jueves, 26 de junio de 2014

CARTA NUMERO 2 DE RESPUESTA A XIMENA RESTREPO


Estoy gratamente impresionado por el tono de su carta, siento el tenue candor de una feminidad tácitamente expuesta y una sinceridad esquiva de toda arrogancia.  El tema entre lo que uno debe leer y lo que le apasiona es un verdadero viacrucis, pero resulta ser  una lúcida diatriba  que le acompañará toda la vida. Usted trajo a colación la literatura africana, le cuento que estoy seriamente comprometido en su estudio y la lectura rigurosa de la misma, he descubierto en esta exploración, no solamente su riqueza sino el rigor  absoluto de la misma, como el jazz, está cargada de una tristeza ancestral y una especie de grito profundo, de dolor contenido. Tiene mucha influencia de la literatura inglesa y por lo tanto es poco barroca y más bien su prosa es esencial, depurada, en este punto tiene una sustancial diferencia con los autores latinoamericanos muy a pesar de haber trasegado por algunos recorridos similares, como el costumbrismo por ejemplo, para solo citar uno, sus diferencias son muy marcadas. Mi exploración apenas empieza, pero estoy muy juicioso.

Son las dos y media de la mañana, está lloviendo, recuerdo las lluvias eternas que cita Gabo del Bogotá que siempre detestó en contraposición a su adorado caribe. Cuando  se refiere a sus lecturas, abres el interrogante entre lo que se debes leer y  lo que se quiere verdaderamente leer, , se vuelve al tema sobre los textos que son esenciales en una formación literaria y aquellos que nos apasionan. Recodé dos libros: “El arte de la novela” de Kundera y “porqué leer los clásicos” de Ítalo Calvino. En la primera, el autor Checo, con el que estoy totalmente de acuerdo, expresa que  la novela ha descrito al hombre en toda su esencia  muy por encima de la ciencia y en la segunda el italiano hace un estudio detallado de los clásicos desde la condición de lector impenitente.
Dice textualmente Kundera: ”La novela acompaña constante y fielmente al hombre desde el comienzo de la Edad Moderna. La "pasión de conocer" (que Husserl considera como la esencia de la espiritualidad europea) se ha adueñado de ella para que escudriñe la vida concreta del hombre y la proteja contra "el olvido del ser"; para que mantenga "el mundo de la vida" bajo una iluminación perpetua. En ese sentido comprendo y comparto la obstinación con que Hermann Broch repetía: descubrir lo que sólo una novela puede descubrir es la única razón de ser de una novela. La novela que no descubre una parte hasta entonces desconocida de la existencia es inmoral. El conocimiento es la única moral de la novela”. La novela como el cine ha tocado todas las tragedias humanas.

Viene el otro tema, aquellos libros que es imposible evitar. Digamos que el Quijote en su riqueza no resulta ser esencial para muchos, incluso suele ser aburrido para la mayoría, pero aquellos inmersos en el universo de las letras, sabemos de su importancia y de su riqueza. Son muchos los libros que despiertan igual interrogante, no deja de ser esta una verdadera paradoja.
Vale citar de nuevo a Kundera, pues la literatura es directamente proporcional al conocimiento humano en su riqueza textual. Categoriza en su ensayo sobre la novela: “Cuando Dios abandonaba lentamente el lugar desde donde había dirigido el universo y su orden de valores, separado el bien del mal y dado un sentido a cada cosa, don Quijote salió de su casa y ya no estuvo en condiciones de reconocer el mundo. Este, en ausencia del Juez supremo, apareció de pronto en una dudosa ambigüedad; la única Verdad divina se descompuso en cientos de verdades relativas que los hombres se repartieron. De este modo nació el mundo de la Edad Moderna y con él la novela, su imagen y modelo”.

Estos son temas que lo encarretan a uno por su riqueza y por la pasión que encubren. En la próxima carta le hablaré del texto de Calvino, que creo usted debe conocer muy bien. Espero sus vacaciones lleguen pronto y las lecturas emprendidas sean de su deleite. Cuídate mucho.





domingo, 22 de junio de 2014

25 AÑOS SIN ANDRÉS HOLGUÍN


Recordamos a Andrés Holguín, el gran intelectual, poeta, traductor, crítico, jurista, profesor, diplomático y colaborador de la HJCK.
La razón, se cumplen 25 años de su muerte, ocurrida el 21 de junio de 1989.

En este aniversario que pasa inadvertido para los masivos medios de comunicación, pero no para los medios culturales, bien vale la pena recordar la trayectoria de quien fue uno de los más importantes intelectuales colombianos.


Andrés Holguín ocupó numerosos cargos públicos, entre ellos, procurador general de la Nación y consejero de Estado. También fue diplomático en París, Roma y Caracas.  El 5 de marzo de 1987, el Consejo Nacional Electoral lo eligió por unanimidad registrador nacional del Estado Civil, cargo al que renunció poco después por motivos de salud. 


Publicó más de veinte libros, entre ensayos, poesía, filosofía y crítica literaria. Fundó el Muro Blanco y El Arké, instituto dedicado a difundir la cultura.

También fue profesor en varias universidades, en especial en la de los Andes, de Bogotá. Allí fundó y dirigió la revista Razón y Fábula. Como periodista, publicó durante varios años su columna "Temas inesperados" en el diario El Tiempo, de Bogotá, con la cual obtuvo el Premio Nacional de Periodismo en la modalidad cultural y en la HJCK colaboró en esta Revista dominical.

Entre sus publicaciones se destacan: Poemas, La tortuga, símbolo del filósofo, Antología crítica de la poesía colombiana, y Notas griegas.

En esta sección recordamos a Andrés Holguín con la grabación de archivo en la que el escritor Germán Arciniegas habla de Andrés Holguín y uno de los comentarios que Holguín presentaba en la Revista dominical HJCK, titulado Perdura el yo.