Este es el progenitor del grupo Barranquilla, el más importante círculo
literario de Colombia en todos los tiempos y abanderado
precoz de técnicas novedosas del periodismo Colombiano. Fue un hombre genial, en todo el sentido
amplio de la palabra. Publicó “La casa grande”, “todos estábamos a la espera”, “los
cuentos de Juana”, realizo el film “la
langosta azul” y dejó una obra periodística extensa.
Decidí escribir sobre su vida y obra, a propósito de la publicación de
la biografía de Cluadine Bancelín, sobra decir que no la he leído aún, pero que
llena un vacío imperdonable, pues existían muchos trabajos periodísticos y académicos
sobre su obra, pero hasta ahora no había sido publicado ningún libro sobre su
vida.
Un artículo de prensa a propósito de la publicación de esta obra lo
define a cabalidad: “Álvaro Cepeda Samudio fue una celebridad en todo
el sentido de la palabra. Escritor delirante y periodista agudo, sus páginas
nunca pasaron desapercibidas, y menos su genio y figura. Amigo de sus amigos y
amante de la vida, Cepeda Samudio hizo historia en Barranquilla y en La Cueva,
ese rincón legendario que les dio de beber a personajes memorables de las
artes.”
Sus textos fueron un hito en
la literatura Colombiana. Álvaro introduce técnicas que hasta la fecha (A mitad
del siglo pasado) eran absolutamente desconocidas por nuestros autores
parroquiales. El grupo de la cueva, como se le llamó después constituyó la
puerta de entrada de la gran literatura para Colombia. En una biografía de Gabo en la red, se reseña
con mucha lucidez la importancia del mismo en la formación de este selecto
circulo de escritores en ciernes: “A principios de los años cuarenta
comenzó a gestarse en Barranquilla una especie de asociación de amigos de la
literatura que se llamó el Grupo de Barranquilla; su cabeza rectora era don
Ramón Vinyes. El "sabio catalán", dueño de una librería en la que se
vendía lo mejor de la literatura española, italiana, francesa e inglesa,
orientaba al grupo en las lecturas, analizaba autores, desmontaba obras y las
volvía a armar, lo que permitía descubrir los trucos de que se servían los
novelistas. La otra cabeza era José Félix Fuenmayor, que proponía los temas y
enseñaba a los jóvenes escritores en ciernes (Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso
Fuenmayor y Germán Vargas, entre otros) la manera de no caer en lo folclórico. En
esa época del Grupo de Barranquilla, García Márquez leyó a los grandes
escritores rusos, ingleses y norteamericanos, y perfeccionó su estilo directo
de periodista, pero también, en compañía de sus tres inseparables amigos,
analizó con cuidado el nuevo periodismo norteamericano. La vida de esos años
fue de completo desenfreno y locura. Fueron los tiempos de La Cueva, un bar que
pertenecía al dentista Eduardo Vila Fuenmayor y que se convirtió en un sitio
mitológico en el que se reunían los miembros del Grupo de Barranquilla a hacer
locuras: todo era posible allí, hasta las trompadas entre ellos mismos.”. Para
Roca Baena distingue entre el papel del café o del bar, aglutinantes
democráticos de talentos dispersos, y el del señorial salón literario de la
burguesía rica y cultivada, y postula, para el caso del Grupo de Barranquilla,
dos instituciones románticas, la bohemia y el periodismo, como los puntos de
convergencia para los jóvenes y talentosos creadores, de procedencia dispar
que, estimulados por sus lecturas, sentían alguna inquietud creadora más allá
de las actividades mercantiles de una sociedad sin mucha tradición ni especial
inclinación a las especulaciones intelectuales.
Álvaro era el líder indiscutible de este grupo, el de todo se puede, el
de las grandes empresas y quien les enseñó que en el cine estaba todo lo que
debía saberse. Era un trotamundos y un
loco de amarrar. Sus anécdotas son muchas. Quien más estudio su labor periodística
fue Jacques Gilard. Un
trabajo publicado en el boletín de la Luis Ángel Arango recordaba su labor
intelectual de la siguiente manera: “Como intelectual se interesaba por la
literatura, el arte y, sobre todo, por el cine, esa gran afición que lo llevó a
convertirse en realizador. También sostuvo la columna Brújula de la cultura, en El
Heraldo de Barranquilla, referencia obligada del periodismo cultural. La
mayor parte de sus comentarios se nutrían de la prensa y de los cables sobre
asuntos locales, nacionales y extranjeros. Pero su fuerte eran los comentarios
humorísticos, a tono con su espíritu demoledor, polemista y rebelde, con
dominio de la parodia y el sarcasmo. Escribió “columnas-relato” —como calificó
Daniel Samper este tipo de crónicas que prefiguran sus historias de ficción— al
estilo de “El hombre de los brazos
largos” que aquí se incluye. Dirigió durante varios años y hasta su muerte el
suplemento cultural del diario El Caribe.
Daniel Samper Pizano realizó una antología con cuentos, poemas, reportajes,
entrevistas, columnas y notas editoriales de Cepeda Samudio, publicada por
Colcultura en 1977.” Alvaro Cepeda Samudio y Gabriel García Márquez
adoptaron, desde sus comienzos, a los escritores que modernizaron la literatura
del siglo XX: Joyce, Virginia Woolf, Hemingway, Faulkner, Sherwood Anderson,
Theodore Dreiser, Capote, Dos Passos, Saroyan, Erskine Caldwell y Kafka.
Por sobre todas
sus cualidades estaba la de ser un amigo a carta cabal. Muchas son las notas al
de Gabriel García Márquez respecto. Este
hombre era un troglodita. Esta biografía, será un plato de cardinal, para
aquellos que siempre hemos estado interesados en su vida y obra. Esperamos
comentarla más adelante.