viernes, 22 de julio de 2011

EL FUTURO DE LA LECTURA


El texto: “LOS ESTUDIOS CULTURALES Y LA CRÍTICA LITERARIA EN LA ENCRUCIJADA VALORATIVA” de la excelente crítica Argentina Beatriz Sarlo, pone sobre el tapete con una lucidez incuestionable, la discusión sobre el futuro de la lectura y la revolución del libro digital. Empieza la autora resolviendo el tema central que la convoca, osea la relación intensa entre los estudios culturales y la crítica literaria propiamente dicha:
Ciertamente la pregunta sobre el impacto social de un discurso debe, a su turno, ser examinada. ¿Quién puede decir lo que es socialmente significativo si vivimos, como lo indicó Lyotard hace ya bastante tiempo, en " nubes de sociabilidad” que se caracterizan por la trama de diferentes conjuntos lingüísticos y valorativos? Los estudios culturales sostienen que es posible mirar estos conjuntos difusos, inestables (que constituyen lo que hoy se puede llamar sociedad) y descubrir interés en ciertas prácticas sobre la base de la cantidad (por ejemplo, cuántos miles de personas están viendo un show televisivo), o sobre la base de la calidad (por ejemplo, un video que sólo unos cientos de personas conocen puede ser importante porque da forma a un tema que, a su vez y circularmente, es considerado importante).
Adelante agrega:
En América Latina, a comienzos de este siglo, la crítica literaria fue socialmente significativa. Su influencia en la construcción de una esfera pública moderna es algo reconocido no sólo por los historiadores que ven el proceso en perspectiva y subrayan lo que probablemente no vieran sus protagonistas, sino también por esos mismos protagonistas. Los debates sobre literatura y cultura nacional que transcurrieron durante las dos primeras décadas del siglo XX galvanizaron a la comunidad intelectual y desbordaron sobre la esfera pública, magnetizando a políticos y estadistas.

El periplo de la imposición de estos discursos con un valor y peso en Latinoamérica y en el mundo, es harto conocido: En los últimos diez o quince años, los estudios culturales aparecieron como una solución apropiada para los rasgos de la nueva escena. Sin voluntad de extremar la caracterización, diría que movimientos sociales y estudios culturales fueron compañeros de ruta extremadamente funcionales a la transición democrática, por una parte, y al naufragio de las totalizaciones modernas, por la otra. Además, a medida que la crítica literaria culminó un proceso de tecnificación y perdió su impacto sobre el público (para quien se ha vuelto francamente jeroglífica), los estudios culturales se ofrecieron para remediar esta doble impasse: ganar algún espacio a la luz pública y presentar un discurso menos hermético que el de la crítica. En este preciso momento del discurso Beatriz se pregunta por el desarrollo de los medios audio-visuales y su impacto en el desarrollo de la lectura y por su puesto de la crítica literaria:

Examinemos muy brevemente algunos aspectos de la situación que he sintetizado. En primer lugar, la hegemonía de lo mediático audiovisual. Se sabe que nos estamos moviendo hacia y dentro de la videoesfera y que el espacio público y los escenarios políticos públicos pueden ser considerados hoy una arena electrónica. Los cambios tecnológicos son irreversibles. Vivimos en el ciberespacio, aun cuando vastas minorías en América Latina todavía deben enfrentar obstáculos gigantescos para incorporarse como ciudadanos en una nueva esfera cultural y política que es tan extensa como estratificada. Todavía la lecto-escritura es la clave para descifrar a la palabra escrita incluso cuando ésta se ha liberado del papel, se ha vuelto virtual, fluye libremente por el anillo que llamamos Internet, rodea al mundo como una gigantesca bola de texto o se desliza, sin página, sin principio y sin fin, por las pantallas de las computadoras. El ciberespacio exige una nueva alfabetización.
Y adelante señala con absoluta vehemencia:
Sin embargo, el lugar de los discursos, su uso y su producción está cambiando. Y, dentro de los discursos, el lugar de la literatura. Los ciudadanos cultivados de las futuras cibernaciones se conectarán, o ya están conectados, a un flujo masivo de escritura, de imágenes y de sonidos. La literatura, la filosofía y la historia, tal como las consideramos en términos de género, flotan como mutantes dentro de la densa nube de hipertextos que rodea el planeta (densa además por la frecuencia con que la tontería y el capricho son considerados en términos de libertad anti-institucionalismo y libre producción de bienes culturales).
La relación entre las nuevas formas de expresión y divulgación del discurso a través de las TIC, impone una nueva mirada, que es imposible realizarla a partir de los instrumentos académicos pretéritos del discurso marxista o estructuralista, la escuela Francesa o cualquiera de los marcos en que tradicionalmente nos movíamos, los cuales siguen siendo validos, pero que hoy requieren aceptar la revolución tecnológica que traspaso todos los contextos.
Por ello Beatriz empieza por lo más simple:

Tomemos el cambio que me parece más denso y espectacular: leer. Ese acto simple que, pese a los problemas socioeconómicos de la alfabetización, damos por sentado, debe ser revisado por completo. La lectura está pasando por un proceso de mutación. Nosotros somos quizás los últimos lectores tradicionales. La lectura es una actividad costosa, en cuanto a las habilidades y el tiempo que requiere. El desciframiento de una superficie escrita exige una atención intensa y concentrada durante un lapso relativamente largo de tiempo. Miramos el texto y miramos dentro del texto. Practicamos observaciones intensivas y extensivas de la materia escrita, nos quedamos en el texto y con el texto. Aún cuando profesemos la metafísica negativa que nos enseña que ya no hay profundidad que deba alcanzarse hundiéndose en lo escrito, ni totalidad que deba reconstruirse sobre su masa de fragmentos, somos expertos en lectura profunda que, paradójicamente, reconocen la futilidad de una pretensión metafísica de profundidad. Estas actividades 'cultivadas' que llevamos a cabo con los textos, siempre fueron diferentes de las actividades generalmente realizadas por el público lector, aunque algo del orden de las operaciones y de la intensidad de la experiencia sentaba las bases de un terreno común entre prácticas de lectura intelectuales y no intelectuales. Enfrentémoslo de una vez. Ese terreno común se ha erosionado. En la videoesfera, la lectura es extremadamente necesaria pero se está desarrollando según estilos diferentes. La intensidad se reserva a otros discursos (como el live rock, que es extremadamente intenso en sus rituales de consumo). La lectura en el ciberespacio privilegia la velocidad y la habilidad para derivar de una superficie a otra. Antes caminábamos sobre nuestros textos; en los próximos años, nos deslizaremos sobre ellos, surfeando sus planos fractales.

Las cultura liquida se impone, el discurso y la actividad cultural flotan de otra manera. Pero esta es una realidad, que comprobamos no solo en nuestra cotidianidad: nuestros hijos manejan dos mundos paralelos: uno digital, virtual, desde el ciberespacio con su propia canon y otro, su entorno, el que pareciera menos importante. La otra variable es el mercado propiamente dicho: el libro electrónico y la información en la red derrocaron otras formas de acceso tradicional. Las ventas en Norteamérica del libro electrónica superaron ampliamente las del libro tradicional. La vida y la información, el conocimiento propiamente dicho, el discurso para ser concreto, se maneja hoy a través de la red, con sus propias reglas.

La lectura nunca será igual. Esto no quiere decir que no vaya a tener la importancia que la cultura y el conocimiento le han dado, sino que simplemente será diferente. Por ello Beatriz termina su excelente ensayo con esta pregunta:

Quizás vivamos los últimos años de la literatura tal como se la conoció hasta ahora. Las novelas y las películas pueden estar condenadas a desaparecer en el continuum de la videoesfera. No digo que 'cosas' narradas no sigan exhibiéndose en los cines o en la televisión, sino que los films, tal como los inventó el siglo XX, pueden haber negado a su fin, excepto para un puñado de productores y una minoría de público. Podría suceder que, en el futuro, el hipertexto no sea sólo un modo cómodo de manejar notas al pie o diferentes niveles de información, sino un patrón nuevo de la sintaxis que, durante siglos, la literatura ha moldeado y cambiado.

Debemos ser suficientemente conscientes de lo que está sucediendo. Recuerdo el texto sobre la lectura de Estanislao Zuleta. En él, por vía de Nietzsche, exigia un tipo de lector especifico: " Al final del prólogo de la Genealogía de la moral Nietzsche dice que requiere un lector que se separe por completo de lo que se comprende ahora por el hombre moderno. El hombre moderno es el hombre que está de afán, que quiere rápidamente asimilar; “por el contrario, mi obra requiere de lectores que tengan carácter de vacas, que sean capaces de rumiar, de estar tranquilos”. Nietzsche dice que “existe la ilusión de haber leído, cuando todavía no se ha interpretado el texto. Y esa ilusión existe por el estilo mísero en que escribe". Este lector, que exige el pensador Aleman,  en estos tiempos es una excepción. Por ejemplo, esta columna será publicada en un Blog, que es una de las formas impuestas por la nueva tecnología y está solo en el ciberespacio. su escritura, responde a otras urgencias, pareciera no ser escrita para perdurar, tal vez sus lectores, no rumiarán, solo se informarán.  Las cosas han cambiado demasiado. Veremos cómo terminará la literatura, que por su puesto sobrevivirá, pero lo que no podremos resolver es de que manera lo hará. Esperaremos como se desenvuelve el ovillo.