lunes, 25 de abril de 2022

AQUELLAS CONVERSACIONES COLOQUIALES (RELATO)

Los sábados tienen el encanto de la labor cumplida y el deseo intenso de ocuparnos en cosas alejadas de las responsabilidades habituales,  disiparnos un poco, perdernos de todo lo que nos acosa y se ha convertido en la inexorable rutina para sobrevivir. El barrio en que vivimos, se llama los Alcázares, pertenece a la comuna 13 de Medellín, zona conocida como Santa Lucia, nombre que trae siempre a mi memoria a Constantino su hijo, quien termino imponiendo por su gracia el cristianismo en el mundo occidental, pese a la oposición de Justiniano, un librepensador absoluto. Este parque, que realmente son cuatro retazos, divide al barrio en dos, aportándole un poco de verde vegetal al inclemente urbanismo, es un vena arterial que lo atraviesa de lado a lado, hasta la canalización. En el segundo parque, al frente de la tienda de Don Joaquín, nos reunimos esta vez el Wey, Simon, Omar y el suscrito. Cada uno es un universo muy particular, poco nos parecemos y es cierto que estas diferencias nos unen, son como tangentes, por gracia de la convivencia y de vivir en un país intolerable, aprendimos a  querernos para superar lo inefable y convencidos que en estos espacios encontramos la catarsis que la vida nos niega. Los temas son variopintos, como narrativas menores, como esa literatura que no parece tener importancia pero que nos toca indefectiblemente.

Esta vez hablamos de la manipulación. Concluimos que se dan flagrantemente en las relaciones políticas a que nos somete el sistema y de igual manera con nuestras parejas. Simón es un hombre aconductado, decente y caballeroso en exceso, su decencia es barroca, socialmente correcto, su novia se llama Adriana y su vida marcha sin sobresaltos. El wey es absolutamente diferente al canon social, iconoclasta, un hombre alto, con el encanto de los niños, sabe de música metal y mucho de Rock, vive en contravía a los presupuestos sociales, cumplido y responsable, tiene una novia Polaca que vive en Alemania, quien tiene un nombre Romano encantador: Livia. Omar es contestatario, convencido de su personalidad, cargado de posiciones incomodas para esta sociedad camandulera, homosexual,  con ciertas arrogancias que no molestan y más bien le lucen, un excelente amigo.  El suscrito, viudo, un intelectual sin pretensiones, padre de familia y como todo sesentero lleno de contradicciones. 

Para todos, después de discutir de los candidatos a la presidencia en Colombia, la política es una farsa, un oda a la manipulación y por encima de todo, el camino para llegar al poder que muy pocos usufructúan y que muchos padecemos. De súbito alguien citó a Foucault, la sentencia es clara, toda relación encubre poderes en tensión. Se da fatalmente entre gobernados y gobernantes. En nuestro país, hay un élite perversa que nos gobierna hace mucho tiempo. La decisiones políticas expresadas en las urnas son más emocionales que racionales, no son garantía de transparencia,  siempre el usufructo del poder termina en pocas manos y los demás, la masa, soportamos sus decisiones oprobiosas, cabalgamos como borregos. Como enlazamos en la charla, con las relaciones de pareja. Realmente no me acuerdo, pero las conclusiones son más pecaminosas que las primeras. En una relación de pareja, siempre se cede más de lo que se recibe. Una pareja no es feliz sino a costa que uno de ellos no lo sea o deje de ser, se convierta en un hibrido. En toda relacion de pareja hay un juego de poder que manipula a favor de cualquiera de los dos, en este sentido la mujer tiene más habilidades y está mejor dotada para obtener resultados a su favor, basta mirar la historia para comprobarlo. No entendimos por qué cuando estamos con la pareja nunca somos él mismo, a diferencia que, cuando compartimos con los amigos, somos brutalmente sinceros y yoicos. Realmente todas estas afirmaciones más que conclusiones son parte de nuestra vida. No se puede ser autentico frente a tantos intereses contrapuestos en este tipo de relaciones.

Hay un factor que nos une a los cuatro, son las ficciones y las narrativas. El Wey trabaja con escenografías, su producto es la creación. Simón es publicista, trabaja con inventivas, productos nuevos, crear desde un programa tiene que ver también con la ficción y el arte,  Omar es comunicador social, el centro de su actividad son las narrativas. Cada quien inventa para sobrevivir y esto nos aleja un poco de las opresiones que impone la realidad. Las mujeres siempre son piso a tierra, realistas, afirman con vehemencia, viven sujetas al deseo y a una ficción que se convierte en atadura, la realidad es objeto de lo que consideran necesario, nosotros somos por ello objeto de su deseo, de acuerdo a unos presupuestos inmodificables, sí no tocamos con la misma nota desparecemos inexorablemente, no contamos en sus proyectos, las diferencias no enriquecen, molestan.  Está claro que la angustia y la nausea se apoderan del hombre inteligente cuando éste reconoce el mundo y la vida simplemente por lo que son en realidad, dejando a parte la fantasía. Ahora la inquietud al respecto es que pensaran las mujeres, sobre todo, cuando no están con nosotros.

Omar como siempre emitió sentencias incomodas pero ciertas. Terminamos en el apartamento de Wey y Simón, escuchando música, sabemos que al final, nada va a cambiar.....a falta de psiquiatra buenos son los amigos.