Esta semana murió Oscar
Collazos un escritor muy importante para la literatura Colombiana e
Hispanoamericana, un intelectual a carta cabal y un hombre polémico por
naturaleza, que siempre tuvo la inteligencia para permanecer vigente en un país
que olvida fácilmente a sus creadores.
Fue un excelente cuentista,
novelista y ensayista. Fue columnista primero en el periódico el “Espectador” y
en los últimos años en el “Tiempo” ambos de circulación nacional.
Oscar, cuando publicó su
primer libro de cuentos, alrededor de los 22 años, en una máquina de escribir
prestada por Enrique Buenaventura, tuvo un reconocimiento rápido y de la mano
de una pléyade de escritores que envidiaría cualquiera: Marta Traba, Cepeda
Samudio, Ángel Rama y el propio Cortázar, con quien después casó un debate de
resonancia continental. El negro, como solíamos llamarlo, dice que después de
leer a Chandler, descubre que encabronarse podría ser tema de la literatura,
pues en su Buenaventura y Bahía Solano, había visto y padecido, historias
llenas de personajes y situaciones de este corte, que bien podían hacer parte
de sus textos. Con la publicación de: “El verano también moja las espaldas”,
1966, “Son de máquina”, 1967 y “Esta mañana del mundo”, empieza su itinerario narrativo,
que no pararía nunca y alcanzaría un
reconocimiento e importancia en Hispanoamérica.
Oscar Collazos incorporó
todas las técnicas de la novela contemporánea a sus textos con absoluta
maestría. Fue un estudioso de la literatura, siempre desde la perspectiva del escritor. Muy joven, generó polémicas
muy interesantes, la primera y más sonada, la abrió con el tema, aparentemente
puesta en escena por el Marxismo, del compromiso político de los escritores,
que fue ripostada nada menos que por Julio Cortázar y Mario Vargas llosa. Su
periplo, fue muy similar al de todos los escritores de la época: París, Cuba,
Barcelona, Colombia y en los últimos años se radicó en Cartagena.
Su obra, en general,
refleja el mundo caótico del sujeto en nuestra sociedad: Violencia,
desplazamiento, maltrato, pillaje, delincuencia, soledad, en medio de una
geografía sometida a un conflicto de más de cincuenta años, descarnado donde el
ciudadano de a pie lleva la peor parte. Sus novelas en la mayoría son de una
impecable factura, el negro, es un cultor de las técnicas de la novela, es un
artesano en esta materia, las arma, con suma disciplina, cuando se leen se decanta el cuidado
de un cultor del idioma, con mucho talento. Escribe una especie de historia
novelada de nuestra tragedia, me refiero a Colombia que ha sido cruzado por mil
violencias.
En una entrevista publicada
en la página de la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá señala:
“Entonces ahí está un
componente, digamos, del mestizaje colombiano...
Ahí está. Yo no sé cuál
tenga más preponderancia cultural en mi propia vida. Yo a partir de cierto
momento escribo una obra más de un sello cosmopolita que local o regional.
-Ya que hablaba de esos
primeros textos, de la llegada a Bogotá, luego de Buenaventura y Bahía Solano:
¿cómo ve la relación entre lo urbano y lo rural dentro de su obra?
Originalmente soy urbano, por
mi experiencia. A mí me llevan a los seis, siete años a Buenaventura, que es
una fundación urbana por excelencia: es un puerto de corte cosmopolita.
Independientemente de los rasgos que tenga como ciudad en subdesarrollo, es una
ciudad. Y mi experiencia en ella es cosmopolita. Además, es muy poco lo que yo
tenía de memoria rural, o campesina. Mi formación ha sido fundamentalmente
urbana: Buenaventura, Cali, Bogotá. Eso es mi tránsito.
Lo que yo sí creo es que
una de las constantes de la literatura colombiana, hasta los años finales de
los años 60, es una especie de vaso comunicante: el escritor de origen rural
que se urbanizaba. No éramos escritores fundamentalmente urbanos. Aparecen, de
pronto, escritores fundamentalmente urbanos como RH Moreno Durán, como Darío
Ruiz Gómez, como Fernando Cruz Cronfly. Pero se daba en estos casos que
escritores que habíamos nacido en ámbitos rurales, pero que nuestra experiencia
fundamental era la urbana”.
En este articulo
Yo creo que a lo mejor eso
debe haber desaparecido. Ya hay una literatura, no urbana por el hecho de que
nombre la ciudad, sino porque está escrita por individuos que tienen una
experiencia vital esencialmente urbana. De todas maneras, a mí me parece tonta
la discusión. Cada vez que me invitan a eso yo digo que no, que no puedo.
En este mismo artículo, hay
una descripción crítica de la obra, que me parece muy certera y puntual:
“Fuertemente vinculado con
la tradición literaria, incorpora técnicas de narrativa contemporánea, como el
fluir de la conciencia. Muestra la intimidad de sus protagonistas,
pensamientos, sensaciones, sentimientos. Sus cuentos son de filiación realista
y entornos urbanos. Si en los años sesenta incursionó en el experimentalismo,
sus cuentos posteriores privilegian la sencillez de las frases que favorecen
una sintonía expedita con el lector de hoy. Gracias a una expresión más ortodoxa, busca claridad
y comunicabilidad. Alejandro José López Cáceres, en el prólogo, escudriña en la
verosimilitud de Collazos: "Cuando uno se asoma a su obra cuentística se
pregunta de dónde proviene la tremenda fuerza que emanan sus relatos. Y , si
leemos despacio, muy pronto hallamos respuesta: de la experiencia; es decir, de
la vivencia o del testimonio. Sus ficciones están compuestas a partir de lo
sabido, por eso respiran sinceridad; sus historias están contadas desde adentro,
por eso transmiten conocimiento".
A mi personalmente me gusto
su obra ensayística, creo que es de lo autores que tiene el privilegio de tocar
los temas más difíciles de la literatura con una sencillez y claridad
envidiable. Fue un lector voraz en el sentido más amplio de la palabra. El
negro, como solíamos llamarlo nos hará mucha falta, su obra está a la mano
cuando queramos recordarlo.
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