lunes, 9 de julio de 2018

ASÍ SUENA RITA INDIANA



Dos cosas quiero destacar frente al artículo sobre esta excelente escritora Caribeña: Primero la distancia que tenemos Con la literatura del Caribe y Cemtro America, las cuales no solo tienen una tradición importante, sino que siempre se están renovando. La otra, felicitar al periódico “El tiempo” de Colombia donde lo he tomado, pues el nuevo formato y dirección de sus lecturas dominicales es un refresco para la literatura y la cultura y una grata contribución a su divulgación en Colombia. CESAR HERNANDO BUSTAMANTE
La escritora dominicana es una de las voces más particulares de las letras caribeñas. 
Por: Andrea Uribe Yepes 

Cuando Rita Indiana no está de gira promocional, musicalizando una película o trabajando en algún guion para cine o televisión, está consumiendo arte y pensando en su próximo libro. Si le preguntan qué está viendo o leyendo hoy, les va a decir que
está volcada en series de terror y clásicos griegos. Pero si le hubiesen preguntado mientras estaba construyendo Hecho en Saturno, su nueva novela, es probable que estuviera entre lecturas de William Burroughs, Jim Carroll, Virgilio Piñerao Kazuo Ishiguro. Lo que no está claro es qué hubiera respondido cuando tenía catorce años y vendía poemas y cartas de todos los estilos en su colegio en la República Dominicana, aunque se puede adivinar.


“Lo primero que escribí fue un cuento que mi mamá ama, sobre un chico ciego en el lobby de un hotel”, dice Rita. Cuando lo escribió ya tenía el hábito de leer unos tres libros por semana. La primera vez que publicó lo hizo en la revista Vetas, la única publicación periódica de literatura que existía en la República Dominicana; ahí escribió poemas y cuentos y empezó a encontrar sus sonidos. Han pasado más de veinte años. Hoy tiene 41.

La literatura de Rita Indiana está marcada por Ovidio, Lovecraft, Philip K. Dick, Richard Wright y Alejo Carpentier; también por la cadencia de las palabras dominicanas, por la cotidianidad y el pasado de Santo Domingo, por la migración de sus compatriotas, por su fijación con el cuerpo, la sexualidad, las tradiciones mágico-religiosas del Caribe, por la música y las mezclas, el arte y la crítica social. Rita Indiana es plural, bebe de tantas artes y de tantos conceptos como puede, y de las historias que va oyendo por ahí. “La novela es el espacio donde me siento más cómoda”, cuenta, aunque ha pasado por el cuento, la poesía y la música. Es una escritora que ha sabido pintar Latinoamérica, pero sobre todo es una dominicana que no se queda quieta.
Sin embargo, no fue por medio de su literatura que se convirtió en una figura pública en la República Dominicana. Fue por la música. En 2011, junto a su banda Rita Indiana y Los Misterios, lanzó el disco El juidero, que tuvo un éxito para ella inesperado y que la llevó a enfrentarse a la fama, muy fuerte en su país y –aunque menos–también en el exterior. Su vida se volcó a las redes sociales y su agenda se llenó de entrevistas y conciertos para tocar canciones que sonaban así: merengue con un poco de blues y
rock, muchos sonidos tropicales latinos y letras que contaban historias. 
Durante ese tiempo, en el que fue más cantante y compositora que escritora, ella era la Mostra.  Este fue el sobrenombre que los fanáticos adoptaron para referirse a Rita y a su cuerpo enorme –mide 1,90–, delgado, andrógino, que no pasa desapercibido; un cuerpo que ella prefiere vestir con ropa de segunda mano, holgada, tenis –a los que se acostumbró desde cuando montaba patineta de niña– y relojes grandes. Pero Rita se cansó de la atención que vino con su música y eso la llevó a tomar de nuevo la literatura como su proyecto principal.


La literatura y la música no tienen en ella tanta diferencia: en ambas puede alzar la voz. Y de su deseo de hablar duro sobre la corrupción en su país nació Hecho en
Saturno
, su nueva novela, que será publicada en Colombia el próximo mes(por la editorial Periférica). Es una historia que hace zoom a un personaje –Argenis Luna– que apareció por primera vez en La mucama de Omicunlé (novela que publicó en 2015) y que ahora se ubica entre la República Dominicana y Cuba para encarnar al hijo de un militante de izquierda durante la dictadura acallada de Joaquín Balaguer (presidente en tres periodos, entre 1960 y 1996).De la mano del Partido de Liberación Dominicano, termina siendo un político que representa el statu quo dominicano y una pieza de la corrupción.


La novela comienza en Cuba, a donde llega Argenis para ser tratado por su adicción a la heroína. Es la primera vez que este país es escenario de la obra de Rita Indiana, aunque es muy cercano a sus intereses y sus afectos: “A Cuba he viajado unas cinco veces, a visitar amigos –cuenta–. Es un país que adoro y cuya historia reciente me obsesiona. Fue el faro de revoluciones, pero también ha sido un faro cultural importantísimo, el lugar de donde salieron Lezama Lima, Lydia Cabrera, Wifredo Lam, Gutiérrez Alea. Vanguardia del pensamiento y el arte”. La otra mitad de la historia se desarrolla en la República Dominicana, casa y centro de toda su obra.

Pero su trabajo tiene una característica evidente que no excluye ninguna de sus novelas ni de sus canciones: todos los escenarios que imagina pueden ser cualquier
barrio latino y todos los personajes pueden haber habitado cualquier realidad de este lado del mundo
. Sí, la República Dominicana es la cuna de sus procesos creativos, pero en sus ficciones se convierte en un espejo evidente de cualquier país latinoamericano. Hecho en Saturno, ella misma lo dice, no es ajena a esto:  "Conozco muchos Argenis por toda Latinoamérica, hijos de exmilitantes que todavía buscan su lugar en el mundo, aplastados por el pasado de sus progenitores o por su desempeño actual en las redes de corrupción internacional”.
No es la primera vez que el tema de la corrupción y el poder impacta su literatura y el año pasado rompió su prolongado silencio musical precisamente para cantarle a eso. “Regreso, como dijo un trovador, para incomodar al que vive en el confort y para reconfortar al que vive en la incomodidad”, escribió en su cuenta de Twitter cuando compartió un nuevo tema con tintes claros de denunciaEl castigador, una canción
directa que habla desde adentro. Con una rabia que suena así: “Por cada peso que se han tumbado, santa tristeza la casa les llene. El que le quita al pobre es el peor cobarde. Aquí planto bandera contra los que se clavan a este pueblo jodi’o”.


Otro tema que también atraviesa de forma permanente su narración es el peso de lo que viene de atrás. “Los efectos de nuestro pasado colonial están por doquier –explica Rita–, afectan de forma directa nuestras decisiones, nuestro estilo de vida, nuestros sentimientos, sobre todo hacia el otro. Hay que mirar hacia atrás para poder entender ciertos procesos y sanar ciertas heridas”.Y en esa vía, las huellas que dejan los padres, las ciudades donde vivimos y las culturas que adoptamos pueden ser tan grandes que terminan definiendo lo que somos.

Es el caso de Argenis. La imagen de Saturno aparece justamente así. En la mitología griega, Saturno y Ops–diosa de la fertilidad– tuvieron seis de los doce dioses y diosas del Olimpo. Pero Saturno, desconfiando de que fueran a robarle el trono como él lo hizo con su padre, Urano, se los comía a medida que nacían. En la novela esta historia opera como una analogía perfecta: las ideologías que se entierran para ganar cierta comodidad y la vergüenza que esto significa terminan envenenando todo alrededor y aniquilando a Argenis.
La figura de Saturno que estaba en la cabeza de Rita era la del dios devorando a su hijo, el de las pinturas negras de Goya, un artista que le ha interesado:“Me llama la
atención su capacidad productiva, su fisicidad. Su trabajo pictórico es muy físico y de esa rudeza él se aprovecha. Una de las formas en que su trabajo inaugura la modernidad es con ese desparpajo, con esa brutalidad”.


Esa pintura en particular y la figura de Saturno aparecieron cuando estaba escribiendo un capítulo de la novela, pero es por azar que haya incluido una imagen de Goya. Tanto en Hecho en Saturno como en La mucama de Omicunlé, el artista español es una especie de ángel de la guarda de Argenis, un favorito suyo y de otros
personajes y una excusa para hacer algo en lo que ella cree (y que el protagonista necesita): reivindicar la artesanía de la pintura.


Antes de empezar a definir su cotidianidad con pinchazos de heroína, Argenis pintaba y su arte era valorado en la República Dominicana. En la novela, la pintura
es un símbolo de desacuerdo y contravía con lo establecido. A finales del siglo XX, hubo un desprestigio de la técnica para montar en el podio las prácticas artísticas más conceptuales
, pero “la pintura vuelve siempre,como Jason, el de Viernes 13 –dice–. Para mí, las prácticas artísticas que demandan de talento, técnica y tiempo nunca vana caducar. Al contrario, la difusión por internet ha fortalecido la pintura, el arte urbano, el rescate del outsider art, la ilustración. Todos son fenómenos interconectados con una nueva apreciación de la pintura”.
En su escritura no hay nada furtivo. Antes de dedicarse de lleno a escribir, Rita Indiana comenzó las carreras de Bellas Artes e Historia del Arte y su vida social en la
República Dominicana hoy está llena de artistas, curadores y críticos. Este contacto, tal vez, es el que la ha llevado a tener en muchas de sus novelas pequeños pensamientos y disertaciones sobre arte; pero también hay que pensar en su música como una performance y en sus libros como piezas de arte contemporáneo. Cada una de sus novelas está enmarcada en un concepto; cada una es una pieza de algo más
grande. Hecho en Saturno, por ejemplo, está planteada como la segunda parte de La mucama de Omicunlé y está anunciado que hay una nueva novela que completará la trilogía. Lo que une estos libros es la crítica al poder. Es arte contemporáneo contestatario y en pie de lucha.


La estrategia de Chochueca (2000), Papi (2011) y Nombres y animales (2013) conforman otra trilogía, que ella bautizó “la de las niñas locas”, pero no están conectadas por un personaje o un escenario, sino más bien por el lenguaje y por una actitud delirante y a veces ensordecedora. Papi, por ejemplo, es un rap que sale de la
garganta de una niña de ocho años que espera su padre mafioso regrese como un dios. Nombres y animales es más cotidiana y más diversa. Habla del descubrimiento
sexual, del maltrato a los haitianos, de historias mágicas. La estrategia de Chochueca tiene un tono más adolescente, sin descuidar en ningún momento el impulso de retratar una ciudad furiosa; es una novela refrescante que han vinculado a referentes dela generación Beat norteamericana. Cada una tiene un color y un sonido diferentes,
pero las reúnen las voces femeninas siempre construidas con lenguaje callejero dominicano, cubano, puertorriqueño, con los sonidos sin consonantes del Caribe, con el inglés traído de a poquitos y que se fusiona para una armonía única.

Estas trilogías, si bien tienen puntos de contacto, no se quedan en el mismo territorio. Su literatura se puede mover entre el espectro de la ciencia ficción y el realismo mágico. Puede hablar como lo hace su música mutante, cálida y popular, al tiempo que presenta una radiografía completa de temas como la diáspora latina y la soledad del migrante. Su trasfondo siempre es social, pero se vale de la estética y todos sus posibles soportes y lecturas. Ese es su arte. Cada uno de sus universos es activista y esquizofrénico, pero nunca se repite. Cada una de las novelas de Rita suena distinto.


No hay comentarios: