sábado, 24 de mayo de 2025

QUERIDAS LECTORAS QUERIDOS LECTORES (ANAGRAMA MAYO 2025)

 


En El acontecimiento, Annie Ernaux afirma que el hecho de haber vivido algo te otorga el derecho de poder escribir sobre ello. Sin embargo, hay cosas de las que parece imposible hacerlo, ya sea porque la mirada social las califica como irrelevantes y secundarias o porque uno no se ve capaz de dejar por escrito lo que ocurrió. A veces escribir es un gesto de valentía, a veces es un gesto de memoria, otras veces es un gesto de redención.


Cuando uno escribe sobre su propia vida se despierta entonces el fantasma de la «literatura terapéutica», como si la llegada al texto fuera solamente una excusa para curarse. Muchos escritores justifican sus obras de corte autobiográfico con explicaciones estéticas, probando de huir de cualquier palabra que asimile la escritura a un proceso de sanación: eso, dice el saber común, no sería arte. ¿Desde dónde escribe quien convierte su vida en narrativa? ¿Qué deja fuera? ¿Qué deforma? ¿Piensa en la dimensión estética o en cómo la escritura le permite ordenar y entender una experiencia límite?


Marcos Giralt Torrente escribió un breve texto en el que dilucidaba una posibilidad a este dilema. En el artículo de Cuadernos Hispanoamericanos, «De lo que no se puede escribir» (recogido en Algún día seré recuerdo), el autor rememoraba la publicación de Tiempo de vida, el libro en el que reconstruyó la relación con su padre fallecido, y que se alzó, entre otros premios, con el Nacional de Narrativa:


«Ahora no utilizaría peyorativamente el adjetivo terapéutico. Cuando es buena, la literatura explora zonas problemáticas de la realidad frente a las cuales no caben las respuestas unívocas y por eso no busca tranquilizar ni consolar. Se convierte en vida, igual de incontestable y de cruel. Sin embargo, no por eso deja de ser terapéutica, en cierto modo, al menos para quien la escribe. Nadie pasaría tantas horas sentado, apartado del mundo, si no encontra­ra alguna recompensa», afirmaba Giralt Torrente.





Las historias que parten de la propia vida exigen «un pacto con el lector distinto del de la ficción». No se trata solo, pues, de si la literatura cura o no cura a quien escribe; se trata, en cambio, de preguntarse de qué forma la literatura transforma alquímicamente una verdad personal e íntima en algo que está presente en tantos lectores que llegan al libro.

Giralt Torrente se pregunta, hacia al final del artículo: «¿Para qué esforzarse en inventar mundos paralelos, o imaginarlos en las palabras de otros, si tenemos tan a mano la arcilla del nuestro?».

Quince años después del ya mítico Tiempo de vida, el autor regresa a la novela de memoria personal con Los ilusionistas, un libro que se enfrenta al misterio de las vidas de sus tíos y su propia madre, y que empieza afirmando el reto: «Escribir de la familia a menudo es visto con recelo», pero pasa que «dejarla totalmente de lado no es posible». Así pues, hay veces que la escritura no es una opción, sino una pulsión necesaria y vigorosa.

NOVEDADES
DE LA SEMANA




Esta semana publicamos Los cuchillos largos, de Irvine Welsh, un salvaje thriller policial protagonizado por un viejo conocido: el inspector Ray Lennox. En esta ocasión, se embarca en la turbulenta investigación del asesinato de un político cuyo cadáver aparece desnudo y castrado en un almacén del puerto de Edimburgo. Se encuentra en «Panorama de narrativas» con traducción de Francisco González, Arturo Peral y Laura Salas.

«Narrativas hispánicas» trae Tres novelas analógicas, de Sergi Pàmies, un volumen que reúne sus novelas escritas entre 1991 y 1995: La primera piedra, El instinto y Sentimental, y que son tres joyas distintivas del autor, dotadas de una mirada peculiar, sagaz y tierna.

En «Nuevos cuadernos Anagrama» publicamos Reconocer al extraño de Isabella Hammad, autora que ya nos había sorprendido con su novela El parisino. En esta ocasión, hace una erudita reflexión sobre la lucha palestina y el poder de la narrativa en homenaje al activista estadounidense-palestino Edward W. Said.



PILDORAS PARA ESTE DÍA
Documentar con otros la propia vida

En «De lo que no se puede escribir», Giralt Torrente enumera todos los libros que leyó mientras escribía el libro sobre su padre: Patrick Modiano, Joan Didion, Richard Ford, Albert Cohen, Paul Auster, Hanif Kureishi, Roland Barthes, Francisco Goldman… y cuenta cómo, cada uno de ellos, le sirvió para comprender una cosa distinta de la escritura. De Modiano, tomó el modo de comprimir el tiempo narrativo, las enumeraciones cronológicas. De Didion, se inspiró en la estructura circular entreverada de reflexiones. Escribir de la propia vida, o de la historia familiar, no significa que uno no se documente literaria y estéticamente, que uno no tome de la literatura todo lo que necesita para hacer de su relato una gran historia.



Cómo escribir una novela autobiográfica

Alexander Chee se convirtió en un autor aclamado internacionalmente con su libro de ensayos How to Write an Autobiographical Novel, donde reflexiona sobre sus experiencias personales, políticas y profesionales a la hora de convertirse en escritor. En el breve ensayo que da título al volumen, Chee evoca la Poética de Aristóteles para subrayar la diferencia entre la historia y la poesía. La diferencia entre ambas disciplinas no es que una se escriba en prosa y la otra en verso: la diferencia es que la historia relata lo que realmente pasó mientras que la poesía narra lo que podría haber pasado. La poesía enuncia verdades universales mientras que, la historia, sentencias particulares. Esta afirmación de Aristóteles le sirve a Chee para entender que, aunque lo que escribe se centre en su vida y experiencia, hay algo que está por encima: la literatura, eso a lo que Aristóteles se refiere con «poesía». Es por eso que la voz, convertida en texto, será siempre una «voz prostética» del mismo autor.


Delphine de Vigan y Bernhard Schlink ganan el Premio Novela Europea

Los escritores Bernhard Schlink y Delphine de Vigan han ganado ex aequo el Premio Novela Europea por sus obras La nieta y Los reyes de la casa respectivamente. El jurado de este galardón, organizado anualmente por el Casino de Santiago, ha resaltado de La nieta que es una novela que aporta una visión de la historia de Alemania «con rostros humanos», y de Los reyes de la casa que «es un documento demoledor sobre la sobreexposición de la intimidad en las redes sociales y la explotación infantil». ¡Enhorabuena a ambos!


Dignificar las memoirs

Cuando Annie Ernaux ganó el Nobel en 2022, la literatura basada en la propia vida, en la experiencia personal y familiar, se dignificó. En su discurso de aceptación del premio, afirmó que sesenta años antes había escrito en su diario: «Escribiré para vengar mi raza». Y lo hizo de manera que el desgarramiento social se unía a la repugnante situación a la que el Estado francés seguía condenando a las mujeres: la venganza por su raza y por su sexo se convertían en una sola. La pregunta que late en el discurso de Ernaux y que está presente de nuevo también en Los ilusionistas es: «¿Cómo no cuestionarse la vida sin cuestionarse también la escritura? ¿Sin preguntarse si confirma o perturba las representaciones aceptadas e interiorizadas de los seres y las cosas?».

Anni Ernaux en la entrega del nobel










jueves, 22 de mayo de 2025

ENCUENTROS FORTUITOS ALREDEDOR DE MUCHOS LIBROS (Primer relato de una novela corta)

 "La ventaja de tener mala memoria es que se goza muchas veces de las mismas cosas."

"El pasado y el futuro no importan; solo el presente es importante."

"Lo peor de los hombres es que se creen buenos."

Federico Nietrzsche.


Cuando llegué a la biblioteca EPM de Medellín me quedé abrumado por su arquitectura, sus espacios estaban perfectamente diseñados para agradar a sus visitantes y tienen el propósito de servir a los fines de la misma, perfectamente prefigurados por su diseñador para: Leer cómodamente, el conocimiento dentro del marco de las tecnologías de la información y el conocimiento y pensar en medio de los silencios excepcionales de una sociedad inmersa en muchas urgencias, afanes y sobre todo ruidos. Conocía muchas bibliotecas, desde la  niñez, por una coincidencia de la vida, vivíamos cercanos a la biblioteca Gabriel Turbay de Bucaramanga, la que visite a muy temprana edad. Siempre he tenido estos espacios públicos como parte ineludible de mi vida. Realmente he tenido una obsesión con estos lugares. En Barranquilla cuando llegué por circunstancias de la vida que no cabe recordar, lo primero que hice fue visitar la biblioteca departamental. Por esas casualidades que se dan, conocí a la poetiza Amira De La Rosa, con la que tuve muchas conversaciones agradables y puedo decir que fue la mentora al mundo poético que tanto me alucina y gusta.  

Durante 20 años visite asiduamente la biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá, hasta el punto de hacerme amigo del director, un poeta Antioqueño de mucho reconocimiento, quien un día nos dejó dormir junto con Enrique Cortes, amigo entrañable, en sus extensos túneles llena de anaqueles de libros en una temperatura acorde con su conservación, como si estuviéramos acompañados de los grandes escritores de la historia. De vez en cuando visitaba la biblioteca de la universidad del Rosario y de la Javeriana, ricas en libros antiguos y cargadas de mucha historia. Viaje a conocer la biblioteca nacional de Argentina, tomé allí los libros que había solicitado Borges como director, ritual que me enaltecía, realice la caminata desde este lugar hasta la casa que hacía el escritor, como si estuviera a su lado, lleno de miedo y expectativa, orgulloso al final. Lo mismo hice con algunas bibliotecas públicas muy emblemáticas de Europa.

Llevo más de un año visitando todos los días la biblioteca EPM. Como un relojero. Llego muy a las 8.20 de la mañana, pareciera que tuviera que marcar tarjeta. Camino por sus largas filas de estantes, voy conociendo el orden de los mismos, por país, por autor, asimilando el vasto universo implicado en su predeterminada configuración. Sus empleados y empleadas de una amabilidad infinita, igualmente me van conociendo y en poco tiempo somos muy familiares en el trato y podría decir que nos hacemos falta.  

Estoy viejo, con mucha soledad y en ocasiones me parece que soy un mueble antiguo que nadie sabe donde poner. Mis hijos están ya graduados y andan en la búsqueda de su destino y espacio en la vida que no les dan tiempo para su padre como quisieran. Al poco tiempo de estas rutinas fui conociendo amigos en la biblioteca EPM, en condiciones parecidas a la mía o por lo menos con la puntualidad que acostumbro y sin alguna compañía, lo que me permitía sentirme menos solo en lo que creía era una tragedia.

Cada uno de ellos es un universo con historias muy variadas, silencios misteriosos, vidas entrañables asoladas por soledad y en busca de sentido. Caminan muy lento, nunca llegan acompañados y les caracteriza una nobleza que encubre muchas realidades que nadie sabe cómo los ronda.  Jorge, José María, Don Carlos, Carlos, Juan Carlos, el maestro Orlando, Don Eduardo, Milton, Albeiro, Jairo, Luis Fernando, Don Oscar......en fin….Me imagino que tienen cosas y anécdotas que contar, muchas, cargadas tal vez, de momentos virtuosos, otros, tristes y por supuesto con triunfos y fracasos que pesan de sobremanera, como suele pasarme a mí. 

Fredy uno de los bibliotecarios, algún día creó un grupo que llamó "El club de prensa" de la Biblioteca, se reúne puntualmente todos los viernes a las 10.30. Desde su fundación me ha traído una trasformación especial, que con el tiempo, generó un mundo de lealtades y en lo personal, catarsis que me ayudarían a traer felicidad y curiosamente a sentirme útil, pese a que he mantenido siempre ocupaciones intelectuales y nunca he dejado de estudiar y escribir.

Empecé a conocer mucho más a cada uno de los amigos de este club. Sabia que aunque estar a solas en momentos puntuales puede ser positivo, sentirse solo es una de las peores sensaciones que puede experimentar el ser humano. En realidad, las personas somos seres sociales y a nadie le gusta estar aislado o marginado.

Para comprender mejor esta experiencia, hice un repaso a varias de mis experiencias al respecto. Detecte que algunas de las mentes más brillantes de la Historia han descubierto ideas originales dentro del concepto de la solitud y el aislamiento social. Si las aplicas a tu filosofía de vida, serás una persona más sabia. En este lugar tal vez las encontraré, pero es un hecho que estos amigos me han enseñado más que muchos libros. 

Desde una perspectiva psicológica, la soledad prolongada puede llevar a trastornos como la depresión y la ansiedad social. Las personas que se sienten solas tienden a experimentar niveles elevados de estrés y una menor autoestima. Además, la soledad puede afectar la capacidad de enfrentar problemas cotidianos y aumentar el riesgo de enfermedades mentales.

En términos de salud física, estudios han demostrado que la soledad puede ser tan perjudicial como fumar o la obesidad. Las personas solitarias tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, problemas inmunológicos y un mayor índice de mortalidad. Por ello, la soledad no debe ser vista simplemente como una condición emocional, sino como un factor de riesgo importante para la salud. Cómo resistir a todos estos embates. Cómo volver a dale fuerza a la vida. Estas preguntas me rondan a cada rato.

Recordé a la soltera por antonomasia de la literatura, Jo March, una de las hermanas protagonistas de Mujercitas, de Louisa May Alcott, siempre se negó a ajustarse a las expectativas sociales de su época que dictaban que el matrimonio es el destino inevitable de toda mujer. Desde pequeña, Jo muestra un espíritu independiente e inclinación por la escritura, un camino solitario en una época en la que se esperaba que las mujeres se dedicaran al hogar.

Aunque Jo está rodeada de una amorosa familia, su lucha por mantener su independencia y su temor a perder su identidad a través del matrimonio la llevan a experimentar una forma de soledad autoimpuesta. Es en esta soledad donde encuentra la fuerza para seguir su camino como escritora y nos demuestra que a veces, estar sola es la mejor manera de ser fiel a una misma.

Igual me pasó con el protagonista de "El extranjero" de albert Camus, es un hombre indiferente que vive al margen de la sociedad, con un desapego emocional que lo convierte en un extraño tanto para los demás, como para sí mismo. Su incapacidad para conectar con quienes lo rodean lo aísla profundamente. Desde su falta de reacción ante la muerte de su madre, evento con el que da inicio la novela, y su indiferencia hacia las normas sociales, Meursault se enfrenta a un mundo absurdo que parece no tener sentido.

La soledad de Meursault representa la desconexión humana y la imposibilidad de encontrar un propósito en un universo indiferente. Esta obra reflexiona sobre el absurdo de la vida y cómo la soledad puede llegar a ser la única respuesta auténtica ante la falta de sentido.

Tengo muy claro que nadie está realmente solo en este mundo: todo el mundo tiene su propio Dios, su dolor o su propio orgullo para hacerle compañía.

Cualquier día llegó a la biblioteca un poliglota cuya profesión era la de psicólogo. Venía desgreñado, sus ropas denotaban muchas afugias, sin estar sucias, estaban muy arrugadas y constituían de alguna manera la radiografía de combates aflorados entre el abandono y la lucha diaria en las calles. Es un hombre inteligente, con Don de Gente. Parecía callar muchas cosas y hablaba siempre en tercera persona. La relación desde el principio fue marcada por sorpresas inexplicables pero comprensibles.

Alan como se llama el nuevo amigo,  en cambio me trajo a colación la novela  "la señora Dalloway" de Virginia Wolf, a Septimus Warren Smith, un veterano de guerra que lucha con el trauma y la locura de la primera guerra mundial. Su aislamiento es tanto físico como emocional; a pesar de estar casado, su esposa Rezia no logra entender la profundidad de su sufrimiento.

Septimus es incapaz de reintegrarse a la sociedad después de la guerra. Su soledad es, en muchos sentidos, una consecuencia de las cicatrices invisibles de la guerra, una tragedia compartida por tantos que, aunque rodeados de personas, se sienten solos en su dolor. Virginia Woolf utiliza la figura de Septimus para subrayar la incomprensión social hacia la salud mental y el sufrimiento interior.