miércoles, 2 de julio de 2008

GEORGE STEIRNER

Al mirar hacia atrás, el crítico ve la sombra de un eunuco. ¿Quién sería crítico si pudiera ser escritor? Steiner
Acaba de ser publicado el último libro de este coloso de las letras mundiales: “Los libros que nunca he escrito”, que según el columnista Alberto Manguel del país de España es “una antología de deseos incumplidos. Cada capítulo es un mapa lúcido y erudito de cierto lugar que Steiner dice no haber querido o podido explorar a fondo. Misteriosamente, su cartografía basta.” Steiner nació en el seno de una familia judía de origen vienés en Paris, emigró con su familia a Estados Unidos en 1940, huyendo del régimen nazi. Vivió una infancia políglota por lo que domina varios idiomas, afirma talves por esta razón, que es la existencia de una gran diversidad lingüística, lo que ha permitido al ser humano obtener la libertad para reescribir el mundo en una multiplicidad de libertades. El primer éxito fue La muerte de la tragedia (1961), una obra ambiciosa en la que proclamaba la incapacidad de la literatura para humanizar a los lectores. El lenguaje, una de sus constantes preocupaciones, es el eje sobre el que giran muchas de sus obras posteriores como Lenguaje y silencio (1967), En el castillo de Barbazul (1971) y Presencias reales (1989). Su gran obra humanística, Después de Babel (1975), se centra en los misterios de la traducción y la comunicación. Otras de sus aportaciones son Nostalgia del absoluto (1974), Antígonas: una poética y una filosofía de la lectura (1984), Pasión intacta (1996) y su autobiografía Errata: el examen de una vida (1997). En 2001 publicó Gramáticas de la creación. El mismo año fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Este hombre es sinónimo de erudición y un apologista impenitente de la lectura como ejercicio de descubrimiento alucinante. Sus ensayos despiertan una pasión por la lectura como actividad creadora y su ejercicio aporta interpretaciones novedosas y eruditas que nos incitan a relecturas y paralelos hermeneuticos infinitos. Recuerdo con absoluta claridad el ensayo “presencias reales “donde desde un perspectiva clásica, atendiendo casi al sentido común, refuta la escuela estructuralista y deconstructivista Francesa a partir de presupuestos profundos, con un conocimiento de las escuelas filosóficas y de la fenomenología, que son presentados con una claridad lapidaria frente autores hasta la fecha intocables. Steiner, es a la vez de filósofo, matemático y científico, lo que le da a sus escritos un rigor alejado de los malabarismos lingüísticos tan de moda en los 60 y 70. Es de los pocos críticos que están a la altura de Borges y que con Harold Bloom, constituyen iconos de una crítica en vía de extinción.