Después de la conquista poco nos hemos preguntado por los idiomas y la
lengua de nuestras comunidades prehispánicas, no solo desde la perspectiva lingüística
y etnológica, sino del valor subyacente de las misma y el papel del estado
después del nacimiento de la república, cuando nos constituimos en estados
libres. La apertura a la discusión la empezaremos con la lectura de este artículo,
tomado de la revista “Letras libres “ punto de partida a discusiones futuras. CESAR
HERNANDO BUSTAMANTE
Karla Sánchez
En México,
además del español, se hablan más de 365 lenguas y dialectos, agrupados en 68
sistemas lingüísticos, es decir, durante un año podríamos hablar un idioma
diferente cada día. Así de lingüísticamente diverso es el país. Sin embargo, la
mayoría de la población es monolingüe y no es capaz de nombrar las lenguas
indígenas que se hablan en su región. Para Yásnaya Elena A. Gil, escritora y
activista por la diversidad lingüística y los derechos lingüísticos de las
comunidades indígenas, el Estado se ha valido de la lengua para borrar la
identidad de los indígenas y construir el mito del mestizaje. Su libro más
reciente, Ää: manifiestos sobre la diversidad lingüística (Almadía, 2020), es
un compendio de artículos que reflexionan sobre la dimensión política de la
lengua.
A lo largo de
sus artículos y de su trabajo como activista ha señalado cómo las comunidades,
naciones y pueblos indígenas han sido víctimas del Estado, que ha usado la
lengua como herramienta para anular su identidad. ¿Cuáles son los mecanismos de
la imposición del español a los hablantes de lenguas indígenas y sus
consecuencias?
No en todo el
mundo, pero en México la lengua ha sido el principal medio de mestizaje del
Estado. ¿Por qué? Porque es muy difícil de hacerlo. En Canadá sabes que alguien
es indígena porque hay una serie de mecanismos legales que tienen que ver con
la cuota de sangre, es decir, que a partir de cierto “porcentaje” de sangre indígena
en tu linaje te van a considerar como tal. En el caso mapuche en Chile, por
ejemplo, rastrean el apellido. Si tienes apellido mapuche eres mapuche. En
México el apellido no te sirve; yo me apellido Aguilar, por ejemplo, y la cuota
de sangre arrojaría que el 80% de la población es indígena. El criterio que
utiliza el Estado legalmente es el de la autoadscripción, o sea, con que tú te
asumas indígena eres indígena, pero en los hechos no es así. Si preguntas
cuánta gente indígena ha muerto por covid lo que te dicen las autoridades es
cuánta gente que habla lengua indígena ha muerto por covid. Entonces en México
lo que importa es la lengua.
En 1820 entre
el 65 y el 70 por ciento de la población, según cálculos de los historiadores,
hablaba una lengua indígena. El español era una lengua muy minoritaria y el 30
por ciento restante seguramente hablaba alguna lengua indígena además del
español u otras lenguas. En doscientos años se desidentificó a la población
mayoritariamente indígena para que ahora solo el 6.6 por cierto hablemos una
lengua indígena y que como indígenas solo nos identifiquemos un 11 por ciento.
¿Qué pasó con
esa abrumadora mayoría? En muchos casos el etnocidio, como en el norte que
desaparecieron a pueblos completos; ya no hay pericúes, por ejemplo. Federico
Navarrete apunta muy bien cómo, al final del siglo XIX, la unión por matrimonio
e informal entre gente blanca y gente indígena era muy poca. Lo que ahora
llamamos una mayoría mestiza es población que en realidad es indígena, pero que
fue desindigenizada a través de arrebatarles la lengua. Por eso la lengua es
tan importante en el caso mexicano, porque el Estado la ha utilizado para
construir el mito del mestizaje. Si alguien purépecha se casaba con alguien
mixe, por la presión cultural y el racismo, ya no transmitían sus lenguas, ni
sus culturas, y después de dos generaciones, aun casándose entre migrantes
indígenas, sus descendientes ya se consideraban mexicanos de la Ciudad de
México, y entonces ya no se identificaban con ser purépecha o ser mixe, sino
ahora con ese nuevo licuado ideológico que creó el Estado que es ser mexicano y
que implica hablar español. Es muy raro que alguien se identifique como
mestizo. El arrebatar la lengua ha sido fundamental para el proyecto
nacionalista mexicano y la creación de la identidad mexicana. Si se hubiera
mantenido la proporción de inicios del siglo XIX y el 70 por ciento de la
población mexicana hablara una lengua indígena la minoría no sería la población
indígena y el español no sería la lengua dominante. Podríamos tener un
escenario similar al de la India, con una sociedad multilingüe o por lo menos
bilingüe. Es posible que tal vez la lengua franca del Estado fuera el náhuatl,
que hubiera una mayor presencia de las lenguas indígenas y que lo normal fuera
que en la Ciudad de México la gente hablara español y náhuatl.
En un ensayo
de 2015 ya advertía sobre el lingüicidio en México y en el mundo. ¿Cuál es el
panorama al día de hoy? ¿Ha habido un avance o un retroceso? En el caso del
mixe, ¿cuál es el estado en el que se encuentra?
Según datos
del censo de 2015, la población de cinco años y más hablante de una lengua
indígena era del 6.6 por ciento. Patricio Solís, investigador del Colmex,
calculó que la tasa media de pérdida de transmisión intergeneracional, es
decir, de mamás que hablan lenguas indígenas e hijas que ya no, es del 40 por
ciento. Esto es brutal, mucho más alto de lo que yo había considerado hace unos
años. Se pueden hacer muchas cosas, pero si no se garantiza la tasa de
transmisión intergeneracional la lengua se muere.
La principal
razón por la que esto sucede es por el factor ideológico y la presión de no
querer transmitirla porque el español es la lengua que más se utiliza. Esto es
una falsa disyuntiva porque por fortuna el cerebro no te dice: “Oye, ¿quieres
aprender inglés?, desinstálate el español para que puedas hacerlo.” Puedes
aprender mixe y español perfectamente. También el problema es el sistema
educativo. Yo conozco a personas que no hablan inglés y mandan a sus hijos a
escuelas bilingües para que aprendan inglés. También conozco a personas que han
transmitido su lengua, por ejemplo, mis primitas y mis primitos hablaban mixe
muy bien antes de ir a la escuela, pero al entrar a la escuela se los
cercenaron. Aunque ya no te lo prohíben explícitamente o te golpean para que no
lo hables, a mí todavía me tocó eso, en las escuelas no hay enseñanza en mixe.
Hay muy poco espacio para tu lengua. Yo jugaba con mis primos con la lengua de
casa, ahorita ver a los niños jugando en mixe es muy raro.
Algunos
lingüistas consideran que, como las lenguas están en constante evolución, es
normal que muchas mueran cuando ya no son útiles para los hablantes. ¿Por qué
es importante proteger la diversidad lingüística?
Esa postura
tiene varias falacias. Una es que las lenguas no dejan de ser útiles, sino que
existen porque son útiles. Yo no te puedo decir: “Fíjate que estás en Estados
Unidos, pero ya no quiero que sueñes en español porque no es útil.” O sea, es
útil porque tú sueñas en esa lengua, te es útil porque es el vehículo de tu
pensamiento. Existe porque es útil a una comunidad de hablantes.
También están
los que culpan a la globalización de la pérdida de las lenguas. Si eso fuera
verdad solo once lenguas se hablarían porque son las que tienen mayor presencia
en internet. Uno pensaría que las lenguas con muy pocos hablantes van a
desaparecer a causa de la globalización. El yoruba es una lengua indígena que
se habla en África Central, tiene cuatro veces más hablantes que el danés, pero
está perdiendo hablantes mucho más rápido que el danés. ¿Por qué el danés que,
a pesar de tener tan pocos hablantes, no está en riesgo de desaparecer por la
globalización? La diferencia es que hay un Estado, un sistema educativo y
judicial que utiliza el danés. El yoruba no tiene eso. Se trata de un asunto
político. Junto con las lenguas maternas siempre han existido las lenguas
vehiculares como el latín lo fue muchos siglos, el francés lo ha sido, el
náhuatl lo fue para estos territorios. Eso no significa que estas atenten
contra otras lenguas, porque tienen claro dónde se usa una y dónde se usa otra.
No es la necesidad de comunicarse en el mundo lo que hace que se atente contra
las lenguas. El hecho de que exista el inglés como lengua franca es
maravilloso, pero eso no significa que yo deje de hablar mi lengua, porque
además el cerebro no me lo exige; puedo hablar español, inglés, mixe y más
porque el cerebro humano te permite aprender muchas lenguas, de hecho el límite
para aprender lenguas es más de memoria que de capacidad. Entonces, no es la
globalización, son los Estados nación.
Hablar
diferentes lenguas tiene muchas ventajas a nivel cognitivo y cultural. Pero, en
el caso de México, una sociedad que era multilingüe se convirtió en monolingüe
a causa de la intervención del Estado. Mientras la mayor parte de la población
indígena somos bilingües, la mayor parte de la población hispanohablante es
lamentablemente monolingüe.
El año
pasado, la Secretaría de Cultura y el Inali presentaron la Declaración de Los
Pinos “Construyendo un Decenio de Acciones para las Lenguas Indígenas”, en la
que plantean incorporar las lenguas indígenas a las políticas públicas y
garantizar la educación bilingüe, multilingüe y en lengua materna, entre otras
medidas. ¿Cómo califica los esfuerzos gubernamentales para preservar, difundir
y promover la diversidad lingüística del país? ¿Toman en cuenta las dinámicas,
tradiciones y opiniones de los hablantes?
La historia
de la legislación lingüística se puede rastrear desde la época colonial. Pero
los casos más recientes iniciaron con el cambio del artículo 4° de la
Constitución en 1992, el cual empieza a reconocer los derechos de los
indígenas. Posteriormente hubo un cambio en el artículo 2°, como consecuencia
de no hacer la reforma propia de los Acuerdos de San Andrés. Y en 2003 se
promulga, con gran empuje del movimiento indígena, la Ley General de Derechos
Lingüísticos de los Pueblos Indígenas de México. Esa ley equipara las lenguas
indígenas con el español como lenguas nacionales. Es una ley muy potente y con
base en ella se crea el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas en 2003. Ya
existe una fuerte reglamentación porque al bloque constitucional se suma el
Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo que es muy útil en el
activismo judicial a favor a los pueblos indígenas. El asunto, como siempre, es
que existe todo un entramado legal pero hay una brecha de implementación.
La
Declaración de Los Pinos estuvo enmarcada en el Año Internacional de las
Lenguas Indígenas y se está planificando un decenio. El asunto es que hay poco
entendimiento desde el Estado de lo que tiene que hacer para que las lenguas se
revitalicen. Para empezar tiene que hacer un diagnóstico. No hay un diagnóstico
fiable porque no es lo mismo una lengua como el ayapaneco, que tiene menos de
cinco hablantes fluidos que son personas muy mayores, que mi comunidad donde
las asambleas son en mixe y hay mucha interacción con la lengua, o que un
pueblo monolingüe como el chinanteco. Se necesita un diagnóstico regional, no
son iguales una comunidad indígena en la sierra y una ciudad indígena zapoteca
como Juchitán, son otras realidades. También sería bueno formar comités por
cada lengua para que los hablantes participen y se puedan desarrollar
diferentes programas de intervención desde las comunidades.
Urge que el
Estado deje de violentar los derechos lingüísticos. Toda la administración
judicial de intérpretes y traductores debería armonizarse. Y más adelante
reconocernos la autonomía que de facto poseemos para tener nuestros propios
sistemas educativos. ¿Te imaginas al Estado soltando el control de la
educación? Yo no lo veo. El Estado lo que hace es inventar más premios de
literatura en lenguas indígenas, o sea, la lengua como folclor pero no como un
fenómeno societal, como dice Víctor Naguil, un artista mapuche. La lengua lo
empapa todo; a mí me encantan las danzas, la música de los pueblos indígenas,
pero es verdad que no estamos danzando ni haciendo música todo el tiempo,
aunque la lengua sí está presente a cada momento. Tú te despiertas y piensas en
una lengua, vas y le hablas a tu perrito en una lengua, y el hecho de que tú
sueñes en una lengua tiene una carga política detrás porque no depende de ti.
Es un asunto de territorio lingüístico, de territorio cognitivo.
En relación
con la legislación, en diciembre, el senador Martí Batres presentó una
iniciativa para que el español y las lenguas indígenas sean consideradas
idiomas oficiales de México, ¿por qué esto sería contraproducente?
Como decía
antes, vemos que legislan y el problema es la brecha de implementación. Ya
existe la Ley General de Derechos Lingüísticos que dice que las lenguas
indígenas y el español son lenguas nacionales, que no es lo mismo que
oficiales. Por otro lado hay personas como Gonzalo Celorio o Jaime Labastida
que han luchado por hacer del español la lengua oficial de México. No es
necesario tener lenguas oficiales porque sabemos que de facto el español es la
lengua de la administración del Estado, pero si le das esa potencia legal la
violación a los derechos lingüísticos de los hablantes de lenguas indígenas
será peor porque no estaremos en igualdad de circunstancias. El año pasado se
pasó a diputados otro cambio al artículo 2° para que ahí quedara establecido
que las lenguas indígenas y el español son lenguas nacionales, o sea lo que ya
estaba en la Ley General pasarlo a nivel constitucional. En medio de este
proceso se le ocurre esta iniciativa al senador Martí Batres, sin consultarla
con los hablantes y representantes de los pueblos.
¿Cuál es mi
problema con que sean oficiales? En primer lugar, no es una ley a favor de la
diversidad lingüística ni en contra de la discriminación lingüística y no toma
en cuenta que además de las lenguas indígenas hay otras lenguas de otras
comunidades que también necesitan tener protegidos sus derechos lingüísticos,
como es el caso de la población menonita que habla plautdietsch, la población
gitana que habla romaní, la población de Chipilo donde se habla véneto, y
además no contempla que en un futuro puede haber mayor migración que genere
otro tipo de comunidades de habla. Tampoco considera las lenguas de señas –ni
la maya ni la mexicana ni la purépecha– que están en desarrollo. Entonces,
tiene una visión estrecha en torno a la diversidad lingüística que no abona.
Cualquier persona que esté a favor de la diversidad lingüística no va a estar a
favor de tener lenguas oficiales, porque es un encajonamiento de estas y solo
estas.
Una de las
discusiones en torno a las lenguas indígenas es si es pertinente o no llamar
literatura a sus producciones poéticas y narrativas. Vemos que cada vez es más
común encontrar categorías dentro de premios nacionales e internacionales
enfocadas en lenguas indígenas, pero que de alguna manera las conciben como si
fueran todas iguales. En primer lugar, ¿podemos hablar de una literatura en
lenguas indígenas? Y si es así, ¿cómo fomentarla sin reproducir estas prácticas
segregadoras?
Claro que se
puede hablar de literatura en lenguas indígenas porque la hay y se está
produciendo bajo la división genérica textual literaria de Occidente. Además
hay un movimiento de mujeres escritoras en lenguas indígenas muy importante. Lo
que hay que hacer es reconocer esta literatura, leerla y que la industria
editorial se abra a la realidad y deje de ser monolingüe.
Roman
Jakobson ya hablaba de la función poética, que es la capacidad que tienen todas
las lenguas de generar un corpus poético, o sea un habla extraordinaria que no
es la común. En las muchas naciones indígenas se encuentra esta función poética
y usualmente está vinculada a los rituales y sus soportes son distintos, no
siempre es el papel o la imprenta, es la memoria.
Es distinto,
por un lado, el pueblo mixe ha tendido un puente intercultural en cuanto a
aprender de los géneros y la tradición occidental y escribir en la propia
lengua; y, por otro lado, la pérdida lingüística puede generar un poeticidio,
por así decirlo, de estas tradiciones distintas. Para mí la literatura es un
fenómeno muy propio de Occidente con sus propios rituales y tradiciones, y la
conformación del canon sobre todo es escrita. Pero la función poética en las
tradiciones indígenas se manifiesta de diferentes maneras, por ejemplo, en la
tradición zapoteca del Istmo tienen su propia división genérica poética. Habría
que dejar de ver esto como “literatura oral”, o “lírica popular”, porque esto
revela un desprecio. No creo que pueda haber una división binaria como
literatura y “todo lo demás”, sino que en ese “todo lo demás” hay un montón de
diversidad.
Mucho se
habla del papel del Estado para lograr que las lenguas indígenas ocupen más
espacios y se respeten los derechos lingüísticos de sus hablantes, pero ¿cuáles
son las responsabilidades de los ciudadanos y de otras esferas, como la
academia y los medios de comunicación, en esta labor?
Primero
asumir que no es un asunto de culpas. El Estado hizo que cuando fueras a la
primaria te aprendieras los nombres de los ríos de Europa, pero no los de las
lenguas que se hablan en tu región. Hay una censura sistemática sobre estos
temas, porque es parte de olvidar a los pueblos indígenas. Entonces, lo primero
que hay que hacer es informarse, porque no puedes apreciar lo que no conoces o no
sabes que existe. Debemos estar conscientes de la diversidad lingüística y
encontrar el disfrute en ella, que conozcas una canción en náhuatl, aprendas a
leer en maya y puedas hablar purépecha. Sin duda aprender una lengua indígena
es algo muy deseable, pero también unirse a las causas de las naciones
indígenas, porque hay muchos casos de discriminación y de violencia
lingüística. Como persona hablante de español también le puedes exigir al
Estado que tienes derecho a disfrutar esa diversidad lingüística y que tendría
que darte esos espacios.