En los últimos quince años es
corriente oír su nombre al portas de la entrega del premio nobel de literatura.
Nada sería más justo. Este escritor Checo, es autor de una de las obras más bellas
de la literatura universal del siglo XX y principios del XXI. Está escrita en Checo y Francés; sufrió
los avatares de la guerra fría y la
dictadura estalinista. Este año la academia Sueca debería olvidarse en este caso
de su acostumbrado sesgo ideológico y hacerle honor a la literatura. Hace poco entró a la prestigiosa colección “La biblioteca de
la Pléiade de la editorial Francesa Gallimard, una de las más importantes del
mundo. Esta colección está reservada a
autores emblemáticos y se publica casi siempre diez años después de su muerte.
Le he seguido la huella a este
escritor desde mi juventud. El primer libro que leí fue “la Broma”. Después de
esta lectura no deje de estar pendiente de lo que se publicara. Me
había encontrado con un escritor que reflexiona con absoluta libertad en sus
novelas, sobre lo divino y lo humano, con una lucidez sin parangón y en medio
de sus encantadoras historias, sin afectar el rigor narrativo que aplica a sus
textos. Recuerdo el impacto que me
produjo “La insoportable levedad del ser”. Quede impertérrito. Me obligó a
reflexionar mucho, sobre las bondades de la novela como género y desde este día
supe que nunca moriría muy a pesar de la revolución del mundo digital y los pronósticos
apocalípticos de los analistas más serios.
Este escritor vive en Francia
desde el año 1981. No se ha dejado
manosear nunca por la prensa, no pertenece a esa saga de escritores que se
comportan como vedetes. Hace poco estuvo envuelto en una polémica cuando un semanario checo le acusó de
haber traicionado y delatado en 1950 a un joven anticomunista y de haberle
entregarlo a la policía del régimen. El autor negó la acusación y exigió la
respectiva rectificación.
A kundera lo marco “la primavera de Praga”. La influencia de un hogar y un
padre como Ludvík, el ambiente intelectual, su experiencia como docente,
sus días de reflexión y juventud trabajando en un bar donde se escuchaba mucho
Jazz en Praga, su actitud frente a la dictadura que generaron sucesos que lo obligaron
al exilio. Cada obra es una reflexión política sobre el poder pero desde lo más íntimo de la subjetividad
humana, no son acusaciones o panfletos radicales, sus novelas son historias que reflejan como las
personas son víctimas del poder o de pesos externos que avasallan su vida. En la
Broma “la expulsión de Ludvik el protagonista ve a todos sus amigos levantar la
mano para votar su expulsión de la universidad y está seguro de que hubieran
sido capaces de enviarlo a la horca con la misma facilidad. Aquí vemos el papel
censor, inquisidor, de las instituciones sociales y el Partido, sin que el
autor se centre en la historia en sí”.
Arnoldo Díaz Borges lo sintetiza
magistralmente en la red: "La narrativa de Kundera, a mitad de camino entre
novela y ensayo, fusiona, en diferentes voces narrativas, la ironía con
elementos reales y ficticios. Transforma los aspectos del mundo moderno en
cuestiones metafísicas. “El autor enfrenta sus fantasmas personales: el
totalitarismo y el exilio, al tiempo que ahonda en los grandes temas de la
libertad y la eticidad desde un profundo desengaño, a veces difícil de percibir
tras su estilo aparentemente ligero y amable”.
Este autor habla de una polifonía
melódica en sus obras. Conocedor como nadie de música,
ensayista excelso sobre ciertos autores clásicos, incorpora en sus
novelas temas variopintos mezclados con una destreza sin igual, como sinfonias. Sus novelas son
profundas reflexiones metafísicas sobre el estado inerme del sujeto moderno.
Recuerdo el primer capítulo de “La
insoportable levedad del ser”. Empieza
exponiendo el eterno retorno de Nietzsche:
“La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó
perplejos a los demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de repetirse todo
tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse
hasta el infinito! ¿Qué quiere decir ese mito demencial? El mito del eterno
retorno viene a decir, per negatio-nem, que una vida que desaparece de una vez para
siempre, que no retorna, es como una sombra, carece de peso, está muerta de
antemano y, si ha sido horrorosa, bella, elevada, ese horror, esa elevación o
esa belleza nada significan. No es necesario que los tengamos en cuenta, igual
que una guerra entre dos Estados africanos en el siglo catorce que no cambió en
nada la faz de la tierra, aunque en ella murieran, en medio de indecibles padecimientos,
trescientos mil negros. ¿Cambia en algo la guerra entre dos Estados africanos
si se repite incontables veces en un eterno retorno?”.
Adelante agrega:
“Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas
veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es
terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de
una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó
a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht).
Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras
vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa
levedad. ¿Pero es de verdad terrible el peso y maravillosa la levedad?”
Este es un ejemplo emblemático de
su estilo. Cada obra responde a una pregunta de este corte, pero desarrollada
desde alguna situación concreta. En mi caso personal, las novelas del primer
periodo, incluso aquellas escritas después de su traslado a París, hasta “la
insoportable levedad del ser” son las de mi predilección, sin decir con esto, que
las recientes no son buenas.
Hay una pléyade de buenos
novelistas que igualmente son buenos ensayistas. El caso de Kundera es
especial: es un excelente ensayista, por fuera de la línea media, ojala
escribiera más ensayos. Son de unas factura impecable, lúcidos, y pedagógicos por excelencia.
“El arte de la novela”, es uno de los ensayos más bellos sobre el género. No me
canso de releerlo y tienen la facultad de incitar a lecturas que nos
enriquecen.
Qué bueno que la academia Sueca
premiara justamente a este escritor, ganaríamos todos.