viernes, 24 de febrero de 2017

JUAN CARLO ONETTI ( Primera Parte)

Con Onetti, lo digo sin ninguna pretensión crítica, guardo afinidades desde la perspectiva estética por las conexiones que me deparan sus textos, como simple lector, me asombra la manera como aborda sus relatos, el perfil tan particular de sus personajes, los temas, el manejo del tiempo, en fin, la calidad de su prosa, sobra decir que no he sido agradecido pese a todo lo que le debo gracias a una obra absolutamente valiosa,  a su inconmensurable universo literario  rico en matices, casi perfecto, de una factura impecable, describe el mundo desde un escepticismo lacerante, sus personajes desapacibles son siempre referencia obligada para la vida, aborda la naturaleza humana relevando los tópicos más penosos, mundo que todos los días nos confirma tal realidad, confundo muchas veces sus  historias con mi propia tragedia, nada pasa como queremos, todo parece ir en contravía. En sus relatos como en la vida, todo combate es inútil.
“Creador de 11 novelas, 47 relatos, por lo menos 116 ensayos y varios poemas, como "Tierra de nadie" y "Juntacadáveres", falleció el 30 de mayo de 1994 en Madrid, España. Galardonado con el Premio Nacional de Literatura en 1963 y el Premio Cervantes en 1980, nació el 1 de julio de 1909 en Montevideo, Uruguay, de la pareja formada por Carlos Onetti, un funcionario de aduana y Honoria Borges, quien provenía de una familia brasileña. Tuvo dos hermanos: Raúl y Raquel”[1].
Los personajes de Onetti son encantantadores por lo desapacibles, su mundo decante e inercial sin alguna motivación, responde a un irracionalismo sin pretensiones, Benedetti lo describe con mucha lucidez: “La atmósfera de las novelas y los cuentos de Juan Carlos Onetti, dominados y justificados por su carga subjetiva, estaba anunciada en una de las confesiones finales de El pozo (su primer libro, pu­blicado en 1939): «Yo soy un hombre solitario que fuma en un sitio cualquiera de la ciudad; la noche me rodea, se cumple como un rito, gradualmente, y yo nada tengo que ver con ella.» Ni Arán­zuru (en Tierra de nadie) ni Ossorio (en Para esta noche) ni Brausen (en La vida breve) ni Larsen (en El astillero) dejaron de ser ese hombre solitario, cuya obsesión es contemplar cómo la vida lo rodea, se cumple como un rito y él nada tiene que ver con ella”[2].  He hecho alusión a este ensayo, porque Benedetti tiene una labor como crítico de la que poco se habla, es certero y puntual, así fue con la crítica a la obra de García Márquez, en el caso concreto de Onetti, no deberíamos agregar ni una coma, es un texto completo, lúcido, esclarecedor y riguroso, siempre debería tenerse en cuenta cuando se habla de su obra. Después de leer a Onetti confirmo todas las dudas sobre la realidad que nos avasalla, cargada de mentiras, las circunstancias en la trama de la existencia se vuelven complicadas cuando uno atiende las servidumbres sociales, tal vez a esto se debe el abandono de sus personajes. Miremos el segundo párrafo del análisis de Benedetti: “Cada novela de Onetti es un intento de complicarse, de intro­ducirse de lleno y para siempre en la vida, y el dramatismo de sus ficciones deriva precisamente de una reiterada comprobación de la ajenidad, de la forzosa incomunicación que padece el prota­gonista y, por ende, el autor. El mensaje que éste nos inculca, con distintas anécdotas y en diversos grados de indirecto realismo, es el fracaso esencial de todo vínculo, el malentendido global de la existencia, el desencuentro del ser con su destino”.  Escribió sin arabescos, ni barroquismos, en seco, vació sus historias en una prosa de una factura impecable, evitó racionalizar el destino de sus personajes, una tesis  para obtener el grado de literatura de la universidad Javeriana lo describe perfectamente: “El uruguayo Juan Carlos Onetti (1909-1994) escribió gran cantidad de novelas y cuentos a lo largo de su vida. Vale la pena recalcar que su posición como escritor de ficción fue limitarse a retratar con indiferencia y rigor las realidades de sus personajes pues sentía un profundo rechazo por los libros que buscan moralizar o transmitir mensajes, edificantes o corruptores, al lector. Si bien en su vida personal se identificó con el pensamiento de izquierda, como autor decidió dejar la política a los políticos, los testimonios históricos a los historiadores y los mensajes a las mensajerías”[3].
“El pozo”, se publica 1938, el mismo año que la “La nausea” de Sartre, las conexiones entre estos dos mundos narrativos son evidentes, aunque según algunos críticos, se debe más a una coincidencia que a una influencia, en todo caso, queda claro que el existencialismo como corriente filosófica, alimentó a toda una clase intelectual desde los años 40 del siglo anterior en Europa y en general en el mundo occidental, escéptica, descree totalmente del proyecto de la razón, desenmascara el humanismo impostado, cargado de mentiras, el cual termina siendo la peor falsedad. En “El extranjero” de Camus, una novela corta, casi perfecta, su protagonista nada le importa, las consecuencias de sus actos no le preocupan, no hay ningún moralismo que le impida asesinar, al final este acto no lo comprende del todo, pasó y eso basta, de hecho se ve intimidado en el juicio. En la introducción de sus cuentos completos publicada por Alfaguara, Antonio Muñoz Molina describe los personajes de Onetti magistralmente: “Los héroes de Onetti no disertaban adecuadamente sobre jazz en los cafés de París, no fundaban naciones ni atravesaban cordilleras, no volaban por los aires ni se perdían en selvas ni en laberintos simbólicos: los héroes de Onetti eran los más pacíficos, los más perezosos, los más inútiles del mundo. Lo único que hacían era fumar, preferiblemente echados bocarriba en la cama, fumar e inventarse cosas, contar embustes y enamorarse de mujeres sensuales y perdidas, de mujeres pintadas que bebían en los cafés o de muchachas angélicas cuya perfección y dulzura no podían ser merecidas por nadie”[4]. Vargas Llosa en el excelente libro sobre su obra, hablando de “El pozo”, escribe: Eladio Linacero, un fracasado, parece haber elegido la mediocridad en un acto de lucidez, para no comprometerse, algo que, cree él, le ocurre a la mayoría de los seres humanos”.  La importancia en el marco de la literatura Uruguaya es la ruptura ue implica la publicación de “El pozo” para la literatura de este país. “Para esa época, la narrativa uruguaya padecía aún las rémoras del nativismo, una literatura arraigada en la tierra y la azarosa vida campesina y, a excepción de Onetti -y un poco antes que él, José Pedro Bellán (1889-1930)- la ciudad no había podido desplegarse como el espacio literario correspon­diente al notorio crecimiento de la urbanización”[5]. Vargas Llosa afirma al respecto: “Parece mentira que, en 1939, cuando en América latina la narrativa no acaba de salir del regionalismo y el costumbrismo, con algunas connotadas excepciones como la de Roberto Arlt y Jorge Luis Borges, un joven uruguayo de treinta años que no había siquiera terminado el colegio escribiera una novela tan astuta que, además de abrir las puertas de la modalidad de la modernidad en la lengua española, sentaría las bases de un mundo novelístico propio, al que sus ficciones posteriores irían enriqueciendo hasta convertirlo en una pequeña comedia humana”. Este texto es el primero en romper paradigmas con una tradición literaria muy fuerte de nuestra narrativa muy cercana al costumbrismo, vigente aún para la época.
Ahora que se sostiene que la obra constituye el único corpus desde la cual uno podrá hablar de un autor, Onetti constituye un escritor que es sólo obra, decidió siempre evadir cualquiera de las posturas asumidas por una parte de la crítica, esa especie de estallido del espectáculo debido al auge de una generación de escritores latinoamericanos excepcional, banalidades propias del auge del Boom en manos de una parte de la crítica cultural, el solo habló y trabajo para su obra, lo demás nunca le importó.  


















[2] Mario Benedetti .Juan Carlos Onetti y la aventura del hombre.
[3]  Ángela Meneses Perdigón, dentro de tierra de nadie: un análisis intrínseco de la novela.

[4] Antonio Muñoz Molina. “Sueños realizados: invitación a los relatos de Juan Carlos Onetti”. Prologo.