viernes, 25 de enero de 2013

LA VIDA ES UNA LUCHA CONTRA EL MAL


El cineasta Español Alex De La Iglesia, en el “Hay Festival” expreso con sorna:Yo me siento atacado. Hay pocos momentos en que la realidad no es áspera. Y tenemos dos opciones: salir corriendo o luchar. ¿Y cuál fue la que tomé? Salir corriendo. O hacer humor", ratificó  en el conservatorio con el Periodista Colombiano Roberto Pombo. Esta es la más Hobbesiana sentencia sobre  la sociedad moderna.
Este director y productor español, con un humor ácido le contó al periódico el espectador una anécdota ocurrida en el hotel al encontrarse con el Nobel Mario Vargas Llosa: “He visto la última película que hiciste y me ha parecido una maravilla, muy divertida”. Se despiden y Álex de la Iglesia ahora tiene la cara de un crío. “Es que a Borges y a Cortázar los leíste sabiendo que no los podías conocer; a Vargas Llosa lo leíste queriendo conocerlo, pero sabiendo que era casi imposible, y ahora me lo conozco y ha visto mis películas... con lo vanidoso que soy, me ha dejado feliz para todo el día”, dice y se despacha en risas. La frase más certera fue:
“De hecho, -De la Iglesia admitió- que la razón por la que siguió haciendo cine es porque siempre hay un error, y nunca ha podido producir la obra perfecta. El cine no es una secuencia de planos, es una manera de hacer que las ideas se parezcan a la realidad.
El problema es que tienes una idea, pero lo que te imaginas es muy distinto al resultado final". Y en ese sentido, su vida también sería una obra inacabada. "No somos lo que pensamos ni lo que soñamos. Somos lo que hacemos"[1].
Realmente es un filósofo haciendo cine, lo que en principio resulta un exabrupto comercial,  pese a esta paradoja, ha sido exitoso. “Álex de la Iglesia fue elegido presidente de la Academia de cine el 21 de junio de 2009 tras presentarse como único candidato -junto a Ilciar Bollaín y Emilio A. Pina- para sustituir a Ángeles González-Sinde tras su nombramiento como ministra de Cultura. Sus intenciones como cabeza visible de la industria nacional aspiraban a "reunir en la Academia a todos los artistas que se fueron de España o están lejos de la institución[2]
Hay que ver la película “Balada triste de trompeta”. Excesivo y violento, intensó, refleja un poco las tensiones que nos someten, que siempre están anidadas en un pasado no resuelto, poco descifrado, mentiroso, que heredamos inexorablemente. Es cierto, la única salida es el humor y la ironía, lo que no quiere decir que sigamos luchando.
En el día de hoy estará en el “Hay festival” Philipp Blom. Leí hace dos años “Enclopedíe”.  Es un texto sobre el proyecto de la ilustración, de Diderot y el itinerario de esta  empresa intelectual. Su última publicación, “Gente Peligrosa”, trata sobre el fracaso de la ilustración precisamente,  casa muy bien con la temática de Alex, con el desvelamiento de la sociedad moderna, del sufrimiento del sujeto avasallado entre poderes, descifrar esta impostara es tarea del arte y de los pensadores por fuera del poder establecido. Qué bien por este evento en Cartagena.

lunes, 21 de enero de 2013

DAVID GROSSMAN

El excelente portal y su revista "Letras libres" Publicó una entrevista a este importante escritor Israelí  que estará a partir del 24 de este mes en el "Hay festival" de Cartagena Colombia. Creo que es muy importante traerle a mis lectores esta pequeña entrada como anticipo.

ENTRE LA ESPADA Y LA PARED
DIEGO GÓMEZ PICKERING


Considerado el escritor más relevante de la literatura israelí contemporánea, David Grossman enarbola el legado de Amos Oz y A. B. Yehoshua para erigirse como la voz más representativa de su generación. Una voz firme, sincera y directa que habla para y desde un Israel desprovisto de estereotipos y temores. Una voz que ha sido traducida a una treintena de idiomas y que lo mismo se expresa a través de novelas que de poesías, cuentos cortos, historias para niños o ensayos. Una voz que a lo largo de la última década ha encontrado eco en los más diversos rincones del mundo, despertando la atención lo mismo de editores y traductores que de lectores y escritores. Desde sus primeras ediciones en castellano hasta su más aclamado libro, La vida entera (Barcelona, Lumen, 2010), Grossman ha desvelado a los ojos de Iberoamérica una literaturaque se asume lejana y que sin embargo resulta incómodamente cercana. Entre las calles adoquinadas de la nueva Jerusalén y los callejones laberínticos de la Jerusalén amurallada, ciudad en guerra constante consigo misma y con su entorno, hablamos con el escritor israelíal respecto de su vida, su obra y su pensamiento en los albores de un nuevo año.
En las historias alegóricas y fantasiosas del escritor judío de origen ruso Sholem Aleichem se describe la vida de los shtetl, pequeñas villas pobladas por judíos en la Europa Central y Oriental de fines del siglo XIX. Una realidad mágica y especial poblada de sinagogas, gentiles, escuelas y una plétora de personajes provincianos, soñadores e ingenuos pero sobre todo entrañables. Una realidad muy diferente de la del Israel de mediados de los años cincuenta en el que David Grossman nació y creció. Cuando al cumplir ocho años su padre, un inmigrante nacido en Polonia que pasó su vida conduciendo un autobús de transporte público, le regaló un libro con los cuentos deAleichem, a Grossman se le abrieron las puertas de esa realidad alternativa y particular, que poseía un idioma y un vocabulario propios. A los pocos días devoró el resto de la literatura de Aleichem, que había leído antes pero nunca de esa manera. En ese momento descubrió el poder de las palabras, y su efecto le hacía sentirse vivo.
Su padre le obsequió el mayor de los tesoros de manera inadvertida. Desde ese día no ha dejado de escribir y crear historias, con la pluma y con la mente. En el patio del colegio y en la calle de la vieja casa de Jerusalén en la que pasó su infancia. En su juventud cortada por el servicio militar y en sus años en el ejército, en sus noviazgos y en su duradero matrimonio. Para Grossman, la literatura más que una profesión es una forma de vida. Su magistral dominio y dosificación de la realidad y la fantasía, su puntual reflejo de la condición humana, su lenguaje innovador y estructuralmente complejo y su irrenunciable compromiso social en medio de un país desgarrado por el conflicto hacen de él un referente ineludible. Lo han comparado con Günter Grass y con Gabriel García Márquez, aunque por naturaleza Grossman carezca de parangón.

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¿Por qué escribe, qué le inspira a ejercer la escritura como profesión?
La respuesta a esa pregunta ha cambiado a lo largo de los años. En un principio fue un arranque de pasión, una necesidad incontrolable como la que acompaña al sexo. El sentimiento arrebatador de un joven hombre que no piensa en los porqués y solo sigue su instinto. Quería escribir porque necesitaba encontrar un lugar en el mundo. Sin embargo con el paso del tiempo esa pasión, aunque omnipresente, se ha ido transformando en una necesidad de entender la realidad y, en esa medida, de entenderme a mí mismo.

Del compendio de su obra, ¿cuál de sus librosconsidera el más personal, el más íntimo?
En realidad todos mis libros son muy íntimos, no escribo sobre cosas que no sean profundamente relevantes para mí. Como escritor me parece injusto elegir a uno de entre todos mis hijos, literariamente hablando, por encima de los demás. Espero que hacia el final de mi vida pueda ver en retrospectiva todos y cada uno de los libros que haya escrito y calificarlos de esenciales, en la misma medida en que cada uno de los órganos del cuerpo resulta esencial para el hombre.

Sus padres ejercieron una influencia muy importante en su formación personal e, incluso, profesional. Lo siguen haciendo a la fecha, viven en la misma ciudad y los ve con frecuencia. Con su padre comparte cada nueva traducción de su obra y siempre ha sido uno de sus primeros lectores. ¿Cómo describiría su relación?
Creo que nuestra relación es muy buena aunque fui un niño muy difícil de criar, rebelde y obstinado. Siempre supe lo que quería de mí pero invariablemente contradecía sus expectativas. No podía renunciar a mi sueño de infancia, vinculado con el arte, que después se manifestó en la escritura. En aquella época era una decisión arriesgada y, sobre todo, sospechosa, algo que siempre lo mortificó, pues, por lo complicado de su historia entre la Europa de la Shoa y el naciente Israel, rehuía cualquier cosa que llamase la atención innecesariamente. Ahora, tantos años después y a nuestras respectivas edades, lo que me resulta fundamental y no cesa de impresionarme es que, para mí, sigue siendo un padre en toda la extensión de la palabra.

¿Cuáles son sus principales fuentes de inspiración?
Soy una persona enfocada en la gente y me considero muy afortunadoporque viajo de forma constante y eso me lleva al encuentro de muchas personas que están dispuestas a contarme sus historias. Y cuando se trata de buenas historias simplemente no puedo resistirme, es como si le arrojaran una bola de estambre a un gatito. Creo que ni siquiera puedo resistirme a las malas historias, termino contándolas todas.

¿A quién admira David Grossman?
Admiro a la gente común y corriente, a aquellas personas que enfrentan todo tipo de dificultades en su vida privada tales como enfermedades y muertes, desalientos o desgracias.

¿Y en quién deposita sus influencias literarias?
Hay infinidad de autores que me han influenciado como escritor y que continúan inspirándome. Son escritores diversos que han cambiado a lo largo de mi vida de acuerdo con mi edad y las diferentes fases por las que he pasado. Es casi un cliché mencionar a Kafka, pero siempre está tan presente y tantas veces he percibido su toque, casi eléctrico, en la realidad, que resultaría injusto no traerlo a colación. Comoescritor me encanta Bruno Schulz y a alguien a quien considero fundamental cuando de inspiración se trata, aunque tengamos estilos tan disímiles, es el autor alemán Heinrich Böll. Aunque también me han sido fundamentales otros tantos como Virginia Woolf y Jorge Luis Borges.

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David Grossman es un hombre enamorado, de la vida y del amor, pero también temeroso y asertivo. Su hablar sereno y estoico está acompañado de gesticulaciones puntuales y de un discreto movimiento de manos que delata su envolvente personalidad. Da pequeños sorbos a su café con leche desde la terraza del centro cultural del barrio de Mishkenot Sha’ananim, el primer asentamiento judío construido en la Jerusalén extramuros. Mientras su mirada se fija en el Monte Sion, localizado al otro lado del gran ventanal, sus ojos, de un ligero color almendra, se iluminan al hablar de Michal, su esposa desde hace 35 años y el amor de su vida. La conoció con veintipocos años y al instante se fue a vivir con ella, a un pequeño departamento no muy lejos de donde estamos. En una de sus primeras e imberbes peleas de novios, cuando ella lo dejó para volver a casa de su madre, supo que no podría vivir sin ella. Se puso a escribir sin parar a fin de mitigar esa incipiente ansiedad que le produjo la breve separación. De ahí nació su primer cuento, “Burros” –sobre un soldado americano desertor que abandona Vietnam y termina cuidando asnos en un pueblo austriaco–, que fue publicado a los pocos meses, coincidiendo con el regreso de Michal.
A su lado siguió escribiendo y publicando, se casó y tuvo tres hijos, cada uno de los cuales le abrió un mundo nuevo, al igual que su pluma. El mayor trabaja a pocos pasos, en la Fundación Konrad Adenauer, mientras termina su posgrado en estudios latinoamericanos. La menor aún estudia y el de en medio, Uri, hace cinco años que los abandonó. Murió víctima de un mortero que destruyó el tanque que tripulaba en el sur de Líbano, cumpliendocon su servicio militar durante la guerra del verano de 2006 entre Israel y el Hezbolá. Cuando Grossman recibió la noticia estaba a la mitad de su penúltimo libro, La vida entera, la historia de una mujer que lo deja todo cuando su hijo parte a la guerra.

¿Hasta qué punto Ora, el personaje principal de La vida entera y una madre que sufre el desarraigo de su hijo enviado al frente de batalla, guarda similitudes con su historia personal y la de su propio hijo fallecido en combate?
Ora tiene mucho de mí aunque también el resto de los personajes de la novela. Ora se refleja en mí en la medida en que se rehúsa a ser una víctima pasiva de la situación, intenta cambiar las cosas, huye pero no es una fugitiva sino una luchadora. Comienza activamente a contar la historia de su hijo y cree firmemente que al recordar incluso sus detalles más insignificantes le infunde vida, llegando a parirle de nueva cuenta. Al final del libro, contrario a lo que pasó conmigo, no sabemos si Ora logra ver a su hijo con vida, pero eso para entonces resulta irrelevante porque con su actuar de cierta manera lo ha hecho ya. En este sentido, Ora es una musa de la vida.

¿De qué forma afectó su vida la repentinamuerte de su hijo?
Aun con todo el dolor que implicó su pérdida tomé la decisión de continuar con mi trabajo; para mí fue la única manera de seguir viviendo, escribir esa historia (La vida entera), y actuar así en contra de la gravedad de la pena, de la desesperación y de la tristeza. Aunque todo se colapsara a mi alrededor, al intentar encontrar las palabras correctas para crear esos personajes experimenté cierto alivio, sentí que estaba haciendo lo correcto en un mundo que solo hacía lo incorrecto. Fue un ejerciciocatártico, el acto de escoger la vida por encima de la muerte.

A través de sus personajes habla con intensidad y claridad del amor y las relaciones pero sobre todo del desamor, los celos, el engaño, la traición y la infidelidad. ¿Cómo logra hacer recuentos tan vívidos de sensaciones tan ríspidas?
Los seres humanos son criaturas sumamente complejas y, al juntar a dos de ellos, las probabilidades de complicación se multiplican invariablemente. En mi vida busco la rutina, la calma y la estabilidad, pero en mi escritura busco situaciones extremas.

Sus libros narran historias íntimamente ligadas con la realidad y la sensibilidad israelíes, judías incluso, ¿cómo se explica entonces que gocen de éxito entre lectores de bagajes culturales y religiosos tan distintos a los de sus personajes? ¿Dónde nace esa empatía que trasciende fronteras y estereotipos?
Esa es una pregunta que yo mismo me formulo constantemente. Cómo es posible que gente al otro extremo del mundo se relacione a nivel emotivo con una historia que sucede en un lugar tan pequeño y distante para ellos como Israel. Creo que es una pregunta que puedo contestar más acertadamente como lector que como escritor. Al repasar la obra de Paz o de Kawabata o al leer autores que para mí vienen del otro confín del mundo, sea Finlandia o Sudáfrica, descubro que me resultan relevantes. En las historias de estos autores encuentro una mezcla entre lo familiar y lo distante; sus relatos me son muy íntimos, hasta un punto incluso embarazoso, pero al mismo tiempo, lejanos y exóticos, tanto que me resultan atractivos como ser humano. Al leerlos y confirmar que sus historias hacen eco en mí reafirmo mi vocación universal.

Jerusalén es una ciudad de valor universal. Además de ser su lugar de nacimiento y escenario de la mayoríade sus libros, ¿qué significado tiene para usted?
Jerusalén es una ciudad muy cargada para mí. Me encanta cada uno de sus rincones pues aquí nací y tengo recuerdos muy íntimos vinculados con pasajes de mi vida, desde el camino a la escuela hasta el lugar donde hice el amor por primera vez. Pero al mismo tiempo tengo sentimientos encontrados hacia ella. Me resulta un lugar insoportable, extremo y fanático. Los más de tres mil años de civilización que la preceden no han hecho que su gente sea más inteligente sino más demente, odiosa y superficial. Jerusalén muchas veces es el cielo pero otras tantas más es el infierno mismo. Hay una contradicción innata en esta ciudad que resulta inescapable.

¿Siente algún tipo de responsabilidad derivadade su oficio comoescritor frente a sus lectores, a su sociedad o a su país?
Solo tengo una responsabilidad y es escribir una buena historia. Por eso disfruto tanto de los períodos largos de escritura. Mi lealtad responde al lenguaje y a los personajes pero a nadie ni a nada más.

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El proceso creativo de Grossman es complicado; escribe y rescribe solo para luego volver a escribir. Porque, tal como sucede con la realidad, para entender las historias, escondidas bajo hojas enteras de párrafos y frases, se necesita escudriñarlas, mirarlas desde todos los puntos de vista posibles y escribirlas tantas veces como sean necesarias. Un libro puede tomar años pero durará por siempre; por eso su manufactura requierede un trabajo tan minucioso. Grossman escribe incluso cuando lo deja dehacer porque si no se siente ajeno, portando las pieles, y las ideas,de alguien más. Para él, el lenguaje es la creación ulterior, la obra más perfecta, la manifestación, si acaso la hay, de que existe (un) dios. Cada cual lo inventa a su modo y de acuerdo a sus necesidades, cada hora de cada día de cada mes. El conflicto, tal vez, surge cuando confrontamos ese lenguaje, el propio, con el de los demás. Pero es entonces que arriba la literatura y se aboca por completo a su labor conciliadora y reparadora, a su muy natural rol, ese de puente y mediador, entre tiempos y pensamientos.

El lenguaje es un tema recurrente en sus novelas y en las historias de sus personajes, ¿qué papeljuega en su vida?
Creo que cada uno de nosotros tiene un lenguaje muy personal que se desarrolla con el paso del tiempo a pesar de que no siempre nos demos cuenta de ello, lo cual, en algunos casos, es peligroso, pues el lenguaje, como muchas otras cosas, puede no solo ser usado sino abusado. Para mí es una forma de sentirme más vivo, de abarcar más matices de la vida. Aunque si se vive en una realidad dura, como la israelí, es muy tentador fingir el uso del lenguaje, manipularlo; de ahí que como escritor me resulte indispensable salvarlo, reconectarlo con la vida, purificarlo y depurarlo de esas múltiples manipulaciones políticas y emocionales de las que es objeto. Porque solo de esta manera podrá conectarse de una manera más honesta y directa con la realidad que pretende reflejar.

Las palabras son sin duda, como para cualquierescritor, su principal herramienta de trabajo. ¿Tiene alguna favorita?
No lo creo, aunque una palabra de la que abuso es “resonancia”porque me gusta estar atento a los ecos de todas las realidades que ahí confluyen. Por otro lado, una palabra que no uso pero me aterra es “solidificar”, sobre todo cuando se aplica a las personas o a las situaciones, cuando se usa como sinónimo de “congelar” y “fosilizar”.

¿Alguna vez se ha sentido fosilizado?
No ha ocurrido y confío en que no habrá de ocurrir. Incluso después de la catastrófica muerte de mi hijo, cuando la tentación de fosilizarme en el odio y en la venganza fue tan grande, no caí. Vivimos en un mundo en el que la realidad es tan cruda y en donde el peligro de perder la vida es constante, en un continuo estado de guerra, que lo más sencillo es aislarse en sí mismo, congelarse y evitar el contacto con lo real. Pero yo no quiero vivir mi vida así y no por valor o coraje sino por convicción. No quiero que los medios, el gobierno, el ejército o mis miedos nombren a mi realidad, quiero ser yo quien le ponga nombre.

Usted escribe y piensa en hebreo, una de las lenguas más antiguas del mundo, pero habla y lee árabe, un idioma semántica, social e históricamente ligado al primero. ¿Qué perspectiva aporta a la difícil relación árabe-israelí el ámbito lingüístico?
El árabe es una lengua hermosa, me alegra haberla estudiado; creo que es algo que todos, en este país, deberíamos hacer. Vivimos en una región del mundo poblada por hablantes de esa lengua, a muchos de ellos los consideramos enemigos pero ojalá que en un futuro podamos contar con ellos como socios y para que eso suceda necesitamos conversarcon ellos; la lengua es un elemento esencial en ese proceso porque crea proximidad.

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En 1985, el Comité Central Israelita de México otorgó su premio internacional de literatura Fernando Jeno, con el cual se distingue anualmente la creatividad de las letras hebreas indistintamente de su origen, a David Grossman por su novela La sonrisa del cordero(Barcelona, Tusquets, 1995). En dicha ocasión el autor no pudo asistir a su homenaje y, a la fecha, sigue sin visitar la América de habla española. Sin embargo, le unen a ella lazos milenarios, al igual que a muchos otros lugares del orbe, por las numerosas y dispersas comunidades judías que en cada uno de esos lugares habitan. Porque para Grossman, como para cualquier otro judío, sea o no devoto o creyente, hay más allá de la raza, el idioma y la cultura un vínculo inalienable con esa diáspora de la que aun habiendo nacido y crecido en Israel se siente parte indisoluble.

¿Es usted un hombre religioso?
No soy creyente pero sí me considero un hombre espiritual y, sobre todo, muy judío. Durante los últimos veinte años he leído la Biblia un par de días por semana de forma ininterrumpida, pues al ser uno de los textos más condensados que posee la humanidad se presta para una lectura e interpretación perennes.

¿Qué significa ser judío para David Grossman?
Tener una afinidad con la historia del pueblo de Israel, con su destino y literatura, incluso con su sentido del humor. Ser judío significa siempre cuestionarse, diferir, nunca dar las cosas por sentado. Aunque claro que hay todo tipo de judíos desde los más idiotas, obtusos y crueles hasta los más indulgente, comprensivos y sensibles.

La Segunda Guerra Mundial terminó hace casisetenta años. ¿Por qué sigue estando tan presenteen el imaginario judío?
En hebreo, enyidish, en español o en cualquier otro idioma que hablen los judíos entre sí, cuando se hace referencia al Holocausto se habla sobre lo que sucedió “allá”. En cambio cuando los no judíos hablan sobre los nazis o el Holocausto, hacen referencia a lo que sucedió “entonces”. Hay una gran diferencia entre las dos palabras: “entonces” significa que el Holocausto ya pasó y que nunca más volverá a repetirse; en cambio, “allá” significa que todavía es factible, una opción paralela a nuestra vida de hoy en día. Y esto está directamente vinculado con el lugar que ocupa el judío en el mundo, en tanto colectivo e individuo, pues aún carece de un territorio seguro en el cual vivir, falto de amenazas y peligro. Hasta la fecha, el judío, incluso en los lugares más amigables y hospitalarios, sigue sin sentirse cómodo y libre, sin tener una casa propia.

Pero entonces, ¿qué es el Estado de Israelsino un hogar para el pueblo judío?
Un lugar dispuesto para convertirse en hogar pero que sigue sin serlo; una gran tragedia para el pueblo judío. Y esto tiene consecuencias en todos los aspectos de nuestra vida y, por supuesto, en nuestra política y en nuestro comportamiento militar. Hasta que no haya paz, este país no podrá ser considerado por nadie como un hogar.

¿Podría la realidad israelí ser diferente?
No lo creo. Israel se encuentra situado en una de las regiones más hostiles del mundo, está inmerso en una situación completamente impredecible y violenta, está rodeado de odio y sumido en él.

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A David Grossman siempre le ha complacido trasgredir fronteras, sobre todo las ideológicas. Durante más de veinticinco años trabajó en una de las principales estaciones de la radio nacional israelí, primero como niño actor, en radionovelas, y luego como titular de un programa de noticias y opinión. A principios del presente siglo desistió de su compromiso con la emisora porque estaba cansado de llamar “disturbios” al estado de guerra, “árabes” a los palestinos, “jóvenes” a los niños de tres o cuatro años y “asentamientos” a los territorios ocupados. Llevaba años intentando que su voz fuese escuchada en un país en el que a la realidad se le rehúye. Él, como cada vez más pocos, no le teme a una solución que implique un Estado palestino y un Estado israelí. Cuando en 1987, al cumplirseveinte años de la ocupación israelí de Gaza y Cisjordania iniciada tras la Guerra de los Seis Días, sus superiores lo comisionaron para realizar un recorrido de un par de días por esas regiones y producir un especial al respecto para la radio, Grossman decidió extender su estancia por seis semanas y recorrer a pie tantos pueblos como pudo, recogiendo las voces de sus protagonistas, reflejando su vida y narrando una situación que a todo mundo se le escapaba (y continúa escapándosele) de las manos.

En Israel, el servicio militar es obligatorio tantopara hombres como para mujeres por períodos que incluso superan el año de duración; su caso no fue la excepción. ¿Qué puede compartirnos de su experiencia de cuatro años en el ejército?
Estar en el ejército te hace madurar a una edad muy temprana, es una experiencia muy cruda pues te arranca de raíz del hogar y de la familia. Tener que lidiar con la arbitrariedad y la rudeza que ahí abundan fue una experiencia muy dura para mí. Escribir fue lo que me ayudó a preservar la cordura durante mis años en el ejército. Me asignaron a labores de inteligencia y eso me obligó a vagar por todo el país, siempre incrustado en alguna unidad militar pero almismo tiempo por mi cuenta. Era una especie de lobo estepario, siempre solitario aunque acompañado por mi escritura. En el momento que llegaba a una nueva base, sobre todo durante mi período en el Sinaí, buscaba un espacio para poder caminar, inspirarme y escribir. Al principio, los otros soldados se burlaban de mis manías pero invariablemente terminaban por acostumbrarse a la idea. Fueron esos años los que quizá marcaron mi futuro como escritor.

¿Qué significado tiene la paz para usted?
Antes que nada la habilidad de liberarme de la mentalidad de la guerra, tratar de entender qué significa vivir sin miedo existencial, algo que nunca he experimentado en mi vida. En mis 58 años no he vivido un solo día de paz verdadera. Paz para mí significa una existencia sólida que nos permitirá vivir realmente y no solo sobrevivir.

El conflicto árabe israelí inició hace más de sesenta años y no hay perspectivas de que vaya a resolverse pronto. ¿En qué radica la imposibilidad de llegar a un acuerdo duradero entre las partes?
Este longevo conflicto es principalmente psicológico, se podría lograr muchísimo si tan solo cada una de las partes mostrara un poco de respeto por las ansiedades del otro pero no es así. La tragedia tanto de israelíes como de palestinos es que no están en contacto con la realidad sino con sus sueños, sus alucinaciones y sus pesadillas. La realidad puede en muchos casos ser mucho más aterradora que sus pesadillas pero unos y otros se decantan por las pesadillas, incluso por encima de las promesas y las esperanzas que podría traer consigo el futuro. Israelíes y palestinos estamos atrapados.

¿Se ha llegado a arrepentir de sus opiniones políticas?
No, claro que no. ¿Cuáles serían mis alternativas? Decir cosas en las que no creo, pensar que la situación en la que vivimos es maravillosa o que nunca habrá una oportunidad para la paz. No me arrepiento de lo que pienso ni de lo que he dicho hasta ahora, de ninguna de mis opiniones vertidas sobre el conflicto, aunque puede ser que llegue un momento en el cual me sienta desesperado y creo que no está muy lejano ese día. La situación en Israel es desesperante, nos hace cada vez más xenófobos, nos aterra y nos vuelve herméticos y fanáticos.

¿Qué opinión le merece la denominada Primavera Árabe?
Creo que todavía tenemos que esperar un poco más y ver cómo evoluciona este movimiento a casi un año de haber iniciado. Básicamente se trata de un proceso muy positivo de democratización en el cual espero que, al menos en el caso de los egipcios, nuestros vecinos y socios, al hablar de democracia en verdad se la refiera, pues democracia no solo significa el poder de la mayoría sino la responsabilidad vis-à-vis por parte de las minorías.