jueves, 25 de febrero de 2016

ANA ISABEL


PRIMER RELATO


Ahora estaba lamentándome por todas las cosas que no hice para salvarle la vida frente a un cáncer implacable, después de cuatro meses de correr entre procedimientos clínicos lentos, torpes, en medio de un sistema de salud lleno de protocolos independientes, sin articulación, reflejo de una burocracia inhumana, lo que al final terminó siendo una locura total. Fue una angustia diaria, medida en segundos, viendo a la persona que más ame en esta vida con un dolor inmanejable, en una impotencia lacerante, muriéndose lentamente. La vida se le fue yendo sin tregua alguna, en la presencia de sus hijos, lo que resultaba ser  un contrasentido, ellos nunca comprendieron estos hechos intempestivos y crueles que terminaron llevándose  a su madre. Hoy solo sentimos su ausencia, esta constituye la medida de la tragedia.
Son muchas las cosas que quedaron en el tintero. Me torturan las culpas irredimibles, los abrazos que no se dieron, los momentos felices que aparecen como cortos de una película en blanco y negro, se repiten a cada momento, unas veces me entristecen y otras me dicen que todo lo nuestro valió la pena, entre silencios largos y la soledad impuesta. Con su muerte me vi enfrentado a la paradoja de la finitud de la existencia, la cual trabaje en muchos textos académicos. Ahora, después de este hecho fatal, pienso que vivimos como si fuéramos eternos, se nos olvida que sólo existe el presente, no debiéramos seguir dándole tanta importancia al futuro, perdemos mucho tiempo entre aplazamientos, esperas, planificaciones. No hay que olvidar que nuestra finitud es la única certeza, nos define de manera absoluta.
En medio de citas médicas, al principio muy absurdas, me preguntaba, qué es el cáncer. Esta enfermedad  en la mayoría de los casos es hereditaria, pese a todos los avances de la ciencia, sigue teniendo un índice de mortalidad muy grande. Siempre me han interesado los temas científicos, soy muy curioso. La célula, que es un universo y es el componente principal de nuestro cuerpo, guarda todo el código genético y ahí están inscritas en lo absoluto las instrucciones de la vida. El cáncer puede empezar casi en cualquier lugar del cuerpo humano, el cual está formado de trillones de células. Normalmente, las células humanas crecen y se dividen para formar nuevas células a medida que el cuerpo las necesita. Cuando las células normales envejecen o se dañan, mueren, y células nuevas las remplazan. Sin embargo, en el cáncer, este proceso ordenado se descontrola. A medida que las células se hacen más y más anormales, las células viejas o dañadas sobreviven cuando deberían morir, y células nuevas se forman cuando no son necesarias. Estas células adicionales pueden dividirse sin interrupción y pueden formar masas que se llaman tumores. Muchos cánceres forman tumores sólidos, los cuales son masas de tejido. Los cánceres de la sangre, como las leucemias, en general no forman tumores sólidos. Los tumores cancerosos son malignos, lo que significa que se pueden extender a los tejidos cercanos o los pueden invadir. Además, al crecer estos tumores, algunas células cancerosas pueden desprenderse y moverse a lugares distantes del cuerpo por medio del sistema circulatorio o del sistema linfático y formar nuevos tumores lejos del tumor original. He visto y leído mil veces el proceso de descubrimiento del genoma humano. Esto parecía para mí la panacea de la ciencia en materia de salud. Incluso con Ana, vimos muchas veces programas de este tema con un entusiasmo total sin imaginar que se volvería de suma importancia para nosotros. Hay dos cosas que ahora me marcan. Casi todo el mundo, por estos tiempos, dice ser apolítico y no quiere saber nada de estos temas, que siempre lo tocan en todo caso, nada en la vida, ni siquiera la sexualidad escapa a su espectro. Cuando aparece una enfermedad de este tipo que requiere del sistema, el tema político aparece con todas sus implicaciones, constituye el eje que desde los hilos del poder maneja todo. Es un hecho, otros deciden por nosotros, uno se pregunta cuando el sistema de salud no funciona por ningún lado, en manos de quien estamos,  este tópico es imposible no tenerlo en cuenta cuando sus efectos nos tocan tanto. El otro punto que se suma a este cumulo, es el desconocimiento absoluto que tenemos de ciertas enfermedades que son un verdadero flagelo para la humanidad, una amenaza latente para cada uno de nosotros.
Ana Nació en Manizales, una ciudad Colombiana con condiciones muy especiales. Amaba su ciudad natal y era una fiel representante del talante de su gente. No lo digo como cumplido, es muy cierto. Esta es una ciudad joven y pese a eso, ha ganado un lugar muy importante en el país. Su gente por mucho tiempo vivió del café, durante muchos años fue el primer exportador de este producto, la actividad le dio mucha estabilidad y generó un desarrollo que estuvo por encima del promedio nacional, se formó una clase rica, privilegiada y preparada, que abrevaron condiciones muy particulares. Esta ciudad preferentemente es culta, muy educada en su trato, son amables por excelencia y con mucha cultura, se caracterizan por tener una autoestima enorme, está por encima de lo natural. Mi esposa es fiel representante de esta clase, fue sencilla, recatada y reservada en exceso. Fue una lectora consumada, de muy pocas amigas y absolutamente dedicada a sus hijos. Hasta hace poco, su condición de salud no despertaba ninguna alerta. Venía sintiendo desde hace dos años dolores muy fuertes. Los asimilaba a los problemas del Colon, los cuales la afectaban de vez en cuando desde muy joven, cuando le llegaba alguna crisis sufría mucho, se auto-medicaba y esperaba que le pasara el dolor, una vez lo mitigaba, no volvía a preocuparse.  Recuerdo que un día después de las vacaciones de julio del 2015, se paró de la cama muy temprano y me dijo intempestivamente…Cesar voy a pedir cita al médico…Eso me dejo impertérrito, sabía que algo grave le estaba pasando, para que ella cediera de esa manera, pues le había rogado hace un año por esa cita. Ana nunca fue infiel a sus rutinas, pero evitaba ir al médico, sí ahora lo consentía, era porque presentía cosas malucas. La conocí hace 19 años y sabía perfectamente su forma de ser pese a sus reservas en todo lo que hacía. Nosotros llevábamos 17 años de convivencia y tuvimos dos años y medio de novios, pese a las crisis que tuvimos, todas naturales, siempre fuimos unidos y solidarios, supimos guardar nuestras diferencias y con el tiempo nos conocimos tanto que superamos cada una de las cosas que nos incomodaban basados en el respeto por el otro, fue una especie de estrategia para sobrevivir a los embates que nos impone la convivencia. Puedo decir sin temor a equivocarme que nos amamos mucho.

He tratado desde muchas ópticas el tema de la muerte. Ahora recuerdo un libro que me marcó siendo muy joven: “El libro tibetano de la vida y la muerte”, desde el día del deceso de Ana, vivo preguntándome que puede pasar después de la muerte, he sido un escéptico frente a todo lo religioso, soy un positivista, agnóstico, con la muerte de mi esposa pareciera que hubiese hecho tabula rasa. Empece de nuevo a indagar lo que realmente sucede, el tema no es fácil, sobre todo cuando se está tan comprometido, pera no deja de ser cautivante…………..A mis hijos les hable del espíritu de una persona. En el caso de Ana, cada cosa que hacemos está marcado por su orden, su manera de pensar, nuestra casa fue ella, les enseñó a mis hijos, la concepción de la vida, la manera de comportarse, el respeto, la puntualidad que para ella era sagrada, estos son hoy su carta de navegación. Ana está aquí, respetamos todo lo que nos dejó para ser mejores, de hecho ahora frente a este legado somos categóricos, no transamos, en este sentido su presencia es viva y constructiva en medio del dolor de su ausencia. Todos los días la recordamos necesariamente.
Cuando alguien muere se dicen muchas cosas, las personas cercanas de pronto son más reflexivas de lo normal, sienten la necesidad de expresarse. Siempre medito sobre lo sucedido y al final logro comprender muy poco. Recuerdo su resistencia, los dolores eran muy fuertes y exponenciales, de pronto se impacientaba, a cada minuto sus ojos grandes interrogaban exhaustos por lo que le pasaba, veía impotente cómo iba perdiendo las esperanzas; me decía suplicante: los niños por favor, tengo que ser capaz. El cáncer no cede, sobre todo cuando está muy avanzado. Ahora entiendo eso que los médicos llaman: medicina paliativa. Que paradójico, la vida está lleno de paliativos, lo trascendente, aquello que nos apasiona lo vamos aplazando, vivimos entre placebos.






domingo, 21 de febrero de 2016

UMBERTO ECO

Lamento profundamente la muerte de este gran pensador Italiano, semiólogo de muchos quilates, novelista, ensayista, quien nos dejó una obra muy importante. Fue un hombre siempre de cuerpo presente en cada uno de los acontecimientos importantes del planeta, presto a realizar sus contribuciones intelectuales, frente a cualquier hecho que lo ameritara, listo para el debate por álgido que fuera, desde la óptica privilegiada de un libre-pensador a carta cabal. Su obra fue vasta y de un rigor absoluto. Conocí a Umberto primero como Semiólogo. No son fáciles los textos de este pensador, fue un científico riguroso, serio, estudioso. Sus libros son verdaderos tratados y los aportes a la semiotica fueron muchos, la popularizó, sobra reconocer la importancia para el lenguaje y las comunicaciones de esta ciencia,  está descontada, a la fecha de la publicación del " Tratado general de simiotica", la teoría de los signos era un tema absolutamente desconocido. Eco tuvo la virtud de popularizarla, pese a las dificultades de su comprensión.
A partir de estos libros: “Teoría general de la semiótica”, “Tratado de los signos”, comencé leer todo lo que publicara, incluyendo sus novelas, las satisfacciones fueron a granel, su erudición era asombrosa, fui encontrándome con escritor y pensador mayor, un verdadero estudioso de la sociedad desde una óptica muy particular, la del semiólogo: por esta vía estudio la belleza, el arte, la literatura, la filosofía, la estética en general, la política, el papel del intelectual en la sociedad, para tan sólo nombrar algunos tópicos. Eco era un erudito en el termino amplio de la palabra, nadie como él conocía la edad media.

Definitivamente la novela “En nombre de la rosa”, es para mí lo más grande, pese a los aportes de suma importancia de su obra ensayística, constituye el libro más emblemático de su producción, es una novela perfecta, encarretadora, erudita, con una estructura envidiable, una prosa ajustada al argumento de manera magistral, histórica……en fin, es una obra maestra. No queda más que leerlo, creo que esta semana se publicaría su último libro, pues nunca dejó de escribir y de estudiar. Quedan muy pocos humanistas con esta capacidad en el mundo.