jueves, 2 de agosto de 2012

GORE VIDAL




Juliano el apostata” es una de las novelas históricas más importantes de la literatura del siglo XX.  Gore Vidal, quien murió ayer a los 86 años en los Ángeles es su autor. “fue uno de los intelectuales norteamericanos más críticos con la política oficial de su país, junto con Susan Sontang, Noam Chomsky, o Norman Mailer, con quien mantuvo sonados enfrentamientos”.

Perteneció a una generación de escritores comprometida con los grandes temas fue fiel representante de ella. Con Mailer y Truman, constituían un trípode que irradiaba controversias y generaba polémicas alrededor de temas de interés nacionales y de la política norteamericana.  Entre sus obras destacadas se cuentan "La Ciudad y el Pilar de Sal", de 1948; "Myra Breckinridge", comedia sobre la transexualidad; "Juliano el Apóstata", imperio  y "En directo del Gólgota", de 1992. Sus momentos de mayor fama los alcanzó en las décadas de 1960 y 1970.

La mayoría de informes de prensa destacan sus dotes de escritor, pero realmente su verdadera profesión fue la política. Vidal fue un polemista natural. Siempre estuvo Fascinado por los debates, era experto en poner el dedo en la llaga sobre lo divino y lo humano, en temas agudos de la geopolítica internacional y aquellos concernientes a la política interna norteamericana.

 “Juliano el apostata”, me dejó una impresión inenarrable.  Estaba muy joven cuando la leí por primera vez. Su lectura me suscito una pasión por la historia y las novelas históricas que nunca ha cesado.  Desde este momento estoy atento a las publicaciones en este orden. Su relectura siempre me es muy grata.  Reconstruir una época de manera tan completa,  constituye una de las virtudes más emblemáticas de esta excelente novela. Su narración gravita sobre un solo hecho: la libertad del pensamiento. Es una oposición al dogma, se enfrenta al monoteísmo cristiano y asume una defensa fervorosa del helenismo. En el fondo asume la defensa del pluralismo. Es a la vez una biografía novelada de este importante personaje de la Roma Antigua.

Gore Vidal de alguna manera se inspiró en la obra de Robert Graves. Esto escribió en la nota preliminar de la novela JEA: “Siempre se ha visto en –Europa a Juliano como una especie de héroe oculto. Su intento de detener a la cristiandad y de revivir el helenismo posee todavía un romántico atractivo y su personalidad ha ido reapareciendo en lugares dispares, en particular durante el renacimiento y posteriormente en el siglo] XIX. Dos escritores tan diferentes como Lorenzo de Medícis y Henry Ibsen escribieron obras teatrales sobre el.”

La novela histórica goza de mucho auge hoy. Se escriben grandes sagas y en este resurgimiento suele olvidarse a los precursores del género, que  entre otras cosas debe incluir a Hollywood como uno de los más importantes.  El cine produjo todo en materia de historia. Gore Vidal estuvo en los grandes proyectos cinematográficos del 50 y 60.  Aun recordamos todas las grandes películas sobre Roma, algunos personajes como Ben Hur, Calígula, Julio Cesar, cleopatra, para solo citar algunos de las más relevantes.

En el periódico el mundo de España, Álvaro Vargas Llosa abre el artículo sobre este escritor con esta sentencia: “Acaba de hacerse polvo el cuarto jinete del apocalipsis intelectual estadounidense, eso que los gringos llaman el "public intellectual", de la segunda mitad del siglo XX. Los otros tres –Truman Capote, Norman Mailer y William F. Buckley— habían ido muriendo uno a uno para dejarlo a él, improbable sobreviviente, riendo último. Si los cuatro jinetes del apocalipsis son la victoria, la guerra, el hambre y la muerte, ¿cuál de estas alegorías correspondió a Gore Vidal?. Vayamos por descarte. William F. Buckley, la gran figura cultural del conservadurismo estadounidense, fue la victoria. La "Pax Americana" del siglo 20 y la "excepcionalidad" estadounidense en versión contemporánea tuvieron en Buckley a su espada de honor. Truman Capote fue la muerte: la que inmortalizó en "In Cold Blood", la que él mismo cortejó con su disoluto final y la del cáncer que lo devoró trocito a trozo. Norman Mailer fue el hambre: la literaria, que lo llevó a inventar géneros; la sexual, que hizo de él el machista emblemático del ambiente literario estadounidense, y la política, que lo llevó a querer morderlo y masticarlo todo en la vida pública de su visceral Nueva York. Gore Vidal, sería, pues, la guerra. Maldito destino para alguien que dedicó toda una vida a odiarla. Pero apropiado para quien nació en una academia militar, escribió probablemente sólo una (casi) obra maestra dedicada, como no podía ser de otra manera, a la figura histórica de Lincoln y la guerra civil, y que produjo cantidades industriales de palabras para demostrar que el imperio americano, como el de Roma, se estaba acabando de tanto matar.”Esto y muchas cosas más fue este gran escritor. El mejor homenaje: leerlo.






domingo, 29 de julio de 2012

FABIAN CASAS Y LA RENOVADA POESIA LATINOAMERICANA


Latinoamérica Siempre ha tenido un gran poeta que la ronda. Martí, Rubén Darío, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Mario Benedetti, Lezama Lima,  han cumplido con este papel  y constituyeron faros emblemáticos en cada época y a través de sus vasos comunicantes, de sus versos propiamente dicho,  el mundo mantuvo una comunicación constructiva y a veces tensa como en el caso de Neruda. Hoy por el contrario nadie puede hablar del gran poeta de estos tiempos. Cada país cuenta con su propia selección.  Actualmente con innumerables festivales, con problemas graves en materia de publicaciones y lo que es peor, con muy escasos lectores, latinoamérica cuenta con buenos poetas.

Fabián  Casas es de todo mi gusto.  Nació en Buenos Aires. Pertenece a la famosa generación de los noventa, con José Villa, Daniel Durand, Darío rojo.  Es un hombre que se sale del común, no solo en sus versos, muy cotidianos, profundamente humanos, sino en su forma de ser y apreciar el mundo. Ha escrito ensayos bonsái, libros de auto ayuda, en un estilo muy propio, intimista, pero lejos del manoseo, narrativa al límite del texto periodístico, pero no se le puede tildar como tal, a pesar de tomar recursos del buen cronista.  De pronto resulte muy atrevida esta afirmación, en todo caso la haré, para mi, es un escritor típico de la posmodernidad, tal vez al autor le disguste la clasificación, pero me parece que así es. Es un contestario total: al poder, a la moda, no contemporániza. Su mirada no corresponde a esa eterna ojeriza de la sociedad de consumo . En uno de los breves apuntes de auto-ayuda escribió como se encontró con la escritura:

“Alfredo Chitarroni, el más grande de los dos, fue mi maestro de séptimo grado y quien me paró en un recreo y me preguntó si me gustaba hacer algo ya que mi rendimiento era pésimo y estaba a punto de repetir. Le dije que me gustaba escribir. Pero yo no había escrito nada. Hasta ese momento sólo me la pasaba leyendo. Me dijo que le trajera lo que escribía. Me puso contra la espada y la pared. Así que una tarde entré al dormitorio de mis viejos —había ahí una mesa inmensa— y escribí a mano un relato. Se lo llevé a la semana y tardó varios días en responderme. Días que pasé en vilo porque si yo repetía, la nenita de la que estaba enamorado se iba a ir al secundario sin mí, para siempre. Un oprobio.”

Ha dejado ver, en numerosas entrevistas, que en el fondo no es más que un lector.  Ha publicado: Otoño, poemas de desintoxicación y tristeza (1985); Tuca (Libros de Tierra Firme, 1990);  El salmón (Libros de Tierra Firme, 1996); Pogo; Bueno, eso es todo; Oda; El spleen de Boedo. También algunos libros como “Veteranos del pánico” de carácter autobiográfico. el ensayo "Matas de pasto". Publicó también las novelas "Ocio" y "Veteranos del pánico" y el libro de cuentos "Los Lemmings y otros

Su poesía nos describe e interpreta las vicisitudes y angustias de lo cotidiano, mirado desde la esclerótica de una sensibilidad por fuera de los estándares de una sociedad mediática. El hombre avasallado entre realidades que lo superan. Tienen un encanto especial, pues suele ser de una sencillez emblematica, tienen ritmo, develan en cada poema el universo total que encubre cualesquiera de los temas que trata, pero no son cerrados, se abren, dejando participar al lector, nunca se termian del todo . Su poesía me evoca a Paul Auster.   

DESPUÉS DE LARGO VIAJE

Me siento en el balcón a mirar la noche.
Mi madre me decía que no valía la pena
estar abatido.
Movete, hacé algo, me gritaba.
Pero yo nunca fui muy dotado para ser feliz.
Mi madre y yo éramos diferentes
y jamás llegamos a comprendernos.
Sin embargo, hay algo que quisiera contar:
a veces, cuando la extraño mucho,
abro el ropero donde están sus vestidos
y como si llegara a un lugar
después de largo viaje
me meto adentro.
Parece absurdo: pero a oscuras y con ese olor
tengo la certeza de que nada nos separa.



SIN LLAVES Y A OSCURAS


Era uno de esos días en que todo sale bien.
Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaban.
No pedía más.

Entonces salí al pasillo para tirar la basura
y detrás de mí, por una correntada,
la puerta se cerró.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podría ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro
la basura en la mano.

ESTE FUE EL TEXTO SUYO AL GANAR EL PREMIO “ANNA SEGHERS” EN BERLÍN:

Hace un tiempo atrás se me rompió un zapato. Me vi en problemas porque no recordaba una zapatería cerca de casa para poder arreglarlo. Sin embargo, salí a la calle y a las dos cuadras encontré una. Era un local viejo iluminado por una luz muy cálida. Había olor a cuero y una estufa daba un calor acogedor. Parecía una zapatería sacada de los cuentos infantiles. Detrás del mostrador, un hombre mayor trabajaba con un martillo y unos clavos. Tenía unos anteojos de esos que se usan para ver de cerca. Intercambiamos frases de cortesía y le pregunté si era nuevo en la zona, ya que yo –que había pasado infinidad de veces por ahí- no lo conocía. El hombre se sonrío y me dijo que hacía 20 años que estaba en el barrio. Que había visto crecer a varios de los chicos que antes jugaban en la vereda. Le dejé mis zapatos para que los arreglara, lo cual hizo de manera notable. Saqué una conclusión: hasta que no lo necesité, el zapatero había sido invisible. Saqué otra conclusión: todos los que hacen bien su trabajo son invisibles. De manera que, en una cultura que propicia la sobreexposición mediática, la invisibilidad es un don. Me di cuenta que también algo de ese espíritu estaba en los escritores que me gustan, esos que no salen a buscarte desde los desmesurados aparatos editoriales sino que se los encuentra irremediablemente cuando son necesarios.

El zapatero de mi cuadra hace zapatos, yo escribí algunos poemas. Y tengo hoy el inmenso honor de ser premiado con el galardón que lleva el nombre de una gran escritora. Me gustaría decirles que desde chico tuve la certeza de que la literatura no es algo individual, sino colectivo. Me siento parte de una larga lista de escritores, de todas las lenguas y de todos los tiempos. Por suerte el espíritu no tiene una sola dirección y sigue soplando donde quiere. No escribo poesía argentina, sino que formo parte de un territorio panlinguístico y mestizo donde se mezclan los dialectos y las costumbres de todos los seres que lo habitan. Escribamos o no, lo más importante es que todos nosotros somos narraciones de la vida. En cada bar, oficina, hotel o cualquier lugar donde la gente se junta, está alguien escribiendo el sermón de la montaña. Simplemente hay que ponerse en estado de atención para poder oírlo. Un joven, leyendo en el subte, está sosteniendo algo de lo mejor de nuestra civilización. Porque todo indica que los tiempos son oscuros. Que vivimos en una época de choque entre civilizaciones totalitarias, conducidas por puristas que sólo pueden engendrar horror y muerte. Si seguimos así, a todos nos va a tener que reconocer por la dentadura.


Lo cierto es que a la poesía no se la define, se la reconoce, dijo Alberto Girri, un gran poeta argentino. Así que no voy a cometer la estupidez de definir algo en lo que no se han puesto de acuerdo siglos y siglos de pensadores. Pero sí voy a nombrar algunas de las cosas en las que encuentro poesía: a veces en un animal, otras en el motor de un auto, en las largas vías del tren y en el silencio de los hospitales. En Johan Cruyff corriendo con su elegante camiseta naranja o en la construcción anónima de las catedrales. En el infierno de Dante, en el cerebro de Ugolino y en el sticker de la virgen pegado en el tablero del patrullero. La poesía siempre se encuentra en estado de pregunta. ¿Por qué estamos acá? ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? A veces, hasta nuestros seres queridos nos resultan extraños. Y sin embargo, la voluntad poética de habitar el mundo, es lo que todavía hace que la cosa valga la pena. Buenas noches, apúrense que vamos a cerrar, repite alguien desde hace años en uno de los versos de The Waste Land, buenas noches, buenas noches a todos. Mi nombre es Fabián Casas, pero en Alemania pueden decirme Kaspar Houses.

Berlín, noviembre de 2007