sábado, 2 de enero de 2016

CRUCE LITERARIO EN EL MEDITERRÁNEO


Siempre que me encuentro con alguna entrevista o artículo que amerite su reproducción en este blog, lo hago, con la simple intención de divulgarlo. El ganador del premio Goncourt, Mathias Enard, gracias a su novela Boussole, concede para la revista Ñ de Clarín, que es importante mis lectores conozcan, por la calidad del escritor:

Entrevista. Mathias Enard. Ganadora del Premio Goncourt, su novela “Boussole” transcurre en una noche pero desanda geografías y culturas.
POR MATIAS CAPELLI
Entre Europa y el mundo árabe. Desde su primer libro, el escritor francés ubica sus ficciones en ese trasvasamiento cultural y sus puntos de contacto.
Allá por 2001 o 2002 publiqué mi primer cuento. Era malísimo”, confiesa entre risas el escritor francés Mathias Énard. Por aquel entonces, después de años viviendo y viajando por Oriente Medio, se había instalado en Barcelona, ciudad en la que todavía reside, y era uno de los editores de la revista Lateral. Fue justamente en las páginas de dicha revista, una publicación auténticamente cosmopolita dirigida desde mediados de los noventa por el escritor húngaro Mihály Dés, en cuyo consejo editorial participaron, entre otros, el colombiano Juan Gabriel Vázquez, Rodrigo Fresán, los españoles Jordi Carrión, Eloy Fernández Porta y Robert Juan-Cantavella, en las que Enard, hasta entonces un académico y profesor universitario especializado en la cultura de Oriente Medio, publicó sus primeros ensayos y reseñas y, sobre todo, sus primeras ficciones, de las que ahora reniega. Aunque al hacerlo no queda del todo claro si está ejecutando un ademán de infinita modestia o si el recorrido hasta lograr la prosa plástica y rítmica de la que hacen gala sus libros, hasta afilar la mirada para detectar las primeras rajaduras sociales de lo que después se convertirá en grieta, fue tan vertiginoso como para acontecer en pocos años.

¿Cuál es el recorrido literario de Enard? ¿De dónde viene su fascinación por las culturas de Oriente Medio por la lengua árabe y por el farsi? Parafraseando al protagonista de uno de sus libros, ¿qué es lo que llevó a un joven francés de una pequeña y tradicional ciudad blanca del oeste de Francia, sin lazos de familia ni motivo biográfico alguno, a interesarse por la cultura árabe? Nacido a principios de los setenta en Niort, apenas terminada la secundaria Enard se sintió subyugado por esa cultura que mora del otro lado del Mediterráneo: primero la estudió, después vivió durante largas temporadas en Oriente Medio luego se ganó la vida dando clases de árabe en una universidad catalana.

“Todo empezó cuando era alumno de la carrera de historia del arte. Me fascinó perdidamente la materia Cultura musulmana –cuenta Enard–. Pero si lo pienso ahora, en retrospectiva, fue todo pura casualidad.” Así –un poco por fascinación y otro poco por azar– vinieron las clases de idioma y de literatura árabe y persa; después, los viajes por becas e intercambios; por último, estadías de un año en El Cairo, cuatro en Siria, luego el Líbano, hasta terminar recalando en Barcelona, ciudad en la que vive hace más de una década y en la que aprendió a hablar un tibio español afrancesado.

Aunque el motivo por el que se instaló en Barcelona tuvo que ver con el trabajo de su mujer –también profesora universitaria–, Enard explica que de entrada la ciudad le sentó muy bien, por ese mestizaje de lenguas y culturas que la caracteriza. De hecho fue recién en Barcelona que se dio a conocer como escritor, lejos del asfixiante y competitivo mundillo literario parisino.

Los cruces entre Europa y Oriente Medio con el Mediterraneo como tablero de juego, la violencia en todas sus formas, el trasvasamiento cultural y los puntos de contacto, fueron un abanico temático de una forma u otra desplegado desde su primer libro.

La perfección del tiro narra en primera persona la rutina de un francotirador en un país indefinido de Oriente Medio, puede ser Siria o el Líbano, revelando los vericuetos de su subjetividad. Luego llegó Remontando el Orinoco , una novela amazónica que tuvo su versión cinematográfica, À cœur ouvert , dirigida por Marion Laine, con Juliette Binoche. Después fue el turno de un libro por encargo, un ensayo sobre la noción de “terrorismo” al que Enard no terminaba de encontrarle la vuelta hasta que descubrió que podía abordarlo como sátira, como un diálogo de reminiscencias volterianas entre un maestro y su discípulo, y así surgió El manual del perfecto terrorista . Y unos años después, en 2008, irrumpió con Zona y sacudió la modorra de la world fiction con un texto ambicioso, en la tradición de la gran novela europea, combinando experimentación formal con una visión panorámica de la historia del último siglo.

“La escritura de Zona fue un proceso arduo y complicado –recuerda Enard–. No tanto por el trabajo de juntar el material, de investigar… Lo difícil y realmente duro fue anudar las distintas líneas argumentales entre sí, encontrar la forma de pasar de una a otra, armar el esqueleto de la novela.” El relato transcurre en un viaje en tren entre Milán y Roma, un trip en tiempo real (cada página del libro equivale a un kilómetro andado sobre rieles) propulsado por una larga frase interminable, camaleónica, que no para, sobre la que se encabalgan, yendo y viniendo en el tiempo, sucesos históricos y referencias culturales: del genocidio armenio y judío hasta el que tuvo lugar en Bosnia entrada la década del noventa, de Napoleón y Cervantes a Ezra Pound y William Burroughs, todo se vuelve materia maleable –narrable– para las prosas de Enard, que aunque tiene algo de monumental, no es plomiza ni marmórea, sino rítmica, sinfónica y con ramalazos de lirismo.

“Es un texto que pide más al lector que la novela promedio: más memoria, más conocimientos… Creo que para Zona hay dos tipos de lectores: los que pasan de la página veinte son los que suelen llegar hasta el final; pero hay mucha gente por otro lado que no pasa de la página veinte”, reconoce el escritor francés. Lo llamativo es que a pesar de ser una novela exigente con el lector, Zona logró propagarse a través de un reguero de traducciones y premios, e instaló el nombre de Enard en el panorama de la novela francesa contemporánea.

Luego llegaron dos libros, traducidos y publicados en la Argentina en 2013 con motivo de su visita para la Feria del libro, que revelaban una faceta más simple y ganchera de enard, en la que su estilo se diluía y el relato se volvía más lineal: Calle de los Ladrones y Habladles de batallas, de reyes y elefantes . Enard replica que eso no es algo que, como escritor, él pueda decidir de antemano. “Cada libro tiene su forma de ser escrito”, sentencia. Lo cierto es que, más allá de la forma, ambas novelas tratan en última instancia sobre lo mismo: el viaje y el descubrimiento de la alteridad.

Calle de los ladrones es un relato de iniciación bien contemporáneo (terrorismo, Primavera árabe y crisis económica incluida) acerca del viaje del joven Lajdar de Africa a España como inmigrante al borde de la legalidad, persiguiendo enamorado a una chica española pero también un futuro distinto al que tiene para ofrecerle su Tánger natal. Por su parte, Habladles de batallas… , es una suerte de crónica novelada sobre una visita de Miguel Angel a Constantinopla en pleno Renacimiento, fileteada con reflexiones sobre las artes visuales, los artistas y el poder, las diferencias culturales. Este último libro resultó un inesperado best- séller, sobre todo en las escuelas francesas, y obtuvo en 2013 el Premio “Goncourt des Lycéens” dado por los estudiantes secundarios franceses en 2013. Hoy puede ser visto como una antesala, como un modesto preludio para el Premio Goncourt de novela, el premio más importante al “libro del año” de las letras francesas, que Enard acaba de recibir hace unas semanas por Boussole ( Brújula ), publicado por la editorial Actes Sud.

Aquellos que podían temer, luego de leer sus últimos dos libros traducidos al español, que la narrativa de Enard se había aguado un poco, había bajado la vara, pueden respirar aliviados. Con sus cuatrocientas páginas, Boussole parece retomar la senda más ambiciosa de Zona . Si esta última transcurría en una frase, en un viaje en tren, Boussole transcurre en una noche, en un departamento en Viena (la París del Este, la puerta de acceso a Oriente), una noche de insomnio en la que el musicólogo Franz Ritter, propulsado por el recuerdo de Sarah, desanda un camino que pasa por Damasco, Estambul, Alepo, Palmira, hasta Teherán. Entre volutas de opio, el relato de Ritter despliega referencias a la historia, la música, las artes, y el territorio de Oriente Medio, una serie de referencias eruditas pero amalgamadas por el pulso de novelista. En ese sentido, Enard reconoce que el trabajo previo antes de la escritura propiamente dicha es una de las etapas que más disfruta de su trabajo. “Uno se documenta, lee, viaja, imagina, hace entrevistas, recopila fuentes que pueden ser históricas o muy actuales. El objetivo de todo este trabajo es construir el espacio de la ficción.” Lo que diferencia a Enard de tantos otros escritores, tal vez lo que se extrañaba en la fallida La calle de los ladrones , es la potencia de sus frases, que son un electroshock que reanima y vuelve a la vida, al menos en el instante de la lectura, todo lo que toquen: un documento histórico, la descripción de un objeto, de un cuerpo, de una pasión.

–Más que Europa o el mundo árabe, tu zona narrativa está delimitada por el Mediterráneo, donde ambas culturas convergen. ¿Lo ves como un campo de batalla?
–Ahora, sin ir más lejos, lo es. Para mí es un espacio peligroso, lleno de violencia histórica, de recuerdos de esa violencia, desde La Ilíada . Es un lugar de enfrentamiento y fusión entre lenguas y culturas.

–¿Existe según tu visión una identidad de “lo mediterráneo”?
–No creo, no hay una identidad propia, aunque sí hay lazos comunes. Es un espacio muy fragmentado. Tomemos simplemente la costa africana: a nivel cultural, a nivel idiomático, Marruecos y Egipto son dos mundos aparte. El Mediterráneo tiene un aspecto fractal, uno cree que lo ve, que lo puede abarcar, pero después se da cuenta de que es infinitamente complejo.

–En Calle de los ladrones hablás de una lengua “mezcla de marroquí, tunecino, francés y español que es la lengua del mañana”. ¿Qué te interesa de ese tipo de hibridaciones?
–Lo veo día a día en el habla callejera de Barcelona. Existe una lengua mutante en los inmigrantes en Barcelona, París, Marsella… Es alucinante ver cómo nacen y mueren estos idiomas en miniatura.