Oteando en ciudad de Panamá
en una librería dedicada a la venta de libros viejos, me encontré con un libro
de este escritor Uruguayo sobre el boom, lo que no deja de ser extraño, pues esta
ciudad goza de mucha fama por su capacidad comercial, por ser el ombligo de américa
gracias al canal, pero es un hecho que adolece de buenas librerías, por los libros
que encontré, certifique que su dueño es conocedor de la literatura y
buen lector.
Emir fue un crítico muy
agudo y de alguna manera hace parte también del boom, pocos hablan de este aspecto específico, junto con Angel
Rama y José Miguel Oviedo, Gustavo Cobo Borda entre otros, dejaron un legado muy valioso que esta lejos de ser estudiado. Leí su libro "la biografía
literaria" sobre Borges y pese a ciertos reparos por incorrecciones menores,
para mí sigue siendo una de las mejores y quien más contribuye a comprender su obra.
El texto sobre el Boom, que
se suma a muchos de sus estudios sobre el tema, tiene una virtud que quiero
relevar. Al análisis histórico del momento, de los editores que lo impulsaron, de
los autores, de las influencias, se toca un aspecto que hasta el momento
nadie había estudiado, es que para la época
se contó con una “generación de lectores” que jugó un papel vital para que se diera el boom:
“Hay otro camino al reconocimiento, y ese camino es el que pasa por el lector.
Porque un premio, una propaganda nacional o internacional, una conspiración de
agentes, una diligente mafia, no aseguran que la obra sea leída. Publicada y
distribuida, sí: comentada y premiada, es claro. Leída es otra cosa. El ejemplo
del cine, en que la promoción industrial es tan fabulosa, permite comprender
hasta qué punto el verdadero consumidor tiene la última palabra”.
Latinoamérica vivió un
momento muy especial, desde el año 34 se habían exiliado de España una camada
de intelectuales[1],
a partir del cuarenta y sobre todo en la década del cincuenta, las universidades asimilaban y abrevan todo el
debate Europeo sobre el papel de los intelectuales en el desarrollo de los
pueblos, participaban en las discusiones sobre el colonialismo, se leí a Sartre y Camus, las facultades de sociología
constituían un verdadero hervidero donde se debatían estos temas todos los días
y el movimiento estudiantil comenzó a tener
mucha importancia. Los movimientos guerrilleros empezaban a brotar por doquier, la lucha armada era una vía para el cambio. Cuba de hecho fue un paradigma en este sentido, los muchachos triunfaron y se constituyeron en un símbolo para toda una generación. Todas estas condiciones fomentaron un lector agudo, comprometido y ávido de lecturas, para ellos el
boom fue un verdadero bocado de cardenal. Emir Rodriguez Monegal ratifica en este texto: “hay que empezar por subrayar lo obvio: a partir de la segunda guerra
mundial, una nueva generación de lectores aparece en América Latina y determina
(por su número, por su orientación, por su dinamismo) el primer boom de la
novela latinoamericana. Es este un boom disperso, sin un centro fijo, nacional
más que internacional en su desarrollo, pero que se produce (casi
simultáneamente) en México y en Buenos Aires, en Río de Janeiro y en
Montevideo, en Santiago de Chile y en La Habana. Es imposible examinar aquí,
con el detalle necesario, todos los avatares de ese primer boom, o ur-boom,
disperso y extrañamente coherente a la vez”.
El boom latinoamericano, ahora que han venido desapareciendo sus mejores exponentes, contó igualmente con excelentes lectores, fue un momento emblemático de efervescencia intelectual que ayudó a consolidarlo, ahora que tomamos distancia del mismo, reconocemos en todo su contexto la importancia de este suceso literario para las letras universales. Volver a leer a crítico como Emir Rodríguez Monegal, es un buen ejercicio y a la vez un vuelta al desciframiento de las mejores obras de la época.
El boom latinoamericano, ahora que han venido desapareciendo sus mejores exponentes, contó igualmente con excelentes lectores, fue un momento emblemático de efervescencia intelectual que ayudó a consolidarlo, ahora que tomamos distancia del mismo, reconocemos en todo su contexto la importancia de este suceso literario para las letras universales. Volver a leer a crítico como Emir Rodríguez Monegal, es un buen ejercicio y a la vez un vuelta al desciframiento de las mejores obras de la época.
Otro es el análisis de la
metamorfosis de la lectura en estos tiempos de la revolución de las TIC. Creo
que al contrario de lo que muchos expresan, hoy se lee más que antes, no dependemos
del formato clásico, para darle un nombre, estamos frente a un tipo de lectura
absolutamente diferente, que está por encima de la lectura escritura, este será
tema para otro artículo.
[1] la guerra en Europa que, primero, trae a
América Latina la fabulosa cosecha de españoles refugiados (escritores como Jiménez,
Alberti y León Felipe, editores como Gonzalo Losada y López Llausas, profesores
como José Gaos y Xavier Zubiri), los que impulsarán una empresa editorial
latinoamericana y darán lugar a un verdadero renacimiento cultural, equivalente
al creado en la Italia del Cuatrocientos por los humanistas que escaparon del
cerco de Constantinopla;