sábado, 18 de octubre de 2008

JEAN-MARIE LE CLEZIO

Desde El proceso verbal, la Fiebre y el Diluvio, pasando por La guerra, Los gigantes, Desierto, El buscador de Oro, Onitsha y Pawana, entre otros muchos de sus libros, Le Clezio ha ejercido la novela como una forma de revelación, pues afirma que el ejercicio de la literatura es "una religión en el sentido pascaliano del término", una forma de "afirmar la existencia" a través de las palabras. "Escribimos por una razón que desconocemos. Si comprendiéramos dejaríamos de escribir. Escribir es una necesidad. Está dentro de uno. Tiene necesidad de salir y sale de esa forma". Eduardo Garcia Aguilar.
Pertinente reconocer que solo he leído de su obra “urania “, pero que desde hace diez años, he estado pendiente de su itinerario y lo he seguido a través de las muchas entrevistas concedidas y desgraciadamente primeros capítulos por no encontrarlo en las librerias y mucho menos en la red. Es un exiliado por naturaleza, ciudadano del mundo y cercano a nuestra América indígena, no es ningún desconocido para las letras del mundo y menos para la crítica especializada. Hoy día reparte su tiempo entre largos viajes (a México, sobre todo) y la escritura. Desde El atestado (1963, Premio Renaudot), que le concedió la notoriedad con sólo veintitrés años, sus novelas se suceden regularmente con una frecuencia de una cada dos años. La preocupación sobre la que gravita su obra se deja ver en sus personajes que “Impulsados por la obsesión de la muerte, tienden a la autenticidad frente a la alienación agresiva del mundo moderno, un ideal que los indígenas de México llevan a cabo con un modo de vida reducido a lo elemental, pero en armonía con el orden del universo; este ideal lo plasma en el ensayo “El sueño mexicano”. Su escritura es de corte existencialista, escribe desde lo más intimo de la subjetividad humana, intimista diría, la naturaleza humana se expone en toda su tragedia frente a los embates que le impone la modernidad. No se si sea un exabrupto decirlo, pero a mi se me parece muy cercano en el estilo a nuestro Alvaro Mutis. Eduardo García Aguilar, quien escribió un excelente articulo sobre el nobel en su blog, señalo con gran acierto: “El nuevo Premio Nobel J.M G. Le Clezio es un reconocimiento de la Academia sueca a los escritores que experimentan contra la corriente, se hacen preguntas, dudan en vez de vivir entre certezas y permanecen alejados de los circuitos habituales del poder, donde pululan autores oficiales inflados por intereses nacionales o corrientes ideológicas. Este se agrega a otros premios a escritores situados en la vena literaria experimental como Elfriede Jelinek, J. M. Coetze, o en el campo marginal de la poesía como Wislawa Szymborska, entre otros”. Adelante agrega el autor Manizalita:” Su obra es inmersión y defensa en los mundos de la periferia que dieron la espalda al progreso y a la vez es el relato de sus lejanos orígenes, las aventuras del abuelo buscador de oro, el viaje infantil en barco hacia Nigeria a conocer a su padre como Pedro Páramo, y la vida de los hombres del desierto africano, de donde proviene su esposa Jamia. Es también un homenaje a la infancia y a la adolescencia que parecen ser esferas a las que sigue fiel este Nóbel de la francofonía que en apariencia guarda todavía ese aire de inmadurez y liviandad de antes de la vida adulta, a la que siempre temió. Este escritor de la lengua Francesa, es de una calidad incuestionable, no fue raro por ello, que con Mario Vargas Llosa, fuese el candidato fijo de los últimos diez años para el galardón. No pertenece al canon literario de la crítica light, patrocinada por las editoriales comerciales, está por fuera de este circulo, al leerlo, se recuerda el tono de Proust, la calidad de quien escribe desde las entrañas. Volver a su obra, resulta grato a propósito del reconocimiento mundial de estos tiempos.