jueves, 3 de diciembre de 2015

HENNING MANKELL



Con este autor me encontré con una novela negra que es pura literatura en el amplio sentido de la palabra, su estilo siempre me conmovió, muy depurado, su escritura en apariencia sencilla, como el buen Whisky en las rocas, es exquisita, hay ritmo, rigor estético y mucho trabajo, cada palabra está bien puesta, sin arabescos ni barroquismos, la lectura lo va a uno atrapando de la mano del comisario Wallender, quien es el más humano de los investigadores que conozco, se mueve en medio de crímenes escabrosos en una sociedad que conoce muy bien, llena de patologías, que produce hechos que espantarían a cualquiera, donde casi siempre el sujeto común, el ciudadano de a pie, termina condenado a la soledad más infame.
Sus preocupaciones no se limitaron a describir la gran paradoja del ser humano, a resolver asesinatos, también atendió temas mayores de corte político y sociológico. En una de las sagas para la televisión Sueca y en el prefacio del texto” La pirámide” escribe: “Hasta que no terminé de redactar la octava y última parte de la serie sobre Kurt Wallander, no caí en la cuenta de cuál era el subtítulo que, en vano, había estado buscando para ella sin cesar. Una vez que todo lo relativo a Wallander o, al menos, la mayor parte, pertenecía al pasado, comprendí que ese subtítulo debía ser, lógicamente, «Novelas sobre el desasosiego sueco». Pero lo cierto es que se me ocurrió, como digo, demasiado tarde. Pese a que los libros no eran sino una variación sobre este único tema: «¿Qué estaba sucediendo con el Estado de derecho sueco durante la década de los noventa? ¿Cómo sobreviviría la democracia si los fundamentos de dicho Estado no se mantenían ya intactos? ¿No tendrá la democracia sueca un precio que pueda llegar a parecemos demasiado alto y deje de merecer la pena pagar?”. Adelante agrega: “
Y creo que bien puedo dar por confirmado el hecho de que Wallander ha funcionado como una especie de portavoz de la sensación de inseguridad dominante que muchos ciudadanos experimentaban, de su indignación y de sus justas valoraciones sobre la relación entre el Estado de derecho y la democracia. Se trataba unas veces de largas cartas en sobres abultados o de sencillas tarjetas postales procedentes de lugares extraños de los que nunca había oído hablar; en otras ocasiones, era una llamada telefónica la que me alertaba a deshoras o unas palabras excitadas que me llegaban por correo electrónico”.
Cuando me encontraba con alguna novela suya la compraba sin reparos y sus lecturas nunca me han desilusionado, por ejemplo en "El chino": un día cualquiera son encontradas 19 personas brutalmente asesinadas en un pueblecito Sueco, en la investigación, se descubre el tema escabroso de la migración China a Europa en el siglo XIX por esta vía la novela indaga por un tema que en Europa se mantiene en velo por razones diversas.
En este mismo prefacio responde algunas sobre su personaje emblemático: “En cualquier caso, en la mayor parte de las cartas, el remitente acababa formulando la misma pregunta: ¿qué había ocurrido con Wallander antes de que comenzase la serie policiaca? Es decir, indagaba acerca de todo lo que sucedió, con una indicación temporal exacta, antes del 8 de enero de 1990, la mañana en que, a hora bien temprana, Wallander fue arrancado de su sueño al comienzo de Asesinos sin rostro. Y no crean que no comprendo el hecho de que la gente se pregunte cómo empezó todo: cuando Wallander entra en escena tiene ya cuarenta y dos años, y anda camino de los cuarenta y tres. Pero, para esa fecha, él ya lleva mucho tiempo siendo policía, ha estado casado y aparece como separado, tiene una hija y, en un momento dado, se desliga de la ciudad de Malmö para refugiarse en Ystad”.
Este personaje es absolutamente encantador, es un hombre desapacible, con un escepticismo y pesimismo exacerbado, siempre le acompaña una lógica perversa, cargada de desconfianzas, pero certera, típica de su trabajo, esta le sirve siempre para llegar a la verdad en cada caso. En medio de estas indagaciones va  haciendo reflexiones de la vida, en los entremeses con su hija que van develando no solo su propio universo sino el de muchos hombres en Europa, con el sistema, con el propio trabajo, lo que hace de sus novelas verdaderas joyas a las que uno termina adicto.
La muerte de este escritor me ha conmovido, es difícil volvernos a encontrar con un personaje literario de tantos kilates y con su capacidad de trabajo. Por fortuna son muchas las novelas que no he leído, me gustaría mucho averiguar como era su forma de trabajo.