Sigo con mucha atención
el blog de Patricio Pron en el boomerang literario, no solo por el importante papel
que cumple como crítico, sino por la calidad de sus escritos, el hecho de entregarnos
autores de absoluta importancia para la literatura, algunos desconocidos para mi, es imposible seguirle el paso a sus lecturas. El artículo que
reproduzco es una reseña de un texto de Gustavo Guerrero, espero sea del gusto de mis lectores y creo en
justicia, que amerita leer el ensayo recomendado. CESAR HERNANDO BUSTAMANTE
BLOG DE PATRICIO PRON
domingo, 19 de agosto de 2018
Gustavo Guerrero (Caracas, 1957) obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 2008 con Historia de un encargo, una obra sobre las circunstancias que rodearon la escritura de la novela de Camilo José Cela La catira (1955) y, de forma más general, acerca de las condiciones de posibilidad de la circulación de literatura en el ámbito hispanohablante; Guerrero, quien es profesor en la Universidad de Paris Seine y editor de los hispanohablantes de Gallimard, había escrito ya acerca de esas condiciones en libros como La estrategia neobarroca (1987), Itinerarios (1997) y La religión del vacío (2002), pero es en su nuevo libro donde los temas de la literatura hispanoamericana y el cambio cultural adquieren protagonismo en su obra.
Paisajes en movimiento
aborda ambos a partir de los ejes complementarios del tiempo, el mercado y la
nación (o su abandono) en la literatura en español producida entre 1990 y 2010
aproximadamente; lo hace recurriendo a la producción crítica de Reinhart Koselleck
y Andreas Huyssen, Paul Virilio, Hartmut Rosa y Francine Masiello, pero también
a la de críticos latinoamericanos como Reinaldo Laddaga, Gabriel Zaid, Ángel
Rama, Beatriz Sarlo, Néstor García Canclini y Octavio Paz. Autores todos ellos
de producciones intelectuales de signo muy diverso, Guerrero los pone a
dialogar entre sí para abordar una producción literaria no menos variada, y en
la que destacan los libros de los argentinos Rodrigo Fresán, Laura Wittner,
Fabián Casas, Sergio Raimondi y César Aira, el cubano Antonio José Ponte, el
uruguayo Eduardo Milán, los chilenos Roberto Bolaño y Germán Carrasco, el
colombiano Juan Gabriel Vásquez, los venezolanos Eugenio Montejo y Rafael
Cadenas, el guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, el salvadoreño Horacio Castellanos
Moya y los mexicanos Julián Herbert, Luis Felipe Fabre, Mario Bellatin y Álvaro
Enrigue.
Se trata (en palabras
de su autor) de un "esfuerzo por plasmar unas narrativas críticas y
abiertas, que no se reconozcan en los numerosos discursos alarmistas sobre el
apocalipsis de la cultura, pero que tampoco incurran en el conformismo de
aquellos que piensan que no hay nada nuevo bajo el sol" (11-12); como tal,
uno de sus méritos se deriva del talento de su autor para hacernos creer que su
objeto de estudio existe; es decir, que hay "una" literatura
latinoamericana y que ésta es susceptible de ser abordada desde el
"presente embriagado de presente" del que habla la ensayista
argentina Graciela Speranza en su más reciente libro. No es un mérito menor, en
especial si se considera que (como demuestra Guerrero) es una literatura con
una relación problemática con la adscripción nacional y/o la idea de
pertenencia.
A pesar de las
susceptibilidades que suscita (y en consideración a ellas), es singular
apreciar cómo es el mercado el ámbito que, en Paisajes en movimiento, más y
mejores perspectivas ofrece para abordar la cuestión del tiempo y la de la
nación en la literatura latinoamericana: como sostiene Guerrero, "en una
época en que el aumento de la producción de libros y la rápida cadencia en los
tiempos de su comercialización van haciendo desaparecer los fondos de catálogos
y librerías, con las consecuencias que pueden adivinarse por lo que toca a la
presencia o visibilidad de una obra y a la transmisión y la constitución de una
memoria literaria común entre las generaciones" (49), el mercado es el
ámbito en el que se dirimen las divergencias entre una literatura
latinoamericana escasamente interesada en ensayar los gestos de una
nacionalidad fuerte y unas expectativas internacionales que condicionan la
circulación de esa literatura a su legibilidad y a su capacidad de adscripción
a un territorio, lo que, por cierto, puede verse (también) en el catálogo de
latinoamericanos de Gallimard, por ejemplo.
Guerrero se enfrenta al
problema de cómo abordar la producción literaria latinoamericana que resulta
del nuevo régimen de historicidad en el que vivimos, un "extraño ahora
cada vez menos estable y definido, cada vez más laberíntico e
imprevisible" (37); lo hace con precisión y con elegancia, señalando las
principales tendencias y también las formas de resistencia (las estéticas de la
apropiación, la cita y la reescritura, el surgimiento de las editoriales
independientes, los intentos de redefinir la noción de valor literario, la
escritura de la inmediatez, la escritura "antipatriótica" de Fresán y
Castellanos Moya, la literatura "performativa" de Bellatin, la del
nomadismo de Bolaño y Rey Rosa) que en los últimos tiempos se han articulado
para reconciliar la experiencia y la escritura, las palabras y el mundo.
"Con la redefinición del papel del mercado y con esa trivialización de lo
escrito que trae consigo la multiplicación de soportes tecnológicos",
escribe, "el escenario de los noventa y los dos mil es el de una gran
crisis del valor literario que vuelve más perentoria que nunca una discusión
sobre sus modos de fabricación, de acumulación y de transmisión, pero que, al
mismo tiempo, convierte dicha discusión, para muchos, en un objeto anacrónico,
y aun reaccionario, de cara a la reivindicación de un relativismo generalizado
que marcha al unísono con la masificación de los productos de las industrias
culturales" (89). Paisajes en movimiento pone de manifiesto la posibilidad
de que esa discusión se produzca con inteligencia y gracia y sin los gestos
banales (tan comunes, por cierto) de quien apuesta a un futuro que nunca llega
y/o los de quien añora un pasado indefectiblemente ido.
Gustavo Guerrero
Paisajes en movimiento:
Literatura y cambio cultural entre dos siglos
Buenos Aires: Eterna
Cadencia, 2018