miércoles, 27 de julio de 2016

JULIO CORTAZAR CLASES DE LITERATURA BERKELY


Desde hacía mucho tiempo tenía este libro en espera y después de su lectura volví a ratificar la admiración por la obra de este gran escritor Argentino. Sus cuentos, me parece que con Rybeiro, Gabriel García Márquez,  Borges, Onetti y Rulfo, para sólo citar algunos, constituyen algo especial, son textos fuera de serie, con una estructura rigurosa, pues eso que llamamos literatura fantástica, comenzó configurándose desde estos relatos, cada palabra responde a un propósito: Ritmo, sonoridad, línea argumentativa; confirman la tradición del género en Latinoamérica, realmente hemos tenido grandes cuentistas: Machado De Asis, Horacio Quiroga, Tomas Carrasquilla. Estas clases, dadas en la universidad de Berkeley en 1989, son una especie de confesión: “Tienen que saber que estos cursos los estoy improvisando muy poco antes de que ustedes vengan aquí: No soy sistemático, no soy ni un crítico ni un teórico, de modo que a medida que se me van planteando los problemas de trabajo, busco soluciones”. Fueron impartidas a partir de sus experiencias personales como escritor, hay un develamiento de las claves creativas, del recorrido de sus lecturas y por su puesto de los autores de su preferencia.  
Me sorprendió el tono de las mismas, sin arrogancia alguna, profundamente sinceras, por eso hablo de confesiones, pero todos sabemos el lector que fue Cortázar, con un ítem, sus lecturas, todas en absoluto,  fueron hechas para construir su obra, nunca desfalleció en este propósito. Por ello el habla en estas clases de “Los caminos de un escritor”. “Hace algunos años me planteé el problema de cuál había sido finalmente mi camino dentro Clases de literatura (decir “literatura” y “vida” para mí es siempre lo mismo, pero en este caso nos estamos concentrando en la literatura). Puede ser útil que reseñe hoy brevemente ese camino o caminos de un escritor porque luego se verá que señalan algunas constantes, algunas tendencias que están marcando de una manera significativa y definitoria la literatura latinoamericana importante de nuestro tiempo”. Por esto como un a priori explica sus fases creativas: “Creo que a lo largo de mi camino de escritor he pasado por tres etapas bastante bien definidas: una primera etapa que llamaría estética (ésa es la primera palabra), una segunda etapa que llamaría metafísica y una tercera etapa, que llega hasta el día de hoy, que podría llamar histórica. En lo que voy a decir a continuación sobre esos tres momentos de mi trabajo de escritor va a surgir por qué utilizo estas palabras, que son para entendernos y que no hay que tomar con la gravedad que utiliza un filósofo cuando habla por ejemplo de metafísica”. En la primera parte del texto hace tres referencias muy puntuales en la construcción de tres grandes textos: “El perseguidor”, la novela “Los premios” y “Rayuela”, en esta última habla de su personaje principal, Oliveira. “En esos años escribí un cuento muy largo, quizá el más largo que he escrito, “El perseguidor” —del que hablaremos más en detalle llegado el momento—, que en sí mismo no tiene nada de fantástico pero en cambio tiene algo que se convertía en importante para mí: una presencia humana, un personaje de carne y hueso, un músico de jazz que sufre, sueña, lucha por expresarse y sucumbe aplastado por una fatalidad que lo persiguió toda su vida. (Los que lo han leído saben que estoy hablando de Charlie Parker, que en el cuento se llama Johnny Carter.) Cuando terminé ese cuento y fui su primer lector, advertí que de alguna manera había salido de una órbita y estaba tratando de entrar en otra. Ahora el personaje se convertía en el centro de mi interés mientras que en los cuentos que había escrito en Buenos Aires los personajes estaban al servicio de lo fantástico como figuras para que lo fantástico pudiera irrumpir; aunque pudiera tener simpatía o cariño por determinados personajes de esos cuentos, era muy relativo: lo que verdaderamente me importaba era el mecanismo del cuento, sus elementos finalmente estéticos, su combinatoria literaria con todo lo que puede tener de hermoso, de maravilloso y de positivo. En la gran soledad en que vivía en París de golpe fue como estar empezando a descubrir a mi prójimo en la figura de Johnny Carter, ese músico negro perseguido por la desgracia cuyos balbuceos, monólogos y tentativas inventaba a lo largo de ese cuento”.
Después se refiere a “Los premios”: “Esta etapa que llamo metafísica a falta de mejor nombre se fue cumpliendo sobre todo a lo largo de dos novelas. La primera, que se llama Los premios, es una especie de divertimento; la segunda quiso ser algo más que un divertimento y se llama Rayuela”. Que quiero evidenciar, como cada texto responde a un trabajo especifico, con problemas creativos que casi siempre tienen que ver con la concepción de la vida y el destino del hombre y del propio escritor, pero plasmados desde una condición estética que lo hace diferente a todo. En el caso de Cortázar y en estas clases, nos va contando los problemas puntuales del escritor frente al texto. “Los premios me pregunté si dentro de un libro de las dimensiones habituales de una novela sería capaz de presentar y tener un poco las riendas mentales y sentimentales de un número de personajes que al final, cuando los conté, resultaron ser dieciocho. ¡Ya es algo! Fue, si ustedes quieren, un ejercicio de estilo, una manera de demostrarme a mí mismo si podía o no pasar a la novela como género. Bueno, me aprobé; con una nota no muy alta pero me aprobé en ese examen. Pensé que la novela tenía los suficientes elementos como para darle atracción y sentido, y allí, en muy pequeña escala todavía, ejercité esa nueva sed que se había posesionado de mí, esa sed de no quedarme solamente en la psicología exterior de la gente y de los personajes de los libros sino ir a una indagación más profunda del hombre como ser humano, como ente, como destino. En Los premios eso se esboza apenas en algunas reflexiones de uno o dos personajes”. Como se ve, no solo hay un trabajo estético, la escritura del texto, literatura en el amplio sentido de la palabra, sino una concepción filosófica de la vida expresada a través de los personajes. “A lo largo de unos cuantos años escribí Rayuela y en esa novela puse directamente todo lo que en ese momento podía poner en ese campo de búsqueda e interrogación. El personaje central es un hombre como cualquiera de todos nosotros, realmente un hombre muy común, no mediocre pero sin nada que lo destaque especialmente; sin embargo, ese hombre tiene —como ya había tenido Johnny Carter en “El perseguidor”— una especie de angustia permanente que lo obliga a interrogarse sobre algo más que su vida cotidiana y sus problemas cotidianos. Horacio Oliveira, el personaje de Rayuela, es un hombre que está asistiendo a la historia que lo rodea, a los fenómenos cotidianos de luchas políticas, guerras, injusticias, opresiones y quisiera llegar a conocer lo que llama a veces “la clave central”, el centro que ya no sólo es histórico sino filosófico, metafísico, y que ha llevado al ser humano por el camino de la historia que está atravesando, del cual nosotros somos el último y presente eslabón. Horacio Oliveira no tiene ninguna cultura filosófica —como su padre— y simplemente se hace las preguntas que nacen de lo más hondo de la angustia. Se pregunta muchas veces cómo es posible que el hombre como género, como especie, como conjunto de civilizaciones, haya llegado a los tiempos actuales siguiendo un camino que no le garantiza en absoluto el alcance definitivo de la paz, la justicia y la felicidad, por un camino lleno de azares, injusticias y catástrofes en que el hombre es el lobo del hombre, en que unos hombres atacan y destrozan a otros, en que justicia e injusticia se manejan muchas veces como cartas de póquer. Horacio Oliveira es el hombre preocupado por elementos ontológicos que tocan al ser profundo del hombre: ¿Por qué ese ser preparado teóricamente para crear sociedades positivas por su inteligencia, su capacidad, por todo lo que tiene de positivo, no lo consigue finalmente o lo consigue a medias, o avanza y luego retrocede? (Hay un momento en que la civilización progresa y luego cae bruscamente, y basta con hojear el Libro de la Historia para asistir a la decadencia y a la ruina de civilizaciones que fueron maravillosas en la Antigüedad.) Horacio Oliveira no se conforma con estar metido en un mundo que le ha sido dado prefabricado y condicionado; pone en tela de juicio cualquier cosa, no acepta las respuestas habitualmente dadas, las respuestas de la sociedad x o de la sociedad z, de la ideología a o de la ideología b”.
Este texto de Cortázar es fascinante, muestra el lado más humano de este escritor y nos entrega parte de las claves creativas de una obra que crece todos los días. Los invito a leerla.











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