Fui y soy un lector asiduo de este gran escritor peruano, un admirador convencido de la calidad de su obra, de su lucidez cuando opinó sobre lo divino y humano siempre con una sindéresis absoluta. Fue un intelectual a carta cabal y un hombre preocupado por la suerte de Latinoamérica. Ayer murió en su adorable Lima, rodeado de sus familiares y amigos más cercanos.
El lenguaje de estas novelas, y en especial de "La ciudad y los perros" es "en gran medida una forma de expresar la fragmentación del mundo, el rechazo del individuo sobre sí mismo en un reducto de aislamiento y soledad, de su aspiración por alcanzar la madurez. Así, la “experiencia trivial adolescente” pasa a convertirse en un tema serio, desmintiendo con ello el hecho de que la adolescencia es un periodo de la vida del ser humano exento de sobresaltos y frustraciones, sino que, muy por el contrario, nuestra novela afirma que aquel momento puede ser crucial en la formación del sujeto, siendo en ocasiones un camino sin salida". Esta novela sorprende por su lenguaje directo, su estructura y los niveles de violencia descarnada en un colegio militar.
Piedra de Toque, su columna por muchos años en "El país" de España, creo que más de 30, fue de obligatoria lectura. Hace un año y medio comunicó que ya no escribiría ficción. Los años ya no me dan para generar toda la estructura que exige una nueva novela, expresó. Me dolió mucho su deceso. Ahí está su obra, que es muy basta y bella, siempre podemos volver a ella. Buen viaje maestro. En pocos días escribiré en este blog sobre algunas de sus obras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario