domingo, 12 de febrero de 2017

RICARDO PIGLIA II

Siempre en los últimos años estaba atento no solo de sus textos de ficción y ensayos sino de lo que decía a través de sus conferencias, lúcidas, al final terminaban siendo una guía para los amantes de la literatura. Hay escritores que es mejor leerlos, cuando hablan nos producen mucho desencanto, no pasaba esto con Piglia, quien tenía un don especial para encantar, su tono de voz agudo y claro, su inteligencia para relacionar, con un dejo argentino exquisito, matizado por una ironía que denostaba del lugar común y del engaño. Piglia en esencia fue un gran lector y su ejercicio como escritor está determinado por esta condición, desde la esclerótica del deslumbramiento que le producía la lectura, nos va llevando en el proceso de interpretación que se decanta entre el texto y el lector en sus mil articulaciones. Hay un texto, una antología periodística de sus mejores entrevistas, en donde se explaya en infinidad de conceptos, habla con toda amplitud de su vida como escritor, se llama “Crítica y Ficción”[1], nos permite conocerle a cabalidad. Empiezo a provocarlos:
P: ¿Caracterizaría su escritura como una escritura no ingenua, en la que la teoría tiene un papel importante?
Piglia: No creo que existan escritores sin teoría: en todo caso la ingenuidad, la espontaneidad, el antiintelectualismo son una teoría, bastante compleja y sofisticada, por lo demás, que ha servido para arruinar a muchos escritores.
P: Dijo alguna vez que en "Respiración artificial" se insinuaba la teoría de Valéry de que “El discurso del método” podría ser leído como la primera novela moderna porque allí se narraba la pasión de una idea.
Piglia: Creo que con esa afirmación se abren nuevas posibilidades de lectura, no sólo para el discurso considerado literario, sino también para otro tipo de discurso que puede también ser leído como literario. Leer a Freud, por ejemplo, como una novela de peripecias del inconsciente. ¿No es el psicoanálisis una gran ficción? Una ficción hecha de sueños, de recuerdos, de citas que ha terminado por producir una suerte de bovarismo clínico. Se podría decir, además, que hay muchos elementos folletinescos en el psicoanálisis; las sesiones, sin ir más lejos, ¿no parecen repetir el esquema de las entregas? El psicoanálisis es el folletín de la clase media, diría yo. Por otro lado, se puede pensar que La interpretación de los sueños es un extraño tipo de relato autobiográfico, el último paso del género abierto por las Confesiones de Rousseau.
P:¿Pero, entonces, ¿cuál es la especificidad de la ficción?
Piglia: Su relación específica con la verdad. Me interesa trabajar esa zona indeterminada donde se cruzan la ficción y la verdad. Antes que nada porque no hay un campo propio de la ficción. De hecho, todo se puede ficcionalizar. La ficción trabaja con la creencia y en este sentido conduce a la ideología, a los modelos convencionales de realidad y por supuesto también a las convenciones que hacen verdadero (o ficticio) a un texto. La realidad está tejida de ficciones. La Argentina de estos años es un buen lugar para ver hasta qué punto el discurso del poder adquiere a menudo la forma de una ficción criminal. El discurso militar ha tenido la pretensión de ficcionalizar lo real para borrar la opresión.
P: Foucault sostiene que la realidad tiene un carácter discursivo, la realidad política habría que buscarla en el discurso político, por ejemplo. Desde este punto de vista, ¿el discurso literario se definiría por la confluencia de múltiples discursos, por el trabajo de transformación de estos discursos, por la combinación entre ellos?
Piglia: Yo tomo distancia con respecto a la concepción de Foucault que a menudo tiende a ver lo real casi exclusivamente en términos discursivos. Es obvio para mí que hay zonas de la realidad, las relaciones de dominio y opresión, por ejemplo, que no son meramente discursivas. Las relaciones de dominación son materiales y sobre ellas se establecen relaciones discursivas. Hecha esta salvedad, volvemos a lo que decíamos antes: para mí la literatura es un espacio fracturado, donde circulan distintas voces, que son sociales. La literatura no está puesta en ningún lugar como una esencia, es un efecto. ¿Qué es lo que hace literario a un texto? Cuestión compleja, a la que paradójicamente el escritor es quien menos puede responder. En un sentido, un escritor escribe para saber qué es la literatura.
P: La ensayista italiana Maria Corti decía en una conferencia que el escritor que escribe crítica tiene una competencia por encima del crítico que sólo hace crítica. Él es un productor de textos y eso le confiere un conocimiento interno de las obras literarias. ¿Está de acuerdo?
Piglia: En términos generales por supuesto estoy de acuerdo. Admiro mucho los ensayos de Auden, de Gottfried Benn, de Butor, la lista podría seguir; las notas de Mastronardi, por ejemplo, son muy buenas. ¿Y qué tendrían en común? Por un lado una gran precisión técnica y por otro lado una estrategia de provocación. En general la crítica que escriben los escritores plantea siempre y de un modo directo el problema del valor. El juicio de valor y el análisis técnico, diría, más que la interpretación. Los escritores intervienen abiertamente en el combate por la renovación de los clásicos, por la relectura de las obras olvidadas, por el cuestionamiento de las jerarquías literarias. Los ejemplos son variadísimos. El panfleto de Gombrowicz contra la poesía, el rescate que hace Pound de Bouvard y Pécuchet, el modo en que Borges lee a «los precursores» de Kafka, la revalorización que hace Butor de la ciencia ficción, los ataques de Nabokov a Faulkner: se trata siempre de probar un desvío, rescatar lo que está olvidado, enfrentar la convención. Los escritores son los estrategas en la lucha por la renovación literaria.
Se dice que la escritura de ficción puede ser catártica. ¿Está de acuerdo y cree que la escritura de la crítica también puede ser catártica? Y si no lo es, ¿qué podría ser?
Piglia: No creo en la teoría de la catarsis. En cuanto a la crítica, pienso que es una de las formas modernas de la autobiografía. Alguien escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas. ¿No es la inversa del Quijote? El crítico es aquel que reconstruye su vida en el interior de los textos que lee. La crítica es una forma posfreudiana de la autobiografía. Una autobiografía ideológica, teórica, política, cultural. Y digo autobiografía porque toda crítica se escribe desde un lugar preciso y desde una posición concreta. El sujeto de la crítica suele estar enmascarado por el método (a veces el sujeto es el método) pero siempre está presente, y reconstruir su historia y su lugar es el mejor modo de leer crítica. ¿Desde dónde se critica? ¿Desde qué concepción de la literatura? La crítica siempre habla de eso.
P: ¿Y qué lugar tendría la verdad?
Cuestión compleja. ¿Cuál es el lugar de la verdad en la crítica? La ficción trabaja con la verdad para construir un discurso que no es ni verdadero ni falso. Que no pretende ser ni verdadero ni falso. Y en ese matiz indecidible entre la verdad y la falsedad se juega todo el efecto de la ficción. Mientras que la crítica trabaja con la verdad de otro modo. Trabaja con criterios de verdad más firmes y a la vez más nítidamente ideológicos. Todo el trabajo de la crítica, se podría decir, consiste en borrar la incertidumbre que define a la ficción. El crítico trata de hacer oír su voz como una voz verdadera.
P: ¿Hacer como si lo fuera.
Piglia: Y convencer a los demás de que es verdad lo que dice. La ilusión de objetividad de los críticos es por supuesto una ilusión positivista. La literatura es un campo de lucha. «¿La verdad para quién?», decía Lenin. Ésa me parece una buena pregunta para la crítica literaria.
P: Ha hablado varias veces de Arlt como de un visionario y en Respiración artificial Kafka es el visionario. ¿El escritor de ficción es sobre todo un visionario?
Piglia: La escritura de ficción se instala siempre en el futuro, trabaja con lo que todavía no es. Construye lo nuevo con los restos del presente. «La literatura es una fiesta y un laboratorio de lo posible», decía Ernst Bloch. Las novelas de Arlt, como las de Macedonio Fernández, como las de Kafka o las de Thomas Bernhard, son máquinas utópicas, negativas y crueles que trabajan la esperanza.
P: Si el escritor de ficción es un visionario, entonces ¿qué es el crítico?
El crítico es el que registra el carácter inactual de la ficción, sus desajustes con respecto al presente. Las relaciones de la literatura con la historia y con la realidad son siempre elípticas y cifradas. La ficción construye enigmas con los materiales ideológicos y políticos, los disfraza, los transforma, los pone siempre en otro lugar.
Esta son las preguntas de la primera entrevista del texto hecha por Mónica López Ocón, la traigo a colación, para confirmar como desde preguntas muy puntuales se abre un dialogo con este escritor de una lucidez que cautiva e incita a lecturas.
En otro texto ante una pregunta que le hicieron, me encontré con esta respuesta sabía, que le permite a uno realizar indagaciones y escrutaciones a través de articulaciones muy sutiles desde la literatura:
Política y literatura: Como siempre, he ahí la cuestión. ¿Podemos comenzar esta charla trayendo esa cuestión a la Argentina? La literatura trabaja la política como conspiración, como guerra; la política como gran máquina paranoica y ficcional. Eso es lo que uno encuentra en Sarmiento, en Hernández, en Macedonio, en Lugones, en Roberto Arlt, en Manuel Puig. Hay una manera de ver la política en la literatura argentina que me parece más interesante y más instructiva que los trabajos de los llamados analistas políticos, sociólogos, investigadores. La teoría del Estado de Macedonio, la falsificación y el crimen como esencia del poder en Arlt, la política como el sueño loco de la civilización en Sarmiento. En la historia argentina la política y la ficción se entreveran y se desvalijan mutuamente, son dos universos a la vez irreconciliables y simétricos.
Desde los diarios escritos desde que tenía 16 años, el año pasado se publicaron tres tomos, tal vez podamos entrarnos mucho más en los itinerarios de sus lecturas, inquietudes, conceptos, anclajes, en el universo creativo que se convierte para nosotros en un descubrimiento genealogico, en una verdadera guía, teniendo en cuenta el privilegiado lector que los escribe. Esto era noticia en el 2015: “Su presencia ha aumentado estos días por varios motivos: el 5 de septiembre se estrenó en Argentina el documental 327 cuadernos, de Andrés Di Tella, que cuenta de manera muy documentada y emotiva el origen y evolución de los diarios que ha llevado el escritor argentino desde 1957, cuando tenía 16 años; además, la película se ha proyectado estos días en el Festival de Cine de San Sebastián. Por otra parte, esta semana ha llegado a las librerías la edición del primero de los tres tomos de esa experiencia privada que es, según dice el propio autor, la obra de su vida y que ha titulado. Por otra parte, esta semana ha llegado a las librerías la edición del primero de los tres tomos de esa experiencia privada que es, según dice el propio autor, la obra de su vida y que ha titulado Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación (Anagrama, los otros dos aparecerán en 2016 y 2017, respectivamente). Y, finalmente, su nombre suena por la entrega del galardón literario, dotado con 50.000 euros”[2].
La obra de este gran escritor de culto, debe abordarse con rigor, para mí, su muerte fue una pérdida irreparable, es difícil encontrar ahora escritores tan completos, tan humanos, que no se dejen jalonar por las presiones del mercado, aquellos que fueron verdaderos lectores, se tomaron el tiempo suficiente para formarse, siempre por encima de todo, tuvieron una relación entrañable con el libro.
En el artículo de “El país de España” citado, el periodista señalaba: El mensaje-relato, o el nuevo pasaje inédito de sus famosos diarios, que Piglia envío para que leyera Herralde lo ha titulado “Las afecciones y las aficiones de la literatura”. En esas nueve páginas que se leen en un santiamén con una media sonrisa por su humor e ironía, Piglia deja que hable Emilio Renzi, un personaje que nació en 1967 en su primer libro de cuentos. Empieza diciendo que no puede recoger el premio por asuntos de salud (está afectado por una esclerosis lateral amiotrófica, ELA)[3], y a partir de ahí recuerda enfermedades que aquejaron a otros escritores argentinos, de su "misteriosa dolencia", y en todas tendría algo que ver el manejo de la lengua y gramática argentina. Pero, sobre todo, habla de dos cosas: de cómo se reencontró con esas anotaciones de medio siglo y de la pasión: “La pasión, vuelve a decir Renzi, es siempre actual, porque se manifiesta en un presente puro que persiste como un diamante en la vida. Si se vuelve a ella no es para recordarla, sino para vivirla, ahora, una vez más, en el presente, siempre viva e incandescente”.









Winston Manrique Sabogal. El país de España. 25 SEP 2015 - 18:19      

[3] El escritor argentino, que no pudo asistir a recibir el Premio Formentor de las Letras 2015, envía un texto literario que es un canto a la pasión del oficio de escribir Otros