lunes, 22 de septiembre de 2014

EL OCASO DEL PENSAMIENTO


¿Es posible pensar en estos tiempos? Me refiero al actor de pensar con independencia, en un tiempo donde los totalitarismos de la información alcanzaron niveles imaginables. El hombre de hoy no piensa, reacciona a contenidos que lo programan desde que nace, está inmerso en la sobre-información, que lo configura, en una infinitud de condicionamientos soportados por la sociedad de consumo imperante,  factor perverso, pero que sostiene todo el sistema capitalista.
Esto no quiere decir que el fenómeno sea nuevo, pero los niveles de tecnicismo y capacidad de entrada y salida de la información en sus múltiples formas, el tiempo record en que se procesa hoy, de una velocidad inimaginable, nos avasalla, nunca antes el hombre llegó a estos niveles de sometimiento. Para estos efectos es preciso entender cómo se articula esta alienación del sujeto frente a lo que recibe, el primer compromiso es resolver el problema con la verdad, para entender y descifrar, como se genera la alienación. Daniel Davidson, el filósofo Estadunidense, asumió en este sentido, “Que el acceso a la verdad no puede ser una prerrogativa especial de la filosofía, y que la verdad debe tener conexiones con los intereses humanos. Era despreciativo con la tradición filosófica que consideraba la verdad como correspondencia entre el pensamiento y una realidad inaccesible a la investigación experimental y a la práctica ordinaria. Creía que esta imagen de la verdad fue designada para servir a la tesis de que los filósofos poseen una técnica privilegiada para lograr una forma de conocimiento diferente de, y superior a, la ciencia”[1]. Realmente le quitaba a la verdad los artilugios que suelen darle los filósofos, que la desvían, según el pensamiento pragmático común a esta línea de pensamiento. 
Nietzsche expresó: “Qué es entonces la verdad?: Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal”[2]. Adelante agrega: “El intelecto, como medio de conservación del individuo, desarrolla sus fuerzas principales fingiendo”. Hoy ni siquiera finge, navega, está donde quiere que estén y los fundamentos mínimos de la existencia, permanecen condicionados por poderes no visibles para él, peor, sus pensamientos y deseos han sido condicionados en su totalidad.
En la revista “Observaciones filosóficas”, me encontré un artículo de Thomas Macho titulado: “El hombre factible, la domesticación de la muerte”, con un aporte pertinente para el tema: en el contexto premoderno del reconocimiento del nacimiento y de la muerte como límites, en principio fuera del alcance humano, se llevaban a cabo numerosas prácticas y rituales para comunicar las instancias de la providencia o del destino, para reconciliar y congraciarse, pero también, en el peor de los casos, para soportar sus decisiones –como prueba o castigo. Para ese propósito se celebraban ceremonias sacrificiales, se asumían reglas de comportamiento definidas hasta el último detalle (desde el bautismo hasta el funeral) y, no menos importante, una pronunciada metaforización del “más allá”: precisamente esta limitación definida de manera tan severa favorece la fantasía de transgredirla”.
Todas las formas de ser, de trascender han sido de alguna manera   previamente definidas, programadas, el sujeto no tiene  posibilidad de pensar de manera diferente, de trasgredir la norma, deslindarse del enrutamiento, es imposible escapar de la alienación, pues el individuo está configurado desde que nace, es lo que otros quieren que sea. Thomas Macho ratifica: “Nacimiento y muerte se virtualizan de manera latente junto con las posibilidades crecientes de manipular y cambiar las expectativas de vida: pero esta “virtualización” exige forzozamente planificaciones y decisiones que difícilmente se pueden juzgar desde la perspectiva de una ética tradicional”.
Cuando aparece un discurso que se sale de los giros lingüísticos impuestos, de las formas lógicas prevalentes, de los lineamientos generales, de inmediato se genera un optimismo que me lleva a imaginar que, sí es posible escapar a esa perversión que consiste en pertenecer al rebaño, a la estandarización del pensamiento y la vida.
Ojala pensar sea posible, no abdicamos de la tecnología, ni del progreso, sino de las formas, de las imposturas, de la manipulación, de esas formas insuperables de la esclavitud.
Pensadores como Onfray en Francia han trabajado estos procesos y son obsesivos con las descripciones de muchas de las formas en que se relacionan los ciudadanos con los conceptos que, en su análisis, son completamente errados y hacen parte de los condicionamientos  históricos  que mantienen a la humanidad en esta situación.
Parte desde el cuestionamiento al papel de la propia filosofía, la forma en que el poder desde el discurso, la ley, engaña a  a la sociedad, para darle un nombre elegante, hasta la manera como los gurúes de la academia, del conocimiento científico, caen en la misma categorización, de manipuladores y manipulados, pues ceden, lo que contribuye y justifica la situación imperante.
Solo la muerte parece liberarnos, lo demás está descontado.