Este es el tema de
la feria del libro de Medellín Colombia que empezó esta semana. Hace poco reseñe un texto del filósofo Mario
Armando Valencia sobre literatura urbana en Colombia, referido a una novelas puntuales, pero con la hondura de un académico serio. El referente de la feria es un tema paralelo
al que evoca Mario en su libro “La dimensión crítica de la novela urbana
contemporánea en Colombia”. Nadie como Borges conoce el entramado de esta relación. Luis García Jambrina en un hermoso texto
escribe en su preámbulo una nota que sirve de abrebocas a esta reseña ferial:
“Como es bien sabido, la ciudad —cualquier ciudad— no es tan sólo un lugar
geográfico, un territorio urbano. Es también un espacio literario, un ámbito en
el que se funden el mito, la invención y la realidad. No en vano las ciudades
las construyen también los escritores, los novelistas, los dramaturgos y, desde
luego, los poetas. Son ellos los que las crean, configuran y remodelan, libro
tras libro y siglo tras siglo, en el imaginario colectivo de las gentes". Cita a María Zambrano:
“Una ciudad sin escritores queda vaciada de
su esencia de ciudad, y aparece como un complejo aglomerado, como algo que
puede cambiarse, transmutarse o desaparecer sin que su vacío se note. Una
ciudad sin escritor —añade— es un templo vacío, una plaza sin centro, o quizá
con el centro desplazado y puesto al margen, esquinado, para dejar su lugar,
todo el lugar, a algo cuyo nombre no está siquiera bien catalogado, algo para
lo que, en realidad, no hay palabra”.
La relación es mucho
más compleja. En la Biblia, cuando se habla de “Ur de caldea”, en el génesis, el cristianismo cita parábolas que reconocen un espacio urbano,
ejemplo, antiquísimo, de una relación viva, real de la ciudad y la literatura. Páscale Casanova en su memorable ensayo “la república mundial de
las letras” nos recuerda: "El crítico debe descubrir el objeto encubierto en cada obra". Creo
que la ciudad es uno de ellos, la plataforma imaginaria sobre la que se
desenvuelven los personajes en argumentos trajinados en medio de calles y monumentos, con grandezas y miseria como en
algunas novelas de Dickens, quien creó una idea propia de Londres, denunciando sus
injusticias, como lo hicieron escritores con otras urbes.
Luis García establece que:“La ciudad es en sí un gran relato, una novela de novelas, una tupida red
de narraciones que se entrecruzan y se bifurcan, un gran símbolo, una creación
autónoma de la imaginación, un hipertexto al que se vinculan infinitos textos,
como el famoso libro de arena de Borges, un palimpsesto sobre el que
escribimos una y otra vez las mismas historias y metáforas, siempre renovadas y
distintas. En el subsuelo de toda ciudad hay, además, una ciudad oculta y
sumergida, una ciudad onírica y subconsciente, en espera de que un escritor la
redescubra y la haga aflorar”.
Borges habló de los
escritores que representan a una nación, se refirió a una relación cuya ecuación literaria aún no
está resuelta. También hay ciudades con sus creadores insignes. Existe el
Bogotá de Silva en “sobremesa”. El Paris de Cortázar en “Rayuela”, el Medellín
de Vallejo en “La virgen de los sicarios”, “hay escritores que han logrado una
simbiosis tan perfecta con su ciudad natal o de adopción que ya no es posible
mencionar a uno sin evocar inmediatamente a la otra. Baudelaire y París, Kafka
y Praga, Joyce y Dublín, Pessoa y Lisboa, Cavafis y Alejandría”. Pablo Montoya, un escritor joven de Medellín,
con una cultura rara para estos tiempos de conocimientos líquidos y
fracturados, absolutamente riguroso y con obra conocida y bien recibida que,
será tema de otra entrega, dio una conferencia sobre el tema en Riosucio Caldas, magistral. Cita el suceso de Babel,
argumento bíblico que originó la multiplicidad de lenguas: Estamos aquí
ante un rasgo moderno de la ciudad. Babel representa un grupo
humano reunido para materializar una ilusión. En Babilonia, que significa
“Puerta de Dios”, los hombres edificaron una escalera al cielo. Y ya conocemos
el fracaso acarreado por tal pretensión. Quiero agregar en las ciudades que la
literatura ha creado, aquellas que existen por sobre las reales., paralelas,
concomitantes, con influencias marcadas entre una y otra. Dice Pablo, después
de señalar la emigración como fenómeno latente de la conformación de las
ciudades: “Pensar lo contrario, una ciudad desprovista de inmigrantes, es tocar
uno de los perfiles de las ciudades utópicas. Estas, recuérdese, no existen.
Sólo se levantan en los libros y respiran en sus páginas con una sospechosa
pretensión de permanencia. Como lector, es lo que siento cada vez que entro a
Amauroto, la capital de Utopía, la isla creada por Tomás Moro”. Sobre estas
ciudades cerradas, tendientes al fracaso, distantes. Recordemos a propósito,
que Platon expulsó a los poetas de la ciudad en “La república”. "Existen las ciudades abandonadas, fangosas,
reflejo de inequidad, que la literatura en el siglo XIX hizo famosas, están
citadas en esta conferencia dentro del contexto de la charla. El autor remata
en un aparte: "Toda ciudad es una geografía. En esta perspectiva, va adquiriendo
los relieves de una aparente metamorfosis caprichosa. Tales caprichos, sin
embargo, se van instalando en los terrenos baldíos, en las sabanas, en los
valles, en las faldas de las montañas, en los desiertos, en enclaves
hondonados, en deltas y bahías, en ásperos altiplanos, hasta configurar los
diversos semblantes que posee la ciudad. Algunos de ellos han sido atrapados de
una forma inolvidable por la escritura poética. En realidad, yo creo, que es
ésta y no otra la que tiene la virtud de rozar los secretos de las ciudades.
Quizás exagere, pero creo que hay una Praga más vigente, más plena de belleza y
melancolía en algunos cuentos de Franz Kafka, que no superan la página y
parecen ser más bien prosas poéticas, que en sus grandes narraciones donde
se describe una ciudad interminable, llena de oscuras trampas, de leyes
incomprensibles pero que nos definen, tramadas de procesos judiciales de los
cuales no es posible escapar". "Dublín se dibuja mejor en dos o tres frases
inolvidables de James Joyce en sus primeros cuentos que en el monumental
recorrido hecho por Stephen Dedalus en el Ulises. Creo que los poemas de José
Manuel Arango, acaso los más breves, nos revelan mejor el enigma terrible y
encantador de Medellín que todas las novelas que se han escrito para descifrar
la vertiginosa urbe habitada por nosotros". Agrega Pablo en un aparte que refleja
mejor esta relación: “Toda ciudad es una geografía. En esta perspectiva, va
adquiriendo los relieves de una aparente metamorfosis caprichosa. Creo, que es ésta y no otra la que tiene la virtud de rozar los secretos de
las ciudades. Casi en el remata escribe con gran acierto: La ciudad de Fervor de
Buenos Aires, más que un reflejo del tedio, más que una encontrada heredad, más
que el verso olvidado y de repente presente en nuestros labios, es un sueño. Apoyado
en conjeturas de filósofos metafísicos como Schopenhauer y Berkeley, la ciudad
en Borges es una mera actividad de la mente”. Los escritores han creado su
propia geografía, el entramado urbano con calles solitarias, el Buenos Aires en
los versos memorables, que leemos, las calles sombrías y de luto de Silva. Zenda Liendivit, en un texto denominado: “Borges el barrio y
la eternidad”, hace una radiografía más minuciosa sobre un escrito que crea una
ciudad desde la forja de la literatura y del autor. Establece el autor: El tema del barrio fue
fundamental en la idea de un nuevo tipo de ciudad burguesa que vendría a
suplantar al fallido esquema de ciudad liberal de Roca y Alvear. El barrio,
como espacio relegado en relación al centro –espacio donde se mide el verdadero
potencial de una metrópolis-, funciona como partícipe necesario de aquel
desarrollo tecnológico, una especie de patio de atrás donde la sociedad queda
estratificada de acuerdo al grado del nivel comunicacional y de
infraestructuras así como por las características topográficas y las
actividades predominantes de cada zona. Ese barrio que detesta Arlt, por
considerarlo mediocre y falto de expectativas, donde todos se conocen, habitado
por modistillas, comerciantes envidiosos del éxito ajeno y demás,
surge en Borges tanto como espacio simbólico y primigenio de una identidad y de
una lengua, así como estrategia de conservación de un privilegio que se perdía
en el anonimato metropolitano”.
Hay ciudades
imaginarias con más peso específico que las reales. Quien negaría a Macondo, a
Comala, para citar mis preferidas. El tema de la feria no es menor, esperamos
no cansarlos.