Un evento como la
feria de Bogotá o la de Guadalajara, terminan generándome mucha angustia como lector ambicioso que soy, recorriéndoles, verificamos que realmente son excesivas las ofertas, las
novedades, con excelentes escritores, de una calidad
incuestionable, paradójicamente el tiempo para leer cada vez es más corto. La labor de revistas como “Arcadía” por ejemplo, para hablar hoy solo de esta publicación entre las
muchas que leemos, es muy valiosa en este sentido, constituye un filtro crítico
impecable, que nos sirve de guía para ir oteando lo que pasa en el mundo del
libro, sobre todo en lo que corresponde a la literatura. En lo particular tenía
muchos temores después de la salida de la dirección de Marienne Panasford de Arcadia, pero realmente continuó con su misma filosofía y calidad. La traigo a colación porque le dedicó un número
especial a la feria de Bogotá, que fue excelente, como todo lo que hace.
El papel de la crítica es
fundamental, pese a que es indiferente con autores nuevos, pues poco se
exponen, su capacidad de riesgo es muy poca, no se atreven a hablar de autores
inéditos hasta la fecha, y de hecho tienen poca
referencias y reseñas de las publicaciones de la academia que pasa desapercibida para la gran mayoría del público.
Quiero hablar de la última novela de William Ospina, que se lanzó en la feria, quien a
su labor de ensayista, poeta y crítico avezado, le suma la de novelista. El género de la novela lo permite todo, para
un escritor como William, la oportunidad que le brinda es amplia, pues es un intelectual
a carta cabal, en toda la extensión de la palabra, enamorado de la poesía,
siempre será un poeta, pero con una cultura universal muy valiosa que le sirve para armar historias bien articuladas: historia, estética, arte, poesía y utopía. Sus condiciones de ensayista formidable están
descontadas, además es un agudo crítico literario. Ahí están las “Auroras De La
Sangre”, el trabajo critico más importante de los últimos años en Colombia, más
de cinco libros de ensayos cortos, un trabajo crítico sobre Aurelio Arturo,
nuestro poeta Pastuso. “El año de verano que nunca llego”, es el título de su última
novela, es la cuarta después de la trilogía publicada en los diez años de este
periplo que comenzó con “Ursua”. Me encontré
con una excelente reseña publicada por el periódico el tiempo de Bogotá escrita
por Dasso Saldivar, el biógrafo de Gabo, creo un deber publicarla por su
claridad:
“Fue a mediados de septiembre de 2010, estando en Buenos
Aires, cuando empezó su camino de azares, de sombras y de luces. William Ospina
se dispuso, inmovilizado por una tormenta en el hotel, a verificar en internet
la escritura correcta del complicado apellido de Mary Wollstonecraft, cuando se
encontró repasando con avidez la vida de la autora de Frankenstein, que lo
llevó a su marido Percy Shelley, que lo llevó a Lord Byron, que lo llevó a John
William Polidori, y los cuatro a Villa Diodati, a orillas del lago Leman, donde
estos personajes coincidieron, en parte por el destino y en parte Claire
Clairmont, hermanastra de Mary, la noche que duró tres días del 16 al 19 de
junio de 1816. La historia de este encuentro en esa noche inabarcable, en la
cual se concibieron El vampiro de Polidori y el Frankenstein de Mary Shelley,
se apoderó de tal manera de Ospina que a medianoche estaba ya leyendo sobre 'El
paraíso perdido', pues Milton también había inspirado su poema en la misma
Villa Diodati, en 1638, cuando estuvo visitando a Galileo Galilei, en Pisa”[1]. He leído tan sólo las primeras cincuenta páginas
de esta novela, su textura es absolutamente encantadora, una prosa cargada de
poesía, llena de elementos históricos y que convoca a personajes en materia literaria,
míticos; pocos saben que Polidori era un sirviente de Bayron y que una noche de
tormenta en Inglaterra donde los grandes castillos se vuelven como barcos a la
deriva, aislados entre lluvias eternas, este decidió que todos las personas que estaban en el castillo contaran
o inventaran una historia, para pasar la noche y de este ejercicio nacieron los
vampiros en la voz de Polidori.
Remata Dasso su reseña, contando como se forja esta historia en
el escritor:
“La compleja y azarosa realidad que se perfilaba ante él era
tan fantástica, como habían dicho Conrad y Borges que es casi siempre la realidad,
que pensó que para llegar a ella debía hacerlo por caminos reales, incluso
cotidianos, y que esto es lo que tal vez le daría un valor literario a esas
historias fantásticas y trilladas. La erupción del volcán Tambora, el verano
que no fue al año siguiente por su culpa, la noche de tres días, el encuentro
de los cinco personajes en Villa Diodati, el nacimiento del Vampiro y de
Frankenstein a raíz de una apuesta entre Byron y sus amigos, las consecuencias
y las ramificaciones de estos hechos a través de los siglos venideros, la forma
como esta trama infinita de hombres, historias, amores, traiciones y sueños
había arrobado al escritor, todo eso era el material, el disperso, múltiple y
complejo mundo que estaba entrando a raudales en el libro y que su autor no
sabía cómo encausar y entretejer. No sabía entonces si aquello sería una
novela, un ensayo o un libro de viajes, y quién lo podría contar. ¿Byron,
Shelley, Mary, Polidori o tal vez Claire Clairmont, que los había sobrevivido
durante décadas? Ninguno tenía la perspectiva suficiente, excepto la última, y
Byron, Shelley y Polidori murieron tan jóvenes que tal vez ni siquiera llegaron
a sospechar la trascendencia que tendría su encuentro Villa Diodati y lo que se
gestó durante aquella noche de tres días. Entonces una tarde, mientras esperaba
en la estación de Nottingham el tren para Newstead, William Ospina supo que
solo él podía contarla, y ahí mismo continuó la historia en primera persona en
hojas sueltas. Pronto, desde que el tema se había apoderado de él en Buenos
Aires, el escritor advirtió el tejido de causalidades y efectos, al margen de
su voluntad y aun de sus búsquedas, que lo habían encadenado al tema, lo
conducían mediante hilos extraños y luminosos, y lo habían puesto a trabajar de
forma insomne y febril”.
Es un hecho que la novela como herramienta para recrear
aspectos apasionantes de la historia literaria de la humanidad desde ópticas diversas,
le permitirá escribir verdaderos ensayos con más libertad, invocando la ficcion, desde esta puede mezclar
temas variopintos como lo hace con esta novela, imposible con el rigor que implica escribir un documento, Los encuentros que crea a partir de su investigación no son tan circunstanciales como uno puede creer
al principio por tratarse de una novela, muchos existieron. Espero terminar de leerla y a mis
lectores les llamo a hacerlo igualmente.
Acabo de leer de Javier Cercas: “La velocidad de la luz”, es
una crítica a la guerra a través de dos personajes en un encuentro casual, no
sabía de esta novela que encontré en una librería del usado, que buena.
Ediciones Plutón de Panamá sigue publicando excelentes obras
a precios verdaderamente populares, acabo de adquirir “De profundis” de Oscar
Wilde de nuevo pues un número que había adquirido lo regale en Colombia, sobra
hablar de esta excelente obra.