decorosamente. Este hombre que en sus últimos días me recuerda a Proust, encerrado y negándose a cualquier contacto social, volverá a revivir gracias a su aniversario. El mejor homenaje:  la lectura de su obra, junto con nuestros hijos.