sábado, 3 de diciembre de 2011

LAS NOVELAS QUE DEBERÍAMOS LEER INDEFECTIBLEMENTE III


Hay una serie de novelas  que son precursoras de un estilo, de otras obras y está descontada su influencia en algunos autores muy importantes.  Pocos escritores reconocen estas influencias. Harold Bloon trató el tema en un libro formidable: “Anatomía de la influencia” y Borges en varios textos.  Herman Melville, en el siglo XIX, para el caso resulta emblemático como ejemplo. Dentro de este contexto existen obras importantes para la literatura. Citare para este trabajo las que a mi gusto resultan vitales y que de alguna manera han influido en mi condición de lector hedónico. Son como grandes faros:


1. - John Dos Passos: “: Manhattan Transfer.
2.- Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas.
3.- La familia de Pascual Duarte: Camilo José Cela.
4.- John steinbeck: Al este del  edén.  
5.- Doris Lessing. El cuaderno dorado.
 John Dos Passos: Siendo muy joven leí una entrevista hecha a Gabriel García Márquez, donde citaba a este gran escritor y recordaba lo que significó para su vida y su obra. Fuí a conseguir sus novelas en mi ciudad natal Bucaramanga, que para la fecha tan solo tenía una  librería. El librero, un avezado lector frustrado de novelista, me dijo con agrado y entusiasmo, que no las tenía,  pero que, amablemente me prestaba las suyas, una a una,  para que las leyera. Leí para ese entonces Manhattan Transfer y comprobé como en su escritura estaban muchos escritores  preferidos por mí.  Sus novelas son “amargas, pesimistas atacan la hipocresía y el materialismo americano”. Esta novela como todas las suyas, pretende abarcarlo todo.  El titulo hace alusión a la estación de Manhattan “y es la metáfora que impregna el libro y que describe episodios de la vida de una serie de personas a lo largo de treinta años”.  Leer esta novela fue descubrir a un precursor, desatornillar influencias que empecé a reconocer en otros libros. Esta obra como todas las suyas, es pesimista por excelencia. El estilo de este escritor realmente constituye un aporte sin igual para la literatura del siglo XX. Son muchos los escritores que bebieron de estas fuentes. Desde la primera lectura, hace más de treinta años, soy un adicto a su obra y le sigo leyendo con el mismo entusiasmo de siempre.


Joseph Conrad: Este libro fue publicado por entregas, como alguna de las novelas más importantes de Dickens.  Esta es la obra más conocida  y sobra decirlo una de mis preferidas.  Conrad es un verdadero precursor. Su estilo constituye un faro para muchos escritores, que  nunca han desconocido este hecho. En Colombia Álvaro Mutis, García Márquez, Rojas Herazo, Collazos, para solo citar unos pocos, reconocieron abiertamente la importancia de este autor en su obra. En el mundo la lista sería interminable.  Esta novela escrita “en pleno auge del imperialismo Europeo y especialmente el Británico, cuenta “el viaje que el protagonista, Marlow, hace por un río del Congo en busca de Kurtz, un agente comercial que al parecer se ha vuelto loco, ya que cruza la débil línea de sombra que separa el bien del mal y se entrega con placer a las más terribles atrocidades”.  Esta novela  inspiró la película “Apocalipsis Now”. 


Camilo José Cela: fue un escritor excéntrico, de escándalos, se comportó como una vedet, concibió la literatura como un instrumento de libertad, predicaba que el escritor no debe estar sujeto a ninguna norma y así lo confirma su extensa obra experimental.  Su vida se caracterizó por estar plagada de grandes contradicciones, gracias a ello fue un hombre de odios y amores.  Notoria  su cercanía al Franquismo y al dictador Venezolano Pérez Jiménez. En todo caso su obra es valiosa e importante.  La familia de Pascual Duarte, novela que se desarrolla en la Extremadura rural de antes de la Guerra Civil y durante ella y en la que su protagonista cuenta la historia de su vida en la que se presenta la violencia más cruda como única respuesta que conoce a los sinsabores de su existencia. Este libro inaugura un nuevo estilo en la narrativa española, conocido con el término «tremendismo». Es narrada por un campesino  desde la cárcel.  Esta obra tiene la particularidad de dejarse leer fácilmente, apasiona gracias a esta característica. Esta novela me sorprendió por la utilización de recursos linguisticos novedosos. Con la “Colmena” otra de sus novelas, se confirma la habilidad de  Cela frente a estas tecnicas. Al igual que todo lo suyo, el nobel fue muy controvertido.  Su obra en todo caso, es de suma importancia para la literatura en el siglo XX.
John steinbeck: Al este del  edén. Transcribiré lo escrito por Vargas llosa, que es certero sobre lo que pienso de este escritor y esta novela, que leí ávidamente y fue la primera de aquellas que uno nunca suelta hasta terminarla: Al este del Edén no es comparable con ninguna de las grandes novelas norteamericanas de su tiempo y ni siquiera tiene los atributos de otras novelas del propio Steinbeck, como el vigor de Las uvas de la ira o la delicadeza de La perla. Adolece de algunos defectos de construcción —la falta de coherencia en el punto de vista, por ejemplo— sorprendentes en un escritor tan experimentado y diverso, y no sería difícil trazar un largo catálogo de sus limitaciones en lo relativo a su arquitectura, a su estilo, al trazado de sus caracteres, a la superficialidad de sus ideas y a la visión ingenua, maniquea, de la vida social que ofrece. Y, sin embargo, pese a todo ello, es una historia que se lee con apasionamiento, saltando las páginas, con el ánimo anhelante por saber qué va a pasar. Quien la escribió era alguien que sabía qué contar, aunque no hubiera alcanzado la pericia sobre el cómo contar de sus contemporáneos Hemingway, Faulkner o Fitzgerald. No era un gran creador de palabras ni de órdenes narrativos, pero sí un consumado relator, con un instinto certero de lo que se debe decir y lo que se debe ocultar para excitar la atención y prolongarla, y de qué medio valerse para, esquivando la inteligencia del lector, fraguar personajes, situaciones, acciones que golpearan directamente su corazón y sus instintos. Ese talento primitivo de narrador congenia bien con el mundo primitivo que es el de la mayoría de sus historias y en especial con el de Al este del Edén.
Un mundo a medio hacer, haciéndose, donde los hombres aún luchan por domesticar la naturaleza y lo hacen con sus propias manos encallecidas. Un mundo simple y frugal, organizado por creencias tan rudas y sencillas como sus habitantes, en el que las grandes hazañas físicas y la forma directa, campechana, de la existencia deja entrever, sin embargo, de cuando en cuando, todo un infierno secreto de represiones, frustraciones y violencias íntimas. Guardando todas las distancias, las primeras novelas debieron escribirse en sociedades así, en mundos en parecido estado de formación, para dar solaz, esparcimiento y premio a esos espíritus fatigados en la dura lucha por la existencia. Las fantasías novelescas no tenían por objeto entonces reproducir lo que esos hombres y mujeres ya conocían de la vida. Más bien, completar su existencia con aquello que les faltaba, con los fantasmas que sus deseos fraguaban para enriquecer la realidad. Esas historias eran apasionantes e irreales, tiernas, terribles, extravagantes y amenas, como lo es la de Al este del Edén. Leyéndola, el entretenido lector siente que, con todos sus defectos, esta historia está amasada con el barro magnífico de las más antiguas, de las indestructibles historias. Mario Vargas Llosa. 


Doris Lessing. El cuaderno dorado: Descubrir a esta autora fue una de las experiencias más reveladoras, no solo por la calidad de sus textos, sino por la utilización de un recurso literario que le permite dentro de las obras ficcionales hablar de lo divino y humano. En esta novela tiene páginas muy lucidas sobre la creación artística, la Europa de la posguerra,  la mujer en el contexto de la sociedad moderna. Ahora pienso que fue precursora del recurso de la auto-ficción tan de moda por estos tiempos. Esta novelista, como Sartre escribe siempre desde la condición política,  dicta cátedra  de acuerdo al tema sobre la que gravita el argumento, sin perder la línea narrativa. Cuando ganó el nobel, a pesar de su edad, preservaba una vigencia absoluta, podría afirmarlo sin temor a equivocarme que siempre  ha sido una autora contemporánea. Sus novelas tienen un hondo calado social.  Doris Lessing, como lo fue Saramago, es una de las pocas escritoras comprometidas políticamente.  El cuaderno dorado es otra de las novelas que siempre releo y cada vez que lo hago, como toda obra maestra, brinda gratas sorpresas.












lunes, 28 de noviembre de 2011

EDUARDO BERTI



Trancribo la entrevisa publicada por la revista Ñ de Clarin de Buenos Aíres a proposito del premio otorgado a su última novela.

Como si hubiera soltado las amarras de un barco anclado en la reescritura de algunos textos canónicos, con El país imaginado –ganadora del premio Emecé–, Eduardo Berti se lanzó a la aventura y llegó tan lejos como le fue posible. Atrás quedó La mujer de Wakefield , una de sus novelas más celebradas, en la que se apropiaba del relato de Nathaniel Hawthorne para ofrecer desde el punto de vista de la esposa otra versión de la misma historia, o los personajes homónimos que en Todos los Funes evocaban al Ireneo de Borges y a los Funes que aparecían en los cuentos de Cortázar.
La China que compone Berti es apenas un aspecto de ese país imaginado del que habla el título, porque carece de fronteras y abarca territorios que pertenecen a las fantasías, los sueños y los deseos. Es también la región difusa que habitan los fantasmas, a medio camino entre los vivos y los muertos, seres desalojados del mundo al que no quieren o no pueden abandonar del todo. En ese escenario concibió una historia que transcurre a comienzos de la década del 30 del siglo pasado. Allí, tras los rituales de la muerte de su abuela, una joven de catorce años y su hermano algo mayor temen y ansían respectivamente el futuro que la familia les destinará. Un matrimonio seguro sobre el que no tendrán elección posible y que en el mejor de los casos mejorará su posición social. En los vaivenes de la búsqueda de candidatos, aparece otra adolescente, Xiaomei, de una clase social inferior y de la cual la narradora queda prendada. Con ella mantiene un vínculo marcado por la fascinación y un sentimiento que se parece bastante al amor. Mientras tanto, una extraña peste desbarata los planes de boda y el hermano de la protagonista queda comprometido en una relación espectral. Por su parte, en el tiempo impreciso que diluye los umbrales entre la vigilia y el sueño, la narradora y su abuela encuentran nuevas formas de comunicación.
China y los fantasmas ya se habían cruzado antes en el destino del escritor. Como director de la editorial La Compañía, Berti publicó en 2008 la traducción del libro de Lafcadio Hearn, un irlandés que investigó antiguas leyendas y las reunió bajo el título de Fantasmas de la China . También fue el autor de la idea y el compilador de otro libro – Fantasmas (Adriana Hidalgo, 2010)– que recoge textos sobre seres ultramundanos que no se limitan a la frecuentada tradición anglosajona victoriana y van mucho más atrás en la historia de la literatura universal. Durante la etapa de búsqueda, se encontró con relatos sorprendentes que databan del 200 o 300 después de Cristo y que le resultaron modernísimos por el modo como estaban escritos.
Sin embargo, cuando se le pregunta si ése fue el origen de la novela, Berti responde: Fue una conjunción de elementos que el azar o lo que fuera dispuso. Por un lado, están esos libros más otro que me resultó fascinante: el Manual de supersticiones chinas (1926), del jesuita, misionero y sinólogo francés Henri Doré, que abunda en detalles acerca de las prácticas funerarias y las apariciones de espíritus. Por el otro lado, mi mujer que es fanática de los idiomas, se puso a estudiar chino hace siete años y se apasionó tanto que nunca paró. Hasta el punto de que eso nos impulsó a visitar el país durante dos meses; allí hicimos algunos amigos que más tarde me ayudaron con la novela. De manera que por el costado literario y por el doméstico me fui enterando de una cantidad de cosas que me llamaron mucho la atención y que luego alimentaron la ficción.
¿Cuáles?
En el inicio de la novela, la protagonista narra la suave agonía de su abuela y los preparativos de su partida. Una de las prácticas consiste en retirarle la almohada para que pueda descansar en paz. “Paz” en lenguaje mandarín también significa “recto, horizontal”. La almohada se amarra al techo para que se descomponga a la intemperie. Muchísimas de estas tradiciones arraigan en supersticiones milenarias en relación con la reencarnación y el regreso de los muertos bajo otra apariencia. Su incumplimiento acarrea, además, que no puedan irse del todo y la aparición de los fantasmas.
Pero además hay otras...
También me había impresionado el casamiento con los muertos, la boda que se celebra cuando hay una pareja de novios comprometidos y uno de ellos muere. Y lo que les pasa a las mujeres que mueren solteras y a las que por esa razón se les niega una lápida. No hay que olvidar que la cultura china tiene una relación muy distinta con los muertos, en la que el fantasma está mucho más presente por distintos motivos que pueden ser la venganza o la deuda pendiente; no vienen estrictamente a asustar aunque algunos puedan ser tremendamente sangrientos.
¿No temió quedar Ud. mismo fascinado por esa cultura?
Quise evitar a toda costa el lugar común de que por ser una novela que transcurre en China, se convirtiera en una fábula. En todo caso sólo admitiría pensarla como una fábula fantástica. Hay momentos fantásticos, especialmente los relativos a los sueños, pero lo demás tiene un tratamiento bastante realista. Lo que me interesaba era una cierta verosimilitud, porque la novela no es sobre China. En mi libro, China no es real ni imaginaria, es imaginada y en consecuencia, un tanto borrosa. Lo cual excluye el típico uso de China desde una mirada puramente occidental. China es tan grande que todo es posible.
¿Cómo eludió la trampa del exotismo?
Sabía que no quería caer en él, por eso tuve muy presente lo que decía Saer respecto de los autores latinoamericanos que usaban su literatura como si salieran a vender artesanías, o lo que escribió Borges respecto de que en el Corán no hay camellos. Esas lecciones las llevo grabadas a fuego. Me cuidé de no ponerle nombre a la ciudad en la que transcurre para evitar la localización y no abrumar con los nombres chinos de la familia. Al contrario, creo que al hablar simplemente del padre, de la madre o del hermano sin nombrarlos establecía una mayor cercanía. Por otro lado, cuando al final de la novela y de manera colateral aparecen ciertas contextualizaciones como la guerra con Japón, son apenas un telón de fondo. Lo importante para mí era que no hubiera vicios de novela histórica ni de novela turística.
Con una trayectoria como escritor considerable, salvo en escasísimas ocasiones y cuando algún relato breve lo requería, Berti no se sentía tentado por la utilización de la primera persona como voz narrativa. En La sombra del púgil hay una aproximación, pero aparece más interesada en captar el registro de la oralidad que en la expresión de una subjetividad. En El país imaginado , en cambio, no sólo experimenta con esa voz, sino que además adopta la perspectiva de una adolescente, un ser considerado poco menos que un objeto decorativo en esa sociedad de tradiciones férreas.
¿Por qué adoptó la voz de la jovencita?
No quiero sonar místico ni hablar de inspiración, aunque yo sé que existe y se manifiesta como un entusiasmo incontenible, pero debo confesar que en un momento sentí que esa voz me dictaba. Hay escritores que dicen que escribir es saber escuchar, no necesariamente lo que hablan en la mesa de al lado, sino escuchar lo que las voces dicen. Es curioso, Bioy afirmaba que al escribir había que pensar menos en uno y más en el libro, y eso fue lo que me pasó. Habitualmente me tomo más tiempo para escribir un libro, pero con este tenía tanto miedo de que esa voz me abandonara que escribí la primera versión de un tirón, en seis meses, que para mí es un tiempo muy corto.
¿Haber encontrado esa voz le permitió una fluidez mayor que en sus restantes novelas?
Creo que sí, hasta este momento no había encontrado la posibilidad de narrar en primera persona y sentí ganas de hacerlo. También el hecho de que China es una antípoda me inspiró a experimentar algo que estuviera en el otro extremo de lo que venía haciendo. Otra época, otro país, otra edad, otro sexo. Probablemente, lo que también me ocurrió fue reencontrarme con una cantidad de experiencia mía como no me había pasado antes. Me veo más a mí mismo en esta novela que en las otras. Fue tan sencillo como recordar de qué manera me había enamorado la primera vez, esas emociones.
La novela se divide en dos partes: Xiaomei y el epílogo. ¿Por qué ella y no la narradora?
La idolatría que la protagonista siente por Xiaomei no es del todo real, forma parte de los sentimientos que se tienen a esa edad, el deseo de ser una con la otra. Sobre esa figura proyecta cosas, le agrega atributos. Como socialmente están muy predeterminadas, cuando están juntas intentan borrar esas diferencias, se modifican las ropas para igualarse y que las vean como hermanas, se encuentran en un parque público, un lugar neutral, pero la diferencia entre ambas es muy grande. Eso se hace patente cuando conoce al marido, y ella entra de lleno en el plano de lo real. A Xiaomei, en cambio, el matrimonio le depara otro destino.
Los sirvientes también ocupan un lugar interesante.
Me gustó que hubiera dentro de la casa alguien que no fuera la figura de autoridad del padre, que viera con más libertad o humor las situaciones. La tradición china es muy estricta en cuanto a las formas y a los rituales que hay que respetar. Pero siempre hay maneras de escapar de esa rigidez. Los sueños y los fantasmas también liberan a la sociedad de esa cosa tan reglamentada, tan normativizada. Son nexos.
No sería arriesgado encontrar en la palabra nexo una clave de lectura de esta novela. Los nexos son los grandes articuladores de este relato que todo el tiempo juega en dos planos: el de los vivos y los muertos, el de las clases sociales, el de los padres y los hijos, el del sueño y la vigilia.
¿Por qué en esta novela dejó de lado el trabajo de reescritura que predominó en las otras?
Creo que me sentí liberado de eso también. Al punto de que no quise leer La novela china de César Aira, La perla del Emperador de Daniel Guebel, ni siquiera Un chino en bicicleta de Ariel Magnus, autores a los que respeto. Algo distinto me estaba pasando con este libro, por primera vez la gente me dice que se ha emocionado leyéndolo. En los anteriores, mi escritura era más fría. Eso se debe a que uno va cambiando y los intereses y las maneras de manifestarlos son otras. Las cosas que me fueron pasando determinaron que ahora ponga más atención a los vínculos humanos, los afectos. En esta novela hay menos cabeza, menos preocupación por cuestiones formales que antes me interesaban muchísimo. Cuando terminé de escribir Todos los Funes sentí que se cerraba algo.
¿Coincidió algo con ese cierre?
Con el regreso a la Argentina, mi matrimonio, la paternidad, la muerte de mi padre, algunos cambios de gusto. Tampoco sé si esto va a seguir así, a lo mejor vuelvo a la frialdad, pero si ocurrió es que evidentemente quería ir para ese lado. Que me digan que el libro toca una sensibilidad distinta para mí es un lujo, porque la novela se parece bastante a lo que yo quería hacer y a lo que estaba buscando.

Jorgelina Muñoz


EDUARDO BERTI EEN POCAS PALABRAS
Estos datos son tomados de su propio blog.

Su primer libro de ficción, la colección de cuentos Los pájaros (1994), fue elogiado por la crítica, obtuvo el Premio-Beca de la Revista Cultura y fue considerado como uno de los mejores libros del año por el diario Página/12.
A este libro le siguieron dos novelas de importante repercusión: Agua y La mujer de Wakefield, ambas publicadas en Argentina y España por Tusquets Editores.
La primera fue traducida al francés (Le désordre électrique, Editions Grasset), al inglés (Agua, Pushkin Press) y al portugués (A Desordem Eletrica, Temas e Debates). De La mujer de Wakefield hubo traducciones al japonés y al francés. La versión francesa (Madame Wakefield, Grasset) fue finalista del prestigioso premio Fémina que se entrega en Francia al mejor libro extranjero del año.
En 1998, Berti se radicó por varios años en París (Francia), donde se desempeñó como periodista cultural y corresponsal para medios argentinos (Rolling Stone, TXT, etc), impartió cursos de escritura, plasmó el guión de la película Nordeste (dirigida por Juan Solanas, protagonizada por Carole Bouquet) y continuó con su obra literaria.
En el año 2002 publicó en forma simultánea en España y en Argentina (Emecé Editores) los cuentos muy breves de La vida imposible cuya traducción al francés, La vie impossible, editada por Actes Sud, recibió el premio Libralire-Fernando Aguirre que en ediciones anteriores ganaran
Enrique Vila-Matas o Francisco Ayala.
Un año después reeditó (en versión corregida) Los pájaros, a través del sello madrileño Páginas de Espuma, especializado en relato y cuento.
Dos años más tarde llegó su muy bien recibida novela Todos los Funes (Anagrama Editores), finalista del prestigioso Premio Herralde. Votado como uno de los libros del año en el Times Literary Supplement de Gran Bretaña, Todos los Funes fue traducido al coreano y al francés.
En los últimos años, Berti se dedicó a traducir los cuadernos de apuntes del escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne, los poemas de Silvia Barón Supervielle, el ensayo “Con Borges” de Alberto Manguel, los cuentos de Jacques Sternberg o la pequeña e bastante ignota novela “Lady Susan”, de Jane Austen, entre otros libros.
También publicó diversas antologías: desde “Galaxia Borges” (Adriana Hidalgo, 2007), en coautoría con Edgardo Cozarinsky, hasta “Nouvelles”, antología del nuevo cuento francés (Páginas de Espuma, 2006) pasando por "Galaxia Flaubert", "Fantasmas", "Historias encontradas", "Felicidades" y "Los cuentos más breves del mundo".
Además de escritor y traductor, Berti se ha desempeñado como periodista cultural y como guionista. Obtuvo diversos premios (entre ellos el Martín Fierro) por la realización de documentales sobre la música popular argentina. Publicó dos libros de ensayo periodístico: uno en colaboración con el cantante y compositor argentino Luis Alberto Spinetta, y otro (Rockología) dedicado a analizar la evolución y las característica del llamado “rock argentino”.
Colaboró y lo sigue haciendo con los principales diarios de Buenos Aires: La Nación, Clarín, Página/12. Formó parte de la redacción cooperativa de la revista “El Porteño” durante los años ochenta y asimismo ha escrito en “Letra Internacional” (ediciones de España, Alemania, Rumania o Dinamarca) y en “Letras Libres” (México y España), entre diversos medios.
Con respecto a sus últimas obras literarias, en 2007 editó un cuento largo (“Retrospectiva de Bernabé Lofeudo”) dentro de la colección “Un endroit où aller” que en Francia dirige y coordina Hubert Nysen, fundador del sello Actes Sud.
Ese mismo año, mientras Actes Sud editaba en bolsillo (colección Babel) Madame Wakefield, también dio a conocer su primer libro no narrativo. Mezcla de prosa poética con “greguerías” en claro homenaje a Ramón Gómez de la Serna (“ramonerías”, las llama Berti) fue publicado en Francia, en edición bilingüe, por Editions Meet, y lleva por título Los pequeños espejos/Les petits miroirs.
Marzo de 2008 fue la fecha de salida de su cuarta novela, La sombra del púgil, editada por Norma (en Argentina y Colombia), La Otra Orilla (España) y nuevamente por Actes Sud (Francia).
Noviembre de 2010 fue la fecha en que apareció su último libro de cuentos: Lo inolvidable, editado en España y Argentina por Páginas de Espuma y en Francia por Actes Sud.
Sobre el escritor Eduardo Berti y su obra se ha escrito:
"Un verdadero talento innovador" (Paul Bailey, Daily Telegraph, Londres)
"Una nueva y eficaz forma de narrar." (Rodrigo Fresán)

"Una literatura muy personal e innovadora que proporciona al lector un formidable placer" (Gérard de Cortanze, Le Figaro, París)
"Una prosa fluida, precisa y vigorosa" (Ernesto Schoo, La Nación)
"El talento y la gracia de Eduardo Berti resultan totalmente indiscutibles" (Antón Castro, Abc,

Madridn gran escritor" (Eva Grinstein, El Cronista, Buenos Aires)
"Uno de los novelistas más originales y más dotados de todos cuantos hoy escriben en español" (Alberto Manguel)
"Un escritor inclasificable, es decir, precioso" (Frédéric Vitoux, Le Nouvel Observateur, París)