jueves, 20 de junio de 2013

ALBERTO SALCEDO RAMOS CRONISTA DE TIEMPO COMPLETO


ALBERTO SALCEDO RAMOS CRONISTA DE TIEMPO COMPLETO

Muchos fueron los cronistas latinoamericanos que en el siglo pasado  le dieron renombre y realce a este género.  Colombia, empezando por el nobel Gabriel García Márquez, que ha publicado piezas magistrales, es país de grandes cronistas.  La televisión y las TIC,  hasta hace poco pareciera que le daban entierro de tercera a la crónica escrita, pero escritores de la talla de Alberto Salcedo, no solo le dan vigencia diariamente con su trabajo, sino que la reverdecen  por la calidad indiscutible. Hoy la crónica escrita goza de un momento especial en el periodismo.  El premio Ortega y Gasset otorgado a Alberto Salcedo, lo confirma.  Sobra decir, que para este excelente periodista tan sólo es un justo reconocimiento a una labor de muchos años. Sus  crónicas las construye recorriendo el país palmo a palmo, preguntando y oteando cada evento de su interés, entrevistando a los protagonistas directos de las historias que narra, lo que le ha permitido hacer una radiografía del país desde los más intimo de la condición humana.
Alberto Salcedo Ramos “nació hace cincuenta años en Barranquilla, pero creció en el Arenal, un municipio del Caribe colombiano donde no había bibliotecas pero sí mucha gente que hablaba a los gritos y que dibujaba con palabras los primeros cuentos que él no leyó sino que escuchó”.  Periodista de la Universidad Autónoma del Caribe. En la actualidad se desempeña como cronista de las revistas SoHo El malpensante y como corresponsal de la revista Ecos de España.También dirige el programa de televisión Experiencias Significativas, que se emite por Señal Colombia. Ha publicado los libros De un hombre obligado a levantarse con el pie derecho y otras crónicasLos golpes de la esperanza Diez juglares en su patio, este último en calidad de coautor. Su texto Por favor, ni siquiera orquídeas figura en la Antología de Grandes Reportajes Colombianos, de Daniel Samper Pizano. Salcedo Ramos ha ganado, entre otras distinciones, el Premio Internacional de Periodismo Rey de España, el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (tres veces), el Premio al Mejor Libro de Periodismo del Año (otorgado por la Cámara Colombiana del Libro) y el Premio al Mejor Documental en la II Jornada Iberoamericana de Televisión, celebrada en Cuba. Este año, gracias a su perfil El testamento del viejo Mile, publicado en El malpensante, fue uno de los cinco finalistas del Premio Nuevo Periodismo FNPI-Cemex, entre 470 concursantes de 21 países. La distinción le fue entregada en Monterrey, México.
“recibió este miércoles, en Madrid, el Premio Ortega y Gasset, en la categoría de periodismo impreso, otorgado por el diario El País. El galardón fue entregado a partir de una historia que narra el trayecto de cinco horas que todos los días debe recorrer un niño en el departamento de Chocó para llegar a su escuela. La crónica se llama La travesía de Wikdi y fue publicada en febrero de 2012 en la revista Soho. Alberto Salcedo Ramos fue presentado por el periodista radial Julio Sánchez Cristo durante el acto de entrega, que se llevó a cabo en el CaixaForum de Madrid. A la ceremonia,  asistieron en primera fila el expresidente del Gobierno Español, Felipe González, el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, y la portavoz parlamentaria española, Soraya Rodríguez, fue un homenaje al periodismo de calidad y planteó algunos de los retos a los que se enfrenta la profesión ante los cambios tecnológicos y la crisis económica”.
En un texto sobre la crónica en Colombia se decía: “la crónica, en su estructura de columna, se convierte en un espacio autobiográfico, donde el autor narra los pequeños o grandes eventos que lo conmueven, la situación cómica o dramática que puede compartir con el lector. Con una filosofía de andar por casa opina sobre los temas más diversos de la vida cotidiana y de la condición humana, y se enfrenta a esta escritura gozando de todas las licencias creativas, con el único afán de cautivar a los lectores y de refrendar un pacto de fidelidad. La crónica, territorio sin fronteras, se convierte así en uno de los géneros de experimentación más fascinantes que existen en el periodismo literario para explorar lo personal y lo universal; para escribir la historia con mayúsculas y la historia con minúsculas”.
Salcedo, de antemano sabía que en Bogotá los costeños son mirados con cierto desdén por la clase intelectual y se dedicó a a borrar con su trabajo este señalamiento y sobre decir que lo logró con éxito, su trabajo le ha permitido ganarse un respeto y un lugar en la historia del periodismo colombiano. Por eso, en una entrevista que le hizo la periodista María Jimena Dussan donde le preguntó sobre su dedicación a la crónica de la violencia, Salcedo explicó con vehemencia sobre el tema, pero a la vez aclaró los problemas sobre que le ocasionaron su origen costeño y que le obligaron a dedicarse a temas más humanos: “Ese cambio tiene una explicación: estaba encasillado por mi origen costeño. Muchos creían que yo estaba pa’ echar chistes y hablar de música. Me costó mucho trabajo quitarme ese estigma de encima. Al principio solo pude hacer crónica de deportistas o de juglares y tuve que dar una pelea profesional ardua para ganarme el derecho de hacer otros temas que me movían. Desde que escribo crónicas sobre el conflicto armado me siento adulto y siento la sensación, quizás un poco mesiánica, de que estoy aportando mi grano de arena. Norman Mailer decía: “No sometas a la duda un tema que tienes ganas de trabajar”.  
Algunas de sus crónicas son un ejemplo de buen periodismo, excelente escritura e historias bien contadas. Este don viene desde su niñez: “Yo nací en Arenal, un pueblo de la costa, y le puedo decir que conocí la historia del país a través de la tertulia en los parques. Yo digo que los primeros libros que leí nunca fueron escritos, sino que fueron las conversaciones que escuchaba en las esquinas. Esa era mi manera de leer. Miguel Iriarte un poeta de Sincé, Sucre, me contaba que en su pueblo había un hombre que vendía horas de palabra. Por eso a mí me encanta una definición del humorista peruano Sofocleto por lo sincera. Le preguntaron por qué escribía y respondió: “Escribir es la forma de hablar sin que a uno lo interrumpan”. Y yo creo que escribo para que no me interrumpan.  
Qué bueno el premio otorgado a este gran periodista. En una próxima entrega publicare una de sus crónicas





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