Hay una renovada pléyade
de escritores en plena consolidación, publico este artículo de “El país” de
España, es importante hacerle seguimiento al itinerario creativo de esta generaciòn. CESAR HERNANDO BUSTAMANTE HUERTAS
FRANCESCO MANETTO
19 ENE 2018 - 19:45
La lista de autores del continente menores de 40 años que
promueve el Hay Festival de Cartagena de Indias propone una ventana a lo que
une y distancia a esta generación
Gabriel García Márquez terminó de escribir Cien años de
soledad a los 39. Esa es la edad de corte establecida para la selección de
talentos literarios latinoamericanos promovida por el Hay Festival y que la
semana que viene se presentará en Cartagena de Indias. Hablar de esta lista,
Bogotá 39, implica una suerte de ejercicio de numerología. Se trata de 39
escritores de ficción que aún no han cumplido los 40. Provienen de 15 países.
Sus nombres se dieron a conocer en mayo, 10 años después de la primera edición
de esta iniciativa. Representan, de alguna manera, una generación. Algunas de
las mejores mentes de su generación. 39 propuestas para seguir leyendo.
Entre ellos figuran el cubano Carlos Manuel Álvarez; los
colombianos Felipe Restrepo Pombo (director de la revista Gatopardo), Giuseppe
Caputo y Juan Cárdenas; los mexicanos Valeria Luiselli y Emiliano Monge; los
argentinos Samanta Schweblin y Mauro Libertella; los peruanos María José Caro,
Claudia Ulloa Donoso y Juan Manuel Robles; el dominicano Frank Báez; el
ecuatoriano Mauro Javier Cárdenas; el chileno Gonzalo Eltesch. Los eligió un
jurado formado por los escritores Leila Guerriero, Carmen Boullosa y Darío
Jaramillo e integran una antología editada por Galaxia Gutenberg (a la venta el
31 de enero), que se propone “celebrar la buena literatura” y reflejar la
diversidad de las letras latinoamericanas.
Cualquier selección de este tipo plantea preguntas e invita a
formular hipótesis sobre sus hilos conductores y la naturaleza de los
escogidos. Bogotá 39 no pretende ser un canon, algo que por definición solo
puede existir a posteriori. Sugiere más bien una conversación generacional en la
que destacan los lazos, los vínculos personales, el registro de la primera
persona, la narración autobiográfica y la literatura de las pequeñas cosas,
pero también la violencia, los entornos urbanos, la idea de frontera o la
búsqueda de la representación política a través de códigos no convencionales.
El empeño no es nuevo. Hay una cierta historia de la
literatura latinoamericana contada a golpe de listas y generaciones. Del casi
omnipresente boom de los sesenta a su reacción de McOndo, materializada en una
antología publicada en Santiago de Chile en 1996. Lengua de Trapo lanzó en 1997
otra recopilación, Líneas aéreas, y Páginas de Espuma compila cuentos desde
2002 en su serie Pequeñas resistencias. Y si la revista Granta eligió en 2010 a
los 22 narradores jóvenes en español, la Feria Internacional del Libro de
Guadalajara (FIL) promovió el año siguiente el programa Los 25 secretos mejor
guardados de América Latina, y en 2016, Ochenteros, una aproximación estética
delimitada por la década del nacimiento de los elegidos. En ese hilo crítico,
Bogotá 39 pretende ser una hipótesis de futuro, como lo fue la primera
selección, que acertó en bastantes de los nombres que osó aventurar.
“La lista es un poco una apuesta. Pero no creo que sea
cerrada, definitiva. Si hubiera pensado que aspiraba a lista canónica, no
hubiera podido poner un solo voto. De haber cambiado una sola persona del
jurado hubiera sido distinta”, explica Guerriero. Jaramillo considera, con
todo, que hay algunos nombres indiscutibles. Uno de ellos es Valeria Luiselli,
mexicana, nacida en 1983 y radicada en Nueva York. “A pesar de que hace unos
años habría dicho que no hay tal cosa como una nueva generación, a medida que
van pasando los años, sí es verdad que hay una conversación muy viva de autores
que escriben en una misma lengua. La tengo en modo constante y profundo con
gente de mi edad”, continúa. “Algunas de esas personas [de la lista] nunca las
he visto, pero sí las he leído”. Y esta forma de comunicar genera un diálogo,
aunque no sea literal en algunos casos, sobre la diversidad poética, de las
formas, el interés por cómo abordar la actualidad, incluso las reflexiones
sobre la circulación de los libros en español entre las dos orillas del
Atlántico.
Bogotá 39 se publicará en colaboración con 14 editoriales
independientes. Y es precisamente el papel que han desempeñado algunos pequeños
sellos lo que está empezando a agitar el sector. Esta lista coincide, señala
José Hamad, “con algo muy importante que revela un cambio de paradigma”. El
trabajo de editoriales como la mexicana Sexto Piso —a la que Hamad se acaba de
incorporar como editor tras años de trabajo como cazatalentos literario—, la
argentina Eterna Cadencia o la chilena Laurel está contribuyendo a una suerte
de emancipación de los narradores latinoamericanos. “Tradicionalmente, había
que pasar por Barcelona o Madrid para obtener una legitimación”, continúa
Hamad. Ahora “solo hay cinco autores que se publican originalmente en España en
esa lista”. Solo la mitad, además, se podían encontrar hasta ahora en las
librerías españolas. Las editoriales independientes han dado el primer paso
para competir en sus territorios con los grandes grupos. Un fenómeno que abre
la puerta a la descentralización y que supone un giro con respecto al pasado
reciente.
“Un número significativo salió de escuelas universitarias de
creación literaria”, continúa Jaramillo. Se dedican al oficio de escribir en
distintos terrenos, del periodismo a la edición, pasando por la producción
audiovisual o el teatro. Varios de ellos ya han publicado sus trabajos
auspiciados por grandes grupos. Random House tiene ocho autores en la lista,
aunque solo dos publicaron su primer libro con esa editorial. Y hay 13 mujeres.
El jurado rechazó las cuotas preestablecidas. “Nunca pensamos cuántos hombres y
cuántas mujeres teníamos que meter”, asegura Jaramillo, aunque la proporción
femenina en el elenco final es más alta que la inicial. En definitiva, incide
Guerriero, prevaleció la “libertad de los criterios de cada uno”.
“Creo que nuestra generación recuperó dos cosas que habían
perdido prestigio y se veían con desconfianza en las anteriores: el interés por
las vanguardias históricas o por las zonas poco exploradas de la tradición y la
toma de posición política”, razona Juan Cárdenas. “Lo llamativo es que eso no
ha significado que se nos pueda encasillar en un espacio ideológico cerrado ni
en una estética precisa. Basta comparar a Emiliano Monge con Eduardo Rabasa y a
estos dos con Giuseppe Caputo para ver que estamos en el mismo territorio, pero
haciendo cosas muy distintas”. Este último habla de violencia en un país como
Colombia, azotado por más de medio siglo de conflicto armado, desvinculándola
del imaginario colectivo y planteando un dilema ético y estético: “¿Cómo
podemos estar cerca de la representación de la violencia sin crear más
violencia?”, se pregunta.
“Los 39 que quedamos podrían ser perfectamente otros 39, y
eso habla de una calidad muy grande de lo que se escribe en el continente”,
apunta Felipe Restrepo Pombo. “Los del boom tenían vínculos, fueron unidos por
Carmen Balcells, fue un proyecto editorial y literario. Aquí vivimos en
diferentes países, vivimos muy lejos y creo que tenemos preocupaciones
diferentes. Juan Gabriel Vásquez, que formó parte de la primera selección de
Bogotá 39 junto a Daniel Alarcón, Guadalupe Nettel o Junot Díaz, describe de
forma gráfica esta brecha generacional, aunque lo hace con la advertencia de
que se trata de una aproximación. “Una de las maneras de explicar la distancia
del boom con nosotros es el cambio del gran angular al microscopio. La presa
mayor del boom eran esas novelas que eran un gran fresco de una situación”. Con
el paso del tiempo, muchos empezaron a echar mano de la primera persona, del
punto de vista. Para Vásquez, entrar en la lista supuso comenzar una
conversación con otros autores. “Lo fantástico en el descubrimiento es cuánto
nos unen las diferencias, cuánto nos une la atomización de los gustos, la
diferencia de intereses”.
Otro de los narradores incluidos en 2007, Ricardo Silva, considera
que algo ha cambiado en la década que media entre una y otra lista: la
revolución de las redes sociales, que supone un cambio de paradigma para la
comunicación y, al mismo tiempo, curte a quien escribe ante el juicio, a menudo
gregario, del público. “Vivimos y escribimos en una época de la inmediatez”,
agrega Restrepo Pombo sobre ese feedback instantáneo que ofrecen las redes.
Gabo, en cambio, tuvo que esperar casi un año para que la
editorial Sudamericana publicara en Buenos Aires las historias de los Buendía.
Fue en junio de 1967. Pero entonces el premio Nobel ya había cumplido 40 años.
Hay Festival Cartagena de Indias (Colombia). Del 25 al 28 de
enero.
‘Bogotá 39. Nuevas voces de ficción latinoamericanas’,
editado por Galaxia Gutenberg, se publicará el 31 de enero.