domingo, 21 de noviembre de 2010

RAYMOND CARVER



La calidad literaria de Carver nunca ha estado en cuestión, es un escritor de culto, la controversia suscitada por el papel del editor, a propósito de la publicación de sus últimos cuentos, sigue vigente:

“En 1998, diez años después de la muerte de Carver, un artículo en la revista New York Times Magazine suscitó polémica al alegar que su editor Gordon Lish no sólo dio consejos a Carver, sino que reescribió párrafos enteros de sus cuentos, hasta el punto de cambiar el final innumerables veces. En el caso de los relatos del libro De qué hablamos cuando hablamos de amor, Lish llegó a reducir a la mitad el número de palabras originales y reescribió 10 de los 13 finales de los cuentos del libro. Por ejemplo, el cuento "Diles a las mujeres que nos vamos" ("Tell The Women We're Going") gana una dimensión más abstracta en manos de Lish, que suprime las relaciones de causa y efecto que llevan a dos adultos a matar a dos adolescentes, y añade torpeza, profundidad y silencio donde antes había — según D.T.Max, autor del artículo— demasiadas palabras.

Es notable también el caso de "Parece una tontería" ("A Good Thing, Small Thing"), con el que Carver ganó el premio O. Henry en 1983. La versión original del relato sobre un niño en coma se ve reducida a la mitad, tiene el título cambiado a "El baño" ("The Bath") y la muerte del niño al final de la versión de Carver se convierte en un final abierto, donde el lector no sabe si el niño vive o no. "El baño" fue publicado en De qué hablamos cuando hablamos de amor (What We Talk About When We Talk About Love) (1981) y "Parece una tontería" vio la luz posteriormente en Catedral (Cathedral) (1983).

Según el escritor Alessandro Baricco, quien revisó los manuscritos anotados que sirvieran de base para el artículo del New York Times (véase este artículo publicado en La Repubblica), Carver «construía paisajes de hielo pero luego los veteaba de sentimientos, como si tuviera necesidad de convencerse de que, a pesar de todo aquel hielo, eran habitables.» La opinión de Baricco es que las versiones de Carver —en un momento u otro edulcoradas por emociones que Lish sistemáticamente suprimía— añadían humanidad a los personajes y permitían vislumbrar en Carver algo «terrible pero también fascinante.»”

En letras libres el tema igualmente fue tratado por uno de sus colaboradores:

“Desde que murió Raymond Carver (1938–1988), a los cincuenta años, víctima de un cáncer de pulmón, se sabía que en su obra, la culminación “minimalista” del cuento norteamericano, había gato encerrado. Después, a las habladurías las sustituyeron los hechos: Carver, autor de títulos bien conocidos en español –¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, Catedral, De qué hablamos cuando hablamos de amor, Rosas amarillas– había sido víctima y beneficiario de lo que se conjeturaba sería, para decirlo con prudencia, hipercorrección. Gordon Lish, su editor en la revista Esquire y en McGraw Hill, solía modificar casi todos los cuentos de Carver en un rango que iba del 9 al 78%. Más allá de que en algunos casos las modificaciones impuestas por Lish distaron de ser beneficiosas –según leo en el comentario de James Campbell aparecido en el Times Literary Supplement del 31 de julio de 2009–, estamos ante algo distinto: un caso en que el editor transforma (y mucho) la personalidad artística del autor.

¿Carver fue el cantante y Lish el productor?, se pregunta Campbell en el TLS. O, como argumentó la gente de Alfred Knopf, casa que publica a Carver, no hay por qué escandalizarse: a Carver lo corrigió Lish como a Eliot lo corrigió Pound o a Kafka, Max Brod. ¿Por qué no entonces, digo yo, hacer a Lish compartir la autoría con Carver, como se lo permitió Joseph Conrad a su amigo y corrector (el polaco, no el inglés, fue la primera lengua de Conrad) Ford Madox Ford?

Esta historia ya se conocía gracias a la poetisa Tess Gallager, segunda esposa de Carver, quien emprendió una larga batalla por restaurar la obra de su marido y ofrecer sus cuentos, “ur–Lish”, es decir, tal cual eran antes de que el ya célebre lápiz azul de Lish descendiera sobre ellos. Tras conatos de pleito, al final hubo, al parecer, un acuerdo: no sólo la casa inglesa Jonathan Cape publicó las primeras versiones de los cuentos en Inglaterra (Beginners, 2009) sino The Library of America ha lanzado una edición salomónica de Collected Stories (2009), recogiendo los libros conocidos del público y ofreciendo, como apéndice crítico, algunas de las primeras versiones escritas por Carver como las de De qué hablamos cuando hablamos de amor, las más polémicas. Esta edición cuenta con la bendición de Gallager y fue hecha por sus escuderos, William L. Stull y Maureen P. Carroll, comprometidos desde hace rato en la presentación de un Carver “verdadero”.”

Ahora de seguro se publicaran los cuentos en su versión original, que será otra forma de vender y para nosotros de acceder a su obra, tal como se la entrego a sus editores. El tema va mucho más allá de lo anecdótico, pero por ahora, solo conociendo las dos versiones, podremos tomar partido en el tema. Esperaremos pacientemente el momento de las publicaciones.


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