jueves, 14 de diciembre de 2023

LOS LIBROS Y LAS LECTURAS DEL 2023

 La lectura es un universo infinito de sabiduría, compañía, grandes encuentros. Un bálsamo para la vida entre incertidumbres, alegrías y tragedias. Leer ha sido la constante en mi vida y el eje de mi existencia en un país de mil violencias y desesperanza. Quiero hablar de mis libros en este año, de mis lecturas. Empezaré por aquellos sitios donde abrevo cotidianamente. "Letras libres" es un revista mexicana excelente, mensual, con páginas y textos de literatura, sociología, escrutando siempre en la dinámica social de nuestros pueblos, para descifrarla y entenderla entre los marcos de una globalización asfixiante. El portal de revistas de la UNAM de México está lleno de revista científicas de toda índole, siempre con el toque académico e investigativo con absoluto rigor.  EZLN, es un revista dirigida al análisis de las comunidades desde una perspectiva histórica, tiene los grupos sociales como eje, en sus cohesiones o  rupturas, las problematizaciones desde ópticas múltiples en contraste con las visiones académicas que  las interpretan. Son muchas las revistas de este portal: De historia, humanidades, arte.....Igual pasa con el portal de revistas de la universidad nacional de Colombia, algunas como "El jardín de Freud" son de mis lecturas predilectas, para no citar el suplemento "Babelia" del periódico "El país" de España, o "Ñ" del periódico "Clarín" de Buenos Aires.

Antes de hablar de algunas novelas quiero hacerlo con algunos libros científicos que ameritan leerse. De Sergio Torres Arzayusus, el libro "El Big Bang" Aproximación al universo y la sociedad. Es la descripción del origen del hombre y su paulatina relación con los astros, con el universo, desde la aparición de  Ardipitecus ramidus, el primer simio que bajó de los arboles. Volví a leer "El hombre y sus demonios" de Carl Sagan, artículos o pequeños ensayos, para ser entendidos por los no legos, texto cautivante de sobremanera, cada tema es auscultado desde una perspectiva académica y pedagógica. De historia, releo el primer tomo de "Historia de la vida Privada", de Fillippe Ariés y Georges Duby, desde el imperio Romano hasta el año 1000 de nuestra era. Cada capitulo me asombra, infinidad de cosas que no conocemos y que tienen que ver con lo más cotidiano, lo que no obsta su importancia. Empieza con la familia, su entorno, siempre con lujo de detalles. Muchas de las figuras legales de hoy, costumbres y modas están descritas al detalle en sus genealogías más importantes. Leí el primer tomo de "Historia doble de la Costa" del sociólogo colombiano Fals Borda, rescata  nuestro caribe tan olvidado por años por la academia y ahora, tal vez, gracias a este pensador, están hoy en pleno estudio por una generación importante de investigadores costeños.

Novelas. Aconsejaría leer la última del escritor norteamericano Jonathan Franzen, "Encrucijadas", toma  una familia para describir la caótica sociedad americana: La historia de los Hildebrandt, ellos buscan la libertad, cada uno de sus miembros parece coartar la del otro y en este galimatías parecen perderse. Igualmente me pareció cautivante "Las voces de Adriana" de Julia Navarro. Cómo enfrentamos una muerte, en el proceso de catarsis  como se reordena el mundo, sobre todo quienes precedieron al evento, el universo del pasado expresado en el presente. Adriana, la protagonista enfrentas varios duelos mientras cuida a su padre enfermo. Es la voraz espectadora y analista de la vida de los demás. La mezcla entre lo que fuimos y somos genera un panorama extraordinario que dice que la vida es más que presente. 

"Cartas abiertas" de Juan Esteban Constain realmente es una novela corta extraordinaria. Empieza con el encuentro de Jünger y Graves en polos opuestos en una batalla, quienes hacen una tregua para compartir un cigarrillo. Tiene como eje, el armisticio entre el estado de Tunja que le declaró la guerra a Bélgica, a través de un personaje italiano, historia y ficción, receta que le sirve para narrar hechos con absoluta inteligencia, en una prosa depurada, lejos de cualquier exceso, con una economía narrativa propia de este gran escritor colombiano.   

Leí y aconsejo hacerlo, un texto singular: "Los Simpson y la filosofía", muy serio y riguroso, contrario a lo que en principio pensé. Las actitudes excéntricas de los personajes de la serie las contrapone a filósofos y escuelas con rigor y mucha seriedad conceptual. La compilación la hacen tres editores con lujo de temas que develan en gran medida la crisis del mundo moderno desde la perspectiva filosófica de esta serie americana, que denosta de todos y todo.  

Antes del 31 de diciembre de este año, escribiré sobre el excepcional escritor colombiano Mario Mendoza.

Estoy leyendo y releyendo algunas novelas de Mario Mendoza, para realizar un ensayo alrededor de este excepcional escritor colombiano. Espero en una nueva entrada ahondar en este trabajo. En otro artículo me referiré a otros libros. 



martes, 12 de diciembre de 2023

DE VUELTA A MIS ANCESTROS




Después de mucho tiempo regresé a Bogotá. He vuelto a revivir ese caos eterno del que se quejan todos sus habitantes, la sensación de inseguridad absoluta que los vuelve oscos, el sentimiento inevitable de  llegar siempre tarde a cualquier encuentro, por importante que sea la cita y por supuesto la felicidad de encontrarme con buena parte de mi familia. Todo parece estar en obra, a medias, las avenidas están cercadas por cintas amarillas que hacen su transito imposible. No es la ciudad apacible del poeta Silva a finales del siglo XIX, ni la de hombres vestidos de negro que encontró Gabo, ni la diseñada por la dictadura de Rojas, menos, la ilusionada por Peñalosa. Es la ciudad de Mario Mendoza, la de sus novelas negras, cargadas de sangre y entroncadas historias nefastas, oscuras y frías, trágicas, que me traen a Conan Doyle, de corte policiaco. Esta urbe la recorrí haciendo política con Luis Carlos Galán hace más de 30 años, líder carismático, asesinado por el narcotráfico. El hecho aún me duele profundamente y sus sentencias son como una espada de Damocles, como una condena infinita para un país que no sale de sus violencias circulares. Aquí ha vivido mi hermana en los últimos 40 años, murió mi madre y mi hermano mayor ejerció su profesión de arquitecto con éxito. Es la ciudad de mi hija Laura, de mi nieta Alicia, de mis sobrinos.   

Todos los encuentros de esta índole son felices y rememoran muchos hechos dulces y algunos trágicos. Einstein decía que la distinción entre pasado, presente y futuro es una ilusión obstinadamente persistente. Expresaba con vehemencia: Pasamos demasiado tiempo dándole importancia a lo que fue y lo que vendrá.  Gabriel García Márquez decía que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos y, gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado. Ver a mis hermanos: Nayibe y Edgar fue sobrecogedor y de alguna manera una catarsis a mis locuras, un pulso a tierra. Llegar es siempre alentador. Se rescata de súbito la atmosfera de hogar que construyó mi madre Myrian con tanto encono. La raíz, la huella de familia que siempre perdurará pese a los caminos que nos separan indefectiblemente. Después me encontré con mi cuñada Patricia y mis sobrinos. Al final, por gracia de las virtudes navideñas, alguien me expresó que dentro de poco había un asado, nos reuniríamos con toda la familia de Patricia, la esposa de Sergio mi sobrino y su hermana, Adriana, sus hijos y su esposo Jairo, Miguel y Álvaro con sus respectivos pares. Hay muchas películas connotadas sobre encuentros familiares, recuerdo con agrado "La familia de mi novia" con Robert De Niro, siempre nos traen sorpresas, nuevas impresiones.

El día llegó y por gracia de alguien que, siempre planifica milimétricamente, estábamos en una terraza en el Barrio Carvajal, un barrio tradicional de Bogotá, en  ciudad Kennedy, sitio donde llegó el presidente de los Estados Unidos, le dio su nombre en los sesenta del siglo pasado. 

Estaba al portas de un excelente asado. Cristian, meticuloso, con las cuentas claras y la bitácora del día perfectamente arbitrada. Su esposa, silenciosa pero excelente copiloto. Patricia y Edgar dispuestos, el primero con la cerveza que nunca abandona, y ella, sabia, sabe todo lo que va pasar, solo disfruta por encuentros excepcionales y gratos como este que, tal vez no se repitan. Sergio y su esposa, jóvenes, llenos de expectativas. Miguel Ángel el anfitrión, con el dejo de los personajes calentanos, santandereano a carta cabal, su esposa diligente y atenta. Jairo, canoso, parece un técnico de futbol que lo ha ganado todo, pese que nadie sabe como fueron sus batallas. Adriana, su esposa, alegre, dispuesta, su hijo Juan Pablo, silencioso, la mayor de las virtudes que se puedan tener. Álvaro,  Inteligente, aplicado cristiano, persuasivo y doctrinal, feliz, líder carismático a pesar del dogma, su esposa e hija, reservadas por naturaleza y amables. Todos con la carga que imponen los años, con las vivencias típicas de un país loco y exuberante, luchadores impenitentes por sobrevivir para cuando les digan que viva para sí la luz perpetua, sientan que han cumplido, por lo menos con los mínimos. 

Cada quien con lo suyo. Los discursos son más ponderados, la vida nos va enseñando a ser cautos. No importa lo que haya pasado con ella, ahí estamos. Cada uno tiene huellas indelebles, alegrías, fracasos, cargas y logros que la azarosa vida no puede robarnos. Borges lo expresa con absoluta sabiduría en un poema llamado "La recoleta": Solo la vida existe. Estos encuentros me enseñan más que muchos libros, aprender a escuchar, saber que todos buscamos la felicidad tan esquiva en ocasiones. Cada vez se nos va alguien valioso, pero también presenciamos llenos de esperanza la juventud de los hijos y sobrinos en la impetuosa lucha por encontrar su camino.  Es un hecho, nos vamos volviendo viejos, la sonrisa con más arrugas, no nos apena, nos enaltece. Ojala no perdamos la costumbre de planear estos gratos encuentros.





  

sábado, 25 de noviembre de 2023

CURSO DE LITERATURA EUROPEA (INTORDUCCION DE JOHN UPDIKE)

     Nabako no solo es un gran novelista, es también un gran ensayista y lúcido crítico literario. Siempre he abrevado en los cursos de literatura Europea y los impartido y escritos sobre el Quijote. En la introducción hecha por Jhon Updike, de excelente factura, con muchos datos biográficos de este aristócrata que explican su cultura, es también un elucidación minuciosa de su formación literaria, influencias y libros que son un bocado de cardinale para cualquier amante de su obra. Quiero reproducir esta introducción por encontrarla muy valiosa. CESAR HERNANDO BUSTAMANTE.

Vladimir Vladimirovich Nabokov nació en 1899, aniversario del nacimiento de Shakespeare, en San Petersburgo (hoy Leningrado), en el seno de una familia rica y aristocrática. Tal vez su apellido deriva de la misma raíz árabe que la palabra nabab, introducida en Rusia por el príncipe tártaro del siglo XIV, Nabok Murza. Desde el siglo XVIII, los Nabokov habían ocupado distinguidos cargos militares y gubernamentales. El abuelo de nuestro autor, Dmitri Nikolaevich, fue ministro de justicia durante el reinado de los zares Alejandro II y Alejandro III; su hijo, Vladimir Dmitrievich, renunció a ciertas perspectivas de futuro en los círculos de la corte para incorporarse, como político y periodista, a la lucha infructuosa por la democracia constitucional en Rusia. Fue un liberal valeroso y combativo que sufrió la cárcel durante tres meses en 1908; él y su familia inmediata mantuvieron sin temor una lujosa vida de clase alta repartida entre la casa de la ciudad, construida por su padre en la Admiralteiskaya, elegante zona de San Petersburgo, y la finca de Vyra, aportada al matrimonio por su esposa —quien pertenecía a la inmensamente rica familia Rukavishnikov— como parte de la dote. El primer hijo que les vivió, Vladimir, recibió, en nombre de sus hermanos, una generosísima cantidad de amor y cuidado paternos. Fue precoz, animoso, enfermizo al principio y robusto después. Un amigo de la familia lo recordaba como un «chico esbelto, bien proporcionado, de cara alegre y expresiva, y unos ojos penetrantes e inteligentes que le brillaban con destellos de burla». 

V. D. Nabokov era algo anglofilo, y cuidó de que sus hijos recibieran una formación tanto inglesa como francesa. Su hijo declara en su autobiografía Speak, Memory: «Aprendí a leer en inglés antes de que supiese leer en ruso», y recuerda una temprana «sucesión de niñeras e institutrices inglesas», así como un desfile de prácticos productos anglosajones: «De la tienda inglesa de la Avenida Nevski llegaba en constante procesión toda clase de dulces y cosas agradables: bizcochos, sales aromáticas, barajas, rompecabezas, chaquetas a rayas, pelotas de tenis». De los autores tratados en este volumen, probablemente fue Dickens el primero que conoció: «Mi padre era experto en Dickens, y hubo un tiempo, siendo nosotros niños, en que nos leía en voz alta páginas de este autor, en inglés, naturalmente». Cuarenta años después, Nabokov escribía a Edmund Wilson: «Quizá el que nos leyera en voz alta, durante las tardes de lluvia en el campo, Grandes Esperanzas… cuando era yo un chico de doce o trece años, me impidió mentalmente releer a Dickens más tarde». Fue Wilson quien atrajo la atención de Nabokov hacia Casa Desolada en 1950. Sobre las lecturas de su niñez, Nabokov comentó a un entrevistador de Playboy: «Entre los diez y los quince años pasados en San Petersburgo, debí de leer más novelas y poesías —inglesas, rusas y francesas— que en ningún otro período de cinco años del resto de mi vida. Disfruté especialmente con las obras de Wells, Poe, Browning, Keats, Flaubert, Verlaine, Rimbaud, Chejov, Tolstoi, y Alexander Blok. En otro plano, mis héroes eran Pimpinela Escarlata, Phileas Fogg y Sherlock Holmes». Este último tipo de lecturas puede contribuir a explicar la sorprendente aunque simpática inclusión de una obra como el brumoso relato gótico-victoriano de Stevenson El Dr. Jekyll y Mr. Hyde, en su curso sobre clásicos europeos.


Una institutriz francesa, la robusta y recordada Mademoiselle, fue a residir a casa de los Nabokov cuando el joven Vladimir tenía seis años, y aunque Madame Bovary no estaba incluida en la lista de novelas francesas que ella tan ágilmente leía en voz alta («su fina voz corría y corría sin flaquear, sin la menor dificultad o vacilación») para los niños que tenía a su cargo —«lo teníamos todo: Les Malheurs de Sophie, Le Tour du Monde en Quatre Vingts Jours, Le Petit Chose, Les Misérables, Le Comte de Monte Cristo, y muchas más»—, el libro de Flaubert estaba indudablemente en la biblioteca de la familia. Tras el absurdo asesinato de V. D. Nabokov en Berlín en 1922, «un compañero suyo de estudios con el que había hecho un viaje en bicicleta por la Selva Negra, le envió a mi madre, viuda, el volumen Madame Bovary que mi padre había llevado consigo entonces, y en cuyas guardas había escrito: “Perla insuperable de la literatura francesa”, juicio que aún sigue siendo válido». En otro pasaje de Speak, Memory, Nabokov refiere su entusiasmo al leer la obra de Mayne Reid, escritor irlandés de novelas del Oeste americano, y comenta a propósito de los impertinentes que tiene una de las heroínas sitiadas de Reid: «Esos impertinentes los encontré después en manos de Madame Bovary; más tarde los tenía Anna Karenina, y luego pasaron a ser propiedad de la dama del perrito faldero, de Chejov, la cual los perdió en el muelle de Yalta». En cuanto a la edad en que leyó por primera vez este estudio clásico del adulterio, sólo podemos suponer que fue temprana; leyó Guerra y paz por primera vez cuando tenía once años, «en Berlín, en un sofá de nuestro piso rococó de Privatstrasse, que daba a un jardín sombrío, húmedo, negro, con alerces y gnomos que se han quedado en ese libro, como una vieja postal, para siempre». 

A esta misma edad de once años, Vladimir, tras haber recibido toda su instrucción en casa, fue matriculado en el colegio relativamente progresista de Tenishev, San Petersburgo, donde sus profesores le acusaron «de no ajustarme a mi ambiente; de “presumir” (sobre todo de salpicar mis apuntes rusos con términos franceses e ingleses, que me salían espontáneamente); de negarme a tocar las toallas sucias y mojadas de los lavabos; de pegar con los nudillos en mis peleas, en vez de emplear el gesto amplio del puñetazo con la parte inferior del puño, como hacen los camorristas rusos». Otro alumno del Tenishev, Osip Mandelstam, llamaba a los estudiantes de ese centro «pequeños ascetas, monjes recluidos en su propio monasterio infantil». El estudio de la literatura rusa ponía el acento en el Ruso medieval —la influencia bizantina, las crónicas antiguas— y proseguía con un minucioso estudio de la obra de Pushkin, hasta llegar a las obras de Gogol, Lermontov, Fet y Turgueniev. Tolstoi y Dostoyevski no estaban en el programa. Al menos un profesor, Vladimir Hippius, «poeta de primera fila aunque algo esotérico a quien yo admiraba bastante», dejó honda huella en el joven estudiante: a los dieciséis años, Nabokov publicó una colección de poemas; Hippius «llevó a clase un ejemplar, y provocó un delirante estallido de risas entre la mayoría de mis compañeros de clase, dedicando su feroz sarcasmo (era un hombre colérico de pelo rojizo) a mis versos románticos».


Nabokov terminó los estudios secundarios cuando su mundo se estaba derrumbando. En 1919, su familia emigró: «Se dispuso que mi hermano y yo fuéramos a Cambridge, con una beca concedida más para compensar las tribulaciones políticas que en reconocimiento de los méritos intelectuales». Estudió literatura rusa y francesa, como en el Tenishev, jugó al fútbol, escribió poesía, cortejó a diversas jovencitas, y no visitó ni una sola vez la biblioteca de la universidad. Entre los recuerdos sueltos de sus años universitarios está el de «P. M. entrando en tromba en mi habitación con un ejemplar de Ulises recién traído de contrabando de París». En una entrevista para Paris Review, Nabokov nombra a su condiscípulo Peter Mrosovsky, y admite que no leyó el libro entero hasta quince años después, aunque le «gustó enormemente». En París, a mediados de los años treinta, él y Joyce se vieron unas cuantas veces. En una de esas ocasiones Joyce asistió a un recital de Nabokov. Éste sustituía a un novelista húngaro repentinamente indispuesto, ante un auditorio escaso y heterogéneo: «Un consuelo inolvidable fue ver a Joyce sentado, con los brazos cruzados y las gafas relucientes, en medio del equipo de fútbol húngaro». En otra desafortunada ocasión, en 1938, cenaron juntos con sus mutuos amigos Paul y Lucie Léon; Nabokov no recordaba nada de su conversación; Vera, su mujer, contaba que «Joyce preguntó los ingredientes exactos del myod, “aguamiel” rusa, y que cada cual le dio una receta distinta». Nabokov desconfiaba de estas reuniones sociales de escritores, y en una carta anterior a Vera le refería una versión del único, legendario e infructuoso encuentro entre Joyce y Proust. ¿Cuándo leyó Nabokov a Proust por primera vez? El novelista inglés Henry Green, en su biografía Pack my Bag, dice del Oxford de principios de los años veinte que «cualquiera que pretendiese tener interés por escribir bien y supiese francés conocía a su Proust». Probablemente, en Cambridge las cosas no eran muy distintas, aunque de estudiante, Nabokov estuvo inmerso en su propio rusianismo hasta un grado obsesivo: «El miedo a perder o corromper, por influencias extrañas, lo único que yo había salvado de Rusia —su lengua—, se me volvió decididamente patológico…». En cualquier caso, con ocasión de la primera entrevista concedida, en 1932, al corresponsal de un periódico de Riga, Nabokov llega a decir, rechazando la insinuación de cualquier influencia alemana en su obra durante sus años en Berlín: «Sería más adecuado hablar de una influencia francesa: me entusiasman Flaubert y Proust». 


Aunque Nabokov vivió más de quince años en Berlín —para el elevado nivel de sus conocimientos lingüísticos—, no llegó a aprender nunca el alemán. «Hablo y leo muy mal el alemán», dijo al entrevistador de Riga. Treinta años más tarde, en una entrevista filmada para la Bayerischer Rundfunk, se extendía sobre el particular: «Al mudarnos a Berlin, me acometió un miedo espantoso de que se me estropeara mi precioso sustrato ruso aprendiendo alemán con soltura. Mi aislamiento lingüístico se vio facilitado por el hecho de vivir en un círculo cerrado de amigos rusos emigrantes, y leer periódicos, revistas y libros exclusivamente rusos. Mis únicas incursiones en la lengua local se reducían a los saludos que intercambiaba con mis sucesivas patronas y patronos, y a las necesidades rutinarias de las compras: Ich möchte etwas Schinken. Ahora siento haberlo hecho tan mal; lo siento desde el punto de vista cultural». Sin embargo, conocía desde la niñez obras de entomología en alemán, y su primer éxito literario fue la traducción de algunas canciones de Heine para un cantante de conciertos ruso. Su mujer sabía alemán; con su ayuda, años más tarde revisó las traducciones de sus propias obras a dicha lengua, y se atrevió a mejorar, en sus clases sobre La metamorfosis, la versión inglesa de Willa y Edwin Muir. No hay motivo para dudar de lo que afirma en su introducción a la traducción de su novela bastante kafkiana, Invitado a una decapitación: que en la época en que la escribió (1935), no había leído nada de Kafka. En 1969 dijo al entrevistador de la BBC: «No sé alemán, así que no pude leer a Kafka antes de mil novecientos treinta y tantos, en que apareció La métamorfose en La nouvelle revue française»; dos años más tarde declaraba a una emisora bávara: «Leí a Goethe y a Kafka en regard, como hice con Homero y Horacio». 


La autora que encabeza este curso es el último de los estudios incorporados por Nabokov. Podemos seguir con cierta precisión dicho acontecimiento en The Nabokov-Wilson Letters (Harper & Row, 1978). El 17 de abril de 1950, Nabokov escribió a Edmund Wilson desde Cornell, donde acababa de obtener un puesto académico: «El año que viene voy a dar un curso titulado “Novelística europea” (siglos XIX y XX). ¿Qué escritores ingleses (de novelas o relatos) me sugiere? Necesito al menos dos». Wilson contestó en seguida: «En cuanto a los novelistas ingleses, en mi opinión, los dos más grandes sin duda (dejando aparte a Joyce, puesto que es irlandés) son Dickens y Jane Austen. Intente releer, si no lo ha hecho ya, el Dickens de Casa Desolada o de La pequeña Dorrit. A Jane Austen merece la pena leerla entera: hasta sus fragmentos son admirables». El 5 de mayo, Nabokov le volvió a escribir: «Le agradezco su sugerencia respecto a mi curso de novelística. No me gusta Jane; en realidad tengo ciertos prejuicios contra todas las escritoras. Están en otra categoría. No soy capaz de ver nada en Orgullo y prejuicio… pondré a Stevenson en lugar de Jane A.». Wilson replicó: «Se equivoca respecto a Jane Austen. Creo que debería leer Mansfield Park… Para mí, está entre la media docena de los mejores escritores ingleses (los otros son Shakespeare, Milton, Swift, Keats y Dickens). Stevenson es de segunda fila. No sé por qué le admira usted tanto; aunque, sin duda, ha escrito algunos relatos bastante buenos». Finalmente, cosa rara en él, Nabokov capituló, y escribió el 15 de mayo: «Voy por la mitad de Casa Desolada… avanzo despacio debido a las numerosas notas que tengo que tomar con vistas a las clases. Es muy buena… He adquirido Mansfield Park, y creo que la utilizaré también en mi curso. Gracias por sus utilísimas sugerencias». Seis meses más tarde, escribió a Wilson con cierto júbilo: 

«Pienso hacer la memoria de la primera mitad del curso sobre los dos libros que usted me aconsejó que abordara con mis estudiantes. Respecto a Mansfield Park, les he hecho leer las obras mencionadas por los personajes de la novela —los dos primeros cantos del Lay of the last Minstrel, The Task de Cowper, ciertos pasajes de Enrique VIII, el cuento de Crabbe The Parting Hour, algunos trozos de The Idler de Johnson, el discurso de Browne a A Pipe of Tabacco (imitación de Pope), el Viaje sentimental de Sterne (todo el pasaje de la verja y la falta de la llave procede de ahí… y el del estornino) y naturalmente, Lover’s Vows, en la inimitable (y mondante) traducción de la señora Inchbald… Creo que me he divertido más que mis alumnos». 

Durante sus primeros años en Berlín, Nabokov se ganó la vida dando clases en cinco materias inverosímiles: inglés, francés, boxeo, tenis y prosodia. En los años posteriores de exilio, los recitales públicos en Berlín y otros centros de emigrados como Praga, París y Bruselas, le dieron más dinero que la venta de sus obras en ruso. Así, salvo la falta de un título superior, no carecía de preparación, a su llegada a América en 1940, para desempeñar la función de profesor, actividad que iba a ser, hasta la publicación de Lolita, su principal fuente de ingresos. En Wellesley dio por primera vez (1941) una serie de conferencias, entre cuyos títulos —«La dura realidad en torno a los lectores», «Un siglo de exilio», «El extraño destino de la literatura rusa»— hay uno que se incluye en este volumen: «El arte de la literatura y el sentido común». Hasta 1948, vivió con su familia en Cambridge (en Craigie Circle, 8; el domicilio que conservó más tiempo, hasta que el Hotel Palace de Montreux le acogió definitivamente en 1961), distribuyendo su tiempo entre dos cargos académicos: el de profesor residente del Wellesley College, y el de investigador del Departamento de Entomología perteneciente al Museo de Zoología Comparada de Harvard. Trabajó intensamente en esos años, y fue hospitalizado dos veces. Además de inculcar los rudimentos de la gramática rusa en la cabeza de las jovencitas, y estudiar las minúsculas estructuras de los órganos genitales de las mariposas, se dio a conocer como escritor americano, publicando dos novelas (una escrita en inglés en París), un libro excéntrico e ingenioso sobre Gogol, y varios relatos, recuerdos y poemas de una originalidad y un impulso asombroso que aparecieron en The Atlantic Monthly y The New Yorker. Entre el creciente grupo de admiradores de sus obras en inglés estaba Morris Bishop, virtuoso del verso chispeante y director del Departamento de Lenguas Románicas de Cornell quien organizó una eficaz campaña para que contratasen a Nabokov y lo sacaran de Wellesley, donde su cargo de profesor residente no era ni remunerador ni seguro. Según evoca Bishop en «Nabokov at Cornell» (TriQuarterly, n.º 17, Invierno 1970: número especial dedicado a Nabokov en el septuagésimo aniversario de su nacimiento), Nabokov fue nombrado profesor adjunto de Lengua Eslava, y al principio daba un curso medio de literatura rusa y un curso superior sobre un tema especial, normalmente Pushkin o el movimiento modernista en la literatura rusa… Como sus clases de ruso eran inevitablemente reducidas y pasaban casi inadvertidas, se le asignó un curso en inglés sobre los maestros de la novelística europea. Según Nabokov, el mote de «Literatura Sucia» por el que se conocía la clase de Literatura 311- 312, «era un chiste heredado: se lo habían aplicado a la clase de mi inmediato antecesor, un colega melancólico, amable y aficionado a la bebida que estaba más interesado en la vida sexual de los autores que en sus libros». 


Un antiguo estudiante del curso, Ross Wetzsteon, colaboró en el número especial de la revista TriQuarterly con una evocación afectuosa de Nabokov como profesor. «“¡Acariciad los detalles”, decía Nabokov, haciendo vibrar la r, y su voz era como la áspera caricia de la lengua de un gato, “los divinos detalles!”». El profesor insistía en los cambios que aparecían en cada traducción, y garabateaba un caprichoso diagrama en la pizarra rogando con ironía a sus estudiantes que copiasen «esto exactamente como lo trazo yo». Su pronunciación hacía que la mitad de la clase escribiese «epidramático» donde él decía «epigramático». Wetzsteon concluye: «Nabokov fue un gran profesor, no porque enseñara la materia bien, sino porque daba ejemplo e inculcaba en sus estudiantes una actitud profunda y afectuosa hacia ella». Otro superviviente de Literatura 311-312 cuenta que Nabokov empezaba el curso con las palabras: «Los asientos están numerados. Desearía que cada uno eligiese un sitio y lo conservase siempre. Lo digo porque quiero asociar vuestras caras a vuestros nombres. ¿Estáis todos a gusto con el que habéis elegido? Bien. No habléis, no fuméis, no hagáis punto, no leáis el periódico, no durmáis y, por el amor de Dios, tomad apuntes». Antes de un examen, decía: «Todo lo que necesitáis es una cabeza despejada, un cuaderno de ejercicios, tinta, pensar, abreviar los nombres evidentes —por ejemplo, Madame Bovary—. No infléis de elocuencia la ignorancia. A menos que me presentéis un certificado médico, no dejaré salir a nadie al servicio». Como profesor, era entusiástico, electrizante, evangélico. Mi mujer, que asistió a sus últimas clases —los cursos de primavera y otoño de 1958—, antes de que se enriqueciera de repente con la publicación de Lolita y se tomara unas vacaciones que ya no terminarían, se sentía tan hondamente fascinada que un día asistió a clase con una fiebre lo bastante alta como para ingresar en la enfermería a continuación. «Yo sentía que podía enseñarme a leer. Estaba convencida de que podía darme algo que me duraría toda la vida… y me lo dio». Hasta hoy, no es capaz de tomar en serio a Thomas Mann, y no ha cedido un ápice en el dogma central que adquirió en Literatura 311-312: «El estilo y la estructura son la esencia de un libro; las grandes ideas son idioteces». 

Sin embargo, hasta su rara estudiante ideal podía ser presa de la picardía de Nabokov. Cuando nuestra señorita Ruggles, tierna joven de veinte años, fue al fondo de la clase a recoger su cuaderno de ejercicios de entre el revoltijo de exámenes allí desparramados, no lo encontró, de modo que tuvo que acudir al profesor. Nabokov estaba de pie en la tarima, aparentemente abstraído, ordenando sus papeles. Ella le pidió perdón y le dijo que su cuaderno no estaba entre los demás. Él se inclinó, con las cejas levantadas: «¿Cómo se llama?». Se lo dijo, y con una rapidez de prestidigitador sacó el cuaderno de detrás de él. Tenía la nota 97. «Quería ver», le dijo a la muchacha, «cómo era un genio». Y la miró fríamente de arriba abajo, mientras ella se ruborizaba; eso fue todo lo que hablaron. A propósito, mi mujer no recuerda haber oído llamar a esta clase «Literatura Sucia». Entre los estudiantes se decía simplemente «Nabokov». 

Siete años después de retirarse, Nabokov recordaba esta clase con sentimientos encontrados: «Mi método de enseñanza me impedía un auténtico contacto con los estudiantes. Todo lo más, regurgitaban unos cuantos trozos de mi cerebro en los exámenes… Yo trataba en vano de sustituir mis apariciones ante el atril por cintas grabadas para que las escuchasen en la radio de la facultad. Por otro lado, me divertían mucho las risitas de apreciación en tal o cual lugar del aula, en tal o cual pasaje de mi conferencia. Mi mayor compensación está en aquellos estudiantes míos que diez o quince años después aún me escriben para decirme que ahora comprenden lo que yo les pedía cuando les enseñaba a visualizar el peinado mal traducido de Emma Bovary, o la disposición de las habitaciones en casa de los Samsa…». 


En más de una entrevista transmitida en tarjetas de 8 x 11 cm desde el Montreux-Palace, prometió la publicación de un libro basado en sus clases de Cornell; pero (debido a que trabajaba en otras obras, como su tratado ilustrado sobre Butterflies in Art y la novela Original of Laura), el proyecto todavía estaba en el aire cuando la muerte sorprendió a este gran hombre, en el verano de 1977. 


Aquí están ahora las maravillosas conferencias, todavía con un fragante olor a clase, olor que una revisión rigurosa podría haber eliminado. Lo que hemos oído y leído sobre ellas no nos hacía prever su asombroso y envolvente calor pedagógico. La juventud y, en cierto modo, la feminidad del auditorio han penetrado en la voz ardiente e incisiva del profesor. «El trabajo con este grupo ha supuesto una asociación especialmente agradable entre la fuente de mi voz y un jardín de oídos: unos abiertos, otros cerrados, muchos de ellos muy receptivos, unos pocos meramente ornamentales, pero todos humanos y divinos». Nabokov nos leerá largos párrafos, como le leyeron al joven Vladimir Vladimirovich su padre, su madre, y Mademoiselle. Durante estos trozos de citas, debemos imaginarnos el acierto, el placer contagioso y retumbante, el poder teatral de este profesor que, aunque ahora grueso y calvo, fue en otro tiempo atleta y compartió la tradición rusa de la presentación oral apasionada. Por lo demás, la entonación, el guiño, la sonrisa, el zarpazo excitado, están presentes en la prosa, una prosa oral y transparente, ágil y brillante, propensa a la metáfora y al retruécano; manifestación deslumbrante, para aquellos afortunados estudiantes de Cornell de los remotos años cincuenta, de una sensibilidad artística irresistible. La fama de Nabokov como crítico literario, hasta ahora circunscrita, en inglés, a su laborioso monumento a Pushkin y a sus arrogantes rechazos de Freud, Faulkner y Mann, se ve beneficiada con el testimonio de estas generosas y pacientes apreciaciones, ya que abarcan desde la descripción del estilo «hoyuelo» de Jane Austen y su propia y sincera identificación con el gusto de Dickens, a su reverente explicación del contrapunto de Flaubert y su forma encantadoramente sobrecogida — como el chico que desarma su primer reloj— de poner al descubierto el tictac de las afanosas sincronizaciones de Joyce. Desde muy pronto, Nabokov disfrutó hondamente con las ciencias exactas, y sus horas dichosas pasadas en la quietud luminosa del examen microscópico se reflejan en su delicado análisis del tema del caballo de Madame Bovary o en los sueños entretejidos de Bloom y Dedalus; el estudio de los lepidópteros le situó en un mundo más allá del sentido común, en el que en el ala trasera de una mariposa «una gran mancha redonda imita una gota de líquido con tan misteriosa perfección que la raya que cruza el ala se desvía ligeramente al atravesarla», donde «cuando la mariposa debe adoptar el aspecto de una hoja, no sólo tiene bellamente representados todos los detalles de la hoja, sino que muestra generosamente señales que imitan los agujeros causados por las larvas». Así pues, pedía a su propio arte y al de los demás algo extra —un toque de magia mimética o de engañosa duplicidad—, que era sobrenatural y surreal en el sentido riguroso de estas palabras degradadas. Cuando no existía este cabrilleo de lo gratuito, de lo sobrehumano, de lo no utilitario, se mostraba violento e impaciente, con unos términos que denotaban una falta de humanidad y una inflexibilidad propias de lo inanimado: «Hay muchos autores reconocidos que no existen sencillamente para mí. Sus nombres están grabados sobre tumbas vacías, sus libros son ficticios…». Cuando descubría ese cabrilleo capaz de producir un estremecimiento en la espina dorsal, su entusiasmo llegaba mucho más allá de lo académico, y se convertía en un profesor inspirado, y desde luego inspirador. 


Unas conferencias que se presentan a sí mismas con tanto ingenio y agudeza, y que no ocultan sus prejuicios y sus supuestos, no necesitan más introducción. Los años cincuenta, con su énfasis en el espacio particular, su actitud desdeñosa respecto a los intereses públicos, su sensibilidad para el arte solitario y libre de todo compromiso, y su fe neocriticista en que toda información esencial está contenida en la obra misma, fueron un marco más apropiado para las ideas de Nabokov de lo que habrían podido ser los decenios siguientes. Pero el enfoque de Nabokov habría parecido radical en cualquier época, pues supone una separación entre la realidad y el arte. «La verdad es que las grandes novelas son grandes cuentos de hadas… y las novelas de esta serie lo son en grado sumo… La literatura nació el día en que un chico llegó gritando el lobo, el lobo, sin que ningún lobo lo persiguiera». Pero el chico que gritaba «el lobo» provocó la ira de su tribu, y ésta dejó que pereciera. Otro sacerdote de la imaginación, Wallace Stevens, llegó a afirmar que «si queremos formular una teoría precisa de la poesía, será necesario examinar la estructura de la realidad, dado que la realidad es un marco de referencia esencial para la poesía». Para Nabokov, en cambio, la realidad no es una estructura, sino más bien un esquema o hábito engañoso e ilusorio: «Todo gran escritor es un gran embaucador; pero también lo es la architramposa Naturaleza. La Naturaleza engaña siempre». En su estética, presta poca atención al placer humilde del reconocimiento y a la virtud obtusa de la verdad. Para Nabokov, el mundo —materia prima del arte— es en sí mismo una creación artística, tan inconsistente e ilusoria que parece dar a entender que una obra maestra puede hacerse a base de un soplo tenue, merced a un puro acto de la voluntad imperial del artista. Sin embargo, obras como Madame Bovary y Ulises brillan con el calor de la resistencia que la voluntad de manipular encuentra en objetos banales, pesadamente reales. La amistad, el odio, el amor desamparado que damos a nuestros cuerpos y destinos se unen en esos escenarios transmutados de Dublin y de Rouen; lejos de ellos, en obras como Salambô y Finnegans Wake, Joyce y Flaubert ceden la palabra a su yo elegante y soñador, y son devorados por sus propias aficiones. En su lectura apasionada de La metamorfosis, Nabokov acusa de «mediocridad que rodea al genio» a la familia burguesa y filistea de Gregor Samsa, sin reconocer, en el núcleo mismo del patetismo de Kafka, lo mucho que Gregor necesita y adora a estos habitantes de lo mundano, posiblemente estúpidos, pero también vitales y concretos. La ambivalencia omnipresente en la rica tragicomedia kafkiana no tiene sitio en el credo de Nabokov; sin embargo, en la práctica artística, en una obra como Lolita abunda con una formidable profusión de detalles: «Percibid los datos seleccionados, impregnados, agrupados», dice su propia fórmula. 


Los años en Cornell fueron fecundos para Nabokov. Al llegar allí completó Speak, Memory. Fue en un patio trasero de Ithaca donde su mujer le impidió quemar los difíciles principios de Lolita, que terminó en 1953. Los relatos alegres de Pnin fueron escritos enteramente en Cornell, en sus bibliotecas llevó a cabo las heroicas investigaciones para su traducción de Eugene Onegin, y Cornell se refleja afectuosamente en el ambiente universitario de Pale Fire. Cabe imaginar que su traslado doscientas millas al interior de la costa este, con sus frecuentes excursiones de verano al lejano Oeste, le ayudaron a encontrar un asidero más sólido en su «hermoso, soñador, e inmenso país» de adopción (según palabras de Humbert Humbert). Nabokov contaba casi cincuenta años cuando llegó a Ithaca, y tenía sobrados motivos para encontrarse artísticamente agotado. Había sido exiliado dos veces, de Rusia por los bolcheviques y de Europa por Hitler; y había escrito un brillante conjunto de obras en lo que no era ya sino una lengua moribunda, destinadas a un público de emigrados que iba desapareciendo inexorablemente. Sin embargo, en su segundo decenio americano logró aportar una audacia nueva a la literatura americana, y ayudar a revivir la vena nativa de la fantasía, cosa que le supuso la riqueza y la fama internacional. Es grato suponer que las relecturas a que le obligó la preparación de este curso a comienzos del decenio, y las amonestaciones y entusiasmos repetidos en las explicaciones de cada clase, contribuyeron espléndidamente a redefinir la fuerza creadora de Nabokov, y a descubrir en su prosa de esos años, algo de la delicadeza de Austen, del brío de Dickens, y del «delicioso sabor a vino» de Stevenson, incorporado al inimitable brebaje del propio Nabokov. Sus autores americanos favoritos eran, según confesó una vez, Melville y Hawthorne, y es de lamentar que no llegara a abordarlos en sus cursos. Pero agradezcámosle las clases que vuelven a cobrar vida y que ahora están aquí de forma permanente: Son unas ventanas asomadas a siete obras maestras, tan llamativas como «el diseño arlequinado de los cristales de colores» a través de los cuales Nabokov, de niño, en la época en que le leían en el porche de su casa de verano, se asomaba al jardín familiar. 

JOHN UPDIKE

martes, 21 de noviembre de 2023

MI MADRE MIRYAN


Escuchar mientras se lee.
Los muertos solo mueren sí dejamos que perezcan en nuestros corazones. Máxima que comparten los pueblos africanos. 

 Ayer a la una de la mañana sonó el timbre de la casa donde eventualmente me quedo en Bogotá. Desde hace más de cuatro meses y después de la muerte de mi madre, siento su compañía, es un hecho que continuamente vivo en este trance. Salí a mirar y no había nadie, sentí de nuevo su presencia. Platón creía en la inmortalidad del alma y sostuvo que el alma humana existe antes y después de la muerte. Me pregunto que es el alma?, sí cuando hablamos de alma y el espíritu  nos referimos a dos entes paralelos o iguales?. Pitágoras creyó siempre en la reencarnación. Las religiones monoteístas, veían a la muerte como el camino a una recompensa o un castigo del ser por sus actuaciones en la vida. Mi madre era católica, practicante y con una fe indomable. Hay religiones que asumen que no hay nada después de la muerte. Los Saduceos, si mi memoria no me falla, asumen irrestrictamente la fe de esta manera, como dice el poema "Sólo la vida existe". En el "Aleph" de Borges ese hermoso cuento fantástico se habla de un punto en el espacio que contiene todos los puntos del universo. En este hermoso relato el autor evoca cuando lo ve, en un instante, muchos sitios y objetos. Pienso, si el fervor popular es cierto, que en ese momento en que la vida se nos escapa, se repasan en un segundo los lugares y los hechos más relevantes de la vida. Me imagino que mi madre pensó en Puerto Salgar; en mi padre; en el barrio la soledad de Bogotá; en sus hermosos mueble Luis XV; en la bella casa en el barrio terrazas; un camión con un trasteo a la ciudad de Barranquilla que, marca una etapa nueva en su vida; en American Country; en sus decisiones férreas; las responsabilidades múltiples que nunca dejó de atender. Estoy seguro murió tranquila, había renunciado a sus batallas tiempo atrás, como los generales que saben que han ganado la guerra.

Pensando en su muerte no dejo de traer a la mente a "Pedro paramo" de Juan Rulfo, esa novela corta donde conviven vivos y muertos recordando la vida del padre de Juan Preciado en Comala, ese pueblo emblemático de la literatura mexicana. He sentido a mi madre, como si me diera sus consejos habituales, feliz talvez por mi juicio y preocupada por mis incertidumbres, confiada como solía decir: De mi inteligencia. Que pasa después de la muerte. La película 21 gramos, habla del peso que pierde el cuerpo con la muerte, como si el alma pesara este gramaje. Mi madre se preparó como buena cristiana para la muerte. Es un hecho que yo nunca lo hice para su ausencia que, me pesa mucho. 

Murió este año y no asistí a su entierro, las razones pueden ser muchas y ninguna. Mi vida disipada, sentirme en un cabildo abierto en el funeral, juzgado diría no por mis hermanos ni parientes cercanos en la ceremonia, más bien por aquellos que solo critican a raja tabla, los que nunca aparecen en momentos graves y cuando lo hacen, es solo para el sarcasmo mordaz. Puede que este equivocado y sólo sea una decisión que, sin lamentar, no tiene razón alguna. Mi madre me ha dado más tranquilidad frente al fenómeno de la muerte. Creo esperarla sin temores, convencido que es una etapa entre muchas de una realidad incomprensible, cierta metafísica indescifrable. Como Juan Preciado, estoy aprendiendo a vivir con mis muertos y no lamento ni un segundo todo lo que he vivido. Evoco muchos hechos trágicos que soportó mi madre de manera heroica y sin quejarse. Esas rutinas que le conciernen al ser humano y que para nada importan a los personas extrañas en nuestro entorno e inclusive cercanas. Todo lo vivió con entereza, altiva. Su carácter era fuerte y de seguro algunas personas tendrán reparos sobre el mismo. Leal a pesar de las consecuencias que ello le deparó. Una existencia se nutre de pequeños momentos, algunos se convierten en alegrías inolvidables o tragedias que dejan huellas irreparables. Esa es la  vida.






viernes, 17 de noviembre de 2023

CONVERSACIONES CON BORGES

 Es absolutamente aceptado, como lo he defendido con vehemencia desde hace mucho tiempo, sobra decir, posición de un Borgiano anodino, que las charlas del escritor, sus entrevistas y conversaciones hacen parte importante de su obra,  muchas veces nos dan las  claves para descifrarla, desde una óptica muy esencial pues vienen de su posición como autor, aunque es cierto que sus disertaciones literarias en muchas ocasiones aparecen como algo distinto a lo que interpretamos, así se refieran a un relato concreto de su autoría. Son como un juego ficcional que nunca nos permite saber si hablamos de otro relato dentro del relato en la  multiplicación de miradas y variables  acostumbradas: Los cuentos se leen como ensayos, los ensayos como disertaciones filosóficas.

Los diálogos con Roberto Alifano son una muestra de ello. Trascribiré algunos aportes de Borges en la conversaciones sostenidas con su amigo y lector infatigable que, se publicaron hace mucho tiempo.

Alifano: Borges, usted siempre se interesó por el género policial, y con Adolfo Bioy Casares se dedicaron, en una época, a escribir cuentos policiales. Ambos, además, fueron los fundadores de la colección El Séptimo Círculo, donde se editaron importantes autores del género, traducidos por ustedes. ¿Por qué se llamó así esa colección? 

Borges: Con Bioy necesitábamos un título, y yo le propuse: busquemos el círculo de los violentos en el Infierno de La Divina Comedia. Ese círculo resultó ser el séptimo. Y quedó bien. Porque si hubiera sido el sexto, el octavo o el cuarto no nos habría servido: en cambio el Séptimo Círculo era perfecto. Tuvimos esa suerte y bautizamos entonces con ese nombre a la colección.

A.: Borges, creo que sería importante indagar sobre la novela policial. ¿Qué orígenes le atribuye usted? 

B.: Hace algunos años yo tuve una polémica con Roger Caillois sobre ese tema. Creo haber tenido la razón y tenerla todavía; aunque, después de haber estado en el Japón he aprendido que se debe procurar que el interlocutor sea quien tenga la razón y no uno. Pues bien, en aquel momento yo era poco o nada japonés y lo traté a Caillois con bastante descortesía y con cierta dureza. Yo dije que el género policial era un invento de Edgar Allan Poe, que escribió Los crímenes de la calle Morgue, La carta robada, El escarabajo de oro y Tú eres el hombre, entre otros cuentos memorables. En esas obras está prefigurado todo lo que se hizo después en el llamado género policial. Además, Poe inventó la ficción del hombre que descubre un crimen por medios lógicos, a fuerza de razonamiento. Y el hecho de que eso sea contado por un amigo de él menos inteligente; lo cual, desde luego, no corresponde a la realidad ya que los crímenes se descubren por investigaciones, por delaciones o por azar; pero no por medio de razonamientos. El caballero Augusto Dupin es el hombre sedentario que reflexiona sobre un delito y encuentra la solución, y eso, después, fue heredado famosamente por la pareja Sherlock Holmes y Watson, de Conan Doyle, y por los cuentos del Padre Brown, de Chesterton.

A.: ¿Es en los cuentos cortos donde Poe volcó la mayor parte de su genio creador, verdad, Borges? 

B.: Yo creo que en ellos es donde está su obra más lograda, más que en ningún otro género que haya cultivado; más que en la poesía y que en la crítica. Yo creo que sus cuentos policiales fueron los que lo hicieron acreedor del lugar que hoy ocupa en la literatura. La novela policial es un género que Poe contribuyó a definir en la teoría y a perfeccionar en la práctica. Todo parte de él. Yo he pensado siempre que Poe tenía conciencia, además, de que el género policial es un género fantástico. Una prueba de ello es que él escribe en Estados Unidos, pero hace que su detective sea francés; es decir, él lo sitúa en París, en una lejanía, y esa lejanía es el sitio donde ocurren los crímenes. Indudablemente Poe sabía que si sus narraciones las hubiera situado en Nueva York, la gente habría buscado una similitud. Pero al ubicarlos en otra ciudad, hacía que esos hechos resultaran lejanos e irreales. Por eso yo sostengo que el género policial es un género fantástico. Hay también una idea que inventó Poe: la idea de que algo se torna invisible precisamente por ser demasiado visible. En su cuento La carta robada, por ejemplo, Poe nos presenta a un político al que le han robado una carta muy importante. La policía examina de un modo muy prolijo la casa. La examina con vidrios de aumento, se fija en las junturas de las baldosas, en la encuadernación de los libros. Están buscando minuciosamente el escondrijo donde puede estar la carta, pero no consiguen encontrarla. Luego el caballero Augusto Dupin encuentra la carta; esa carta estaba encima de la mesa. O sea que el lugar donde estaba era tan evidente, tan visible estaba la carta que, por esa misma razón se había tornado invisible.


Sobre el Quijote expresó:


 A.: Borges, usted confesó alguna vez que en su vida había leído muy pocas novelas; entre ellas El Quijote, cuya segunda parte relee a menudo. Recientemente usted ha escrito un prólogo para una versión italiana de El Quijote, ¿no cree que sería oportuno hablar de ese trabajo y, por ende, de la obra capital de Cervantes? 

B.: Sí, yo acabo de concluir, precisamente, ese prólogo. Y esa tarea me ha permitido observar algunas cosas sobre la novela de Cervantes. Podríamos hablar de ellas. Lo primero que cabría decir es que en El Quijote hay, por lo menos, dos argumentos: uno, el argumento ostensible es decir, la propia historia del ingenioso hidalgo, y el otro, el argumento íntimo, que yo creo que es el verdadero tema: la amistad de don Quijote y de Sancho. Ese es un tema que se ha repetido después en la literatura, quizá el ejemplo más famoso sea Bouvard et Pécuchet, de Gustave Flaubert, donde lo más importante es la amistad de esos dos infelices. Tenemos, luego, un ejemplo menor: El Fausto de Estanislao del Campo, cuyo verdadero argumento no es, como creía Leopoldo Lugones, la parodia del doctor Fausto, sino la amistad de los dos aparceros. Pero a mí se me ocurre que podemos pensar en un tercer argumento. Eso me ha llevado a concebir un cuento, que aún no he escrito y del que no puedo revelar nada, sobre el último capítulo de El Quijote. Solo puedo adelantar que esta será la historia de Alonso Quijano que quiere ser don Quijote y trata de serlo, ya sobre el final de su vida. De modo que ahí tenemos un tercer argumento. Sobre el primer argumento, el de las aventuras que todo el mundo conoce, recuerdo que dijo Juan Ramón Jiménez, que debemos imaginar un Quijote con otras aventuras, y que ese Quijote podría ser esencialmente el mismo. En este momento, sin embargo, las aventuras son lo que menos me interesa. Yo creo que lo que más interesa son los dos caracteres. Y a mí sobre todo, en la actual circunstancia en la que estoy a punto de escribir ese cuento sobre El Quijote, el último de ellos: es decir, el de Alonso Quijano que quiere ser al final de su vida don Quijote.

 A.: El Quijote está dividido en dos partes; la primera —esto ha sido observado por muchos autores— difiere esencialmente de la segunda. Al comienzo don Quijote y Sancho son dos personajes un tanto inexplicables que se unen e inician sus aventuras y que reciben su esperada cuota de befas y de palizas. En cambio, en la segunda parte todo cambia. Cuando el hidalgo y su escudero hacen su otra salida ya la gente los conoce. Por consiguiente, todos los personajes de la segunda parte vienen a ser cómplices de la locura de don Quijote. Esa diferencia esencial la anota usted también en su ensayo anterior que escribió sobre la gran novela de Cervantes: además usted confiesa que se inclina por esa segunda parte, ¿no es así? 

B.: Ah, claro, es cierto. Yo creo que esa segunda parte Cervantes la escribió diez años después. Ahora, como usted dice, cuando hacen esa otra salida ya la gente los conoce y todos son cómplices de la locura de don Quijote. El ejemplo más evidente sería el de los duques. Cuando ellos llegan al palacio, todo está preparado y arman una serie de bromas para fomentar esa locura de don Quijote. Luego está la historia de Clavileño, y también podríamos citar al bachiller Sansón Carrasco que quiere curar su locura a don Quijote, y se convierte en el Caballero de la Blanca Luna para vencerlo. Es decir, todos fomentan la locura de don Quijote, y eso crea una diferencia muy importante entre la primera y la segunda parte. 

A.: La frase aquella «nunca segundas partes fueron buenas», es atribuida a Cervantes. ¡Qué paradoja, no! ¿Significa esto que el propio Cervantes no tenía fe en la segunda parte de su novela? 

B.: Bueno, según se ha dicho, Cervantes nunca tuvo demasiada confianza en la segunda parte de El Quijote. Yo creo, sin embargo, que siempre segundas partes fueron buenas. En esa parte, Cervantes prescinde de esos burdos percances físicos y todo lo que ocurre es distinto. Es sentimental, es psicológico, ya no hay tantos golpes, ya no hay tantas tundas, ya no hay cosas que eran terribles, graciosas y, al mismo tiempo, novedosas, como la aventura de los molinos. Podríamos decir también que cuando Cervantes empezó a escribir don Quijote, él lo conocía muy poco a Alonso Quijano. Quizá eso suceda con todo libro. Si uno empieza a escribir un libro, uno va compenetrándose con los personajes; en este caso con el personaje Alonso Quijano o Don Quijote. Ahora está aquello que señaló Paul Groussac: que en su primera versión, don Quijote había sido una novela ejemplar como las otras. En la primera parte, Cervantes vio las posibilidades cómicas para él y para su época, posibilidades que eran graciosas en la acción. En la segunda parte, en cambio, vio las posibilidades patéticas.


Esta es una muestra de la lucidez de Borges, espero los lectores se interesen por esta faceta del excepcional escritor Argentino.

He aquí el texto:

Conversaciones con Borges (Roberto Alifano) (Z-Library).pdf


domingo, 12 de noviembre de 2023

LINA ( LOS PRIMEROS ENCUENTROS )

Por las imponderables decisiones del  destino que nadie comprende a cabalidad, conocí a Lina en el apartamento de Simon, muy a las ocho de la noche de un sábado cualquiera, entre cervezas y aguardiente, en una reunión de amigos. Es una mujer hermosa, que para el caso es lo de menos, inteligente, aguda, con apreciaciones intempestivas, como quien saca un AS debajo de la manga,  sorprenden, la flecha da en el punto, hay cierto cinismo en sus elucidaciones, como sí se burlara de esta sociedad patriarcal de la que tanto denosta. Está por fuera de los presupuestos de esta sociedad, refutándola desde sus actos y pensamiento, con esa manera de mirar y apreciar la vida que se sale del canon, de los convencionalismos. Nada es producto del azar, debe ser un ser con muchas tensiones internas, dudas, llena de virtudes, aciertos y fracasos, enumeración que la ha formado, sus elucidaciones y decisiones, se  deben a muchos factores: Otras miradas contribuyen a lo que es hoy, bien sean textuales, experiencias de vida, entornos familiares, empresariales o de cualquier tipo. Lina es una síntesis excelente de la vida. Nadie sabe lo que carga el universo en una subjetivada tan especial como la suya. 
Después tuvimos varios encuentros en el parque de los iconoclastas en los Alcazares de Santa Lucia en Medellín. Estuvimos con Omar, Wey, Mario y Simon. Las charlas siempre giran alrededor de lo coloquial, pero con el tiempo van adquiriendo cierta ironía alrededor de la vida, el sexo, el trabajo y las servidumbres que definitivamente nos esclavizan. El primer instinto cuando uno se encuentra con Lina, es pensar en el sexo, siendo una compulsión natural, nacida del carisma y la belleza de esta mujer, sorprende como después de minutos de conversación se encuentra con un ser muy complejo. Freud alguna vez dijo: " Sabemos menos sobre la vida sexual de la niñas que de los niños. Pero no debemos avergonzarnos de esta distinción; después de todo; la vida sexual de las mujeres adultas es un -continente oscuro- para la psicología", la mujer en el marco de la perspectiva histórica, en el siglo XX  ha librado muchas batallas. Más en una sociedad patriarcal como la antioqueña. Quién entiende a las mujeres, dicen ellas mismas. Lina es una mujer separada, madre de dos hijos, muy independiente, si no me equivoco trabaja en mercadeo, el arte de persuasión en este capitalismo voraz, definitivamente tiene todas las herramientas subjetivas para ser muy persuasiva.
Hay luchas que se dan contra el mundo. Cleopatra puso en tensiones al imperio más grande y perdurable que ha existido: Roma. Marco Antonio y Octavio se disputaron su amor, que solo tenía como propósito salvar a Egipto. Antígona, personaje de la tragedia Griega se enfrentó a todos los convencionalismos. Hipita, fue la primera matemática del mundo, Luchó contra todos y todo el poder, para sobresalir en la biblioteca de Alejandría, de solo hombres, se impuso solo con las armas que le brindó la sabiduría y sarcasmo. Elizabeth Benne de "Orgullo y prejuicio" de mente aguda, con un sarcasmo inteligente, rechaza todos los convencionalismos sociales de la época Isabelina, solo por seguir su propio camino. Lina es un poco de todas estas experiencias. No tengo ni idea de las historias más relevantes en su vida, pero estoy seguro que su personalidad es un amalgama de todas ellas.
Hace poco viajó a Europa. Me imagino que esta experiencia se suman al cumulo de formaciones performativas. No he tenido la oportunidad de hablar sobre lo que le dejó este viaje y cuales fueron sus percepciones más significativas. Tomaré el estereotipo de esta bella mujer, para escribir un relato corto, que trata de plasmar en esencia, que nada esta acabado en lo que respecta a la verdadera emancipación del sexo femenino. No importa cuan sean sus logros, ni como en apariencia todo está descontado para ellas. Cada batalla se hace desde la interioridad, atendiendo las circunstancias en que se vive. Hasta ahora estoy estructurando el relato, espero publicarlo pronto.



  

lunes, 6 de noviembre de 2023

AMIN MAALOUF

Quiero presentar a mis lectores un excelente pensador libanes, radicado en Francia desde hace mucho tiempo, premio  príncipe de Asturias en 2010, economista, sociólogo, periodista, premio Goncourt por "La roca de los tanios" Es un trashumante por naturaleza, estuvo mucho tiempo en Egipto siendo muy joven, gracias a su abuelo.  Se educó y crio en Líbano, hijo de uno de los periodistas y dueño de medios de su país, de ahí nace algunas de las posiciones más férreas que ha mantenido: En contra de los nacionalismos enfermizos, Iconoclasta, libre-pensador, amante de escrutar los conflictos contemporáneos desde visiones muy críticas, históricas, realizando siempre la genealogía de los mismos y sus huellas para develar los hechos que dejan verlos con claridad, teniendo en cuenta todas las variables. Es miembro número 29 de la academia francesa de la lengua. Sus ensayos son además de lucidos, esclarecedores para occidente, que en ocasiones no mira las raíces históricas del oriente, inclusive va mucho más de la óptica local. Los ensayos más importantes son:  Las cruzadas vistas por los árabes, Identidades asesinas, el desajuste del mundo, un sillón que mira al Sena y el naufragio de las civilizaciones, Transcribo la presentación de su trayectoria y pensamiento en el texto "Las identidades asesinas". CESAR HERNANDO BUSTAMANTE. 


AMIN MAALOUF


Identidades asesinas es una denuncia apasionada de la locura que incita a los hombres a matarse entre sí en el nombre de una etnia, lengua o religión. Una locura que recorre el mundo de hoy desde Líbano, tierra natal del autor, hasta Afganistán, desde Ruanda y Burundi hasta Yugoslavia, sin olvidar la Europa que navega entre la creación de una casa común y el resurgir de identidades locales en países como el Reino Unido, Bélgica o España. Desde su condición de hombre a caballo entre Oriente y Occidente, Maalouf intenta comprender por qué en la historia humana la afirmación de uno ha significado la negación del otro. Pero al mismo tiempo rechaza la aceptación resignada y fatalista de tal hecho. Su mensaje es que se puede ser fiel a los propios valores sin verse amenazado por los de los demás. Ejemplos históricos, filosóficos y religiosos ilustran su teoría. Cuando a Maalouf se le pregunta si se siente más libanés o más francés él responde que por igual. Y no lo hace por diplomacia: "Lo que me hace ser yo mismo y no otro -dice Maalouf- es que estoy a caballo entre dos países, entre dos o tres lenguas, entre varias tradiciones culturales. Ésa es mi identidad...". Identidades asesinas es un canto al ciudadano frente a la tribu, una llamada a la tolerancia. Amin Maalouf nació en Líbano en 1949. Su padre, poeta, pintor y periodista, fundó dos periódicos. Maalouf estudió economía, política y sociología. Trabajó en el diario An Nahar como responsable de la sección de internacional. De la mano de este medio viajó por países como Etiopía, Somalia, Bangladesh o Vietnam, en donde fue testigo de la batalla de Saigón. Entre las entrevistas que realizó es de resaltar la que mantuvo con la primera ministra hindú Indira Gandhi. En 1975, cuando estalló la guerra de Líbano, se exilió en Francia en donde trabajó como redactor-jefe de la revista Jeune Afrique. Actualmente se dedica exclusivamente a la literatura. Ha recibido los premios Maison de Presse por Samarcanda y el Goncourt por La roca de Tanios. Para Andrée para Ruchdi para Tarek para Ziad Desde que dejé Líbano en 1976 para instalarme en Francia, cuántas veces me habrán preguntado, con la mejor intención del mundo, si me siento "más francés" o "más libanés". Y mi respuesta es siempre la misma: "!Las dos cosas!" Y no porque quiera ser equilibrado o equitativo, sino porque mentiría si dijera otra cosa. Lo que hace que yo sea yo, y no otro, es ese estar en las lindes de dos países, de dos o tres idiomas, de varias tradiciones culturales. Es eso justamente lo que define mi identidad. ?Sería acaso más sincero si amputara de mí una parte de lo que soy? Por eso a los que me hacen esa pre gunta les explico con paciencia que nací en Líbano, que allí viví hasta los veintisiete años, que mi lengua materna es el árabe, que en ella descubrí a Dumas y a Dickens, y los Viajes de Gulliver, y que fue en mi pueblo de la montaña, en el pueblo de mis antepasados, donde tuve mis primeras alegrías infantiles y donde oí algunas historias en las que después me inspiraría para mis novelas. 

¿Cómo voy a olvidar ese pueblo? ?Cómo voy a cortar los lazos que me unen a él? Pero por otro lado hace veintidós años que vivo en la tierra de Francia, que bebo su agua y su vino, que mis manos acarician, todos los días, sus piedras antiguas, que escriben en su lengua mis libros, y por todo eso nunca podrá ser para mí una tierra extranjera. 


¿Medio francés y medio libanés entonces? !De ningún modo! La identidad no está hecha de compartimentos, no se divide en mitades, ni en tercios o en zonas estancas. Y no es que tenga varias identidades: tengo solamente una, producto de todos los elementos que la han configurado mediante una "dosificación" singular que nunca es la misma en dos personas. 


 En ocasiones, cuando he terminado de explicar con todo detalle las razones por las que reivindico plenamente todas mis pertenencias, alguien se me acerca para decirme en voz baja, poniéndome la mano en el hombro: "Es verdad lo que dices, pero en el fondo ?qué es lo que sientes?" Durante mucho tiempo esa insistente pregunta me hacía sonreír. Ya no, pues me parece que revela una visión de los seres humanos que está muy extendida y que a mi juicio es peligrosa. Cuando me preguntan qué soy "en lo más hondo de mí mismo", están suponiendo que "en el fondo" de cada persona hay sólo una pertenencia que importe, su "verdad profunda" de alguna manera, su "esencia", que está determinada para siempre desde el nacimiento y que no se va a modificar nunca, como si lo demás, todo lo demás -su trayectoria de hombre libre, las convicciones que ha ido adquiriendo, sus preferencias, su sensibilidad personal, sus afinidades, su vida en suma-, no contara para nada. Y cuando a nuestros contemporáneos se los incita a que "afirmen su identidad", como se hace hoy tan a menudo, lo que se les está diciendo es que rescaten del fondo de sí mismos esa supuesta pertenencia fundamental, que suele ser la pertenencia a una religión, una nación, una raza o una etnia, y que la enarbolen con orgullo frente a los demás. 

 Los que reivindican una identidad más compleja se ven marginados. Un joven nacido en Francia de padres argelinos lleva en sí dos pertenencias evidentes, y debería poder asumir las dos. Y digo dos por simplificar, pues hay en su personalidad muchos más componentes. Ya se trate de la lengua, de las creencias, de la forma de vivir, de las relaciones familiares o de los gustos artísticos o culinarios, las influencias francesas, europeas, occidentales, se mezclan en él con otras árabes, bereberes, africanas, musulmanas... Esa situación es para ese joven una experiencia enriquecedora y fecunda si se siente libre para vivirla en su plenitud, si se siente incitado a asumir toda su diversidad; por el contrario, su trayectoria puede resultarle traumática si cada vez que se confiesa francés hay quienes lo miran como un traidor, como un renegado incluso, y si cada vez que manifiesta lo que le une a Argelia, a su historia, su cultura y su religión es blanco de la incomprensión, la desconfianza o la hostilidad. 


 La situación es aún más delicada al otro lado del Rin. Pienso en el caso de un turco que nació hace veinte años cerca de Fráncfort y que ha vivido siempre en Alemania, cuya lengua habla y escribe mejor que la de sus padres. Para su sociedad de adopción, no es alemán; para su sociedad de origen, tampoco es un turco auténtico. 


El sentido común nos dice que debería poder reivindicar plenamente esa doble condición. Pero nada hay en las leyes en las mentalidades que le permitan hoy asumir en armonía esa identidad compuesta.


 He puesto los primeros ejemplos que me han venido a la cabeza, pero podría haber citado muchos otros. El de una persona nacida en Belgrado de madre serbia y padre croata. El de una mujer hutu casada con un tutsi, o al revés. El de un norteamericano de padre negro y madre judía... 


 Son -pensarán algunos- casos muy particulares. No lo creo, sinceramente. Las personas de esos ejemplos no son las únicas que tienen una identidad compleja. En todos nosotros coinciden pertenencias múltiples que a veces se oponen entre sí y nos obligan a elegir, con el consiguiente desgarro.


 En unos casos, la cuestión es, de entrada, evidente, pero en otros hay que hacer un esfuerzo para reflexionar con más detenimiento. 


 En la Europa actual, ?quién no percibe una tensión que de necesidad va a ser cada vez mayor, entre su pertenencia a una nación multisecular -Francia, España, Dinamarca, Inglaterra...- y su pertenencia a la unión continental que se está construyendo? ?Y cuántos europeos sienten también, desde el País Vasco hasta Escocia, que pertenecen de una manera poderosa y profunda a una región, a su pueblo, a su historia y a su lengua? ?Quién, en Estados Unidos, puede pensar en el lugar que ocupa en la sociedad sin remitirse a sus lazos con el pasado, sean africanos, hispánicos, irlandeses, judíos, italianos, polacos o de otro origen? Dicho esto, no tengo inconveniente en admitir que los primeros ejemplos que he puesto sí son en cierto modo particulares. Todos ellos se refieren a personas con una pertenencias que hoy se enfrentan violentamente; son de alguna manera personas fronterizas, atravesadas por unas líneas de fractura étnicas, religiosas o de otro tipo. 


Debido precisamente a esa situación, que no me atrevo a llamar "privilegiada", tienen una misión: tejer lazos de unión, disipar malentendidos, hacer entrar en razón a unos, moderar a otros, allanar, reconciliar... Su vocación es ser enlaces, puentes, mediadores entre las diversas comunidades y las diversas culturas. Y es justamente por eso por lo que su dilema está cargado de significado: si esas personas no pueden asumir por sí mismas sus múltiples pertenencias, si se las insta continuamente a que elijan un bando u otro, si se las conmina a reintegrarse en las filas de su tribu, entonces es lícito que nos inquietemos por el funcionamiento del mundo. 


 Si se las "insta" a elegir, si se las "conmina" -decía. ?Quien las conmina? No sólo los fanáticos y los xenófobos de todas las orillas: también tú y yo, todos nosotros. Por esos hábitos mentales y esas expresiones que tan arraigados están en todos nosotros, por esa concepción estrecha, exclusivista, beata y simplista que reduce toda identidad a una sola pertenencia que se proclama como pasión.

Así es como se "fabrica" a los autores de las matanzas! -me dan ganas de gritar. Es ésta una afirmación un poco radical, lo reconozco, pero trataré de explicarla en las páginas que siguen.



miércoles, 1 de noviembre de 2023

RECUERDOS DE FAMILIA ENTORNO A UNA AREPA OCAÑERA

 Colombia es un país de regiones y cada una de estas tiene su propia gastronomía llena de historia, tradición familiar o etnología que, genera ciertas particularidades que hacen de estos grandes espacios geográficos algo especial. Hace dos días visité a mi cuñada, Patricia Ojeda quien me invitó junto a mi hermano y sobrinos: Sergio y Nicolas, a comer arepas, producto típico del municipio de Ocaña, del norte de Santander Colombia, encumbrado a 2000 metros de altura, muy cercano a Venezuela y a Cúcuta, capital del departamento. Recordé la frase de Friedrich Von Schiller, que decía "no es la carne, sino el corazón, lo que nos hace padres e hijos". Mi hermano Edgar se casó con Patricia en la década de los 80, se conocieron en Barranquilla, em la casa de Álvaro Ojeda, cuando ella era muy joven, mi hermano igual, llenos de expectativas muy diferentes, con un factor comun, tenían todo para triunfar, las ganas y esa arrogancia fresca de la juventud. Patricia estaba en búsqueda de un norte que le diera salida a su situación. En Barranquilla, exactamente en el negocio de mi madre, compartieron por mucho tiempo entre los avatares de una tienda muy grande con connotaciones especiales, no era cualquier tienda, sus ventas eran muy grandes, por fuera del canon para este tipo de negocios; estaba situada muy cerca del club country de la ciudad, en plena 53 con 76, uno de los mejores sitios desde lo urbanístico. Llevan más de treinta años de casados y de esa unión nacieron Sergio y Nicolas. Ahora que narro sobre la familia, recordé una frase de una novela de Gabriel Vásquez: "las historias de los otros son territorio inviolable, o así me ha parecido siempre, porque muy a menudo hay en ellas algo que define o informa una vida, y robarlas para escribirlas es mucho peor que revelar un secreto". Como el excelso y gran escritor colombiano, usurpo estas experiencias para hacer memoria con cierta pretensión de trascendencia. 

La vida de Edgar y Patricia son muy diferentes. Edgar, particularmente es un personaje especial. Por el sentido de grandilocuencia que tiene, la actitud frente a las formas, su manera de vestir y asumir el entorno. Tiene una idea de  grandeza personal por encima de la realidad, lo hace un poco utópico, aún así son muchas sus realizaciones desde lo profesional, la trashumancia por el mundo, que le llevó a muchos lugares fuera del país y los grandes proyectos con que lidió, muy a pesar de los fracasos que son connaturales a la vida, son también un logro, muestra de perseverancia y terquedad frente a los propósitos. Patricia, cuya niñez desconozco, pero aprecio a través de los efectos que se delatan en su forma de ser. Es una mujer sincera hasta el punto de ser atrevida con ciertos conceptos, estos le llegan de súbito, los que no puede pasar por alto, no traga entero diría, es un talante con el que ha lidiado toda la vida. Trabajadora y con un sentido del deber irrenunciable, lo ha demostrado en la infinidad de cambios que ha sumido en la vida, esto se traduce en los sitios y experiencias: Bucaramanga, Barranquilla, Manizales y Bogotá. Siempre lleva en su memoria un suceso que la marcó, la partida de su madre a muy temprana edad, el desmembramiento de su familia y sus experiencias para sobrevivir entre estos avatares que más que debilitarla, la llenaron de fuerza y tenacidad. Es una mujer fuerte pero leal y excelente madre. Está pareja tan disímil ha mantenido un matrimonio estable pese a la infinidad de vicisitudes que tuvieron.

Sergio y Nicolas, mis sobrinos, son el fruto de esta unión. Sergio, nació em Cartagena cuando su padre vivía de hacer restauraciones como arquitecto en la ciudad vieja. Con el he tenido muchas afinidades. Es un joven centrado de sobremanera, juicioso en exceso, pero sin ninguna complicación mental, más bien lleno de coherencias entre lo que piensa y hace. Su bachillerato lo llevó sin sobresaltos, estudió microbiología en la javeriana de Bogotá.  Está carrera con un sustrato científico, lo convirtió aun más, en un hombre poco demagógico, consciente que solo lo que se demuestra tiene validez. Con el compartí una experiencia profesional en Urabá Colombia, tenía que ver con reciclaje, en medio de cultivos de plátano de exportación, en una empresa joven que pretendía exportar a Alemania y generar con los desechos productos ecológicos. Hicimos una exposición a los dueños, ese día reconocí por mi propia mano la capacidad y el nivel como profesional de mi sobrino. Hace unos años se enamoró y comparte con una abogada, joven, hermosa, sí mi juicio no es equivocado, le ha enseñado que la vida es de resultados y los objetivos se consiguen cumpliendo a cabalidad con la bitácora propuesta, perseverando.

Nicolas, nació en Manizales Caldas, es un joven lleno de expectativas, enamorado de la música, toca la batería, es amante de la tecnología y los juegos electrónicos como su hermano y su primo Juan Pablo. Siempre ha estado muy cercano al mercadeo y a la administración. Cuando me encuentro con él, solo percibo amabilidad, siempre es un excelente anfitrión y lleva una sonrisa a flor de labio. Como el poema de Mario Rivero: Arrogante e impetuoso.

Alguien expresó:  "No hay nada que te haga más loco que vivir en una familia. O más feliz. O más exasperado. O más… seguro". Pensando en mis sobrinos traje a la memoria una excelente novela de Paolo Giordano, la reseña es elocuente y pienso que esta excelente texto es una premonición para mis sobrinos: "Existen entre los números primos algunos aún más especiales. Son aquellos que los matemáticos llaman primos gemelos, pues entre ellos se interpone siempre un número par. Así, números como el 11 y el 13, el 17 y el 19, o el 41 y el 43, permanecen próximos, pero sin llegar a tocarse nunca. Esta verdad matemática es la hermosa metáfora que el autor ha escogido para narrar la conmovedora historia de Alice y Mattia, dos seres cuyas vidas han quedado condicionadas por las consecuencias irreversibles de sendos episodios ocurridos en su niñez. Desde la adolescencia hasta bien entrada la edad adulta, y pese a la fuerte atracción que indudablemente los une, la vida erigirá entre ellos barreras invisibles que pondrán a prueba la solidez de su relación". Pienso que la vida de mis sobrinos, su hermandad es indisoluble, no esta ligada literalmente a lo que les sucedió a estos personajes, pero si constituye un ejemplo de lo que deben ser.

Mi cuñada preparó el día de mi encuentro unas excelentes arepas Ocañeras, con queso costeño, sopladas y tostadas, preparación que requiere experticia,   las disfrutamos entorno a una reunión familiar después de unos años, que evocó las más gratas nostalgias y una enseñanza piramidal, que en ocasiones declinamos: La familia lo es todo.

   


lunes, 23 de octubre de 2023

RECORDANDO A PABLO NERUDA EN EL ANIVERSARIO DE SU MUERTE ( CINCUENTA AÑOS)

                    POEMA VEINTE DE UNA CANCIÓN              DESESPERADA

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


Para hacer una mirada crítica de la obra poética y en prosa de Pablo Neruda,  deberá tenerse en cuenta lo indisoluble con su vida política y los compromisos que asumió en este tópico que, para nada disminuyen el valor de una escritura que es un legado inconmensurable para la literatura universal, concretamente para la poesía. Emir Rodríguez Monegal escribe sobre este contubernio: "En el caso de Pablo Neruda el malentendido poético se agrava porque este creador es-desde 1936-una figura política considerable. A partir de la guerra civil española, Neruda participa cada vez más en la lucha política: se adhiere al Frente Popular en Chile, 1937; es cónsul chileno para la emigración española, (1939); se convierte en poeta del segundo frente de ayuda a Rusia, 1942·1944; en senador comunista, 1945; en acusador público del presidente chileno, don Gabriel González Videla; en perseguido político y combatiente clandestino, mientras termina el Canto general, 1948·1949; es Premio Stalin de la Paz, 1950". La historia que sigue es más abundante en ejemplos y compromisos al respecto, por ejemplo su  ineludible apoyo a la revolución cubana, hasta su muerte mantuvo una posición política muy firme e irrenunciable con su época, lo último que vivió y padeció intensamente fueron los hechos alrededor del golpe de estado a Salvador Allende en Chile. 

Su poesía responde en cambio a la más arraigada tradición, abrevando en los grandes poetas del siglo de oro español las claves que le ayudarían en su constructo poético: (Quevedo, Góngora) por España, los simbolistas franceses, Rimbaud, Baudelaire, Verlaine, Maeterlinck, Mallarmé. Igual de importante es el gran poeta americano: Walt Witman, para solo citar algunos de los más emblemáticos. Poetas latinoamericanos que lo marcaron son tres en esencia: Rubén Darío, Carlos Sabat Scarty y Nicanor Parra.

Es preciso apuntalar dentro del análisis de la poesía de PN, el termino heteroglosia que Mijael Bajtín define como "El habla en el idioma del otro, que sirve para expresar las intenciones del autor, pero de una manera refractada, identifica la narración del autor, en lugar del diálogo entre personajes, como la ubicación principal de este conflicto". En el caso de la poesía, son muchas voces, en Neruda es un recurso importante, debe tenerse en cuenta. 

Expresa Rodríguez Monegal con respecto a la heteroglósica como recurso en Neruda: "Numerosos textos poéticos podrían aducirse aquí para demostrar que también en poesía puede producirse ese juego intertextual, ese diálogo con otros textos, tanto en el terreno paródico como en el serlo; Parra parodia a Rimbaud en uno de sus artefactos y Neruda a Santa Teresa en Estravagario; Luis Cernuda rinde homenaje a Bécquer al recordar un verso de la  rima (“donde habite el olvido”) en el titulo de un libro suyo y en el poema que lo inicia"(1). Un escritor construye su obra no solo con el marco de sus influencias sino con su existencia, con el soporte  de una sensibilidad excepcional y superior. Kristeva dice al respecto de la primera: "Para los textos poéticos de la modernidad es, podríamos decirlo sin exagerar, una ley fundamental: se hacen absorbiendo y destruyendo al mismo tiempo los demás textos del espacio intertextual; son, por así decirlo. alter-funciones discursivas. 

Pablo Neruda nació en 1904 en Parral con el nombre de Ricardo Neftali Reyes Basoalto. El apego  a su tierra fue permanente pese a ser un viajero incansable. Su madre Rosa murió de tuberculosis, poco después de dar a luz, su padre conductor de un tren que cargaba piedra, José Carmen Reyes Morales, se casó dos años después con Trinidad Cambia Maverde. de quien el poeta tiene los mejores recuerdos por su afabilidad, comprensión y amor maternal. 

Estudia en Temuco, desde pequeño se inclinó por la poesía, recibió de Gabriela Mistral lo mejor de la literatura Rusa. Su seudónimo lo tomó de un escritor de origen Checo. En 1923 escribe su primer libro de poemas llamado "Crepusculario". Este libro dejó realmente insatisfecho al poeta, Después publicaría, "Veinte poemas de amor y una canción desesperada". Inicia un periplo diplomático que termina en España.

 Las afinidades de Pablo Neruda con la generación del 27 español del siglo XX, son importantes, sobre todo Miguel Hernández, varios son los factores, miremos uno señalado por la crítica: "Esto lo vemos claramente al fijarnos en la amistad entre Miguel Hernández y Pablo Neruda. Si bien es cierto que frente a los escritores de la generación del 27, todos ellos pertenecientes a una clase media acomodada, Hernández y Neruda representaban una actitud más popular, más proletaria incluso. Neruda era hijo de un obrero ferroviario. En sus años de estudiante en Santiago había conocido el hambre, la vida bohemia, el contacto con los «bajos fondos», y su temporada en el Oriente fue también una experiencia dura y cruel. Hernández, pastor en Orihuela, había estado en con tacto cotidiano con la pobreza, la estrechez, el trabajo duro, agotador, casi no recompensado. El origen humilde, la actitud rebelde frente a una sociedad que había sido madrastra y no madre, tendía a acercarlos". También se acerca mucho a Rafael Alberti a García Lorca. En "Confieso que he vivido" el poeta narra las experiencias con esta generación, sobra recordar que ellos rescataron la poesía de Góngora y Quevedo, tan importantes para Neruda. En 1935 es nombrado cónsul en España y publica "Residencia en la tierra". Se casa con Delia Del Carril (1956). Más tarde vendrán algunas obras de denuncia por lo sucedido en la guerra civil española: "España en el corazón".  Después de España termina en los albores del final de la segunda guerra mundial en el consulado de México representando a su país. Allí escribe: "América no invoco tu nombre en vano", más tarde incorporado al "Canto general",  editada en México en 1950. En Italia escribe "Las uvas y el viento (1951). Después publica en editorial Losada: "Viajes", "Odas elementales", "Nuevas odas elementales" y "Oda a la tipografía". Adelante publica sus obras completas en la misma editorial. Después de su separación con Delia Del Carril, se casaría en 1966  con Matilde Urrutia quien lo acompañará hasta su muerte en 1973.

Neruda no se ciñe a las reglas de la métrica, en sus poemas, maneja el ritmo en forma asonante, recurre a la musicalidad y fuerza de las palabras en su potencial simbólico. La pregunta esencial es: Cómo construye una obra poética tan rica en matices, extensa y dónde radica su belleza estética. Esto se establece en un texto sobre Damaso Alonso y Neruda, sobre este último dice: "Ateniéndonos a lo dicho hasta ahora, veamos cuál es el punto de partida para la creación poética que no puede ser otra cosa que una disposición sentimental. No obstante, el poeta no es un ser que en un rapto inspirado escribe un poema. Una premisa fundamental de la teoría mantenida por Alonso es que el sentimiento también se construye. Y se construye a partir de la interacción creativa que se establece entre la realidad y el sentimiento, por un lado; y la forma y el sentimiento, por otro. Ello sería inviable sin un previo desdoblamiento del poeta quien ... «vive sus sentimientos y a la vez los contempla». Así se constituye el concepto de «sentido intuido» que ...«no es otra cosa que el peculiar encuentro del objeto con el sujeto, el modo particular con que el poeta vive la realidad representada (... porque) intuición y sentimiento son el anverso y el reverso de una misma medalla» (MARÍA M. CABALLERO WANGÜEMERT)".

El último periplo de Pablo por su relación con el presidente Salvador Allende, el golpe de estado y su muerte. Este será el tema de un articulo nuevo. A los cincuenta años de la muerte del poeta es mucho lo que hay que traer, no solo por lo valiosa y belleza de su obra, sino por la alucinante vida de un hombre comprometido con su siglo. 

ODA A LA TRISTEZA

TRISTEZA
 escarabajo
de siete patas rotas,
huevo de telaraña,
rata descalabrada,
esqueleto de perra:
Aquí no entras.
No pasas.
Ándate.
Vuelve
al Sur con tu paraguas,
vuelve
al Norte con tus dientes de culebra.
Aquí vive un poeta.
La tristeza no puede
entrar por estas puertas.
Por las ventanas
entra el aire del mundo,
las rojas rosas nuevas,
las banderas bordadas
del pueblo y sus victorias.
No puedes.
Aquí no entras.
Sacude
tus alas de murciélago,
yo pisaré las plumas
que caen de tu manto,
yo barreré los trozos
de tu cadáver hacia
las cuatro puntas del viento,
yo te torceré el cuello,
te coseré los ojos,
cortaré tu mortaja
y enterraré tus huesos roedores
bajo la primavera de un manzano

.(1) ‘Todo texto es un intertexto; otros textos están presentes en él, a niveles variables, bajo formas más reconocibles. textos de la cultura envolvente, anterior los de la cultura envolvente; todo texto es un tejido nuevo de citas pretéritas <...> La intertextualidad, condición de todo texto, sea el que fuere, se reduce evidentemente a un problema de fuentes o de influencias; el intertexto es un campo general de fórmulas anónimas, cuyo origen se puede raras veces localizar, de citas inconscientes, automáticas, puestas sin comillas. (Barthes, sobre el texto)