sábado, 28 de mayo de 2011

HARUKI MURAKAMI

Las extensas novelas de este autor Japonés tienen un encanto indefinible y sus historias son absolutamente diferentes a las  que se publican en occidente en los últimos años. Por mucho tiempo tuvo más éxito en Europa que en su propio país. Sus padres enseñaban literatura japonesa, suponemos que este factor fue decisivo para su vocación. Apasionado por la buena literatura, sobre todo Dostoievski, amante  de las buenas sseries de televisión y fans de "Lost".  Suele mantener su vida lejos de los estertores de la prensa y la fama y de hecho ha sabido resguardar con celo su privacidad. Desde hace más de cuatro años leo sus libros y siempre los espero con ansiedad. 

En sus novelas se refleja su amor por el pop, los Beatles, el Jazz y la música clásica, preferiblemente el barroco.

He querido traer la entrevista aparecida en la revista: “El cultural” de España, pues casi nunca las concede a proposito de la  publicación  de su último éxito 1Q84:

Haruki Murakami

"El Gran Hermano orwelliano ya no es una amenaza. Sabemos defendernos"

- Lea el comienzo de 1Q84


El éxito de Haruki Murakami (Kioto, 1949) es grandioso. Hace unos años era más popular en Europa que en su propio país, pero el autor de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo oTokio blues ahora arrasa también en Oriente: en Japón vendió más de 500.000 ejemplares de su última novela, 1Q84, pocas horas después de lanzarla. Desde que salió a la venta, más de un millón de japoneses y dos millones de chinos y coreanos han adquirido el libro que publica la semana que viene Tusquets en España, en versión de Gabriel Álvarez Martínez. El Cultural ofrece hoy una de las pocas entrevistas concedidas por el escritor, en este caso a un diario alemán, así como el comienzo del libro, una historia de ciencia ficción sobre una asesina que descubre un misterioso mundo subterráneo .

La cifra inicial de 40.000 ejemplares de la primera edición alemana no fueron suficientes para satisfacer a una legión de fans que crece a toda velocidad. El autor, de 62 años, fue recibido como una estrella del pop cuando apareció por sorpresa en el teatro Admiralpalast de Berlín a mediados de octubre.

Sin embargo, el narrador japonés no se siente cómodo ante la expectación que crea. Para mantener su anonimato y poder coger el metro cuando está en su país, no aparece en televisión y muy rara vez concede entrevistas. Jamás habla de su vida privada. Por su libro De qué hablo cuando hablo de correr sabemos que practica deporte, que nada, corre maratones, y también que se levanta muy temprano. Nos recibe a las nueve de la mañana, vestido de manera informal, con camiseta y tejanos, en la habitación del hotel.
-¿Necesita entrenarse físicamente para poder escribir?

-En primer lugar, me divierte mucho. Pero escribir también es un trabajo agotador y para realizarlo es necesario estar en forma. Se necesita fortaleza física y mucha resistencia.

-También para 1Q84. ¿Sabía usted desde el principio que escribiría más de mil páginas?

-Sí, sencillamente lo sabía. Durante tres años trabajé en la novela todos los días, cinco horas cada mañana. Con una concentración máxima. Y eso consume mucha energía.

-El joven escritor Tengo, uno de los protagonistas de 1Q84, dice que no le gusta escribir por la noche, porque las frases le salen oscuras y tristes. ¿Le sucede a usted lo mismo?

-No escribo una vez que ha anochecido. Es una costumbre. Pero sí que puedo imaginarme que, por la noche, las historias se vuelven más oscuras y siniestras. Me levanto a las cuatro, me preparo un café, enciendo el ordenador y, a veces, escucho algo de música, por ejemplo, barroca. Pero últimamente no escucho música mientras escribo.

El origen de 1Q84

-Los títulos de algunas de sus novelas, como Tokio blues. Norwegian Wood o After Dark, están inspirados en canciones de los Beatles, de los Beach Boys o en piezas de jazz. Al principio de 1Q84, en la radio del taxi suena la Sinfonietta de Janacek; también podemos escuchar El clave bien templado de Bach, obras de Haydn y otras piezas barrocas. ¿Su gusto musical se decanta ahora por los clásicos?

-No, siempre he escuchado todo tipo de musica: jazz, clásica, rock, siempre que sea bueno.

-¿Cómo comenzó a escribir?

-Hacía sol y estaba viendo un partido de béisbol una tarde de abril. De repente, fue como si me hubiera caído un rayo y supe con toda claridad que sería escritor.

-¿Hubo algún factor desencadenante, alguna experiencia que inspirase 1Q84?

-La idea llegó de forma muy sencilla: iba en coche por Tokio, el tráfico era intenso y me quedé atascado en una autovía en medio de la ciudad. Miré por la ventana y pensé en cómo me sentiría si bajase del coche, lo dejase allí y descendiese al subsuelo. Ésa fue la idea desencadenante, de la que partió el personaje de Aomame. Así empezó. No sabía lo que ocurriría más adelante. Pero sí que detrás se escondía una gran historia.
-Aomame desciende por una escalera de emergencia de una autovía y llega a otro mundo. ¿Le ha sucedido a usted?

-No, yo tengo una vida muy normal. No tengo experiencias sobrenaturales. Pero cuando estoy escribiendo una historia, entonces creo en todo lo que mi historia puede ofrecerme: desde lo más cotidiano a lo más increíble. Si la historia lo necesita, continúo por ese camino. Pero no creo en fantasmas, extraterrestres ni cosas por el estilo; soy bastante realista y razonable.

-¿Va mucho al cine o ve mucha televisión?

-En absoluto. Sólo veo partidos de béisbol. Me encanta el béisbol.

-¿Y lee periódicos?

-No demasiados.

-¿No le interesa el día a día?

-Estoy informado de lo que sucede, por supuesto, pero no leo periódicos japoneses. Su prosa me aburre. Las revistas de información americanas son un poco mejores. No me interesan mucho los medios de comunicación. Estamos rodeados de toda esta información, de las diferentes opiniones. Me parece agotador y podría renunciar perfectamente a todo ello.

-George Orwell, a cuya novela 1984 usted hace referencia, quería que su libro se comprendiese como una advertencia contra el totalitarismo.

-Cuando Orwell escribió 1984, en 1949, la novela constituía una visión futurista. Para mí, 1984 se halla en el pasado y eso representa una gran diferencia. El Gran Hermano de Orwell era un monstruo peligroso, un dictador que vigilaba y controlaba a todos desde su posición dominante. La Gente Pequeña de mi novela 1Q84 constituye lo contrario: casi nadie puede verlos, viven escondidos y lo que nos hacen es oscuro y misterioso. El Gran Hermano ya no representa una amenaza para nuestra sociedad. Lo conocemos y sabemos cómo protegernos de él. Pero a la gente pequeña no la conocemos, por eso nos parecen tan siniestros. Así, también mis lectores pueden imaginárselos como quieran.

-¿Son ahora los sistemas sociales más caóticos?

-Bueno, también Occidente siente desconfianza hacia aquellos valores, instituciones y sistemas que parecían estables. ¿Quién confía ya en los sistemas económicos? Desde principios de este siglo el caos se ha globalizado. La falta de estabilidad es un fenómeno global. Y esta incertidumbre nos une a todos. Comenzó con la caída del Muro de Berlín. Teníamos la esperanza de que eso fuese el comienzo de un mundo mejor. Pero esa esperanza se evaporó con los atentados del 11 de septiembre. El mundo, tal como lo conocíamos, había perdido el rumbo.

-El tradicional dualismo entre capitalismo y comunismo ha sido sustituido por otro: el dualismo entre capitalismo e islamismo.

-En mi opinión, todos los “ismos” han caducado. Vivimos un siglo post-ideológico, en el que los “ismos” han perdido su poder.

-¿Y qué ha sustituido a las ideologías, a los “ismos”? Sus personajes parecen a menudo perdidos.

-Sí, están solos, buscan una conexión con el mundo, con un mundo más allá de las fronteras de lo que conocen. Por eso espero que mi historia los dote de valentía.

-¿Colecciona libros? -No, pero sí discos, tengo toneladas, estantes llenos. Los libros, los clasifico.
-¿También los de su favorito, Dostoievski?

-¡No, ésos no! Hay excepciones.

-En su libro cuenta que para Chéjov existía un lugar que quería visitar al menos una vez en la vida: Sajalin. ¿Tiene usted también un lugar similar, casi mágico, y cuál es?

-El mismo que Chéjov: Sajalin. Siempre he querido ir allí y conocer ese lugar supuestamente tan extraño.

-Entonces, ¿todavía no ha ido?

-Sí, estuve allí hace tres o cuatro años. Es enorme, pero no hay ni una sola librería. Aunque se pueden comprar libros en el mercado, donde los venden vendedores ambulantes que los han traído del continente. Allí encontré muchos de mis libros, una experiencia muy emocionante.





lunes, 23 de mayo de 2011

LAS MUJERES EN LA LITERATURA COLOMBIANA

He querido traer al blog el excelente ensayo de Juan Gustvo Cobo Borda.

LA MUJER EN LA LITERATURA COLOMBIANA
JUAN GUSTAVO COBO BORDA


De MARÍA a ROSARIO TIJERAS
Los personajes femeninos de la literatura colombiana han tenido que decir la verdad, antes que ser figuras ejemplares. Mujeres de tragedia y dolor.

Petrarca vio por primera vez a Laura y se enamoro de ella el viernes santo, 6 de abril de 1327, en la iglesia de Santa Clara de Avignon. Gracias al poeta todos asistimos a la cita y continuamos repitiendo sus versos: “Cuando hallandome yo desprevenido, vuestros ojos, señora, me prendieron“.

Así dos adúlteras célebres, Madame Bovary y Anna Karenina, todavía nos estremecen con lo trágico de su destino. Mientras que la Odette de Proust pasa de cortesana a señora dudosamente respetable.Y la impúdica Molly Bloom desgrana la salacidad verbal de su monologo, a la vez que Lady Chatterley continua sembrando flores en el bosque del pubis de su vital guardabosques.

Cuando estrechamos la óptica y nos fijamos en Colombia, la María de Jorge Isaacs parece cumplir con la habitual parábola nacional que nuestro mejor critico literario, Hernando Valencia Goelkel, resumió así:

“La dicha - el matrimonio, quiero decir - de Efrain y María se aplazo hasta que el llegara a la mayoría de edad. Quienes leyeron la novela de Isaacs recuerdan lo demás: mientras el héroe- y el tiempo - estaba cumpliendo ese requisito, María había muerto“.

La dicha, entre nosotros, no parece factible, se demora, se enreda, se sustituye por compensaciones menores. Pero no es acaso El amor en los tiempos del colera el gran recuento de una pasión terca y empecinada que finalmente triunfa, en la antesala de la muerte, el barco enarbolando la negra bandera de la peste?


Esa terquedad proverbial tiene su origen en Ursula Iguaran, matriarca por excelencia, se remonta al cielo con Remedios “la bella“ o insiste, apasionado e incluso senil, en los lechos clandestinos que de Petra Cotes a Delgadina prefieren el verdadero amor fuera de casa. En la clandestinidad de la prostitución consentida. La Madre o la Puta, pero muy pocas veces la mujer misma en su autónoma plenitud.


Gran frustración

Si no miremos el panteón nacional femenino. Desde la Aura de Vargas Vila, quien contrae matrimonio por conveniencia económica con un anciano, y luego muere de frustración, hasta La Marquesa de Yolombo, de Tomas Carrasquilla, de 1926, donde Barbara, la mujer mas rica de la región minera del titulo recibe su reconocimiento del rey de España, y se casa con Fernando de Orellana, quien la abandona en Cartagena. A raíz de ello se vuelve loca hasta el final de sus días: basta recordar la heroína de Delirio, de Laura Restrepo, para ver como esta tradición perdura.

Pero dos años antes de Barbara Caballero, en 1924, La Vorágine, de Jose Eustasio Rivera, nos sumerge en otra alucinación, esta vez vegetal. La del mundo que lleva a Alicia embarazada a abortar en la selva y a desaparecer en la nada de esa utopia, con crimen incluido. Similar en todo a la mestiza Nina que Cesar Piedrahita bautizara Toa (candela) y con la cual el medico Antonio Orrantia, trasunto claro del autor, tendrá una hija que muere junto con la madre en el parto.

El amor solo factible un momento antes de morir; la locura enclaustrando en su rígida celda; lo precario de las condiciones de salubridad, en el país, ponen a las heroínas de nuestra literatura en posturas limites, frente a un entorno de hipocrita control social. Así lo anuncia en el XVIII Genoveva Alcocer, quien en La tejedora de coronas (1982), de Germán Espinosa, es violada por los piratas en Cartagena y acusada de bruja ante la Inquisición. Quemada en la hoguera a los 90 años se erige indudable símbolo de la mujer que en pos del saber, como sor Juan Inés de la Cruz, topa con el poder, y es vencida por el.
Incluso siglos mas tarde, las tres heroínas de las novelas de Elisa Mujica, Celina, Catalina y Mirza Eslava, siguen padeciendo, desde su origen provinciano, desde sus ideales socialistas, desde su afán por ingresar a la universidad o asumir una vida propia a partir de sus trabajos, la sempiterna muralla de engaños y postergaciones, de seductores baratos y clandestinos abortos. Pero en su caso novelas como Los dos tiempos (1949) y Catalina (1963) derivaron hacia el reconocimiento de que la tradición de la escritura femenina en Colombia, y por consiguiente de sus heroínas, apenas si podía reconocerse en figuras como la madre Francisca Josefa del Castillo y Soledad Acosta de Samper. Había que partir de cero. Por ello la ficción en el caso de Elisa Mujica dio paso al misticismo y a sus libros sobre Santa Teresa de Jesús.

Quizás una de las pocas novelas colombianas donde la heroína despliega una madurez y un dominio de si misma, ademas de las heroínas de García Márquez, sea la Wanda de Alvaro Mutis en La Ultima Escala del Tramp Steamer (1989). Musulmana nacida en Beirut, y de solo 24 anos, Wanda al ser dueña del barco de cabotaje obtendrá su independencia y libertad económica para culminar su educación europea y enamorarse de ese capitán vasco de 50 años, Jon Iturri. Consciente de lo profundo de su pasión pero también de lo efímero y endeble de la misma, ligada a la lenta agonía de ese barco que mas parece surgir del celebre poema de Pablo Neruda, el Fantasma del buque de carga, que de cualquier realidad naviera o comercial. Cuando el narrador, en cierto momento, nos menciona a Tristán e Isolda nos damos cuenta de que Mutis esta intentando conferir un aura mística a esa tragedia humana. De trascender esos encuentros de pocos días, en los puertos del mundo, a una constelación de almas afines, por mas que el capitán vea destrozado su barco en los raudales del Orinoco y ella retorne a la ortodoxia de su raza y religión.
Solo que en nuestro días, y finalmente, Rosario Tijeras, con la vertiginosa visualidad alucinante de su saga de amor y muerte, vuelve a replantearnos el atroz dilema: madres que permiten a sus compañeros abusar de sus hijas menores de edad, para así mantenerlos cerca, en la celda de la sexualidad. Hijas que luego reprocharan a sus madres no esas violaciones consentidas sino el saber y proclamar que con ellas, jóvenes, disfrutaron mas sus enfermos padrastros. Tal la venganza.

Desde aquella niña bien de Cali que termina prostituta, la María del Carmen Huerta de Que viva la música (1977), de Andrés Caicedo, hasta el tiro, bailando, que cancela a la heroína de Jorge Franco, no parece demasiado atrayente el papel de la mujer en nuestras letras. Pero tampoco el país queda muy bien representado. Quizá la literatura haya tenido el penoso deber de decir la verdad mas que erigir figuras que nos convoquen y unan. Que nos hagan sentir como nosotros también vimos el fantasma de Helena sobrevolando las murallas de Troya, aunque ella no estuviese allí y los hombres se mataran, durante una década, por un ensueño colectivo. Tal la fuerte poesía que emana de la mujer.