“La
obra de arte ha sido siempre fundamentalmente susceptible de reproducción. Lo
que los hombres habían hecho, podía ser imitado por los hombres. Los alumnos
han hecho copias como ejercicio artístico, los maestros las hacen para difundir
las obras, y finalmente copian también terceros ansiosos de ganancias”. Esta
sentencia de Walter Benjamín, se confirma a cabalidad en plena efervescencia
del capitalismo voraz y la sociedad de consumo, en medio de una depredación de
la naturaleza sin parangón.
La
humanidad está llena de objetos inservibles, parte del ciclo económico
instaurado, busca que estos tengan una vida útil muy corta, lo que garantiza la
vida comercial de quienes la producen. En esta sociedad del uso y el des-uso,
el diseño y la condición estética han sido favorecidas, es obligatorio impactar
y solo desde lo artístico se logra esta condición, en esa explosión de objetos.
Alvin Tofler en el "Shock del
futuro” lo predijo magistralmente.
En
Medellín, exactamente en el barrios laureles, me encontré con un almacén hermoso
dedicado al diseño, que maneja un concepto revolucionario, el cual corresponde
a una tendencia mundial, parte del reciclaje de los objetos viejos,
re-diseñándolos y re-utilizándolos, con verdadera vocación artística, donde el
eje estético, esta de la mano de la sustentabilidad ambiental y el desarrollo
sostenible. Me sorprendió al entrar al almacén, el hecho de asumir frente al
espectáculo de cosas, puestas sabiamente como decoración, con propósitos muy
concretos, como instalaciones, que estaba en un museo, pues no estaba ante una simple re-elaboración, había mucho más. En este sitio se respira sepia, esta lleno de nostalgia, en una especie de
saudade, que le da a las cosas exhibidas una función nueva desde una perspectiva estética revolucionaria, se trabaja siempre con recuerdos, los objetos evocan otra época, cuando se re-utilizán, fungen como una obra de arte, pues en el re-diseño hay creatividad por excelencia, se decanta
un objeto artístico.
Ahora
que el arte está instaurado en cada uno de los objetos que nos rodean por efecto
de sus diseñadores, también es un hecho que tienen una muerte precoz, para el caso están sometidos a una re-elaboración, tiene una especie de oportunidad, sobreviven gratamente. Lo que Natalia hace en este almacén, su dueña, la artista, es devolverle a las cosas, los objetos, una nueva función desde una propuesta
artística, que las convierte en una obra de arte. Sunsan Sontag, recordaba
que en Platón y en Aristóteles la teoría mimética del arte va pareja con la
presunción de que el arte es siempre figurativo. Pero los defensores de la
teoría mimética no necesitan cerrar los ojos ante el arte decorativo y
abstracto. La falacia de que el arte es necesariamente un «realismo» puede ser
modificada o descartada sin trascender siquiera los problemas delimitados por
la teoría mimética. Nada más claro para entrar en esta discusión, relevando la
materialidad del arte, en lo absoluto de todo lo que nos rodea, que estar en el
almacén de Natalia, URBANDECO.
Reciclar,
re-utilizar, en medio de la crisis planetaria, además se volvió una necesidad
sin aplazamientos. A esto se le suma, frente la condición depredadora de la sociedad de consumo, la nostalgia por las
cosas viejas, que nos rememoran recuerdos muy bellos en medio de una sociedad
donde la permanencia no existe y la fragilidad y corta existencia de las mismas,
les quito el valor que alguna vez tuvieron. Antes una máquina de coser en una
casa duraba toda la vida, era parte de nuestra existencia. Hoy difícilmente un
objeto dura más de dos años.
No
queda sino recomendar este sitio en Laureles Medellín, que le hace un favor a
la humanidad desde el ámbito de su entorno, asistimos casi a un museo y es
atendido por personas cultas. Su visita es un verdadero refresco para la
vida. Estas cosas me suscitan mucha esperanza.