Contrario a lo que
algunos críticos aducen, existen excelentes trabajos y ensayos sobre esta
novela romántica del siglo XIX, la más emblemática del genero en el continente americano en los
últimos dos siglos, después de ciento cincuenta años, sigue leyéndose con la
misma avidez que en los mejores años de promoción y reconocimiento a finales
del siglo XIX, recordemos que el autor conoció y disfrutó las mieles del éxito
editorial en la época de su edición, algo excepcional para un escritor
Colombiano. Su éxito se fue consolidando
en toda latinoamérica, en algunos países
se publicó por entregas, al mejor estilo del folletín, ganando lectores de
manera exponencial, hasta convertirse un icono de la literatura. El autor
abrevó en lo mejor del romanticismo Francés, su influencia es indeleble y de
ello cuentan varios trabajos que describen esta genealogía.
Moreno Duran en un
prologo de una edición especial señaló estas influencias: “Cierto es que en 1788 Bernardín
de Saint-Pierre había expresado la misma esperanza en el proemio de Paul et
Virginie —esa "tramoya bucólica", como la llamara Willi Hardt—,
aunque también lo es que la reacción larmoyante era mucho más comprensible en
la época del escritor francés que ochenta años después, en un valle idílico de
la América meridional. La cuestión radica en que, por encima de los tópicos y
las costumbres, más allá de las escuelas literarias y los cambios históricos,
los lectores de María lograron satisfacer con creces los deseos del anónimo albacea
literario de Isaacs. Porque la anécdota del libro, pese a estar narrada en
primera persona por Efraín, le llega al lector a través de un no identificado
intermediario que no sólo edita el manuscrito, sino que también escribe unas
breves líneas introductorias en cuyo apartado final hace suyos los deseos del
propio autor. No debe sorprender el uso de este recurso, también utilizado por
Saint-Pierre y, antes que éste, por Goethe en su Werther, libro a cuya
atmósfera sentimental no permaneció indiferente ningún escritor de las diversas
promociones románticas. ¿Qué es en realidad María? La crónica de una muerte
anunciada, apoyada en una feliz confluencia de préstamos autobiográficos y
sublimaciones culturales”. La historia de la “María” repite recursos y tópicos
de algunas obras del romanticismo Europeo con una simetría que impacta: Los
amores contrariados e imposibles, el alejamiento en que se ven inmersos los dos
protagonistas, la enfermedad y muerte de uno de ellos, el regreso intempestivo,
la descripción de los paisajes….estos paralelos han sido relevados en muchos
estudios: “Fue precisamente este aspecto de la novela el que provocó una
discrepancia entre los críticos: mientras que algunos afirmaban el parentesco
entre María y Paul et Virginie*, otros lo negaban, basándose
sobre todo en el 'escrutinio' de la biblioteca del principal protagonista
Efraín . El estudio más válido en cuanto a su argumentación, que al seguir la
investigación de las influencias (sobre todo de Átala de Chateaubriand) sobrepasa
las limitaciones de la perspectiva unilateral, es el ensayo de Enrique Anderson
Imbert, insuperado en este aspecto desde hace más de treinta. Su buen discípulo
es McGrady, quien, siguiendo las premisas básicas del maestro argentino,
ejemplifica con citas idóneas los paralelismos entre el prólogo, la línea
general de composición y ciertos pormenores del argumento y de la técnica de Paul
et Virginie y la obra colombiana”[1].
Carmen De Mora es más puntual al respecto: “La crítica ha venido reiterando la
filiación literaria francesa de la novela de Isaacs desde que por primera vez
José María Vergara y Vergara pusiera de manifiesto su semejanza con Atala de
Chateaubriand y con otras novelas de su especie, como Pablo y Virginia,
de Bernardin de Saint-Pierre, y Graziella y Rafael,
de A. de Lamartine”. Está claro que es harto conocida la anatomía de sus
influencias más fuertes.
He visto pocos estudios
sobre lo que significó para el lector común de la época esta novela, el impacto en el lector común, se puede
afirmar sin lugar a dudas, que fue nuestro primer éxito editorial en toda
Latinoamérica, se vendió y publicó en todo el continente por fuera de cualquier
predicción, el autor gozó del reconocimiento de sus lectores. Sería bueno saber
cómo fueron los itinerarios e impactos en cada país, las influencias que la
obra dejó, al final, se puede afirmar que este libro es la última expresión
seria y rigurosa del periodo romántico y
por supuesto, la más emblemática. Ahora que volví a leerla, compruebo de manera directa las virtudes de la
novela, nos atrapa desde el primer
párrafo, es impresionante, se deja leer con absoluto encanto, esto es lo que
hace a una obra perdurable por fuera de todos los estudios sobre su composición
e influencias. Cualquier lector desprevenido, sin ninguna prevención crítica la
disfruta, es un texto cautivante y la historia pese a ser tan conocida,
empezamos el texto sabiendo el final, nos mantiene atentos a lo largo de toda
su lectura, la descripción de los paisajes impacta, de los personajes, las
tensiones sobre las cuales gravita, se mantienen a lo largo de todo el relato. Encontré
en el trabajo de Carmen De Mora, un referente a este tópico: “Más que rastrear
semejanzas y paralelismos con las obras Francesas me interesa descubrir la
verdadera autenticidad de “Maria” dentro de los limites de una moda literaria
definida por Albèrès como «el culto de la emoción bajo el
ropaje de la virtud», que amanece en el siglo XVIII y recorre todo el siglo
XIX. Conmover al lector es la llave de oro de esta literatura, por eso
escribe Isaacs en el prólogo refiriéndose a las páginas de la novela: «Leedlas, pues, y si suspendéis la lectura para llorar, ese llanto
me probará que la he cumplido fielmente», en este catálogo se incluye María,
novela que, al menos en parte, conserva elementos pertenecientes a esta
tradición: el amor de la primera juventud, la amada como mujer ideal
espiritualizada y pura, la separación y el obstáculo que impiden la felicidad
de los amantes, el aura de fatalismo y el amor truncado por la muerte”.
“Isaacs publicó en vida
tres ediciones de María supervisadas por él. La primera se editó en
Bogotá, en la imprenta de Gaitán, en 1867; la segunda, a cargo de don Fernando
Pontón, en la imprenta de Medardo Rivas, Bogotá, 1869. Ignacio Rodríguez
Guerrero propone que debe ser tenida como tercera edición de la novela la de
Santiago de Chile, de 1877, en la imprenta de Gutenberg; sin embargo, figura
como tercera edición de María, la de Medardo Rivas, de 1878. En
esta edición Isaacs anunciaba una definitiva para 1891 con anotaciones,
adiciones y correcciones. Ésta sólo aparecería muchos años más tarde, en 1922
(Bogotá, Camacho Roldan y Tamayo), y por haber sido manipulada no es en
absoluto fiable”[2].
Borges fue un defensor
de la “María” no solo desmintió a los críticos,
sino que dio un testimonio personal a favor de la obra como lector, aún se cita
de manera insistente, este es un juicio emblemático por la calidad de quien
viene, es un lector fuera de serie,
constituye el mejor elogio y la confirmación de la importancia de esta novela
en el contexto de las letras hispanoamericanas.
Está escrita en primera persona: “Era
yo niño aún cuando me alejaron de la casa paterna para que diera principio a
mis estudios en el colegio del doctor Lorenzo María Lleras, establecido en
Bogotá hacía pocos años, y famoso en toda la República por aquel tiempo.
En la noche víspera de
mi viaje, después de la velada, entró a mi cuarto una de mis hermanas, y sin
decirme una sola palabra cariñosa, porque los sollozos le embargaban la voz,
cortó de mi cabeza unos cabellos: cuando salió, habían rodado por mi cuello
algunas lágrimas suyas”[3].
Desde el principio nos conecta directamente con la tragedia romántica que
recorrerá todo el texto, se anticipa el peso inefable del destino, de lo
inevitable, pese a ello, está enmarcada de simbolismos e idealismos sobre la
virtud, el amor, la lealtad, la familia, la amistad, la responsabilidad.
Después de comenzarla es difícil dejar el libro a un lado, está es una de sus
mayores cualidades. La historia responde a un orden signado a este propósito: “El
ritmo autobiográfico, alterado o no, es uniforme y permite seguir la
trayectoria de Efraín desde su niñez y sus estudios en la capital hasta su
regreso a la casa paterna, donde se enamora de María. El paulatino
empeoramiento de la salud de ésta y la evocación de la enfermedad de su madre
no le dejan duda al lector sobre el destino de la heroína, sobre todo si se
tiene en cuenta que tal situación aparece subrayada por la irrupción de una ave
negra, cuyo súbito vuelo en la plenitud de la noche roza la frente de Efraín
(C. XV). Muchos episodios se suceden a partir de este primer llamado de alerta:
los preparativos del viaje de Efraín a Europa y la repercusión que los mismos
tienen en el ánimo de María se ven compensados en un hábil juego de
alternancias con la evocación del frívolo pasado del trío compuesto por Carlos,
Emigdio y Efraín. Sus aventuras y una cierta picaresca rompen eficazmente el
crescendo dramático de la situación principal, a lo que se suma la anécdota de
la doble sesión cinegética: la cacería del tigre y la del venado, excelentes
pretextos para insertar algunos cuadros realistas. La segunda irrupción del ave
negra (C. XXXIV) confirma en la simultaneidad del registro la creciente
desgracia: es ahora María quien ve el ave, aunque en el mismo instante Efraín
contempla los estragos que una carta produce en el ánimo de su padre: la
amenaza de la ruina total”[4].
Está novela, que junto a “La Vorágine”, “Cien años de soledad” constituyeron
durante mucho tiempo el trípode que nos ha servido de eje para cualquier
análisis histórico sobre la novela Colombiana, representa la entrada a la
literatura mundial, el principio de la modernización de nuestra narrativa, que
después con Silva en la poesía adquirió
la madurez que hoy nos permite tener un lugar importante en el contexto de las
letras del mundo. No sólo con el nobel y el Boom, sino con una pléyade de
escritores de una importancia indiscutible: Germán Espinosa, Fernando Vallejo,
Juan Gabriel Vásquez, Álvaro Mutis, para sólo citar algunos. Lo más importante, volver a leer “La María”,
vibrar de nuevo con esta hermosa historia.
[1]
María de Jorge Isaacs ante la crítica. Thesauros tomo XXXVIII, Número 3 ELZBIETA
SKLODOWSKA
[3]
Primeros párrafos de la novela “La Maria”.
[4]
Carmen De Mora. En torno a Maria de Jorge Isaacs. Biblioteca virtual. Miguel De
Cervantes.
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