viernes, 14 de abril de 2017

FERIA DEL LIBRO BOGOTÁ 2017


Se cumplen treinta años de la feria del libro de Bogotá, el evento más importante del libro en Colombia. Este año el invitado especial es Francia: “En esta versión, Francia celebrará su invitación como país invitado de honor y ofrecerá una programación diversa destinada a todos los públicos de la FILBO. Serán 3000 metros cuadrados de un moderno pabellón dedicado a la literatura infantil y juvenil, al cómic y a la ilustración, con numerosas actividades propuestas alrededor de estas temáticas. Esta participación tiene como objetivo principal mostrar otra faceta de la creación literaria francesa, contemporánea y popular siempre teniendo a la cultura como herramienta de cohesión social en un contexto de postconflicto en Colombia. Así mismo, una delegación importante de invitados buscará animar y presentar colaboraciones entre artistas y autores franceses y colombianos. Muchas sorpresas están por llegar. El pabellón, diseñado por un grupo de profesionales liderado por el arquitecto Manuel Villa, ofrecerá tres librerías (literatura infantil, literatura juvenil y cómic y una librería generalista), un auditorio equipado para el ciclo de conferencias y charlas con autores / ilustradores, un espacio para talleres, un espacio de exposiciones, un café al estilo parisino y una zona de restaurantes con una variedad de propuestas de gastronomía al mejor estilo francés . Las librerías, animadas y organizadas por la ACLI (Asociación Colombiana de Libreros Independientes), tendrán para la venta más de 20.000 publicaciones, tanto en español como en francés”.
Los invitados son un bocado de cardinale. El más importante en mi apreciación es Richard Ford, con este solo escritor, podría uno decir que se salva la feria,  para muchos entendidos, es el escritor más importante de Norteamérica. Junto a este excelente escritor hay una serie de invitados de la mayor importancia para la literatura, igual que algunos personajes vinculados al mundo del libro, como editores, comercializadores y por supuesto los buenos críticos.
La feria es un punto de encuentro alrededor de una sola pasión: El universo del libro. Los conversatorios son de mucha altura. Miremos algunos invitados: Alain Serres, este hombre especial, no sólo por lo que ha hecho en literatura infantil, sino por la promulgación de autores hasta hace poco desconocidos[1]. Otra invitada que enaltece la feria es la de  Alba Lucia Ángel, hace más de 20 años leí “Estaba la pájara pinta sentada en su verde limón” esta mujer, bastante especial y diferente, exiliada, será un buen bocado de feria[2]. Quisiera oír a Andrea Salgado Cardona, una escritora y crítica joven, cuya voz constituye de por sí una renovación[3]. Camila Gutiérrez es una escritora joven Chilena, cercana al cine, que también sería importante oír y compartir inquietudes con ella, es otra invitada que amerita la visita al recinto ferial.[4] Son mucho los invitados, el recinto no es un solo un sitio para comprar, sino para departir.
http://feriadellibro.com/?d=conferencistas








[1] Nació en el año 1965 en Biarritz y antes de ser escritor fue profesor en un jardín infantil en los barrios populares de París. Apasionado por la renovación de la literatura infantil y juvenil a comienzos de los años 80, intentó escribir «todos los libros que siendo niño, le hubiera gustado leer ». Su primera publicación fue en 1982. Durante trece años trabajó paralelamente como docente y escritor, participando en numerosas animaciones y talleres de escritura para niños.    
En 1996 fundó la editorial Rue du monde gracias al apoyo de 1000 bilbiotecarios y docentes, con el fin de incentivar valores humanistas, la apertura de la mente y la creatividad. Actualmente la casa editorial cuenta con más de 400 títulos para todas las edades de la niñez y cuyos temas hablan principalmente de cuestiones sociales, de historia, de poesía y del imaginario.
Ha publicado más de 120 libros con diferentes editoriales que han sido traducidos en muchos países. También escribe poemas, canciones y dibujos. Por su experiencia como autor y docente, participa regularmente en conferencias sobre literatura infantil y sobre la creatividad.
Su libro Je serai trois milliards d’enfants / Yo seré tres millones de niños (Edelvives, 2010), ilustrado con imágenes y fotos sobre los derechos de los niños, ha sido leído por miles de niños en colegios de todo Colombia.

[2] En la Universidad de los Andes de Bogotá, estudió Letras e Historia del Arte. Fue alumna de la crítica de arte Marta Traba. En 1964 viaja a Europa, para proseguir sus estudios de Arte y Letras en la Universidad de La Sorbona y estudió cine en la Universidad de Roma. Es en este continente cuando empieza a escribir, adquiriendo relevancia a partir de su primera novela, Girasoles en Invierno. Comenzó su carrera literaria como crítico de arte y ha ejercido distintas formas de periodismo, así como el oficio de "diseuse" de la canción folklórica ayudándose con una guitarra. Ha escrito poesía, ensayo, y novela. La ciudad de Pereira, dónde nació, fue fundada por sus antepasados y a la que sigue vinculada por la permanencia de su familia, en 1939, Alba lucía Ángel viene residiendo en distintas ciudades europeas desde 1964. Reside en Londres desde 1980.
[3] Andrea Salgado Cardona Colombia
Nació en  Sevilla, Valle del Cauca, en 1977. Su escritura se encuentra en el límite impreciso entre la realidad y ficción. A manera de broma, en un coloquio en la Universidad Nacional,  donde es profesora de la Maestría en Escrituras Creativas, definió su escritura como una “autoficción de ciencia ficción”.

[4] Camila Gutierrez Chile
Nació en diciembre de 1985 y empezó a escribir a los 20 años un blog autobiográfico que luego se transformó en una película de la cual fue coguionista. Joven y Alocada ganó el premio a mejor guión en el Festival de Sundance en el 2012 y, al año siguiente, publicó su primer libro, que lleva el mismo nombre de la película. En el 2015 publicó No te ama. Ambos libros llegaron al primer lugar de ventas en Chile. Actualmente cursa la Maestría en Escritura Creativa en Español que imparte NYU y escribe un libro sobre el fin del mundo, los animales y el amor.

martes, 11 de abril de 2017

EL ESCRITOR A PRUEBA

Me parece de suma importancia traer a colación esta columna del excelente escritor Juan Villoro tomada de “El país” de España por lo que significa la muerte del escritor Sergio González Rodríguez para las letras y el periodismo hispanoamericano.

El ameritado corazón de Sergio González Rodríguez dejó de latir el 3 de abril, a los 67 años. En 1992 fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo con El centauro en el paisaje. 12 años más tarde ganó ese certamen con Campo de guerra, un estudio de la militarización de la política mexicana.
Aunque era experto en la relación entre la literatura y el ocultismo, al comenzar el tercer milenio no buscó un acercamiento esotérico a la realidad: la abordó con rabioso y documentado pragmatismo. Su libro Huesos en el desierto fue un recuento pionero de los feminicidios de Ciudad Juárez, El hombre sin cabezaanalizó la simbología de la violencia extrema y Los cuarenta y tres de Igualaindagó las causas que llevaron a la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa.
Fui testigo de la persecución que González Rodríguez sobrellevó con insólito aplomo. En 2001, cuando investigaba los crímenes de Ciudad Juárez, Roberto Bolaño lo consultaba para escribir La parte de los crímenes en su novela 2666. La aportación de Sergio fue tan notable que se convirtió en personaje de la historia. Triangulamos informaciones hasta que Roberto y yo recibimos un extraño mensaje; de pronto apareció un recuadro en la pantalla de nuestras computadoras: “Usted no está autorizado para leer esto”. El sistema operativo se congeló y sólo pudo reactivarse apagando la computadora.
A pesar de que en 1999 sufrió un secuestro exprés que le dejó graves lesiones, Sergio indagó la verdad con el temple de un sereno notario de lo real
Poco después viajé con Sergio a Alemania para participar en un coloquio en la Casa de las Culturas del Mundo. Al llegar a Frankfurt, él fue detenido y sometido a una agraviante revisión. Ningún otro pasajero fue tratado de ese modo. Él lo atribuyó a que la policía alemana había recibido un mensaje de las autoridades mexicanas.
De 2004 a 2006, cada vez que nos veíamos en un restaurante, una mesa cercana a la nuestra era ocupada por personas de traje desleído y rostro evaporado, cuya única función parecía ser estar ahí, tomando “nota” de la vida ajena. En alguna ocasión, Sergio les dejó su tarjeta para que le hablaran, ahorrándose la molestia de seguirlo. La recurrente aparición de esos “testigos” impedía atribuirlos al azar. Cumplían un barroco protocolo: se hacían notorios para incomodar y al mismo tiempo pretendían que no espiaban.
En una ocasión, el novelista Horacio Castellanos Moya, que participó en la guerrilla salvadoreña, llegó con retraso a la mesa donde lo aguardábamos. Se dirigió a nosotros hasta que algo lo hizo cambiar de rumbo y salir del restaurante. Regresó al poco tiempo a explicar que las mesas que flanqueaban la nuestra eran ocupadas por conspicuos interesados en el acontecer ajeno. Había salido a revisar la zona y calcular los alcances del operativo. Buscó una camioneta equipada para registrar conversaciones y no dio con ninguna: “Es un operativo sencillo”, diagnosticó: “Son idiotas, sólo quieren que notemos que están aquí”.
Esos burócratas de la vigilancia se convirtieron en una constante hasta que desaparecieron con la arbitrariedad con que habían llegado. A pesar de que en 1999 sufrió un secuestro exprés que le dejó graves lesiones, Sergio indagó la verdad con el temple de un sereno notario de lo real y la ironía de quien vive en un sitio donde el carnaval se confunde con el apocalipsis. No quiso asumirse como víctima e insistió en que la suerte de otros era peor que la suya.
De acuerdo con la ONG Artículo 19, en 2016 hubo 11 asesinatos y 426 agresiones a periodistas en México. González Rodríguez vivió para denunciar el oprobio, pero también para abrir espacios de esperanza. En La ira de México escribe: “Los infiernos terrestres son temporales”. Sus libros, que hoy son espejo del horror, serán en el futuro la historia de lo que nunca debió ocurrir, pero que alguien tuvo la entereza de narrar.