sábado, 3 de agosto de 2013

OSCAR COLLAZOS UN ESCRITOR A CARTA CABAL


El negro Oscar, como le conocemos coloquialmente en Colombia, es un escritor total: Novelista; cuentista; ensayista, opina sobre los hechos nacionales y mundiales a través de unas columnas directas, claras y lúcidas. Perteneció a una generación que compartió todo la época del Boom latinoamericano, entre los años 60 y 70 del siglo pasado, con las implicaciones adversas que tuvo para ellos la opacidad a que los sometió los círculos de poder de la cultura y del mundo editorial,  pero con una diferencia determinante en su caso, fue reconocido como hombre talentoso y supo mantener esta posición con su pluma muy a pesar de este fenómeno avasallador. Hoy, está más vigente que nunca. La calidad de sus textos y el rigor no tienen discusión. Sus puntos de vista expuestos en sus artículos constituyen un faro para el país. Ha continuidad publicando novelas y cuentos, que mantienen la calidad, el vigor y la factura impecable  de sus primeros textos.
Margarita Vidal abrió una entrevista con este comentario que explica su precoz aparición en el mundo literario Latinoamericano: “Su voz se hizo sentir en el mapa literario latinoamericano gracias a un artículo que publicó en Marcha, una revista uruguaya, a finales de los 60 y que tituló -La Encrucijada del Lenguaje-. Al ensayo respondieron Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar y la Editorial Mejicana Siglo XXI cogió al vuelo la importancia de esta controversia y la publicó bajo el título: ‘Literatura en la Revolución y Revolución en la Literatura’. La polémica se mantuvo viva durante los años 70 y, según ha dicho el escritor chocoano, sólo un acuerdo entre Cortázar y él permitió sacarla de circulación”. Adelante lo define con mucha exactitud: “Óscar Collazos, un verdadero trashumante: los países del Este en tiempos de la guerra fría, París y Barcelona, junto con sus escritores y poetas forman parte del gran imaginario que ha ido construyendo a lo largo de una vida dedicada a la literatura”.
Nació en Bahía Solano, Chocó, en 1942. En 1964 fue asesor del Teatro Estudio de Cali. En 1966 apareció el primero de sus cinco libros de cuentos. En 1969, siendo director del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas, en Cuba, adelantó un debate escrito con Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa sobre la relación entre escritura y compromiso político. Desde entonces inició una larga estadía en Europa, dedicado a la novela, el ensayo y el periodismo. En 1989 regresó a Colombia; actualmente vive en Cartagena.
Quisiera referirme a sus escritos literarios que son de todo mi gusto. No recuerdo con precisión la fecha, pero estando muy joven casualmente me encontré con un texto sobre el Boom latinoamericano, el cual me impresionó por la cultura literaria que incluyó en la construcción de sus análisis, donde se incorporaban aspectos novedosos de crítica literaria que reflejaban al lector acucioso, conocedor de  las técnicas novedosas de la narrativa que más tarde incorporaría en sus textos de ficción. Después procultura, un sello institucional le público una antología de algunos ensayos de mi total agrado. Nunca he olvidado un trabajo sobre “Cien años de soledad” que no sé volvió a editar, pero que abordaban esta novela mucho antes que fuera estudiada por la crítica especializada. Sus columnas en esta materia tienen el encanto de la síntesis y la lucidez del crítico riguroso, que no solo atiente al desciframiento de las del texto como tal, sino que lo hace desde la perspectiva del lector, con una ventaja, son didácticas y  accesibles para el común de la gente.

Desarrolló eso que llama la crítica especializada la novela urbana. En  sus cuentos y novelas incorpora los vocablos de la calle. Las temáticas abordadas tratan los problemas más álgidos de nuestra realidad. En ellas está consignada toda la problemática de nuestro país: Desplazamiento, violencia, desarraigo, exclusión entre otros. Más de 20 novelas testifican la continuidad de su trabajo.
Collazos es un lector voraz. Margarita le preguntó cuáles fueron sus primeras lecturas y esto respondió: “No se ría: Vargas Vila, Rómulo Gallegos, poemas del “parnaso colombiano.” Y, en serio entre los 15 y 18 años, Renan, Voltaire, Rousseau, Shakespeare (sí, lo leía en voz alta), Whitman, Zola, Neruda, Huidobro, Dylan Thomas, todo en desorden hasta que llegué a J.D. Salinger y a William Saroyan. Llegué a Sartre y a Camus y a los neorrealistas italianos, Moravia y Pratolini. Con ellos aprendí a escribir sobre la adolescencia. Hasta que llegué a Hemingway y, por ese camino, a Álvaro Cepeda y García Márquez”. Sobra decir que después de su periplo por Europa y américa en más de quince años de voluntario exilio su cultura se acrecienta como se refleja impecablemente en sus escritos.
Hoy sigue publicando novelas, cuentos, artículos, y ejerciendo una dura crítica a la dirigencia política del país y de la ciudad de Cartagena donde actualmente vive.
Les entregó a mis lectores este libro antológico de sus cuentos: