sábado, 18 de junio de 2011

JORGE SEMPRUN

Se nos han ido muriendo poco  poco la pléyade de pensadores mayores, que  interpretaron, escribieron y debatieron en Europa, en los convulsionados años de la posguerra, en un afán por comprender los conflictos  políticos y bélicos,  trágicos por demás, que envolvieron a este continente en el siglo XX. Semprun es el último de estos faros.  El ministro de Cultura francés, Frédéric Mitterrand, por medio de otro comunicado, se refiere a Semprún como a un "escritor mayor" y como "uno de los más hermosos ejemplos de pensador comprometido con el ideal europeo".  la lectura de la excelente novela “Un largo Viaje” es una de la experiencias más lúcidas y gratas que he tenido como lector.  Semprún, quien escribió la mayoría de su obra en Francés,  nunca denostó de su patria España, vivió  siempre entre el amor de estos países y trabajó incansablemente por el ideal Europeo desde la experiencia de la escritura .  Quiero traer su despedida en un discurso que lo define en su totalidad:

MI ÚLTIMO VIAJE A BUCHENWALD

Los escritores son los únicos capaces de mantener vivo el recuerdo de la muerte. En ese campo de concentración, que fue nazi y después estalinista, pueden encontrarse las raíces de la construcción de Europa
Ahí, en un antiguo campo de concentración nazi convertido en prisión estalinista, es donde debemos celebrar la Europa democrática. Contra todas las amnesias.

En un magnífico artículo, Catherine Herszberg evocó hace poco (Libération, 13 de febrero) una visita a Auschwitz, con ocasión del 65º aniversario del descubrimiento del campo por parte del Ejército Rojo. Acompañó allí a una vieja familiar, antigua deportada. Y su relato -lleno de ironía corrosiva, una mirada precisa y una emoción contenida- confirma con brillantez una idea que comparto desde hace años: la escritura y los escritores son los únicos capaces de mantener vivo el recuerdo de la muerte. Si no, si los escritores no se apoderan de esa memoria de los campos de concentración, si no la hacen revivir y sobrevivir mediante su imaginación creadora, se apagará con los últimos testigos, dejará de ser un recuerdo en carne y hueso de la experiencia de la muerte.

El texto de Catherine Herszberg se titulaba precisamente, de forma premonitoria, Los funerales de la memoria.

Sin embargo, pese a la pertinencia entristecida de ese relato, pese a su análisis lúcido y desengañado de las trampas, las dificultades y los errores inevitables de las conmemoraciones oficiales, el 11 de abril estaré en Buchenwald, en la explanada en la que se pasaba lista a los prisioneros, para tomar la palabra durante la ceremonia conmemorativa de la liberación del campo por parte de los soldados estadounidenses del Tercer Ejército del general Patton. He aceptado la invitación que me han hecho la ministra-presidenta del Gobierno de Turingia, Christine Lieberknecht, y el director del Monumento de Buchenwald-Dora, mi amigo el profesor Volkhard Knigge.

¿Por qué lo he hecho, por qué motivos?

Por una razón principal, de la que derivan todas las demás, que son complementarias: porque es la última vez. Quiero decir, desde luego, la última vez para mí. Dentro de cinco años (las conmemoraciones oficiales, probablemente para subrayar su solemnidad, se celebran con un ritmo quinquenal), en el 70º aniversario del descubrimiento y la liberación de los campos, yo ya no estaré.

Por última vez, pues, el 11 de abril, ni resignado a morir ni angustiado por la muerte, sino furioso, extraordinariamente irritado por la idea de que pronto ya no estaré aquí, en medio de la belleza del mundo o, por el contrario, en su grisácea insipidez -que en este caso concreto son la misma cosa-, por última vez, diré lo que creo que tengo que decir.

¡Se comprenderá que no quiera perderme semejante ocasión!

En primer lugar, la explanada de Buchenwald, bajo el viento glacial del Ettersberg -un viento de una eternidad mortífera, que sopla sin cesar, incluso en primavera-, es un lugar idóneo para hablar de Europa. Porque Buchenwald fue un campo nazi hasta abril de 1945. Los últimos deportados, partisanos yugoslavos, salieron de él en junio de ese año.

Ahora bien, el campo volvió a abrirse en septiembre con el nombre de Speziallager n° 2, campo especial número 2 de la policía soviética en la zona de ocupación rusa.

Fue en 1950, tras la creación de la República Democrática Alemana (RDA), cuando el campo se cerró y se transformó en lugar para el recuerdo. Pero hubo que esperar a 1989, a la caída del Muro de Berlín y el imperio soviético y la reunificación democrática de Alemania, para que Buchenwald pudiera asumir sus dos memorias, su doble pasado de campo de concentración sucesivamente nazi y estalinista.

Es, por tanto, un lugar ideal, único, para reflexionar sobre Europa, para meditar sobre su origen y sus valores. Para recordar a los jóvenes visitantes -miles cada año-, a los estudiantes del mundo entero que hacen allí cursillos de historia, que las raíces de Europa pueden encontrarse en ese lugar, en las huellas materiales del nazismo y el estalinismo, contra las cuales, precisamente, se inició la aventura de la construcción europea. Unas huellas visibles a simple vista: en lo alto de la colina, la chimenea achaparrada del crematorio, apagada para siempre, recuerda a las decenas de miles de muertos del campo nazi, a quienes encontraron su tumba en las nubes, como escribió Paul Celan. Al pie del Ettersberg, en cambio, en los límites del antiguo campo de cuarentena, un joven bosque plantado por las autoridades de la RDA oculta las fosas comunes en las que están sepultados, en desorden, anónimos, los miles de cadáveres del campo estalinista.

Es un lugar ideal, la explanada de Buchenwald, para recordar el origen de Europa, pero también para pensar en su futuro, en este momento de crisis, involución, falta de aliento y empuje. Un momento en el que viene a la memoria la frase de Edmund Husserl, pronunciada en Viena en 1935, en pleno apogeo de los totalitarismos: "El mayor peligro para Europa es el cansancio".

Hoy, para emplear las palabras del gran escritor europeo Claudio Magris, lo fundamental ya no es luchar contra los totalitarismos, sino combatir los particularismos, convertir esta problemática suma de 27 países libres en una estructura multiforme y orgánica con una misma razón democrática.

Por otra parte, parece que este año participarán en las ceremonias de conmemoración veteranos estadounidenses del Tercer Ejército de Patton. Una ocasión perfecta para recordar el papel decisivo que desempeñaron en la liberación del campo los soldados afroamericanos de los batallones de choque, los jóvenes soldados hispanos del sur de Estados Unidos, con un habla castellana fluida y melodiosa, los hijos de los granjeros de la Norteamérica profunda que descubrieron, en aquella guerra justa y terrible, los valores universales de su democracia. El 11 de abril de 1945, mientras las vanguardias acorazadas de Patton, después de vencer y dispersar a la guarnición de Buchenwald y los hombres de la división SS Totenkopf, atacaban con éxito Weimar -rodeando el campo propiamente dicho, al que los estadounidenses no volvieron hasta 24 horas más tarde-, un jeep del ejército se presentó en la inmensa entrada del recinto.

Un jeep solitario en el estrépito de la batalla. Dos hombres de uniforme. Uno de ellos era civil, quizá periodista. El otro era un oficial, primer teniente. Pero lo importante no es eso. Lo importante son sus nombres. El civil se llamaba Egon W. Fleck, el oficial, Edward A. Tenenbaum. Decid estos nombres en voz alta y contened vuestras risas, contened vuestras lágrimas. Dos judíos norteamericanos fueron los primeros en franquear la entrada al campo de Buchenwald, acogidos como vencedores por los hombres en armas de la resistencia antifascista.

En los archivos estadounidenses puede verse el informe preliminar sobre Buchenwald que redactaron Fleck y Tenenbaum el 24 de abril de 1945 para sus superiores militares. Todavía se sienten su sorpresa, su trastorno y su emoción, tanto tiempo después. Pero esta increíble ironía de la Historia, esta burla ontológica que significa la presencia de Fleck y Tenenbaum (judíos americanos, pero de origen alemán bastante reciente; la prueba está en su informe preliminar, redactado en inglés pero en el que emplean la palabra alemana panzerfaust para referirse al bazuca, el arma individual anticarros) en la puerta de Buchenwald, esta maravillosa casualidad, nos remite a una verdad indiscutible.

Cuando todos los testigos -deportados y resistentes- hayan desaparecido, pronto, de aquí a unos años, permanecerá todavía una memoria viva, personal, de la experiencia de los campos de concentración, una memoria que nos sobrevivirá, que es la memoria judía. El último que recordará, mucho después de nuestra muerte, será uno de esos niños judíos que vimos llegar a Buchenwald en febrero de 1945, evacuados de Auschwitz, después de haber sobrevivido milagrosamente al frío, el hambre, el viaje interminable en vagones de mercancías, con frecuencia a la intemperie, para dar testimonio en nombre de todos los desaparecidos, los náufragos y los escapados, los judíos y los goyim (los no judíos), las mujeres y los hombres. ¡Larga vida al tornasol judío que refleja toda nuestra muerte!

Jorge Semprún es ex ministro de Cultura. Perteneció a la resistencia comunista y fue deportado de Francia a Buchenwald en 1943. © Le Monde, 2010. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

He tomado de la red esta pequeña biografía:

Novelista y guionista español nacido en Madrid. Al finalizar la guerra civil española se exilió junto a su familia en Francia. Estudió Filosofía en La Sorbona y participó en la Resistencia francesa, siendo detenido en 1943 por la Gestapo y deportado a Buchenwald. Fue dirigente del Partido Comunista Español, bajo el seudónimo de Federico Sánchez, y expulsado en 1964. Entre su producción narrativa destacan, El largo viaje, quizá su mejor novela, El desvanecimiento (1967), La segunda muerte de Sánchez (1977, premio Planeta), Aquel domingo... (1980), La algarabía (1981), La montaña blanca (1987), Netchaiev ha vuelto (1988), Ramón Mercader (1969, premio Fémina), Autobiografía de Federico Sánchez (1993) y Veinte años y un día (2004). Es autor, entre otros, de los guiones cinematográficos de La guerre est finie y Stavisky para Alain Resnais, Z, La confesión y Section Spéciale para Costa-Gavras y Las rutas del sur para Joseph Losey. Son notables sus ensayos, La escritura o la vida y Adiós luz de veranos. Fue ministro de Cultura en el gobierno socialista de Felipe González entre 1988 y 1991. Jorge Semprún fue un singular escritor que se movió con facilidad entre la autobiografía y la novela, y que a pesar de su nacionalidad española, sorprendió escribiendo en francés, de modo que aquello que encuentra de él el lector español es siempre una traducción. Su experiencia en el campo de concentración de Buchenwald marcó el carácter de toda su obra, dónde desarrolla el tema de sus vivencias a lo largo de la II Guerra Mundial, sus trabajos para la resistencia, su reclutamiento en los campos y su rechazo del estalinismo.

martes, 14 de junio de 2011

JORGE LUIS BORGES EN EL ANIVERSARIO DE LOS 25 AÑOS DE SU MUERTE


Hoy se cumplen 25 años de la muerte del más grande y universal escritor del siglo veinte.

En estos veinticinco años de su muerte, Borges se ha constituido en el autor más leído del orbe. Al igual que el quijote de Cervantes, Siempre alguien está leyendo uno de sus textos. Otro fenómeno es el cumulo infinito de estudios sobre su obra por grupos especializados, autores connotados, fundaciones y universidades, confirmando el hecho de ser una sinfonía abierta presta a mil lecturas e interpretaciones y rica en matices. Nunca he negado el hecho de ser un Borgiano enfermizo y me parece que sus entrevistas y conversaciones ameritan un estudio crítico aparte, pues estas son una obra al margen, tan valiosas como sus libros de ensayos y ficción. Muchas son las citas sobre este autor, pero he querido traer algunas muy reveladoras y que en mi criterio lo definen a cabalidad. Guillermo Martínez el excelente escritor argentino, Borgiano confeso, expresó sobre el encanto excepcional que produce su obra y su imagen:


Lo que lo diferencia o destaca de todos los otros es un curioso efecto de su fama, una fatalidad del aura creada a su alrededor por los lectores "con previo fervor", cierto fenómeno de religiosidad en torno a su figura y su literatura, que ya señaló muy bien Juan José Saer. Se lee a Borges como los cabalistas leen la Biblia, creyendo que todo está allí, que cada frase tiene una razón de ser, que cada conexión es la precisa, que nada sobra, que nada falta, y que si hay cosas que no vemos es porque no hemos pensado lo suficiente, o porque no tenemos la fe suficiente. La historia le reservará un lugar en primera fila entre los grandes escritores de todos los tiempos. Su nombre se une fácilmente al de Homero. Y más allá de la coincidencia icónica de la ceguera, un lugar así no parece excesivo, sino de estricta justicia poética. Aunque espero que no corra la suerte amputada de otros clásicos, que siempre son citados para nunca ser leídos.

En un breve ensayo, la crítica Beatriz Sarlo, trataba de dilucidar por qué Borges es Borges:

Borges fue Borges porque se propuso escribir sobre un poeta menor, Evaristo Carriego, porque publicó en Crítica (un diario popular, sensacionalista y chantajista) los textos 'menores' de Historia universal de la infamia. Borges fue Borges porque se negó a las grandes poéticas de fin de siglo y de las vanguardias (se negó al modernismo, al simbolismo, al surrealismo) y buscó una voz en las líneas menores y en la literatura gauchesca. Sin duda, leyó todo. Pero un escritor no es todo lo que lee. Un gran escritor es, más bien, todo lo que rechaza de lo que lee. Todo lo que se niega.

Por eso, el tono de Borges es atenuado. Esas dobles y triples negaciones que se leen en sus textos son formas de la atenuación, de la afirmación indirecta, de lo que los ingleses llaman el understatement, una palabra que caracteriza más que ninguna otra a Borges: decir menos de lo que se quiere decir, contar menos de lo que cualquier otro hubiera contado. Cuando Borges recuerda, admirado, el pudor de unos versos de Enrique Banchs, podemos creerle porque el pudor, la negativa a mostrar del todo, es una marca original de su propia literatura.

Borges eligió lo 'menor' dentro de las tradiciones mayores: el policial, la reseña de libros, las versiones de otros textos, la traducción. Se hizo experto en disfraces (una estrategia que los menores usan para superar a los mayores) y por eso escribió ensayos que son en realidad cuentos, y relatos que tienen la forma del ensayo. Por eso también, Borges tuvo la astucia de las citas. Nadie más astuto, nadie más engañador en el uso de la cita: nunca pueden creerse del todo, nunca están en el lugar completamente adecuado y, muchas veces, parecen arbitrarias, puestas como para mostrar otra cosa. Las citas no son un aparato de pruebas, no son una red de seguridad en los textos de Borges. Las citas son, por el contrario, el lugar donde un escrito se fractura y corre peligro. Sólo la prosa académica piensa que es fácil seguir adelante después de una cita.

Borges citaba para no escribir y escribía para citar. Ese gesto es humilde sólo en apariencia. El elogio de la lectura, que hizo muchas veces, es el elogio de la cita. El uso de la cita fue un programa de relación con la literatura mundial de la que la argentina era una zona mínima. Quizás esto Borges lo supo antes que ningún otro.

Siempre estoy leyéndolo y religiosamente recopilo estudios críticos sobre su obra. La lectura de sus textos para mi son de  un encanto excepcional, su obra se renueva con cada lectura, es una oda abierta con mil bifurcaciones, constituye por sí sola un universo inmenso. Esta podría ser un guía única de la literatura universal, desde una perspectiva absolutamente especial,  pero hecha desde la esclerótica de un lector atento y diferente a todo. Borges reinvento la lectura.

Harold Bloom escribió a propósito del aniversario de su muerte hace diez años:

Diez años después de su muerte, Borges emerge claramente como el único autor del siglo veinte que resulta más emblemático de los valores estéticos aún esenciales para la supervivencia de la literatura canónica universal. Ocupa esta posición, no sólo con respecto a las letras hispanoamericanas, sino a toda la literatura occidental y quizás, incluso, a la literatura mundial. No es exagerado decir que Borges, consciente y exitosamente, encarnaba la "idea" misma de literatura tradicional. A través de su obra, llegó a representar a Dante y a Shakespeare, a Cervantes y a Joyce, para nuestra era que, en el último tramo del siglo, sigue buscando detrás de su estandarte. Borges se volvió sinónimo de romance literario: es hoy su Caballero de la Triste Figura. Como Don Quijote, no puede ser derrotado, al menos no en su propio reino.

Quiero dejar, las palabras de Tabucci, sobre el encuentro con su obra, que para mí son un ejemplo de lo que produce el primer contacto con este grande de las letras:

Hace un tiempo, una revista francesa publicó una insólita noticia: que Jorge Luis Borges no existía.

Su figura, divulgada con ese nombre, habría sido solo el invento de un grupito de intelectuales argentinos (entre ellos, naturalmente Bioy Casares) que simplemente habían publicado una obra colectiva detrás de la creación de un personaje ficticio. Y que la persona conocida como Borges, aquel viejo ciego con bastón y sonrisa árida, era un actor italiano de tercer orden (la revista mencionaba incluso el nombre, pero no lo recuerdo) contratado años antes para hacer una broma, y que había quedado cautivo dentro del personaje resignándose finalmente a ser Borges "de verdad".

La noticia era tan borgeana que de por sí resultaba divertida; pese a que enseguida pensé que detrás de esa travesura no podía estar otro que el mismo Borges. Por lo demás, se trata de un discurso que se remonta a mucho tiempo atrás, cuando el "caso" Borges estalló en Europa. Quien lo hizo estallar fue, como es sabido, Roger Caillois, gran explorador de la literatura, quien finalmente había descubierto a un escritor exótico que, sin ser realmente exótico, podía proponer al lector francés algo muy distinto de los temas asfixiantes y provincianos en los que parecía haber caído por esos años la literatura francesa. El éxito decretado por Francia decretó inmediatamente el éxito europeo y Borges, con la ironía que siempre supo utilizar respecto de sí mismo, declaró ser "un invento de Caillois". El llamado boom de la literatura sudamericana hizo el resto: el mercado cultural confeccionó a Borges, insertó su narrativa en ese fantástico que fue adosado a la literatura latinoamericana como un emblema y Borges se encontró, probablemente a su pesar, representando el estilo de todo un continente.

Pero más allá de estas consideraciones, lo que quiero decir es sobre todo que el rechazo de la identidad personal por parte de Borges (ser Nadie) no es solo una irónica postura existencial sino justamente el motivo central de su narrativa, el núcleo a partir del cual parecen autogenerarse todos los grandes motivos que la caracterizan: el tiempo circular (por ejemplo, el cuento El Aleph), la indefectibilidad de la memoria (Funes el memorioso), el laberinto (El inmortal), el espejo (La secta del Fénix), el mundo como libro (La biblioteca de Babel), la imposibilidad de la delimitación entre el bien y el mal (Tres versiones de Judas, Tema del traidor y del héroe) y todas las demás metáforas de lo real que él inventó para ilustrar su representación del mundo o, para decirlo con "su" Schopenhauer, el mundo como voluntad de representación. En el cuento La forma de la espada, Borges afirma por boca de su personaje a John Vincent Moon la siguiente convicción: "Lo que hace un hombre es como si lo hicieran todos los hombres. Por eso no es injusto que una desobediencia en un jardín contamine al género humano; por eso no es injusto que la crucifixión de un solo judío baste para salvarlo. Acaso Schopenhauer tenga razón: yo soy los otros, cualquier hombre es todos los hombres, Shakespeare es de algún modo el miserable John Vincent Moon."

¨Jorge Luis Borges era ateo? Me inclino a creer que no (o, si se puede decir, no totalmente). Quizá más que Schopenhauer, a quien citan frecuentemente sus escritos, en su obra hay una gran alma spinoziana, una especie de ectoplasma colectivo que recoge a todo el género humano. Y que acoge, en literatura, a toda la literatura (o su "esencia"), más allá del orden diacrónico; un orden que puede posponer a Homero respecto de Leopardi o Proust.

La gran lección de ese Maestro que siempre rechazó irónicamente "ser" deriva quizás esencialmente de esto: que también la literatura, como el género humano, es una idea colectiva, una especie de alma de la cual participan todos los que han escrito. Utilizar a Borges, plagiarlo -aun paródica o irónicamente-, es un derecho que él nos concede. Porque creo que Borges "es" justamente eso: una fe soberana en la literatura y al mismo tiempo, paradojalmente, su radical negación: una solemne lección de escepticismo.

Tal vez por eso Borges tuvo detractores encarnizados tanto en la derecha como en la izquierda: porque dio a entender claramente, a través de sus metáforas literarias, su no adhesión a ninguna fe que no se basara ante todo en su escepticismo.

¨A qué adhirió realmente Borges? Me lo he preguntado a menudo más allá de sus circunstanciales elecciones políticas, muchas veces francamente irritantes.

Borges adhirió solamente a su inteligencia. Aparte de esta, no veo, en profundidad, ninguna otra adhesión. Con frecuencia he pensado que era un ilustrado que vivió fuera del Siglo de las Luces y que ya conocía el Novecento, algo así como un ilustrado "para atrás".
Me doy cuenta de que lo que digo puede parecer confuso y tal vez lo sea. Pero en la percepción que Borges tiene del mundo hay un sello, una nota que, en mi opinión, tiene justamente este significado: intentar la racionalización de la Babel de lo real sin la fe en la idea de progreso. Ubicarlo ideológicamente, pese a ciertas adhesiones de su vida, me parece por lo tanto estéril y quizá prematuro. Lo hará algún día la posteridad, si el mundo todavía puede disponer de semejantes valoraciones. Decir de él que es un escritor importante significa, sin duda, proclamar una obviedad y, críticamente, carece de valor. No obstante, su importancia no puede ser negada ni siquiera por quienes lo denigran (y no son pocos); y esto, desde el punto de vista crítico, significa algo. Su gusto por la invención y la paradoja, su capacidad para cuestionar lo que parecía definitivamente aceptado, su saber burlarse de las normas estéticas y morales son demostraciones de una agilidad intelectual indiscutible. Una consideración aparte merece además su capacidad para indagar la zona de sombra de lo real, para transmitirnos la idea de que lo evidente, lo obvio -en otras palabras, lo efectivo- poseen lados oscuros e insospechados que pueden alterar lo efectivo, darlo vuelta, además de ponerlo en jaque.

Este tipo de sutil operación, Borges la realizó sobre todo en sus cuentos llamados realistas (definición aceptada por él mismo), y entre los cuales me gusta citar por lo menos "Emma Zunz" (de "El aleph"), "Hombre de la esquina rosada" (de "Historia universal de la infamia") y "El Evangelio según Marcos" (de "El informe de Brodie"). Los cuentos realistas de Borges, muchos de los cuales salieron en la revista "Sur", de Buenos Aires, que él tomó en parte de hechos de la crónica (creo que es importante subrayar la atención que Borges dedicó a la crónica), para mi gusto personal son lo mejor que nos ha dado su narrativa: justamente porque, con el procedimiento de un extraño detective, transmitió, casi como un contagio, la duda sobre lo que es "verdadero", la desconfianza de la evidencia, la idea de la sustancia equívoca de la vida. Tomemos por ejemplo el cuento "Emma Zunz". Borges cuenta la historia (efectivamente ocurrida en Buenos Aires) de una chica judía de origen alemán que para vengar la muerte del padre se hace violar por un marinero desconocido para poder asesinar al hombre que había arruinado a su familia y darle a la policía una justificación válida. El cuento termina con estas palabras: "La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Igualmente verdadero era el ultraje que había padecido. Solo eran falsas las circunstancias, lahora y uno o dos nombres propios".

Al indagar la paradoja de la vida y aplicarla a la literatura, creo que, esencialmente, Borges quiso significar que el escritor es, ante todo, un personaje en sí mismo. Si queremos creer en su paradoja y aceptar jugar su juego, tal vez nos esté permitido decir que Jorge Luis Borges, personaje de alguien que se llamaba como él, en cuanto tal no existió nunca. Es probable que su vida sea un libro.









domingo, 12 de junio de 2011

RUDIGER SAFRANSKI

"ROMANTICISMO. UNA ODISEA DEL ESPÍRITU ALEMÁN”
Los libros de este excelente filósofo y biógrafo alemán, son de una factura impecable. Cuando se lee a pesar del rigor académico de sus investigaciones y la riqueza textual, realmente se vive y se siente intensamente el descubrimiento de las claves del pensamiento del autor que trata, desde lo más intimo de su fuerza creadora, nos devela magistralmente la intricada trama de eventos que confluyen sobre la vida y la génesis de un hombre, acompañado siempre del estudio de las influencias intelectuales de cada época, del entorno familiar, no para darnos datos insustanciales, sino las claves de un itinerario vital.. Sus libros se leen con una pasión que desborda el pesado mundo de casi todos los libros de filosofía. El libro sobre Nietzsche, por ello se titula: “Biografía de su pensamiento”. He decidido transcribir una entrevista a propósito de la lectura que vengo haciendo de su último libro sobre el romanticismo Alemán.

Esta entrevista apareció en el suplemento Ñ de “Clarín” de Buenos Aires y otra a proposito de la visita hecha a la feria de Madrid España:

-¿Qué pasaba en su país en el inicio del siglo XIX para que surgiera un movimiento tan particular, interesante y complejo como el romanticismo?


-En ese momento, Alemania no era todavía una “nación” en sentido político, sino una unión cultural, lingüística. De ahí la importancia del arte, la música, la filosofía y la literatura, que ocupaban un lugar privilegiado en el ambiente burgués. Esto dio gran empuje a todo el movimiento literario-filosófico y permitió que la “generación” en torno al 1800 saliera a escena con proyectos audaces. Querían producir una revolución en el terreno del espíritu, despertar la originalidad y la fantasía del individuo. Florecía un deseo renovado del “yo”: en el centro de la atención se encontraba el “sujeto”, con sus sueños, pensamientos, fantasías. Había un gran gusto por la experimentación y un anhelo de lo infinito. Todo eso confluye en una disposición general del espíritu que luego recibe el nombre de Romanticismo.

-¿Cree que fue el momento más elevado de Alemania en cuanto a la producción de ideas filosóficas, literatura, poesía, arte?
-Sí, fue un momento de apogeo. Pero no olvidemos que el Romanticismo se hallaba íntimamente ligado a otras corrientes: el Clasicismo, el Idealismo, etcétera. En Jena, por ejemplo, bastaba con cruzar de acera para que se encontraran el Romanticismo y el Clasicismo. Los románticos eran los más jóvenes y rebeldes, y se disputaban la autoridad con los que eran un poco mayores, con Schiller por ejemplo. Goethe en cambio era admirado y honrado por los románticos, algo de lo que no renegaba pues se sentía halagado. También en la filosofía descollaban figuras que contribuyeron al apogeo del Romanticismo. Fichte, Schelling, Hegel: todos estuvieron inspirados por el espíritu romántico. ¡Y ni qué hablar de la música! El Romanticismo hizo de la música el lenguaje del alma. Durante este período la música devino en un lugar sagrado, cuyos profetas eran Beethoven y después Schubert y Schumann…

-En su libro “Romanticismo”, usted señala que la Revolución Francesa fue “el triunfo de la tiranía de la razón”. ¿Es un triunfo contra el individuo?

-La Revolución Francesa tuvo su origen en el espíritu de emancipación, pero luego terminó desarrollando un nuevo terrorismo del conformismo. La sociedad entera fue sometida a un nuevo tipo de razón y de virtud. La religión quedó mal parada, triunfó la utilidad económica…

-Usted afirmó que “el romanticismo es también una continuación de la religión con medios estéticos”. ¿Cómo considera el romanticismo a la religión?

-El presupuesto del Romanticismo fue una crítica abierta, ilustrada a la religión, es decir que cuando el Romanticismo entra en escena, la religión ya está debilitada. El Romanticismo considera la religión oficial, con sus dogmas e instituciones, muy limitada. Pero a diferencia de la Ilustración, no persigue el desencantamiento liso y llano de lo misterioso, sino que quiere conservar lo enigmático, lo infinito, lo misterioso, y no como una manifestación autoritaria impuesta desde afuera, sino como una “manifestación del alma”, esto es, una subjetivación de lo religioso. Lo que les preocupa a los románticos en primer lugar no es la moral sino las percepciones estéticas, ya sea en el arte, la literatura, la filosofía, la música. Por eso podemos decir que el Romanticismo sustituye la relación dogmática-moral con la religión por una unión estética-perceptiva con lo trascendental, es decir, es la continuación de la religión con recursos subjetivos, estéticos. En este punto podemos observar algunas similitudes con el tipo moderno de religiosidad…

-¿El Romanticismo jaqueó al cristianismo al ampliar la oferta de lecturas? La Biblia deja de ser la lectura por excelencia…
-Sí, el gran filósofo de la religión durante el Romanticismo, Friedrich Schleiermacher, considera que la Biblia es un buen libro, pero que en realidad cada uno puede hacerse su propia Biblia, encontrar su religión en su alma. Para Schleiermacher la religión es “sentido y gusto por lo infinito”.

-¿Cómo se puede entender la presencia del Romanticismo en el nacionalsocialismo?

-Los románticos se iniciaron muy centrados en lo subjetivo y luego fueron descubriendo el sentimiento de comunidad, y finalmente también el sentimiento de unión nacional, de historia nacional. Comenzaron a recolectar canciones y cuentos populares, etcétera. Pero abogaron siempre por la libertad y no eran nacionalistas. Pese a esto, más tarde los nacionalistas, y de hecho también los nacionalsocialistas, gustaron de remitirse al sentimiento nacional de los románticos. Esa instrumentalización posterior llevó en algunas ocasiones al –injusto– descrédito de los románticos. Finalmente, los ideólogos del nacionalsocialismo advirtieron que los románticos no cuadraban del todo con sus conceptos agresivos, racistas, y postularon su propio romanticismo que llamaron “romanticismo de acero” y que poco tiene que ver con el verdadero romanticismo.


-¿Qué marcas dejó el Romanticismo en la cultura alemana?


-La cultura alemana se encuentra atravesada por la tradición romántica. Thomas Mann, por ejemplo, siempre sostuvo ser un hijo del Romanticismo. La montaña mágica es una novela profundamente romántica. La música siguió siendo romántica por lo menos hasta Gustav Mahler y Carmina Burana de Carl Orff. El Romanticismo también se refleja en la cultura política. No es casual que el movimiento “verde”, ecologista haya logrado en Alemania sus primeras conquistas; eso está ligado a la tradición romántica del amor por la naturaleza.



(…)Rüdiger Safranski: "La rebeldía de hoy no necesita filósofos

El filósofo alemán Rüdiger Safranski (Rottweill, 1945) inauguró ayer la 70 edición de la Feria del Libro de Madrid. Safranski, cuya tesis doctoral fue Estudios sobre el desarrollo de la literatura obrera en la República Federal Alemana, es hoy en día uno de los mayores conocedores de la filosofía de Schopenhauer, Schiller o Rousseau. Ayer confrontó sus pensamientos a los movimientos de protesta que se están sucediendo en todas las plazas de España.

Usted ha dicho que las revoluciones antisistema proceden del Romanticismo. ¿Qué impulsa a la conocida como spanish revolution'?

No soy del todo consciente sobre si ese Romanticismo forma parte de lo que está ocurriendo en España, pero si miramos con cierta perspectiva, sí podemos observar que hay una ola de rebeldía y, sobre todo, un deseo de que las cosas pueden ser diferentes. Y esto siempre han sido pilares del Romanticismo.

¿Por qué cree que ha estallado en España y no en otro país europeo?


En Europa estamos todos sufriendo una crisis económica muy fuerte, sin embargo, en España, además, han surgido protestas contra la cultura política que se ha practicado en los últimos años. La gente está resentida con la economía, pero también se han dado cuenta de que los problemas del futuro tienen que ver con la responsabilidad de los políticos. Por tanto, lo que explica estos movimientos es la unión de una crisis económica y una crisis del sistema político.

¿Está naciendo una nueva época idealista?

Yo deseo que el Idealismo domine los intereses de las personas y no sólo las razones económicas, como ha sucedido en los últimos tiempos. El Idealismo siempre es algo bueno. Ahora bien, también debe ser corregido por el Realismo. En cualquier caso, sin Idealismo no hay entusiasmo, ni deseo, ni optimismo, ni autoestima. Al Idealismo o al Romanticismo, como decíamos antes, pertenecen todos estos conceptos.

¿Cuál cree que puede ser el resultado de estas manifestaciones que se están viviendo en España?


El problema es que los partidos políticos se han aislado de sus bases. Si no tiene lugar una reforma del sistema político, en Grecia o en España... Es necesario que el sistema político cambie y vuelva a sentir empatía hacia los ciudadanos. Si ese fuera el resultado de estas revoluciones, entonces habrían tenido resultados.

Qué filósofos se hallan detrás de este movimiento?

Marx estaba detrás de los movimientos del 68. Sin embargo, ahora creo que no hay una gran figura filosófica detrás de estas revoluciones. Es algo que está más en el debate. Yo creo que la rebeldía de los jóvenes de hoy no necesita una figura filosófica importante en la que apoyarse. Quizá la cultura pop está jugando un papel más importante que la "alta filosofía".
Y quizá el humanismo.

Claro. Tanto en España como en Alemania tenemos el problema de que las reflexiones sobre el ser humano han tenido últimamente una perspectiva económica. Y esto lo que consigue es agitar los sentimientos de violencia en el ser humano, porque la vida es algo más que la economía.

Por cierto, en los años 20-30, el paro, la crisis económica, dieron lugar a la aparición del Partido Nazi. ¿Corremos ese peligro?

La diferencia es que los tiempos para los nacionalismos ahora no son buenos. ¿Por qué? La mayoría de los problemas que tenemos no pueden ser resueltos desde el ámbito nacional. Esto es resultado de la globalización. Por eso no existe el peligro del nacionalismo, pero quizá sí pueden reaccionar algunos grupúsculos y puede haber un rebrote de los partidos conservadores.
¿Qué papel ha tenido la globalización en estos movimientos?
La gente joven maneja internet de una forma muy activa. Esto es una gran diferencia con respecto a lo que hizo mi generación. Y es lo que le ha dado un cariz global y diferente a lo que pudimos hacer nosotros en el 68.