martes, 14 de abril de 2009

MARIO RIVERO

La muerte sorprendió al poeta en su casa en el barrio la Candelaria de Bogotá. Mario, fue y será el poeta urbano por excelencia de este país:

BALANCE
Es terrible no encontrar a dónde ir.
De las casas unas están destruidas,
sin lecho, a oscuras y con telas de araña,
con lepras en los muros y con espectros tristes.
Otras se alzan tan falsas como un decorado.
Del palacio o la casa. encantada,
la tapicería vemos gastada, anticuada,
no hay belleza en aquél lugar, no hay misterio,
y continuamos nuestro aislado camino,
en el jardín gotea el surtidor del cansancio.

Hay posadas que ya no se abren más, por nosotros,
con las que hemos perdido el contacto,
cuando exentos de excusa,buscamos,
titubeantes como un extranjero,
o aún como mendigos, lejanos, extraños.

Es terrible no saber a dónde ir,
al final del día muerto,
a la hora en que a veces se bebe o se mata.
Encontrar que no hay sendero, no hay camino,
no hay puerta, donde llamar, en la fatua sonrisa del
/triunfo,o en el pobre final, consumida la Casa del Alma!

El poeta irrumpió en la literatura colombiana en 1966 con "Poemas urbanos", título reivindicativo de las vivencias más cotidianas con el que le abrió paso definitivo en el país a la corriente poética urbana, que apenas nacía.
Este poemario fue seguido por otros 13 volúmenes, entre ellos dos antologías y una larga entrevista, que Rivero publicó a lo largo de su trayectoria literaria, dentro de una bibliografía que registra como último título "Balada de la gran señora", en el 2004.
Mi experiencia personal con este excelso poeta no fue fácil. Debo confesar, que su poesía no era de mi gusto y sí en cambio admiraba la divulgación y enseñanza, que como crítico de arte ejercía periódicamente a través de la revista Diners, además de su excelente tarea de apoyo irrestricto a los nuevos poetas desde la revista “Golpe de Dados”, que en mi modesta apreciación, es la publicación de poesía más importante en los últimos veinte años. Pero su poesía fue decantando, ágil, fresca, terminó por gustarme, a mis amigos siempre les decía con un entusiasmo que no era otra cosa que un reconocimiento, que el poeta de las últimas décadas, me sorprendió de sobremanera.