El negro Oscar, como le
conocemos coloquialmente en Colombia, es un escritor total: Novelista;
cuentista; ensayista, opina sobre los hechos nacionales y mundiales a través de
unas columnas directas, claras y lúcidas. Perteneció a una generación que
compartió todo la época del Boom latinoamericano, entre los años 60 y 70 del
siglo pasado, con las implicaciones adversas que tuvo para ellos la opacidad a
que los sometió los círculos de poder de la cultura y del mundo editorial,
pero con una diferencia determinante en su caso, fue reconocido como
hombre talentoso y supo mantener esta posición con su pluma muy a pesar de este
fenómeno avasallador. Hoy, está más vigente que nunca. La calidad de sus textos
y el rigor no tienen discusión. Sus puntos de vista expuestos en sus
artículos constituyen un faro para el país. Ha continuidad publicando
novelas y cuentos, que mantienen la calidad, el vigor y la factura
impecable de sus primeros textos.
Margarita Vidal abrió una
entrevista con este comentario que explica su precoz aparición en el mundo
literario Latinoamericano: “Su voz se hizo sentir en el mapa literario
latinoamericano gracias a un artículo que publicó en Marcha, una revista
uruguaya, a finales de los 60 y que tituló -La Encrucijada del Lenguaje-. Al
ensayo respondieron Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar y la Editorial Mejicana
Siglo XXI cogió al vuelo la importancia de esta controversia y la publicó
bajo el título: ‘Literatura en la Revolución y Revolución en la
Literatura’. La polémica se mantuvo viva durante los años 70 y, según
ha dicho el escritor chocoano, sólo un acuerdo entre Cortázar y él permitió
sacarla de circulación”. Adelante lo define con mucha exactitud: “Óscar
Collazos, un verdadero trashumante: los países del Este en tiempos de la guerra
fría, París y Barcelona, junto con sus escritores y poetas forman parte del
gran imaginario que ha ido construyendo a lo largo de una vida dedicada a la
literatura”.
Nació en Bahía Solano,
Chocó, en 1942. En 1964 fue asesor del Teatro Estudio de Cali. En 1966 apareció
el primero de sus cinco libros de cuentos. En 1969, siendo director del Centro
de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas, en Cuba, adelantó un
debate escrito con Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa sobre la relación entre
escritura y compromiso político. Desde entonces inició una larga estadía en
Europa, dedicado a la novela, el ensayo y el periodismo. En 1989 regresó a
Colombia; actualmente vive en Cartagena.
Quisiera referirme a sus
escritos literarios que son de todo mi gusto. No recuerdo con precisión la
fecha, pero estando muy joven casualmente me encontré con un texto sobre el
Boom latinoamericano, el cual me impresionó por la cultura literaria que
incluyó en la construcción de sus análisis, donde se incorporaban aspectos
novedosos de crítica literaria que reflejaban al lector acucioso, conocedor de
las técnicas novedosas de la narrativa que más tarde incorporaría en sus
textos de ficción. Después procultura, un sello institucional le público una
antología de algunos ensayos de mi total agrado. Nunca he olvidado un trabajo
sobre “Cien años de soledad” que no sé volvió a editar, pero que abordaban esta
novela mucho antes que fuera estudiada por la crítica especializada. Sus
columnas en esta materia tienen el encanto de la síntesis y la lucidez del
crítico riguroso, que no solo atiente al desciframiento de las del texto como
tal, sino que lo hace desde la perspectiva del lector, con una ventaja, son
didácticas y accesibles para el común de la gente.
Desarrolló eso que llama la
crítica especializada la novela urbana. En sus cuentos y novelas
incorpora los vocablos de la calle. Las temáticas abordadas tratan los
problemas más álgidos de nuestra realidad. En ellas está consignada toda la
problemática de nuestro país: Desplazamiento, violencia, desarraigo, exclusión
entre otros. Más de 20 novelas testifican la continuidad de su trabajo.
Collazos es un lector
voraz. Margarita le preguntó cuáles fueron sus primeras lecturas y esto
respondió: “No se ría: Vargas Vila, Rómulo Gallegos, poemas del “parnaso
colombiano.” Y, en serio entre los 15 y 18 años, Renan, Voltaire, Rousseau,
Shakespeare (sí, lo leía en voz alta), Whitman, Zola, Neruda, Huidobro, Dylan
Thomas, todo en desorden hasta que llegué a J.D. Salinger y a William Saroyan.
Llegué a Sartre y a Camus y a los neorrealistas italianos, Moravia y Pratolini.
Con ellos aprendí a escribir sobre la adolescencia. Hasta que llegué a
Hemingway y, por ese camino, a Álvaro Cepeda y García Márquez”. Sobra decir que
después de su periplo por Europa y américa en más de quince años de voluntario
exilio su cultura se acrecienta como se refleja impecablemente en sus escritos.
Hoy sigue publicando
novelas, cuentos, artículos, y ejerciendo una dura crítica a la dirigencia
política del país y de la ciudad de Cartagena donde actualmente vive.
Les entregó a mis lectores
este libro antológico de sus cuentos:
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