sábado, 10 de diciembre de 2016

LA JUVENTUD COLOMBIANA Y NUESTRA LITERATURA

Pocas veces se hace el diagnostico sobre el conocimiento de la literatura Colombiana de  nuestra juventud, el nivel de compromiso en este ámbito, cómo se articula esta relación en un mundo dominado por las TIC, con mucha prevalencia de los medios digitales. En este semestre he visitado de manera continua las bibliotecas públicas de Medellín, he conversado con estudiantes de literatura y con lectores espontáneos sin ninguna formación profesional. También soy un asiduo visitante de las principales librerías de la ciudad y en estos sitios de igual manera he escrutado este tópico. No dejo de asistir a los eventos en que se presentan nuevos libros, esto para dejar en claro, que de alguna manera puedo ser testigo de cargo de cómo vibra esta relación. Varias son las realidades. La primera, ya no populan los lectores compulsivos de otros tiempos y son muy pocos los sitios de encuentro para hablar de literatura, la juventud cada vez se aleja del texto y más bien se acerca al mismo a través de otros medios tecnológicos más acordes con su mundo. Aún así, pese a que se venden muchos libros, no se leen. Segundo, el acercamiento a los más importantes textos de nuestra literatura: “María”, “La vorágine”, " Cien años de Soledad" ,la poesía de Silva,  para citar sólo unos, la información que obtuve fue de personas absolutamente distantes, la mayoría de veces los interrogados desconocen estas obras, los jóvenes están leyendo autores contemporáneos, pero no nuestros clásicos, algunos muy populares, más por gracia de los medios de comunicación, me refiero aquellos libros que han servido para montar series televisivas, series que han tenido mucha popularidad, su vigencia se debe más a los artificios de la publicidad que a su calidad.
A esta especie de apatía imperante contribuye la ausencia de una crítica rigurosa, llamativa y que fomente la lectura, por este camino el conocimiento de nuestra literatura ya no es importante, ni siquiera para los lectores asiduos, la oferta de textos extranjeros es muy grande . Quede estupefacto, de comprobar cómo la juventud desconoce la mayoría de los autores emblemáticos de nuestra literatura. Tomé a Héctor Rojas Herazo como ejemplo, realice una encuesta alrededor suyo y después de mucho preguntar entre la juventud,  su desconocimiento era casi general. Con un problema adicional, a la juventud no le preocupa esta falencia, la lectura de textos es cada vez menos importante para su formación. En todo caso, no se puede afirmar que la batalla esta perdida, pues en otros países la lectura de literatura es popular y de suma importancia. Que estamos haciendo desde la gestión pública. Colombia tiene una de las mejores redes de Bibliotecas públicas. Hay una política de fomento a la lectura rigurosa. Tal vez debemos ser más ingeniosos en el acercamiento del joven al texto. Pascale Casanova, está excelente crítica, escribió: “¿Es posible restablecer el eslabón perdido entre la literatura, la historia y el mundo, y al mismo tiempo mantener una completa percepción de la irreducible singularidad de los textos literarios? Segunda, ¿puede concebirse la literatura como un mundo en sí? Y en tal caso, ¿podría una exploración de su territorio ayudarnos a responder la primera pregunta. Cómo darle a entender a nuestra juventud la importancia de la buena literatura, como memoria, desde la perspectiva hedonística, como descubrimiento del mundo estético propio y de la visión particular narrada por nuestros escritores a través de sus obras más importantes”.
Funda lectura realiza un labor encomiable. Los libros y las bibliotecas en las paradas de autobús son un recurso de suma importancia, reglar libros en el transporte público y fomentar lecturas, labores en las que no cede son una buena política. Fuera de esto, gestiona políticas públicas a favor del fomento de los lectores y por su puesto en el conocimiento de nuestras letras. La lectura cumple un papel vital en la vida nuestra, como formación y como memoria, Alberto Manguel recordaba:
“¿En qué consiste ese extraño sentimiento de intimidad compartida, de sabiduría regalada, de maestría del mundo a través de un mero juego de palabras? Éste es un paseo por la historia de los libros y por las obras de algunos de esos grandes hechiceros responsables del paraíso de la lectura. Memoria, intimidad, imaginación, sentimientos, inteligencia, aventura y descubrimiento son algunas de las palabras que reivindican el estatus de un placer que nos hace más humanos.
Como la experiencia muestra, la debilidad de nuestra memoria olvida fácilmente no sólo los actos ocurridos hace mucho tiempo, sino también los recientes de nuestros días. Es, pues, muy conveniente y útil poner por escrito las hazañas e historias antiguas de los hombres fuertes y virtuosos para que sean claros espejos, ejemplos y doctrina para nuestra vida, según afirma el gran orador Tulio". Así comienza la novela que, entre los pocos libros perdonados de la biblioteca de Don Quijote, el cura rescata por ser "un tesoro de contento y una mina de pasatiempos": el Tirant lo Blanc de Joanot Martorell y Martí Joan de Galba. "Llevadle a casa y leedle", le dice a su compadre el barbero, "y veréis que es verdad cuanto dél os he dicho"[1].
Después agrega, refiriéndose a la lectura: “Pero ¿qué es este placer? ¿En qué consiste ese extraño sentimiento de intimidad compartida, de sabiduría regalada, de maestría del mundo a través de un mero juego de palabras, de entendimiento adquirido como por acto de magia, de manera profunda e intraducible? ¿Por qué nos lleva a rechazar ciertos libros sin misericordia y a coronar a otros como clásicos de nuestra devoción si algo en ellos nos conmueve, nos ilumina, pero por sobre todo nos deleita?”. Tal vez la respuesta a estos interrogantes, nos permitan fomentar más el conocimiento de nuestras letras, que es un poco el rescate de nuestra memoria y de la identidad a travez de las obras de literatura más importantes.










[1]Elogio de la lectura”. Alberto Manguel. http://elpais.com/diario/2006/04/22/babelia/1145662750_850215.html


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