viernes, 18 de junio de 2010

SE EXTINGUIO EL ULTIMO ESCRITOR COMPROMETIDO


A los 87 años, murió quien fuera el último escritor comprometido con las causas sociales; comunista, pese a todos los anacronismos que dicha militancia implicaba; radical políticamente hablando y excelente escritor, dueño de una prosa exquisita y quien manejaba las técnicas de la novela con una destreza envidiable.

Saramago, representa para la literatura, un caso aparte, excepcional por la calidad de una prosa, que perfeccionó a fuerza de disciplina y tenacidad. Nunca perteneció a ningún círculo literario específico, escuela o vanguardia. Se fue haciendo a pulso y el itinerario de su consolidación como prosista, se puede seguir cronológicamente a través de su obra, que se va volviendo más perfecta en cada publicación. Javier Rodríguez Marcos del periódico “El País” de España, dice: "El autor de La balsa de piedra fue poeta antes que novelista de éxito y antes que poeta, pobre. Unido el periodismo a esos otros tres factores (pobreza, poesía y novela) se entenderá la fusión entre preocupación social y exigencia estética que ha marcado la obra del único Premio Nobel de la lengua portuguesa hasta hoy.” Sofía Moro, en el mismo diario escribe: “José Saramago siempre fue algo más que un escritor. "Un aprendiz", sería su respuesta. Así se presentó ante la Academia Sueca cuando recogió el Premio Nobel de Literatura, el primero concedido a un autor portugués, hace ahora 10 años. "Un maestro, el maestro", puntualizaría el crítico más exigente del universo, Harold Bloom. Para el autor de El canon occidental, Saramago, que este noviembre ha cumplido 86 años, es "el novelista vivo más talentoso del mundo" y "uno de los últimos titanes". Como un titán ha escrito su último libro, El viaje del elefante (Alfaguara). Un triunfo del lenguaje, la imaginación y el humor, arrancado literalmente a la muerte.”

Me duele profundamente su muerte, por todo lo que representó como persona y como escritor; por la indiscutible calidad de una obra hecha sobre el marco de los grandes interrogantes humanos, sus novelas dejan ver, la lucha desigual  del hombre comun, inequidad que no se resuelve,   en medio de poderes imbatibles, que inexorablemente siempre lo avasallan. Saramago, odiaba las injusticias sociales y nunca cesó en sus denuncias, su obra en parte se construye con este proposito.

Alguna vez escribió en su blog: “Empezar a leer fue para mí como entrar en un bosque por primera vez y encontrarme de pronto con todos los árboles, todas las flores, todos los pájaros. Cuando haces eso, lo que te deslumbra es el conjunto. No dices: me gusta este árbol más que los demás. No, cada libro en que entraba lo tomaba como algo único”. Fue un lector infatigable, pero viendo su obra, creo que siempre leyó en función de la escritura.

En un escrito Javier Rodríguez con absoluta inteligencia dice: "José Saramago era el más hispano de los escritores portugueses contemporáneos. En eso, aunque sin cambiar de lengua, seguía una larga línea que incluye a autores clásicos como Jorge de Montemayor o Gil Vicente". Nada más cierto, pese a representar para la lengua portuguesa una verdadera revolución.

Siempre queda la obra, volveremos a ella, como homenaje a quien nos entrego horas de lecturas inigualables. Empezaré por aquellas que más me marcaron: “ el cerco de Lisboa”. Amanecerá y veremos.

lunes, 14 de junio de 2010

LA EVASION DEL NARRADOR

Este es el nombre del prologo escrito por Fernando Savater, de su libro “La infancia recuperada”. Resulta curioso comentar un prologo y no el texto, mucho más si es de una obra publicada hace veinte años, cuya factura excelsa y por su puesto su agradable lectura, mantienen una vigencia excepcional. El texto se refiere a lo que nos gusta leer, la relación entre el lector y la historia. Toma el tema desde una esclerótica simple, pero vital, frente al agotamiento de los lectores en un mundo cargado de imagines. Cuales son las historias que nos gustan y frente al texto que diferencia una historia de una narración. El autor primero habla de las historias, de aquellas aventuras, llenas de personajes, dice enfáticamente: “llamó historia a esos temas que le gustan a los niños, el mar, las peripecias de la caza, las respuestas de astucia y energía que suscita el peligro, el arrojo físico, la lealtad a los amigos o al compromiso adquirido, la protección del débil, la curiosidad dispuesta a jugarse la vida para hallar satisfacción, el gusto por lo maravilloso, la fascinación por lo terrible, la hermandad con los animales”.

Habla a renglón seguido, de la novela moderna, de la subjetividad excesiva del texto, de cierto vacio de la narración, trata temas secundarios, existenciales, los cuales no tienen una historia, en el mejor sentido clásico; toma como ejemplo emblematico a Proust. Francisco Calvo Serraller, en un articulo en el suplemente Babelia del periódico “el país “, refiriéndose al mismo prologo, desde el discurso literario establece que: "El tema que se plantea a lo largo de todo este capítulo gira en torno a las diferencias entre narración y novela, pero no sólo en tanto des modos específicos del discurso literario sino en cuanto ambos géneros expresan dos estilos o actitudes determinados de existencia, dos modos de entender la vida si se quiere. Narración y novela son dos géneros literarios cuya posible comparación exige un punto de vista forzosamente histórico, puesto que histórica ha sido su fortuna literaria. no creo que sea esta la intención de Savater, su analísis pese a ser detallado,  en esencia trata de rescatar al lector hedoníco, lo que se denomina el placer del texto ( Bathes ), pero desde la historia que se nos narra.

Savater, tomo como sustrato de su análisis, el ensayo de Walter Benjamín, " El narrador”, que le permite dilucidar la posición de lector hedónico, pero que el autor desglosa de manera muy simple: ? Qué es lo que nos cuentan? , en cierto modo se refiere a la técnica, a la forma como se cuenta una historia, pero lo hace, pensando como lector, por fuera de las formalidades narrrativas  . Dice Benjamín en el texto:

". El arte narrar se aproxima a su fin, porque el aspecto épico de la verdad es decir, la sabiduría, se está extinguiendo. Pero éste es un proceso que viene de muy atrás. Y nada sería más disparatado que confundirla con una «manifestación de decadencia», o peor aún considerarla una manifestación «moderna»".

En el fondo, pese a las diferencias técnicas que describe, Savater busca rescatar el valor de  las historias como tal, los grandes temas de la naturaleza humana, amparados en aquellas aventuras épicas, cargadas de un sino trágico, pero que tienen un principio y un final, se dejan contar y por lo tanto se dejan leer. Trata por ello el tema de la complicidad, esa manera intimista de acércanos al texto, de comprometernos con él, como solíamos hacerlo con las lecturas de la niñez. De hecho el autor se refiere al decrecimiento actual del gusto por las narraciones. Creo, que esto no es tan cierto, lo que hoy llamamos novela negra y novela policiaca, constituye un género que parece suplir el gusto por las historias totales.

Dice el autor al final del texto:" El universo de los cuentos tiene su centro en el espíritu humano y todo gira en torno a sus conflictos, sus creaciones y sus propósitos, la novela en cambio es un genero descentrado, excéntrico, que mimetiza de algún modo el despliegue mecánico de las fuerzas materiales, carentes de proyecto y hostiles o ignorantes frente al proyecto humano”.

Borges en superstición ética del lector escribe:

La condición indigente de nuestras letras, su incapacidad de atraer, han producido una superstición del estilo, una distraída lectura de atenciones parciales. Los que adolecen de esa superstición entienden por estilo no la eficacia o la ineficacia de una página, sino las habilidades aparentes del escritor: sus comparaciones, su acústica, los episodios de su puntuación y de su sintaxis. Son indiferentes a la propia convicción o propia emoción: buscan tecniquerías (la palabra es de Miguel de Unamuno) que les informarán si lo escrito tiene el derecho o no de agradarles. Oyeron que la adjetivación no debe ser trivial y opinarán que está mal escrita una página si no hay sorpresas en la juntura de adjetivos con sustantivos, aunque su finalidad general esté realizada. Oyeron que la concisión es una virtud y tienen por conciso a quien se demora en diez frases breves y no a quien maneje una larga. (Ejemplos normativos de esa charlatanería de la brevedad, de ese frenesí sentencioso, pueden buscarse en la dicción del célebre estadista danés Polonio, de Hamlet, o del Polonio natural, Baltasar Gracián.) Oyeron que la cercana repetición de unas sílabas es cacofónica y simularán que en prosa les duele, aunque en verso les agencie un gusto especial, pienso que simulado también. Es decir, no se fijan en la eficacia del mecanismo, sino en la disposición de sus partes. Subordinan la emoción a la ética, a una etiqueta indiscutida más bien. Se ha generalizado tanto esa inhibición que ya no van quedando lectores, en el sentido ingenuo de la palabra, sino que todos son críticos potenciales.”

El tema es variopinto, pero se reduce al arte de narrar, a la inconmensurable tarea de mantener al lector en vilo, a saber contar historias.