miércoles, 3 de agosto de 2022

A PESAR DE SI MISMO

 Sentado en la parte extrema de la cama, Omar presenciaba con absoluta tristeza como se moría Sebastián, su pareja, con quien había compartido los últimos años de su vida. Evocaba con nostalgia la misma escena con su padre, quien murió de un cáncer lacerante, unos años antes, después de muchos meses de sufrimiento, tragedia que le llevó a aceptar la vida tal como la sentía, sin gota de arrepentimiento.

Sebastián lo fue todo en su vida y su padre fue la imagen que le llevó afirmarse, aceptarse y tomar decisiones por encima de toda las convenciones sociales y la presión de una sociedad conservadora y rezandera. La muerte no es un final, entendía ahora, es un descanso y la ruta de un camino muy largo de imprevisibles consecuencias. La vida se le apareció como una película que recorre con rapidez en medió del silencio, como un tráiler, desde sus primeros años en el barrio, ubicado en la comuna 13 de Medellín, llamado los Alcazares,  zona conocida como Santa Lucia, donde creció, se formó y ganó sus mejores amigos, los que de seguro están pendientes de lo que pase hoy en este cuarto, evocó de igual manera  los años de primaria y bachillerato y por su puesto sus aventuras como adolescente y joven. 

De su padre, quien fue un excelente penalista, culto, estudioso, cumplido siempre con su casa, aprendió que la vida se gana poco a poco, que el estudio es primordial y que no basta la inteligencia sino que es además necesario y fundamental el carácter para poder soportar las presiones de un país muy difícil.  Lo recordaba llegando a la casa después de largas jornadas, audiencias y clientes hartos de problemas, con muchos tragos en la cabeza, se sentaba en la sala y como si estuviera en un tribunal, daba largas disertaciones en medio de una nostalgia permanente, como si el problema de sus clientes fuera el suyo propio. Repetidamente le contó su periplo como estudiante de Derecho en Bogotá, su paso por la universidad libre, fundada por Benjamín Herrera y Rafael Uribe Uribe, patriarcas liberales quienes libraron batallas ideológicas e incluso guerras contra los conservadores en plena hegemonía a finales del siglo XIX y XX. Evocaba los años del movimiento revolucionario liberal fundado por López Michelsen y Álvaro Uribe Rueda en los 60 del siglo pasado, en pleno frente nacional, este partido de ruptura  marcó  y revelo los peores defectos políticos producto del monopolio de los partidos tradicionales, la exclusión y el reparto de poder. Fueron no solo años de formación, sino de participación política en un país que veía nacer la guerrilla, en plena revolución cubana, la consolidación de una izquierda galopante y el nacimiento de los movimientos estudiantiles.

Cuando Omar empezó a estudiar comunicación social en la universidad Bolivariana de Medellín recordaba todas las Charlas con su padre, las evocaciones del viejo en su época de estudiante en la capital. Sentía que de él aprendió ese sentido de los social que nunca lo ha abandonado. Con Sebastián en los años que compartió siempre estuvo latente la idea de ayudar a su gente, del discurso social y del hecho que tenemos más responsabilidades que las propiamente individuales. Ahora que lo tenía postrado, sin vida, esperando el medico que le daría la partida de defunción, sentía que solo por haberlo conocido la vida tenía plena justificación. Hoy, en pleno día del deceso, lo veía más bello que nunca, recordaba el día que se conocieron, la forma como se fueron encariñando y la hora y el lugar en que se comprometieron. Sabía que su ausencia lo iba a marcar y que la vida en adelante no será la misma.

Sabía que quedaría solo con su madre, en medio solo de recuerdos y de hecho tratando de organizar una vida que no parecía tener propósitos. Empezar de nuevo no era fácil, pero en este momento comprendía en toda su dimensión la nobleza de Sebastián que siempre le pidió pese a lo que vislumbraban como inevitable, su muerte, que debería seguir  adelante, no importa las circunstancias que se vinieran. Por ello le dejó todo arreglado, le explicó lo concerniente a la pensión, asumió aconsejarlo en los mínimos detalles, incluso los que tenían que ver con su muerte y los protocolos que la rodean.

Miraba cada hecho de la vida que lo marcó. Cuando aceptó que le gustaban los hombres, que no sería abogado, sus viajes por Argentina, España, después de recibir la herencia de su padre, sus trabajos como comunicador y sus largos periplos por este país que amaba de sobremanera. Sentía mirando a Sebas que no tenía la suficiente fuerza para seguir viviendo, pese a que era un enamorado de la existencia. Su madre en la sala lloraba incansablemente y su hermana venía en camino. Todos de alguna manera se habían preparado para este momento, pero una cosa es imaginar como será y otra enfrentarlo.