sábado, 28 de agosto de 2021

PAUL AUSTER Y TRILOGIA DE NUEVA YORK

“Dentro de la literatura del siglo XX, con énfasis hacia la segunda mitad de la centuria y prolongándose al siglo XXI, un sector de la narrativa, novelas y cuentos, hace confluir los oficios del creador, del crítico, del teórico y del lector”.  De esta manera la relación entre el escritor y lector se hace desde variables muy diferentes a las presupuestadas antes de estas narrativas novedosas, hablo de las teorías literarias y hermenéuticas anteriores al 50 del siglo pasado. 

El club de lectura de la biblioteca la floresta de Medellín cumple una labor encomiable en favor de la lectura y la literatura en general. En el último encuentro, nos encargó su director como tarea leer “Trilogía de New York” de Paul Auster, con el fin de comentar las tres novelas contenidas en este texto.  

Este año se han analizado varios textos, se hacen comentarios muy puntuales de lo que ha dejado cada lectura para cada uno de los participantes, se confrontan opiniones y se descifran y contextualizan los procesos creativos implícitos en cada relato o novela en cuestión. 

El director en un ejercicio pedagógico, sin los atavismos de la academia, va dilucidando desde la perspectiva del lector los aspectos específicamente literarios del texto y paralelamente dilucida las herramientas literarias utilizadas en el proceso creativo. Esto lo hace con todos los libros sometidos a lectura.  De esta manera llegamos al concepto de autificción, de la cual, la trilogía escrita por Paul Auster es un buen ejemplo. 

Estos conversatorios por fuera de la academia son de suma importancia. Es un ejercicio espontaneo, con lectores anodinos y desde una perspectiva antropología constituyen un acercamiento a la literatura realizada por el ciudadano común.  En palabras de Aidan Chambers, de lo que se trata es de compartir el entusiasmo por la literatura y la interpretación textual. 

La autoficción es un neologismo creado en 1977 por Serge Doubrovsky crítico literario y novelista francés. “La autoficción se define por un "pacto oximorónico" o contradictorio asociando dos tipos de narraciones opuestas: un relato fundado, como la autobiografía, sobre el principio de las tres identidades (el autor es también el narrador y el personaje principal), que sin embargo es ficción en sus modalidades narrativas y en sus paratextos (título, textos de solapa, contratapa, etc.). Se le llama también "novela personal", ya que se trata de un cruce entre un relato real de la vida del autor y el relato de una experiencia ficticia vivida por este”. 

Trilogía de New York” es una novela emblemática de la autoficción. Miremos los elementos esenciales de esta obra. Son tres novelas en una. Son tres relatos entretejidos por una misma técnica y con historias que encubren marcos referenciales a otras obras y géneros (El policiaco, la autobiografía y la hermenéutica como herramientas textuales de construcción). 

Empezaré por el primer texto: "La ciudad de cristal”, escrita en primera persona. El autor acude a la trasposición de nombres, que viene siendo un recurso en la trama y que le sirve como recurso para citar textos literarios implícitos en la narración que hacen parte del acervo intelectual del escritor en medio de un trasunto policiaco producto de una casualidad y cierta dosis de soledad e invención que constituyen parte de la realidad del protagonista.  En una tesis sobre este texto encontré la expresión: “todo empezó con un número equivocado, más que tratarse de un desacierto casual y ordinario, más que concebir el título de esta tesis o más que ser la primera línea escrita por Paul Auster en “La trilogía de Nueva York”, bien podría significar una sentencia de retirada y no un accidente o un punto de partida, en tanto es una invocación del escritor norteamericano que se manifiesta como una suerte de conjuro y que emerge desde la habitación de un hombre desalojado y abismado en el mundo, quien a través de sus cavilaciones y novelas de ficción revela con atino y sutileza un sinfín de temas universales”. Destaca la estudiante cuatro temas, los que de antemano descarto para este artículo, no porque no sean importantes, sino por lo general de mi análisis, en todo caso, considero importante nombrarlos: la soledad, el azar, la ciudad y la identidad. 

Daniel Quin es un escritor citadino (Nueva York como eje urbano), escribe “novelas de misterio”, estas obras las escribía con el nombre William Wilson, el detective narrador es Max Work, hombre que había resuelto innumerables crímenes y se había hecho íntimo de Quinn. En la mesa de noche del escritor siempre reposa un ejemplar del libro de viajes de Marco Polo. Cada nombre o inicial citado en este texto, termina convertido en una referencia literaria. Los sitios igualmente responden al mismo truco. Vive en la misma calle donde alguna vez vivió Wall Witman. En este caso, la ciudad hace parte del eje narrativo. “Nueva York, es el escenario, la ciudad de todos y de nadie, el lugar del caos donde logran vislumbrarse las sombras de unos hombres que cruzan el Puente de Brooklyn para llegar al Downtown de Manhattan, un espacio que invita al extravío y donde aún en el horizonte se respira la ausencia que ha permanecido en el ambiente después de los atentados del 11 de septiembre. Un vacío en el cielo que constata la fragilidad del mundo y que en el sentido de esta tesis se podrá leer como un excurso, en tanto es un tema posterior a la trilogía austeriana”. 

Hay ciertas características del personaje que a la vez son del escritor en la vida real: Escribe en libretas, siempre lleva un lápiz a la mano, es fanático del beisbol y seguidor de un equipo de la ciudad, solitario, amante y estudioso de ciertos autores emblemáticos de la literatura.  En el relato hay extensas alusiones a Heródoto, Montaigne, a Defoe y Swift, que no son simples referencias, sino que tienen que ver con los personajes y la manera de sortear sus angustias existenciales, la soledad en este caso. En la tesis sobre Paul Auster hay una explicación aludida a este recurso metalingüístico que vale la pena citar: “Ciudad de cristal, vislumbrada entre los límites de lo real y lo imaginario. Razón por la cual los personajes que la recrean se pierden en la locura como quijotes en Nueva York. Fantasmas, centrada en la condición solitaria, en una suerte de ímpetu monacal que tiene su referente en El estanque de Walden. Y, La habitación cerrada, una apología a la ambigüedad íntima y a la aceptación de la realidad, cuya proximidad se evidencia en Nathaniel Hawthorne y en su primera novela titulada Fanshawe publicada en 1828” (Julián Sepúlveda Orozco, universidad nacional de Colombia). 

Por esta vía estudia el mito del paraíso y el mito de Babel, cita a Milton, hace referencia a su secretario (Henry Dark) quien después de la muerte de este se traslada a América y escribe sobre la nueva Babel, referencias todas importantes por el papel que juegan en el relato. Miremos ciertas alusiones realizadas por el personaje: 

Desde el principio, según Stilman, el descubrimiento del nuevo mundo fue el impulso que insufló vida al pensamiento utópico, la chispa que dio esperanzas a la perfectibilidad de la vida humana, desde el libro de Tomas Moro de 1516 hasta la profecía de Gerónimo de Mendieta, unos años más tarde, de que América se convertía en un estado teocrático ideal, una verdadera ciudad de Dios”.  

Cita a Rousseau, a Locke, la bula papal de Pablo II sobre el alma de los indios, la interpretación de la torre de Babel referida al lenguaje y a la unidad. Figuras que aparecen en un relato donde gracias al azar asume ser otro personaje y se embarca en una misión y una búsqueda, se convierte en un detective por razones de la suplantación (Paul Auster), lo que constituye el punto de partida de la trama. El autor a nosotros como lectores nos permite un juego con nuestras propias referencias en el marco del relato: Cervantes, Henry David Thoreau, Nathaniel Hawthorne, Jorge Luis Borges, Albert Camus, Knut Hamsun, Friedrich Nietzsche, Edgar Allan Poe, Woody Allen, Franz Kafka, Herman Melville y J.M. Coetzee; entre muchos otros autores que gracias a las referencias se entre cruzan con las citadas por el autor, ejes literarios que hacen parte del contexto. 

Las referencias a Cervantes y el Quijote realizadas por el autor son muy importantes en el texto.  Primero por los juegos que se entreveran en la trama gracias al azar y a una equivocación producto de una llamada donde el tema de la sinrazón y la puesta en escena de la realidad frente a la invención constituye una variable constante. La vida termina siendo siempre un relato, el pasado lo mismo, la perspectiva del narrador se impone sobre la realidad. El Quijote de Sancho no es el mismo que él de Cervantes y diferente al del lector. La narración puesta en cabeza de un autor ficticio como sucede en el Quijote, constituye un juego alrededor de un relato policiaco por fuera del canon donde confluyen voces, autores y referencias que son importantes desde la perspectiva estética. El relato igualmente tiene datos y aspectos autobiográficos, que se entretejen con el argumento de base y le dan libertad al lector, quien obligado entra en este juego de ficciones contrapuestas. 

Esta trilogía es la obra más leída de Paul Auster y amerita relecturas que permiten captar los juegos metalingüísticos y la multiplicidad de referencias   literarias puestas en la trama.